sábado, agosto 17, 2019

DESPUÉS DEL RECUENTO





Ya he señalado, en entradas anteriores, que a mi juicio  la democracia en la versión canónica liberal se encuentra en crisis terminal, y sólo exuda reacciones populistas que, si bien muestran el alcance de aquella crisis, no alcanzan a superarla, siendo sólo las sombras chinescas de aquel fracaso, válidas en cuanto plantean las preguntas que en el callejón sin salida corresponden, y eluden responder las clases dirigentes, pero siendo incapaces de edificar una contestación superadora. De todos modos, en este berenjenal nuestro país descuella, ya que hemos inaugurado la novedad de las elecciones donde nada se elige, pero capaces de desencadenar un sunami político, entre un presidente virtual que no tiene titularidad institucional alguna y un presidente actual que no tiene credibilidad alguna desde su sillón institucional. Cuando el papa Pío VII, luego de firmar un concordato con Napoleón y ser testigo de su autocoronación, fue desalojado en 1808 de Roma, en sus calles se fijó una pasquinada que comparaba esta situación con la de su antecesor Pío VI, secuestrado y desalojado en 1799 por las tropas revolucionarias francesas: "Pío VI per conservar la fede, perde la sede/Pío VII per conservar la sede, perde la fede".  Digamos que entre Albertito y Mauricio  puede haber seguramente un cambio de personal en la sede, pero de fede, nada, en ninguno de los dos casos. Mauricio despotricó un día contra los resultados, afirmando que los electores no comprendieron: como los malos directores de cine echan la culpa de su fracaso a que el público no fue de su agrado. Y Albertito tampoco se siente arropado en la fe ciudadana, porque no es ella la que se ha expresado, sino el fastidio de tener que escoger entre dos impresentables. Siendo nuestras elecciones eternas opciones en las que votamos por quien nos gusta poco para que no gane el que nos gusta menos, era bastante esperable que muchos de los que en 2017 y 2017 optaron en un sentido, ahora hayan ahora escogido el otro.  Por cierto, esto simplemente nos recuerda el fracaso monumental de la numerocracia de recuento  instaurada en 1983 -sobre otras ruinas, claro- y de la clase política que se conformó en consecuencia. La democracia liberal es la aritmética del voto traicionada por la geometría variable de la representación, montada sobre la ilusión de la identidad de gobernantes y gobernados, o monarquía del pueblo.  El genio nacional, como se ve, ha ido más lejos. Sin el consuelo momentáneo de una reacción populista que amague un pasajero "¡que se vayan todos!".






Porque el populismo, entre nosotros, lo impiden los saldos y retazos del veteroperonismo, hoy expresado en nestorismo, cristinismo y los primeros de la última hora, que vienen surgiendo en malón. Si la política, decía el viejo Fraga Iribarne, obliga a compartir extraños compañeros de cama, entre nosotros, caídos del catre electoral, en el mismo lodo, todos manoseaos...

No hay comentarios.: