miércoles, septiembre 17, 2008




JORGE SANTAYANA ANTICIPA EL JUEVES NEGRO DEL 24 DE OCTUBRE DE 1929, EL LUNES NEGRO DEL 15 DE SEPTIEMBRE DE 2008 Y OTRAS ULTERIORIDADES



“El dinero, según lo emplean los ricos de hoy, no es una riqueza de índole natural. Riqueza natural sería la que consistiera en objetos visibles poseídos por un hombre, cuyos ojos curiosos y admiradores pudiesen recoger vislumbres de ellos teniéndolos en la mano o en su tienda o tras las puertas de su parque. El propietario estas cosas bellas tiene una dignidad natural: no sólo la dignidad que el largo y familiar uso de ellas puede haber dado a su espíritu y a sus modales, sino, cuando menos, la dignidad del poder, pues habiendo descubierto, hecho, heredado o conquistado esas selectas porciones del mundo material, puede compartirlas o negarlas a voluntad, y establece así un natural dominio sobre los demás, proporcional a lo que necesiten o ambicionen. Pero el rico de hoy no es dueño evidente de nada. Su misteriosa riqueza es vagabunda, nominal, inmaterial; consiste en la fuerza de unas palabras escritas en un papel. Vivimos en una niebla de finanzas. El capitalista apenas sabe qué bienes u obras o derechos o proyectos están representados en sus títulos de rentas o acciones: su función es sólo firmar cheques y recibir otros papeles y, distribuyéndolos, ser alimentado y vestido magníficamente, como por magia. Es probable que ocupe un piso y ande viajando magníficamente en automóvil; pertenece a todas partes y a ninguna; conoce a todos y nadie sabe quién diablos es él. Como compra o vende sus títulos sobre alguna fracción de lo desconocido, bien puede preguntarse qué es lo que diariamente lo empobrece o enriquece tanto y pone a sus pies el mundo entero delas cosas y personas comprables. El dominio por el dinero es una especie de milagroso dominio convencional, como el antiguo dominio por la religión. ¿Cómo puede subsistir?
Contesto: entregando al rico el control de algún crecimiento natural en el mundo, producido por la fecundidad de la naturaleza o bien por lo que de ella pasa por las manos y el cerebro de los hombres. La fecundidad de la naturaleza puede ser vigilada, preservada o estimulada por una mente conocedora: sus productos pueden recogerse, transportarse y canjearse, a veces en gran escala, y quienes llevan a cabo tales operaciones –a veces por telégrafo, desde el otro extremo del globo- poseen dominio sobre esas cosas sin poseer las cosas mismas: poseen su valor. Fundido y mezclado al mecanismo universal del intercambio, este valor a disposición del rico se convierte en una cantidad matemática y fantástica: se convierte en dinero. Tal convención puede mañana destruirse y toda esa riqueza nominal puede desvanecerse como un sueño. Los fuertes, sin duda, conquistarán y retendrán las cosas buenas de este mundo; pero, acaso, una vez más, por un dominio y posesión efectiva de ellas, y no por un artificio de contabilidad”.

Dialogues in Limbo, 1926, traducción de Raimundo Lida

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