lunes, marzo 10, 2008

TRELEW

Lo que no se ha dicho de la balacera en la base de Almirante Zar es que ella o, más bien, su antecedente la fuga de los cabecillas del ERP, FAR y Montoneros de la cárcel de Rawson, marcaron una inflexión terrible en nuestra guerra civil, guerra revolucionaria de insurgencia por un lado, guerra de contrainsurgencia por otro. En efecto, hasta ese momento el peso del combate contra el terrorismo recaía sobre la policía, encuadrada por las fuerzas armadas, a las que las "orgas" atacaban en sus cuarteles, preludiando una respuesta feroz en el mismo plano. Y el enjuiciamiento estaba a cargo de la Cámara Federal Especial, el "Camarón", muy criticado en su momento. Con ese andamiaje de seguridad y con ese instrumento jurídico se había logrado llevar a la cárcel a las cúpulas guerrilleras, que carecían -y carecieron siempre- de apoyo en la opinión pública.
Había una mancha negra sobre el "Camarón". La policía utilizaba la tortura para obtener información y la confesión era la reina de las pruebas. La tortura, debe aclararse, era de uso normal en la averiguación de los delitos, por entonces. Uno, como abogado, y lo sé por experiencia propia, podía generar incidentes de retractación de la confesión y denunciar los apremios ilegales. Las lesiones por el paso de electricidad por la piel estaban descriptas en la Medicina Legal de Bonnet, pero era casi imposible llegar a una investigación seria y procesamiento del personal policial. Frente al Camarón sólo actuaban como defensores los abogados que estaban orgánicamente vinculados a la guerrilla, y esto fue desafortunado. Por otra parte, en plano positivo, se había judicializado la persecución del terrorismo y no había "desaparecidos". Con sus pecados, imperfecciones y demasías de la época, fue lo que mejor funcionó, visto en perspectiva.
Hasta que llegó lo de Rawson. Había en esa cárcel 168 terroristas, condenados o enjuiciados en el Camarón, esto es, encerrados con causa y con proceso. Entre ellos, Roberto Santucho (ERP), Roberto Quieto (FAR) y Fernando Vaca Narvaja (Montoneros), La pequeña ciudad de Rawson, predominantemente comercial y administrativa, fue prácticamente ocupada por elementos de las "orgas". Consiguieron sobornar a algunos guardias del penal y lo ocuparon. Al único que se resistió, el cabo Valenzuela, lo bajaron con trece disparos gatillados por Ana María Villareal, la mujer de Santucho. Los seis cabecillas principales, con su grupo de apoyo, piratearon un avión de Austral y pasaron a Chile. Salvador Allende desoyó el pedido de extradición del juez argentino y, finalmente, les otorgó a los cumpas un salvoconducto para pasar a Cuba.
Los otros 19, que se quedaron en tierra esperando otro avión de línea que no llegó por desperfectos, fueron capturados y llevados, por orden del Camarón, a la Base Naval Almirante Zar, que no era una prisión, con cuartos improvisados como calabozos sobre un estrecho pasillo. Allí, siete días después de la captura, se desarrolló el episodio que ahora (treinta y seis años después) se investiga, aunque en su momento hubo una causa. También el consabido artículo de Le Monde condoliéndose de las barbaridades sudamericanas y el cantito en los actos durante la campaña de Cámpora: "Ya van a ver/ya van a ver/cuando venguemos a los muertos de Trelew" (Venganza en curso).
En aquel tiempo, pensé que el episodio debía entenderse como una represalia. De todos modos, ¿por qué tres sobrevivientes, entonces? Unos años después, en 1977, los alemanes entonces occidentales, en una cárcel de alta seguridad, declararon que Andreas Baader y otros miembros de la Baader-Meinhof Bande se habían suicidado en sus celdas, con disparos de pistola. Un año antes, Ulrike Meinhof sehabía "suicidado" también en su celda con una toalla. Poco creíble. De todos modos, en el caso alemán, hubo una bandolera herida que sobrevivió. Posiblemente, lo ocurrido en la Base Almirante Zar parte de un episodio real, protagonizado por Pujadas, que cumplió realmente, o se interpretó como un ataque para preludiar una fuga y produjo la balacera en un espacio muy pequeño como para que no hubiese muchas bajas entre los presos.
La inflexión más grave se produjo en la mentalidad militar. "¿Para qué tribunales, para qué juicios? Palo y a la bolsa". Curiosamente, el hombre que animaba desde afuera el terrorismo, Juan Domingo Perón, que le había dado la derecha a Cooke y Villalón, que había impulsado a las "formaciones especiales" a desprenderse de "obstáculos" como Augusto Timoteo Vandor, iba a recoger ese mensaje al llegar al país en 1973, sobre la sangre y el espanto de Ezeiza. Tiro en la nuca y a otra cosa. Se llamaba Triple A.

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