domingo, diciembre 18, 2005

Jacques Attali -de quien tomé conocimiento hace años a través de Alain de Benoist- ha opinado hace poco que Shakespeare es el gran pensador de la acción política inmediata porque se concentra en las acciones de los hombres. Síntesis certera. Cuando el "frío" y "calculable" interés tomó, hacia el siglo XVII la posta de la cálida e impulsiva pasión, es decir, cuando la burguesía va sustituyendo a la nobleza y el capitalismo toma impulso definitivo, la vida se va agrisando, puesto que, en apariencia, se vuelve razonable y previsible. En puridad, la pasión siguió siempre animando la política, aunque los constructos "interés general" e "interés público" fuesen ocupando clandestina y paulatinamente su lugar. La necesidad de agregarle al líder que interpretase aquel interés un "carisma" weberiano indica que la necesidad de la pasión movilizadora continuaba intacta. Y las historias de los timoneles políticos no pueden explicarse sin la pasión, sin la libido dominandi. Perón o Nixon, Mao o Margaret Thatcher son impossible de entender sin un componente de pathos. Y una lady Macbeth movida simplemente por el interés no resultaría creíble.

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