lunes, noviembre 04, 2019

GRETA HACE DEDO PARA LLEGAR AL FIN DE LA HISTORIA

La Cumbre del Clima debió ser virada, vía ONU,  de Santiago de Chile a Madrid, por razón de revueltas. Y Greta Thunberg, especie de Juana de Arco posmoderna, mediática y profana, quedó del lado equivocado del charco  y está haciendo dedo desde los EE.UU., para cruzar el Atlántico en barquichuelo no contaminante. Lo hace mandando mensajes a través de su iPhone o lo que sea, instrumento desde luego -ay- también contaminante. Pero qué se le va a hacer, todo paraíso conlleva alguna serpiente y las señales de humo difícilmente puedan atravesar la mar océana, además de contaminar ellas mismas. Ya encontrará algún ricachón, como antes Casiraghi, que la embarque en un yate de  lujo, con su baldecito para necesidades y otros resguardos del puritanismo ecologista. Llegarás a tiempo, Greta, para decir tu palabra que ya todo permea (la jueza Elena Liberatori, por ejemplo, incorporó párrafos gretianos para fundamentar el traslado final de la orangutana Sandra de Buenos Aires a Miami).

El retroprogresismo posmo es fascinante: propone una especie de regressus ad uterum, más allá del grito primario de la criatura que  un día fue sapiens o Neanderthal. El camino de toda utopía está sembrado de dificultades y hacer coincidir el fin de la historia con su principio resulta empresa muy ardua. Gregorio Luri, pensador español y catalán, que he citado otras veces en este blog, lo pone de esta manera: "el fin de la historia podría ser la completa renaturalización del hombre: su expulsión al paraíso natural, la reconquista de la inocencia sin conciencia". El gran consenso socialdemócrata en Occidente, que ha encontrado su adalid en Greta,  es que el mundo está en "emergencia ecológica".  Hay que evitar un apocalipsis. Al final, allá lejos, nuevos cielos y nueva tierra resurgirán, y los sobrevivientes  podrán deambular en pelotas por feraces bosques, con la dulzura de  la inconsciencia y la liberación de toda culpa, comiendo lo que caiga y sorbiendo el agua límpida de los arroyuelos,  si es que no reaparece también el tigre dientes de sable. Claro, caramba, siempre hay escépticos. ¿Van a sacrificar a todas las vacas del planeta, porque pean como rumiantes antiecológicas que son las pobres? A por ellas. Y no faltarán los rebeldes que levanten como bandera un harapo de papel higiénico, por no querer naturalizar su culo para la cotidiana función excretoria.  Hay un inconveniente, y es que toda utopía, por definición algo que no existe, sólo puede intentar realizarse, apurando el tiempo de su cumplimento,  por imposición violenta. Las utopías que en el mundo han sido terminan siempre erigiendo altares del sacrificio sangriento para acelerar la felicidad final.  Las democracias contemporáneas, que ya nadie respeta porque han perdido toda justificación respetable, salvo el juego de calesita sus clases políticas, son demasiado débiles para llegar a la felicidad anhelada. Se requiere una dictadura: una ecodictadura. Para un pensamiento apocalíptico que proclama en la voz de una adolescente que lo único que cuenta es la salvación del mundo  del mal inminente, las pamplinas del Estado constitucional son un obstáculo, un retardo inútil del Gran Final. La ecodictadura está a la vuelta de la esquina. Greta nos mira con su mirada fría, dura, condenatoria. Quisiera vaciar su balde sobre la cerviz rebelde de quienes, por cualquier razón, se oponen a reintegrarse a la inconciencia.-

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