miércoles, mayo 25, 2016

"EMPODERAR" AL PERRO



Hay un cuento de Chejov que se aplica perfectamente a nuestra justicia federal en lo penal, y a integrantes de otros fueros también:

El inspector de policía Ochumélov oye chillar un perro y se dirige al lugar de donde proceden los gritos de la gente y los aullidos del pobre animal. Un tal Jriukin le dice que el perro le ha mordido. El inspector monta en cólera y dice que el amo del perro se va a enterar, que le pondrá una multa y que matará al perro. Sin embargo, alguien le dice que es del general Zhigálov y Ochumélov cambia: el perro no ha mordido a nadie sino que un clavo maldito se ha clavado en el dedo de Jriunkin. El municipal que acompaña al inspector tiene sospechas de que el perro no sea del general y de nuevo el inspector vuelve a pedir un castigo para el perro y los amos. Pero ¡ay! una voz afirma que el perro es del general y, claro, el inspector cambia de nuevo de opinión: Jriunkin es el culpable de la mordedura y lo que tiene que hacer es dejar de enseñar ese estúpido dedo. Viene el cocinero del general y dice que nunca, en casa del general, ha habido perros vagabundos. Otra vez cambia el destino del perro: “Hay que matarlo y se acabó”. Sin embargo, el cocinero no había terminado: “No es nuestro. Es del hermano del general que vino hace unos días”. Y otra vez cambia el azaroso destino del perro que pasa a ser un perrito simpático que hace lo que tiene que hacer un perro: morder. El cocinero se lleva al perro y Ochumélov amenaza al descarado de Jriunkin.
        
Así termina el cuento de Chejov llamado, no hace falta explicar por qué, El camaleón. Ochumélov es nuestra radiosa justicia federal, El general y su parentela son los poderosos de turno y  el perro, el pobre perro, cuyo destino cambia según cambian las opiniones del inspector que, a su vez, debe tan camaleónica conducta a su servil obediencia, no somos otros que nosotros, el sufrido pueblo que paga a tales magistrados. La cuestión, pues, ilustrísimo canciller, es "empoderar" de una buena vez al perro para que pueda morder a satisfacción los volubles traseros de tantos Ochumélovs judiciales, genuflexos de 360º a las instancias del generalato o el civilato de turno.
 
 

1 comentario:

Prof. Patricia Gándara dijo...

Como me has hecho reir Luis Maria. Muchas gracias.