lunes, noviembre 30, 2009


DUBAI II




Rectifico mi anterior post sobre Dubai. Segun informa Reuters, el Banco Central de Dubai, que es el mismo emir Al Maktum, informó que no se hará cargo de la deuda de Dubai World. El 11 de noviembre había dicho al Financial Times otra cosa:


Dubai tells skeptics to shut up
Dubai’s rulers have lost patience with suggestions that
all is not well with the emirate’s finances, or that relations with Abu Dhabi are strained.
As the FT
reported on Monday, Dubai’s Sheikh is having none of it:During a speech to investors, Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum turned from Arabic to English to deliver a strong reassertion of national unity, saying: “To the people who nag about Dubai and Abu Dhabi, shut up!”
“The second tranche of the bond programme will be well received and it will be used to meet current and future obligations,” the ruler, who is also prime minister of the UAE, said in Monday’s speech
.


"A los que hostigan a Dubai y Abu Dabi, ¡cállense la boca!". Ni el Néstor podría haberlo dicho -y hecho- mejor.

domingo, noviembre 29, 2009


IN MEMORIAM FRANCESCO GENTILE




El martes pasado falleció en Padua, de cuya Facultad de Derecho era profesor ordinario y había sido decano en dos ocasiones, Francesco Gentile, un pensador con la eterna novedad de los clásicos. Tuve el honor de conocerlo aquí en Buenos Aires y de presentar en conferencia la traducción argentina de su "Inteligencia Política y Razón de Estado", texto que acaba de publicar en Madrid la revista "Verbo" (nº 477/8). Requiescat, maestro.








DUBAI O DE LA LOCURA FINANCIERA






Dubai no produce nada; ni siquiera petróleo. Pero fue hasta hace poco una estrella de primera magnitud de la constelación financiera, apuntalada sobre inversiones inmobiliarias, predominantemente turísticas. La famosa isla artificial en forma de palmera, la torre más alta del mundo, la pista de esquí bajo el sol achicharrante del Golfo Pérsico -sin contar las carreras de camellos, recuerdo del pasado beduino. Ahora resulta que Dubai World tiene un agujerito de 59.000 millones de dólares y pide seis meses de respiro. "Pero no afectará la deuda soberana", dicen los expertos, como si Dubai World, que gira bajo la garantía del emir dubaití, no fuera todo lo que hay en Dubai. El emir de Abu Dabi, que sí tiene petróleo, está dispuesto, dicen, a comprar Dubai por el módico precio de 80.000 millones de dólares. La propiedad, en el emirato en concurso, ha caído en un año entre un 50 y un 70%, según fuentes diversas. Hay menos turistas y los inmigrantes (80% de la mano de obra) se están yendo, dejando sus autos -cuya cuota ya no pueden pagar- abandonados en los estacionamientos. No se sabe qué harán con el subte (sí, amigos, hay un subte en Dubai, como ilustran dos de las fotos, con tres clases: clase Oro, Mujeres y niños, clase Plata; es driverless, esto es, automatizado, sin conductor). La emisión de moneda electrónica virtual -creada de la nada, ex nihilo- ha producido una hiperinflación financiera, mientras los precios de las mercaderías se desinflan en las lujosas tiendas, bajo una combinación inflatoria-deflatoria, con pocos ejemplos en el mundo. Las bolsas sintieron el impacto, y puede haber remezones. La lógica del pancapitalismo financiero, soplador de burbujas sin relación con la economía real, lleva a concluir que, efectivamente, se puede morir de auge, crecimiento, plétora de dinero virtual puesto a empollar para que críe más dinero.





HISTORIA




"Los hombres hacen la historia, pero nunca saben qué historia están haciendo".


