jueves, noviembre 19, 2009


Matrimonio, Homosexualidad et al.




Como hombre que el día menos pensado pero -ay- bastante cercano, ha de cumplir, si el dios o el incierto destino lo permiten, cuarenta años de casado bajo el registro de monótono monógamo, la palabra "matrimonio" despierta en mí un mix de nostalgia, afecto, tentación de fuga y algún chispazo de tedio todo lo cual, supongo, bien pesado y medido y convenientemente agitado en la procesadora personal, constituye el amor. La tensión entre el suave deleite de la perfecta compañía y el impulso a saltar las tranqueras se va desbalanceando poco a poco a favor del primer término, sin que el segundo se borre del todo, a fin de que este yin y yang permita, en el juego de su inestable equilibrio, el dulce respiro de la vida. Y entonces uno, en los pocos pero imprescindibles momentos de soledad, soportables por efímeros, pero imprescindibles en tanto el hogar es un atentado light a la vida privada, puede repetirse aquello de Guido Ceronetti que he transcripto en un viejo post bajo esta etiqueta, de que suprimidos los combates de gladiadores el cristianismo puso en su lugar el matrimonio, o la definición de Ambrose Bierce segun la cual en nuestro vocablo se encierran un amo, un ama y dos esclavos, todos los cuales hacen, bien contados, dos personas. Pero nos decimos todo esto porque allí nomás, muy cerca, está la santa, la que recibe en su mano mi mano y me entiende antes de que comience a hablar. Digo esto porque algo quiero anotar sobre la cuestión del matrimonio homosexual que anda corriendo por ahí, a partir de un fallo "municipal y espeso", y ello nos remonta necesariamente al matrimonio tout court.


Lo primero que se advierte, al plantearse el tema, es que el matrimonio surge del dato biológico fundamental de la conjunción del macho con la hembra, "quam nos matrimonium appelamus", como decía el viejo Ulpiano. Esta polaridad de sexos es la base de un vasto bosque de símbolos, que resulta de que, en este mundo sublunar, somos de movida tal hombre frente a tal mujer. Pero esta situación inicial está destinada a ser sobrepasada y es a través de una forma jurídica, el matrimonio, las justae nuptiae según llamaban los romanos, que se abre la puerta a una tal elevación de sentido, sin olvidar su base primigenia e insoslayable, esto es, teniendo en cuenta "quod natura omnia animalia docuit".
Modestino -me gustaría decirle don Modestino, así, a la que te criaste- nos dejó en el "Digesto" esta definición de las nupcias: unión del hombre y la mujer, consorcio para toda la vida, comunidad de derecho divina y humana. Traducción libre e imperfecta su original: "conjunctio maris et feminae et consortium omnis vitae, divini et humani juris communicatio".


En rigor, pues, el matrimonio homosexual destruye la forma jurídica (como la seudo democracia global derriba la forma política o, al mismo tiempo, el pancapitalismo aplana la forma económica). Y la destruye y subvierte en lo basilar, al disolver su representación matrimonial, porque podría una sociedad prepolítica, al extremo, desconocer el derecho público, y aún la propiedad y la obligación, pero no la communicatio entre el hombre y la mujer donde se originan las relaciones de familia y parentesco. No es que el matrimonio, como se afirma, se establezca únicamente para la procreación. La estratagema de la especie para perpetuarse, como decía el viejo Schopenhauer, no necesita del vínculo matrimonial, aunque éste sea el más utilizado. A partir del dato natural de que un macho se ayunte con una hembra, el matrimonio, institución fundamental y formalmente jurídica, establece, con las líneas de parentesco, la estirpe de las generaciones futuras, su lugar y situación en una red de obligaciones y derechos previstos por anticipado. El matrimonio, considerado como unión de individuos del mismo sexo, nos retrotrae a una nebulosa en donde la sopa primordial de la que ha de surgir la convivencia humana aún no ha comenzado a cocerse. Por eso, aun en las culturas donde la honosexualidad no fue desaprobada, y hasta alentada, jamás se planteó extender el "matrimonio" a las parejas de tal orientación.




Bajo la advocación de Brigitte Bardot

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