sábado, julio 30, 2016

¿ISLAMOFOBIA?



Un amigo lector me dice que en mi último post se respira una bocanada subterránea de islamofobia: el enemigo sin nombre es el Islam, y frente a él debe plantarse la Cristiandad. No entraré en el laberinto de las interpretaciones: no dije tal cosa ni lo creo. En primer lugar, porque la Cristiandad no existe: nuestro tiempo es poscristiano, y esto no lo digo yo ni lo asiento con ánimo satisfactorio, sino que es una comprobación bastante difundida: la verificación de un dato. Nietzsche,  hijo de un pastor evangélico y apodado él mismo en su niñez el "pequeño pastor",  lo planteó como nihilismo, esto es, el arrasamiento de cualquier ethos colectivo y la desertificación de todo sentido de la vida. El nihilismo no proviene de ninguna paganía resurrecta, como ciertas almas bellas y piadosas suponen. Con todos los defectos que puedan imputásele, aquel mundo pagano tenía un innato sentido de lo sacro y sabía percibirlo de inmediato en su entorno. El nihilismo se lleva por delante no sólo la religión sino las ideologías que en el siglo pasado operaron de sucedáneos de aquélla,  ya que disuelve la constelación de creencias en que se asentaban. El cristianismo también encuentra su piedra basilar en la nada, en la creatio ex nihilo, y tiene razón Dalmacio Negro cuando califica al nihilismo de herejía cristiana; la última y definitiva herejía del cristianismo, quizás. No hay ninguna Cristiandad que pueda librar hoy guerra alguna, como las que libró cuando, en el Medioevo, tuvo su realización efectiva en las instituciones sociales. Lo que hay es una occidentalidad globalizada en el flujo financiero como fundamental aunque movedizo asiento de todo lo existente y la letanía de los derechos humanos hipertrofiada como vulgata suplente del antiguo credo. Su último descubrimiento es que las masas de desplazados desde los países cuya destrucción contribuyeron a fomentar y desenvolver, pueden convertirse en la mano de obra conveniente, propulsora y hasta contribuyente para una nueva vuelta de tuerca a sus sistema de producción de la vida material.

El Islam multifacético, la China y demás dragones del extremo oriental, Rusia apoyada en la ortodoxia, balbuceos aún incoherentes en Hispanoamérica, dispersos grupos en el mundo cansados de desesperar, intentan resistir de algún modo el nihilismo y su desierto que crece. Es el "disenso" que predica Alberto Buela, todavía cacofónico y muchas veces por caminos extraviados. En cuanto al Islam, sé muy bien que al volver de una batalla, el Profeta    dijo  a sus seguidores que estaban volviendo de la pequeña guerra santa (la batalla por las armas) para ir a la gran guerra santa (la guerra interior, espiritual). Sea como fuere,  hoy Al Qaida o ISIS predican el deber de conquistar el mundo entero para el Islam, a como dé lugar y tocando a degüello contra todos los demás, el resto de los propios creyentes islámicos incluídos, y primeros en la lista de destrucción. Si aquellos han roto con sus enseñanzas sagradas, si han sido (y seguramente lo fueron) instrumentalizados por impulsores antitradicionales y si incluso actualmente lo siguen siendo, son posibilidades no desechables, pero la primera y más urgente cuestión es que hay un enemigo que declaró una guerra a muerte. Si alguien me ha designado como enemigo, de nada sirven mis reticencias y distingos para evitar que quiera destruirme.



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