Raymond Aron

sábado, noviembre 28, 2009


TITTYTAINMENT




En 1995 se congregaron en el Fairmont Hotel de San Francisco Mijail Gorbachov, Bush el Viejo, Ted Turner, Bill Gates y otros distinguidos "trilaterales", para tratar el tema del futuro del trabajo. Allí, Zbigniew Brzezinski les tiró la fórmula del 20/80. Esto es, que looking fordward se avecinaba un mundo donde el 20% de la población, aproximadamente, estaría en las funciones directivas y las tareas que verdaderamente cuentan, mientras el el 80% restante resultaría algo así como superflua para la buena marcha de la economía, encerrada en horizontes repetitivos o directamente caída en el llanto y rechinar de dientes, productivamente hablando. A los fines de control, pues, se requeriría mantener a ese 80% supernumerario más o menos adormecido. Para ello, resultaría bueno el tittytainment, esto es, el "entetanimiento" - de titty, o teta en leguaje coloquial, y entertainment. Más claro: así como el bebé que llora y patalea es tranquilizado y se adormece cuando le dan la teta, así el sobrante, etc., etc. Los chicos del marketing estratégico conocen bien esto del 20/80. MTV, los hiperfunerales de Michael Jackson y la posterior colocación de This is it, el Gay Pride y sus adyacencias y concomitancias, etc., etc., son formas evidentes de entetanimiento global. Estoy lejos del conspiracionismo (porque observo que no hay una sola "gran conspiración" sino múltiples entrecruzadas, entre cuyas mallas se desliza el escaso fluido de la libertad), y ya bien dice mi amigo Aníbal D'Ángelo que el conjuracionismo es la sociología de los pobres, pero esta de los trilaterales es obvia: toda época que se respete ha tenido su circo, y una historia de los circos políticos globales sería un buen tema de tesis para tantos doctorandos desesperados de encontrar uno. Ahí les dejo a mis lectores una etiqueta fácil de aplicar en el posmotiempo y provista de cierta elegancia: "es el tittytainment, estúpido"


martes, noviembre 24, 2009


POBREZA, INDIGENCIA, MISERIA, EXCLUSIÓN Y OTRAS MARCAS DEL “PROGRESO”



Llamamos “pobre” al que a duras penas dispone de lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Llamamos “indigente” al que carece de momento de los medios para cubrir sus necesidades básicas, pero que puede aún ser rescatado de esa situación por un empleo o por un socorro conveniente. Llamamos “miseria” al estado o condición de quienes no pueden satisfacer sus necesidades vitales. Las dos primeras, tradicionalmente, han sido entendidas como situaciones que pueden ser paliadas, mejoradas e, incluso, de las que se puede salir. La última es un estado o condición que se extiende a un conjunto amplio de personas y que tiende a prolongarse en el tiempo, bajo la forma de exclusión del vínculo social, de des-afiliación de la sociedad. Planteo que, en la posmodernidad, tanto en la Argentina como en el resto de Iberoamérica y en buena parte del mundo, existe una deriva constante, predominantemente estructural, no coyuntural, de las formas situacionales de la pobreza y de la indigencia hacia el estado o condición de la miseria, con fines de control social y manipulación política, y que el modo de gestionar la miseria a que se echa mano para evitar una hecatombe, es la reducción de los miserables a una forma remozada de la esclavitud.

La pobreza resultaba, tradicionalmente, una noción relativa. Siempre somos los pobres de alguien. Frente a Bill Gates, Carlos Slim, Cristóbal López o el matrimonio Kirchner, los aquí presentes resultaremos siempre pobres. No menos ricos: pobres.

Por otra parte, también respecto de la relatividad tradicional de la noción, lo mínimamente decoroso como nivel de existencia se define de acuerdo con estándares implícitos en el estilo de vida predominante en cada ámbito social y cultural, y estos estándares no son uniformes, aunque en la posmodernidad tiendan también a globalizarse. Las necesidades primarias –alimentos, vestimenta, techo, agua potable y estructura sanitaria mínima, acceso a medios de transporte, nivel elemental en servicios de salud y educación- no constituyen un orden objetivo, jerárquico y único. Siempre habrá de verse alguna antena satelital en una villa de emergencia, un vídeo juego en un boliche de lata y el cable en La Cava.

