sábado, julio 30, 2016

UNA GUERRA SIN ENEMIGO




"No tenemos miedo de decir esta verdad: El mundo está en guerra. ¿Por qué? Ha perdido la paz." -Papa Francisco.


En Rouen, en una iglesia casi vacía, ante dos parroquianos y dos monjas, un viejo cura es degollado en el altar  por dos sicarios del Isis. El papa dice que la religión no entra en el episodio, más que emblemático de lo que es hoy el maximalismo islámico y el despoblado cristianismo. Afirma que esta sangre vertida por "locura homicida" responde  a una "violencia absurda", originada en el miedo y la desesperación que nacen de pobreza y frustraciones.  Añade que el episodio da cuenta de estar en guerra, como recuerda su tautológica frase del epígrafe, pero no de religiones sino de intereses: lo que está en juego es el dinero, los recursos  y la dominación. En cambio, "tutte le religioni vogliono la pace".

El papa Francisco suele quedar pialado en sus propias palabras. Aquí, concorde con la corte vaticana, trata de quitar hierro a su afirmación de que hay una guerra, hasta diluirla en una corrección política que le elimina todo significado. La Alemania de Ángela Merkel tiene que adoptar la misma mordaza. El atacante de Munich, por ejemplo, era un "alemán iraní" (ahora resulta que los europeos han adoptado el jus soli y cualquier nacido en Alemania es automáticamente alemán) y un desequilibrado, con déficit de adaptación por su marginación social -de la que los alemanes tienen la culpa. Un lobo solitario, con lo que su acto no puede inscribirse en el ámbito jihadista sino en el raptus homicida de un excluido. Entonces, no existe una guerra con una raíz religiosa (las religiones siempre han querido la paz, según parece), sino un episodio aislado (Merkel) o una guerra contra abstracciones como el dinero ("estiércol del diablo", como ya lo había apostrofado Basilio el Grande), los intereses, el deseo de dominación; los mercaderes de armas, quizás. Hay un islamismo terrorista radical de raíz salafita: no lo denuncian sólo sus víctimas, sino desde el más grande centro del pensamiento islámico, la universidad de Al Azhar en El Cairo, se previene contra él. Y la prevención debe alcanzar a quienes lo manipulan y financian: Arabia Saudita, Qatar; más atrás, los EE.UU. Convengo en que el papa Bergoglio se encuentra ante muchas dificultades para ir contra la corriente y denunciar estos oscuros manejos, con las limitaciones del profeta desarmado. El odio religioso está desatado y no es cuestión de atizarlo, por medio de falsos universales: "todos los islámicos son terroristas". Por cierto que no, pero también es cierto que casi todos los terroristas son islámicos. Bien lo sabían, antes que el sacerdote francés degollado al pie del altar, los cientos de cristianos trucidados en el Mediterráneo oriental.

No hay guerra con el ISIS, que moviliza un odio religioso bajo bandera de jihad.  Hay un intento de separar la  guerra del terrorismo -que es uno de sus instrumentos, en una guerra civil global- y considerarlo irracional, "absurdo", privado de sentido, inexplicable, producto de enloquecidos por marginación social o porque vienen de una familia fracasada. De un suceso inscripto en una cadena categorial hacen una anécdota aislada y casi irrepetible que, curiosamente, tiene a replicarse indefinidamente. La jihad extrema tiene fundamentación basilar en una teología política lúcida y racional donde se pueden encontrar los motivos por los cuales se producen las carnicerías de cristianos y yazidíes en Irak, se le corta la yugular a los infieles  y a los apóstatas, se masacra atropellando una multitud de occidentales descreídos con un camión de reparto o se los liquida en discotecas o restaurantes: nada de esto es demencial, aunque sus instrumentos humanos puedan estar más o menos trastornados. Para librar una guerra se debe saber primero quién es el enemigo: ante todo, reconocer que no se trata de un conjunto de orates sino de un ejército dispuesto a todo, principiando por el sacrifico de la propia vida: matar y ser muerto. En segundo lugar, debe tenerse en claro y contrastar en su raíz la teología e ideología que impulsa la acción del enemigo. En tercer lugar, hay que combatirlo en su terreno hasta anular su amenaza. Lo que ocurre es que ellos parten de una raíz equivocada, pero que saben reconocer. Los que dicen estar enfrente han perdido sus raíces.

"De lo que no se puede hablar, mejor  es callarse"


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