viernes, febrero 17, 2012

DEUTSCHLAND, ARBEITSWUT, BERUF, SCHADENFREUDE Y OTRAS ENORMIDADES



Foto de Max Scheler alrededor de los treinta y cinco.  Tirando a estatura media, contextura cuadrada, cabeza erguida y atenta. Hombre de pensamiento y de  mundo, de bibliotecas y también de  cafés  y cabarets: mujeres, cigarros, copas.  Y una rapidez para colocar sus impresiones de la vida en categorías profundas de pensamiento que algunos, desde su filosofícula de profesores de filosofía  tacharon de superficial. Católico buena parte de su vida, el retrato es de una época muy especial, cuando, frecuentado una abadía benedictina, se ha reconvertido al catolicismo y está punto, si no lo ha hecho ya, de casarse con Märit Furtwängler, hermana del gran director wagneriano. Es el año 1916 y pronuncia una conferencia en Munich sobre las ideas de nacionalidad en las naciones más importantes. “Alemania –dice allí- con su manía obsesiva por el trabajo ha expulsado a los demás países de sus paraísos. Los vecinos al este no quieren otra cosa que soñar, meditar, palpitar, rezar y, de tanto en tanto, tomarse una copita de aguardiente. Los ingleses, en cambio, se dedican al comercio, en la medida de dejar de trabajar el viernes y dedicarse luego a los deportes. En fin, están los franceses que sus notorios recursos financieros los usan, vista su poca disponibilidad a tener hijos, sobre todo para gozar del lujo y el ocio, y jubilarse después de veinte o treinta años de trabajo”. Manía obsesiva por el trabajo, Arbeitswut.  Al tiempo que Scheler expresaba estas ideas, su compatriota Ernst Jünger, en los campos de batalla de la Primera Guerra, iba concibiendo al trabajador, al Arbeiter, como la figura del tiempo, así como hoy podría resultar la del desocupado marginal.  Scheler fincaba en aquella manía una de los motivos de la animosidad entre los alemanes y sus vecinos. Algo parecido se nota hoy, en las admoniciones de la Hausfrau  Ángela Merkel  a sus consocios de la Unión Europea, especialmente a los países del arco mediterráneo, Grecia, Italia y España, con aparente tendencia al dolce far niente.

La Arbeitswut puede rastrearse en Lutero que ya enseñaba que quien trabaja no tiene tiempo para pecar. Fue el monje quien  marcó las bases de un ethos alemán del trabajo, entendiéndose aquí por ethos  (en griego con épsilon inicial, no con éta, que se refiere al carácter personal) el  sistema de regla de preferencia de valores que tiene un pueblo determinado,  como definía el propio Scheler. Lutero traducía en la Biblia “trabajo” con la palabra alemana Beruf .  A su vez, este vocablo significa también vocación, llamamiento. El alemán está destinado a realizarse en el trabajo, conforme la Revelación. Sólo quien trabaja puede otorgarse el reposo de la tarde, que así se denomina literalmente la fiesta en alemán: Feier-abend.


Ethos rígido protestante, ethos católico fiestero (que en diagonal va del Mediterráneo a la Mitteleuropa habsbúrgica), retazos dionisíacos bajo el sol griego, difícilmente hilvanados en la UE cuyo valor cumbre es el libre tránsito de los flujos financieros. Seguramente, como cree mi amigo Alain de Benoist, otra Europa es posible.



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