Lo que ocurre es que nuestra economía global actual es una economía fundada en los deseos y no en las necesidades –como enseñaban los viejos manuales- y en ella, para pobres y ricos, lo bastante es demasiado poco. En todas las capas sociales se toman los deseos por realidades porque se cree en la realidad de los deseos y, más profundamente aún, se cree en el derecho a realizarlos, ya que en el universo jurídico posmoderno los deseos se reconvierten sistemáticamente en derechos, con indiferencia a la manera en que ellos puedan ser efectivamente ejercidos.

Cabe anotar, en este punto, la paradoja de que el pobre, el indigente y hasta el miserable pueden estar arrinconados en los márgenes de la sociedad y hasta excluidos de ella, pero nunca resultan enteramente excluidos del mercado, aunque sus medios de acceso a él resulten limitados, por falta de poder adquisitivo, por ser deudores insolventes o desocupados de larga data. La sociedad tiene un exterior, pero el mercado no.

La pobreza es, o más bien era, noción relativa, pero le trazamos un umbral estadístico para fijar cuál es el ingreso bajo el cual no pueden satisfacerse las necesidades básicas. Con este instrumento, se calcula que el 40% de la población mundial es pobre y, en cuanto a nuestro país, alrededor de ese porcentaje. Como dato adicional, que en nuestro país la mayoría de los pobres son niños y la mayoría de los niños son pobres.

La pobreza, además de ser tradicionalmente una noción relativa, resultaba, también, una noción relacional. No podía caracterizársela sin relacionarla con la capa de riqueza y la capa media existentes en el mismo tiempo y lugar. No había posibilidad de considerar a la pobreza como un mundo en sí, independiente del resto de la sociedad donde se manifestara. Es decir, no podía haber una aproximación a la cuestión de la pobreza sin considerar a la sociedad como un todo ni imaginar respuestas para ella que no tuvieran en cuenta el irrenunciable deseo de vinculación, reconocimiento de pertenencia y arraigo al conjunto social que los fenómenos de la pobreza expresan.

La pobreza, ante todo, se mira en el espejo de la riqueza simétricamente manifestada. El consumo ostentoso y extravagante de los “ricos y famosos” de nuestro tiempo, ventilado en los medios, nos resulta chocante e intolerable por su carácter de “maldad insolente” frente a las manifestaciones más dolorosas de la pobreza. Un mundo de magos de las finanzas globales, de políticos elevados por el marketing y los creadores de imagen, de figuras del espectáculo y de jugadores de fútbol perciben ganancias fabulosamente distantes del resto. Conforman una sociedad aparte de las sociedades de donde alguna vez surgieron, viviendo aparte y actuando aparte, gente de un planeta mediático a la vez presente y remoto para nuestras vidas comunes. Estos rich and famous, que en buena parte mueven al mundo, se inscriben en lo que Christopher Lasch llamó la “rebelión de la élites”, la renuncia a sus deberes y el campear por sus fueros, paralela en nuestro tiempo a la “rebelión de las masas” que describió Ortega y Gasset en el primer tercio del siglo pasado.

En el otro extremo tenemos los excluidos, los nuevos miserables, que viven aparte en villas aparte y actúan aparte, conformando también una sociedad aparte de la sociedad. Y son una sociedad aparte porque nadie tiene necesidad de ellos. El excluido es un inútil, un supernumerario en términos sociales, cuya existencia resulta desprovista de toda finalidad que no sea la de sobrevivir, reproducirse y permanecer en su condición para ser manipulado convenientemente. Todo ello en una economía del deseo (no de la necesidad) y de la abundancia (no de la escasez según los viejos manuales), dando lugar así al “escándalo de la pobreza”.

No se ha conocido en la historia una situación social en que no haya habido ricos y pobres, difiriendo sólo en la hondura de la brecha que los separe. Se registran, sí, casos en los que la indigencia o la miseria han tenido mínima expresión o fueron resultado momentáneo de hambrunas o desastres naturales (inundaciones, terremotos, erupciones, etc.). La díada pobreza/riqueza puede ser considerada como una invariante o regularidad observable en toda organización social. Las proclamaciones de “pobreza cero” o de “riqueza cero” nunca han cobrado realidad y la díada vuelve al poco tiempo, luego de una sustitución de los miembros de la capa afortunada (la “nueva clase” descripta en su tiempo por Djilas, la “nomenklatura” soviética, etc.).

Lo novedoso en la posmodernidad es la segregación de la sociedad de ambos extremos: ricos devenidos ultrarricos y pobres devenidos miserables, que constituyen dos subsociedades en sí, separadas, secesionadas del resto. En la antigüedad, la separación entre ricos y pobres se daba dentro y en el seno de la κοινωνια πολιτικη o de la civitas. Era un conflicto dinamizador de la vida política. En griego es la στασις –sedición- a que se refiere Aristóteles en “Política”. Al hablar de los regímenes de gobierno, Aristóteles distingue entre el gobierno de una minoría rica (esto es, la oligarquía) y el gobierno de una mayoría pobre (la democracia). Y recomienda lo que llama la πολιτεια, el gobierno de la clase media, porque allí prevalece la prudencia y se logra la igualdad proporcional o geométrica, por el mérito y no por el número. En la democracia –prosigue- se cree que por ser iguales en algún aspecto, lo son absolutamente en todos los aspectos. En la oligarquía se cree que por ser desiguales en la riqueza, deben serlo absolutamente en todo los demás. “Los unos, pensándose iguales, pretenden participar en todo con igual derecho; los otros, pensándose desiguales, tratan de tener más, porque ‘más’ supone la desigualdad”. Y así nace la στασις. Pero todo ello dentro de la πολις.

Durante siglos, el pobre y aun el miserable (el pobre de solemnidad, que despertaba la misericordia) tenían un lugar en la sociedad. No estaba fuera de ella. El mendigo, el clochard, el lazzarone, el pordiosero de a caballo de la colonia, extendían la mano para recibir la limosna sin sentirse extraños al conjunto social, al vínculo comunitario con quien le daba la moneda. El mendigo pertenecía a una situación social públicamente reconocida. Los santos más preclaros habían bendecido esa condición y, a veces, la habían asumido voluntaria y ejemplarmente, como Francesco Bernardone, il poverello de Asís. El pordiosero oía cada día predicar en la iglesia la alabanza de la pobreza e inculcar el apartamiento de los bienes terrenos que consumen el orín y la polilla. Todos los días escuchaba sermonear que lo primero en el orden de importancia era la salvación del alma, y que la limosna contribuía a ello. Luego de la prédica, se ponía en la puerta del templo, con la mano extendida. Y aprovechaba de todas las instituciones que la Iglesia medieval contribuyó a crear, como hospederías y hospitales. Desde luego, no obstante aquellas prédicas, donde el mendicante era imagen del mismo Jesucristo, los pobres bien voluntariamente habrían cambiado su situación por la de los ricos (cuando no se volvían clandestinamente ricos, como Arturo de Córdova en “Dios se lo Pague”). Pero, mientras permanecían en la pobreza, no se sentían ni moralmente inferiores a los ricos ni expulsos de la sociedad. La pobreza era una de las formas del vínculo social, mirándose en la cara de la riqueza, y viceversa. (Aunque vistos con ojos actuales, aquellos señores feudales no parecen potentados y las diferencias y distancias con sus vasallos no nos resultan demasiado llamativas).

Incluso en el conflicto clásico de la sociedad capitalista, el del patrón y el asalariado, denunciado dramáticamente como explotación del hombre por el hombre, los protagonistas disputaban dentro de la sociedad toda. El conflicto inherente manifestaba un vínculo social pleno y el sindicato, por ejemplo, era un vehículo inclusivo e integrador en la sociedad toda. Era un conflicto vertical dentro de la sociedad (los de arriba y los de abajo).

El conflicto actual es horizontal y expulsor. Se trata de si se permanece dentro de los márgenes de la sociedad o se cae en las tinieblas exteriores de la insignificancia y la carencia de integración con la vida común, salvo, como veremos, bajo forma de esclavitud. Mientras tanto, por arriba, planea otra sociedad, la del relumbrón y el espectáculo, desde donde, a veces, se practica una especie de beneficencia aséptica hacia los excluidos, que sólo aparecen como figuras del dolor en la imagen preparada al efecto, para resaltar la “sensibilidad social” de los nuevos opulentos. (Apoyemos con unos centavos del vuelto del súper a los burócratas de UNICEF; organicemos con U2 un recital de rock para los pibes somalíes mostrados en pantalla; blindemos una favela para que Madonna pueda sacarse la foto con el garotinho, etc.). A los vínculos sociales concretos los suplanta un hipervínculo virtual, en donde el lenguaje mediático fundado sobre el marketing traduce el mundo y los dolores del mundo en unidades conmensurables y comunicables de puro espectáculo con finalidad mercantil. La chica que quiere triunfar se desnuda, como las de antes y las de siempre, pero ahora por el “cambio climático”, y Evangelina Carrozzo obtuvo una efímera gloriola en la pasarela mundial contra las papeleras.

Se produce una homogeneización del mundo, que en un sistema vivo indica tendencia a la muerte. Hay un desencantamiento de todo lo que nos rodea. El individualismo exacerbado y el igualitarismo desbocado (la igualdad ontológica extrapolada a la diversidad real, para uniformarla) desembocan en una exclusión brutal. El principio igualitario encuentra su expresión jurídica en la ideología de los derechos humanos. El derecho, disciplina constitutivamente relacional, tiene ahora por sujeto al individuo aislado, por el solo hecho de serlo; esto es, tiene por sujeto a un huérfano sin ombligo, nacido expósito y destinado a morir célibe. La dicotomía individuo-Estado, propia del siglo XX, se transforma ahora en la dicotomía de dos abstracciones: por un lado el individuo aislado, convertido en unidad intercambiable; por otro, la Humanidad, en cuyo nombre se legisla, se criminaliza y se juzga . Homogeneización, fijeza, tendencia de muerte, reductio ad unum de la diversidad del mundo (pensamiento único, lenguaje mediático único, sentimiento único, sexo único y fantasía de poder único).

En este contexto, tenemos estructuralmente ricos cada vez más ricos, haciendo rancho aparte, y pobres cada vez más miserables, conformando rancho aparte. La clase media, a la que Aristóteles asignaba el depósito de la prudencia, aparece a la consideración de quienes gobiernan sólo bajo sus números de CUIT o CUIL, con sus trabajos, propiedades, ingresos, claramente localizados (no off-shore) y, por lo tanto, básicamente productora y contribuyente. Porque los excluidos por arriba, el yacht people, los rich and famous, no pagan o apenas pagan impuestos, y los excluidos por abajo apenas contribuyen con el IVA cuando compran el Tetrabrick.

La única inclusión universalmente aceptada, válida para todos, es hoy el mercado. En nuestro tiempo, el mercado parece más un concepto sociológico que económico. Pero el mercado, aunque valioso, no puede reemplazar al vínculo social. El intercambio mercantil, por su naturaleza, no crea deberes. El saldo es 0, desde que la operación acaba, ya que la contrapartida monetaria cancela toda deuda. Lo contrario es la economía del don oblativo donde la deuda nunca queda saldada y se crea una red de obligaciones y obligados .

En esta misma tendencia homogeneizadora y excluyente se inscribe también la supuesta contrapartida de la ideología liberal o neoliberal; esto es, el Estado Providencia, el Estado Benefactor, el Estado Minotauro, como lo llamó Bertrand de Jouvenel porque hay que sacrificarle las primicias de la libertad política, y también –obviamente- su versión en socialismo del siglo XXI y sus variantes. Todas estas formas estatalistas tienen su matriz en el individualismo y el igualitarismo nivelador y podría caracterizárselas en su conjunto como variantes de una ideología burguesa y materialista donde se expresa el odio al pobre y la envidia al rico.

La oposición individuo-Estado fue una de esas falsas ideas claras del siglo XX. Son términos complementarios, no antitéticos. A más individualismo, más Estado. El Estado, una máquina de máquinas, uniforma a todos los individuos, considerados como unidades fungibles e intercambiables, bajo el ámbito de autoridad de la ley que crea, al mismo tiempo que destruye los lazos concretos que unen orgánicamente a las personas. El Estado es anticomunitario y dejó solo al individuo, como un expósito, frente a la abstracción de la Humanidad, vulnerando todos los órganos intermedios. Más los lazos sociales se aflojan, más aumenta la dependencia frente a Estado (ejemplo de las jubilaciones –aportes resultan impuestos al trabajo en blanco y, finalmente, el beneficio, subsidio a la vejez, ni capitalización colectiva, ni capitalización privada, ni siquiera solidaridad). Más aumenta la dependencia frente a Estado benefactor, más se siente su intervencionismo en todos los dominios de la existencia (desde el dejar de fumar hasta el matrimonio homosexual, pasando por cuál es la verdad histórica que debemos creer). El Estado aísla a los hombres, les expropia la Patria, la Nación, la vida política y los hace débiles y desconfiados prometiéndoles la seguridad y hasta la felicidad.

Tomemos un ejemplo. El Estado toma a su cargo la “redistribución de la riqueza”, el leit motiv de Cristina y de Néstor. Así se va a acabar de una vez por todas con la pobreza, etc., etc. La redistribución no es verdadera preocupación por los pobres, sino que expresa una obsesión por la igualdad radical. El efecto es la proletarización de las clases medias por la elevada imposición (los rich and famous no pagan) que para no caer de su estilo de vida al infierno de la exclusión debe multiplicar sus esfuerzos económicos: la clase media se convierte en la principal productora de bienes para el Estado (lo desnuda el conflicto con el campo desde la Resolución 125). Las familias pobres, por su lado, reciben menos de lo que aportan al Estado. La redistribución no va del rico al pobre sino que regresa poder del individuo al Estado. Tiene un valor de pura eficacia simbólica. Cercena la libertad política y personal. “La idea de que el dinero que reparte el Estado viene de arriba –dice Jouvenel- sólo es cierta para una porción mínima. En realidad, sirve para ocultar el hecho de que el poder adquisitivo redistribuido proviene de las mismas clases sociales que lo reciben”.

El clientelismo manejado desde “la caja”, que controlaban oligopólicamente los aparatos políticos partidarios (se destacó el bonaerense) se dividió luego en los intendentes del conurbano y gobernadores de provincia y ha terminado por revertir a los “líderes” de las “organizaciones sociales”, en un proceso progresivo de fragmentación del que hemos sido testigos en los últimos días a través de piquetes y contrapiquetes.

La democracia de la miseria, hacia el que tiende cada vez más nuestro régimen político, desemboca en la miseria de la democracia. Por un lado, la democracia representativa nos muestra una clase política autorreferencial, casi incestuosa y concentrada en el mantenimiento y extensión de sus privilegios, además de afectada por la corrupción medular asociada a la vida pública (el PUPA). Por otro, las manifestaciones directas del pueblo, como serían los referendos y las movilizaciones, están afectadas en su raíz porque crece incesantemente la masa de argentinos reducidos a la esclavitud, cuyo voto y cuya movilización se empaquetan y se compran hechos. Un pueblo, como cuerpo político, requiere de hombres libres. Pobres o ricos, pero libres. A la democracia se le ha perdido el pueblo y no sabe dónde está. Debemos reinventarla con hombres libres si pretendemos que tenga un sentido. Algunas movilizaciones, como las de junio del año pasado en ocasión del conflicto del campo o el mismo repudio electoral del 28 de junio al kirchnerato muestran posibilidades de reacción, mientras no se agoten en lo efímero. Pero, mientras tanto, la reducción a la esclavitud se propaga y crece.

La pobreza, en sí misma, ni es un mérito ni una indignidad. Es más bien un misterio, como decía Léon Bloy, aquel que se llamaba a sí mismo “mendigo ingrato”. El misterio de que siempre, evangélicamente, habrá pobres entre nosotros. En todo caso, hay que procurar que no sean siempre los mismos. El aprovechamiento político del pobre, en nombre de los eslóganes de la progresía, requiere, precisamente, que sean siempre los mismos, ya que resultan un fondo de reserva revolucionario o electoral que debe mantenerse íntegro para futuras reinversiones. Disminuir eficazmente la pobreza, integrar a la sociedad a los desplazados, sería a largo plazo destruir una materia prima política indispensable. Deben quedarse como están. Más aún, hay que reducirlos a la miseria, para esclavizarlos a cambio del mendrugo asistencialista que apenas le permite arañar las necesidades básicas. Hay que institucionalizar la exclusión y, luego, mostrarse compungido por ella.

Nuestra progresía revolucionaria hace aristotelismo sin saberlo. Siguen al Aristóteles del libro I de “Política”, cuando defendía la esclavitud por naturaleza. El esclavo –el mísero- es una posesión animada. Un instrumento para la praxis. Es esclavo por naturaleza el que puede pertenecer a otro, como pertenece el mísero a su puntero, referente o Milagro Sala de turno. Lo mejor para los esclavos, lo mejor para los míseros (y sigo parafraseando a Aristóteles) es someterse a este tipo de mando, ya que prefieren vivir, aunque sea mal, pero bajo la tutela de otro. El esclavo, el mísero, posee la razón, pero la pone al servicio de la obediencia más que conducirse él mismo por la razón, como hace un hombre libre. Les conviene esto a los esclavos, a los míseros, es justo que estén en esa condición y hasta están contentos con su suerte, concluía el de Estagira, sin saber cuán pertinentes resultarían sus razonamientos siglos después en un lugar llamado Argentina

El siglo pasado, para ser más exactos en 1913, un pensador inglés llamado Hilaire Belloc tuvo una intuición parecida, cuando escribió The Servile State, donde anunciaba que el cruce del capitalismo con el socialismo iba a producir la reaparición de la esclavitud, en beneficio de una minoría libre de propietarios de los medios de producción y de los instrumentos financieros, para imponerse a una mayoría de de individuos sin libertad ni propiedad, reducidos al trabajo obligatorio a cambio de un nivel mínimo de satisfacción de las necesidades vitales.

Pars construens:

Concebir la sociedad como un todo, holísticamente. Recomponer los lazos sociales con la pobreza expulsada y la riqueza autoexcluida, pivoteando sobre las ideas de deberes y obligaciones mutuas y recíprocas. Reinvención de la democracia mediante la recuperación del pueblo como cuerpo político, formado por hombres y mujeres libres, arraigados y avecindados, reunidos en la ciudadanía. Rescate de las libertades políticas y de la participación en clave federativa y de subsidiariedad. La federación se entiende como forma política, como lo fueron la ciudad, la república urbana medieval, el reino o el Imperio (no el oxímoron “Estado federal”). La federación sustituirá los aparatos del Estado en derrumbe. En lugar del mundo uno, del uni-verso político uniformizador, los órganos intermedios serán las patrias: las patrias carnales (regionales), las patrias nacionales (históricas) y las patrias continentales (geopolíticas). La subsidiariedad proveerá una trama compleja de mediaciones institucionales de abajo hacia arriba orientadas al bien común. Mientras el Estado define el bien a partir del derecho, la federación subsidiarista definirá el derecho a partir del bien. Hay que recuperar el bien común, desestatizarlo (el neoliberalismo, cuando habla de desestatizar, privatiza el bien común, fragmentándolo como un espejo roto en intereses particulares), para que pobres y ricos se enriquezcan con él y podamos aspirar a la “vida buena”.


En este día de la Tradición pueden recordarse los versos de Hernández: “que son campanas de palo/ Las razones de los pobres”. Hoy, más que en 1872, en que “Matraca” escribía. Más que nunca, cuando se nombra al pobre como nunca.-


"Campanas de palo" son las matracas o cilindros de madera que pueden observarse en algunas iglesias de México, Bolivia o Perú (en el Cusco ví en un templo uno de estos grandes cilindros) , y que aún se utilizan en algunos monasterios carmelitas. Se las hacía sonar, con un efecto desapacible, en Semana Santa, durante el Oficio de Tinieblas, cuando no se podía tocar las campanas.
"Matraca" era el sobrenombre familiar de José Hernández


En la ilustración, Léon Bloy, el "mendigo ingrato", que vivió y murió pobre

Intervención en el panel reunido en el INFIP (Instituto de Filosofia Práctica), el 11 de noviembre pasado.







jueves, noviembre 19, 2009


Matrimonio, Homosexualidad et al.




Como hombre que el día menos pensado pero -ay- bastante cercano, ha de cumplir, si el dios o el incierto destino lo permiten, cuarenta años de casado bajo el registro de monótono monógamo, la palabra "matrimonio" despierta en mí un mix de nostalgia, afecto, tentación de fuga y algún chispazo de tedio todo lo cual, supongo, bien pesado y medido y convenientemente agitado en la procesadora personal, constituye el amor. La tensión entre el suave deleite de la perfecta compañía y el impulso a saltar las tranqueras se va desbalanceando poco a poco a favor del primer término, sin que el segundo se borre del todo, a fin de que este yin y yang permita, en el juego de su inestable equilibrio, el dulce respiro de la vida. Y entonces uno, en los pocos pero imprescindibles momentos de soledad, soportables por efímeros, pero imprescindibles en tanto el hogar es un atentado light a la vida privada, puede repetirse aquello de Guido Ceronetti que he transcripto en un viejo post bajo esta etiqueta, de que suprimidos los combates de gladiadores el cristianismo puso en su lugar el matrimonio, o la definición de Ambrose Bierce segun la cual en nuestro vocablo se encierran un amo, un ama y dos esclavos, todos los cuales hacen, bien contados, dos personas. Pero nos decimos todo esto porque allí nomás, muy cerca, está la santa, la que recibe en su mano mi mano y me entiende antes de que comience a hablar. Digo esto porque algo quiero anotar sobre la cuestión del matrimonio homosexual que anda corriendo por ahí, a partir de un fallo "municipal y espeso", y ello nos remonta necesariamente al matrimonio tout court.


Lo primero que se advierte, al plantearse el tema, es que el matrimonio surge del dato biológico fundamental de la conjunción del macho con la hembra, "quam nos matrimonium appelamus", como decía el viejo Ulpiano. Esta polaridad de sexos es la base de un vasto bosque de símbolos, que resulta de que, en este mundo sublunar, somos de movida tal hombre frente a tal mujer. Pero esta situación inicial está destinada a ser sobrepasada y es a través de una forma jurídica, el matrimonio, las justae nuptiae según llamaban los romanos, que se abre la puerta a una tal elevación de sentido, sin olvidar su base primigenia e insoslayable, esto es, teniendo en cuenta "quod natura omnia animalia docuit".
Modestino -me gustaría decirle don Modestino, así, a la que te criaste- nos dejó en el "Digesto" esta definición de las nupcias: unión del hombre y la mujer, consorcio para toda la vida, comunidad de derecho divina y humana. Traducción libre e imperfecta su original: "conjunctio maris et feminae et consortium omnis vitae, divini et humani juris communicatio".


En rigor, pues, el matrimonio homosexual destruye la forma jurídica (como la seudo democracia global derriba la forma política o, al mismo tiempo, el pancapitalismo aplana la forma económica). Y la destruye y subvierte en lo basilar, al disolver su representación matrimonial, porque podría una sociedad prepolítica, al extremo, desconocer el derecho público, y aún la propiedad y la obligación, pero no la communicatio entre el hombre y la mujer donde se originan las relaciones de familia y parentesco. No es que el matrimonio, como se afirma, se establezca únicamente para la procreación. La estratagema de la especie para perpetuarse, como decía el viejo Schopenhauer, no necesita del vínculo matrimonial, aunque éste sea el más utilizado. A partir del dato natural de que un macho se ayunte con una hembra, el matrimonio, institución fundamental y formalmente jurídica, establece, con las líneas de parentesco, la estirpe de las generaciones futuras, su lugar y situación en una red de obligaciones y derechos previstos por anticipado. El matrimonio, considerado como unión de individuos del mismo sexo, nos retrotrae a una nebulosa en donde la sopa primordial de la que ha de surgir la convivencia humana aún no ha comenzado a cocerse. Por eso, aun en las culturas donde la honosexualidad no fue desaprobada, y hasta alentada, jamás se planteó extender el "matrimonio" a las parejas de tal orientación.




Bajo la advocación de Brigitte Bardot