viernes, enero 04, 2019

¿ADÓNDE VA EL BRASIL? (II)


 

 

Como el periodismo argentino repite a la letra la videología globalista socialdemócrata y propicia a la “revolución de los deseos”, no estamos comprendiendo el fenómeno que encarna Jair Bolsonaro en Brasil, que va más allá de su persona. Lo “normal” entre nosotros, incluso en aquellos comentaristas que presumen de actividades sucedáneas del pensamiento, es –por una parte- aplicarle el conocido recurso de la reductio ad hitlerum: fascista, totalitario; incluso ven asomar detrás del brasileño a -¡horror!- la síntesis schmittiana de amigo/enemigo.  Por otro lado, es un fundamentalista religioso, un homófobo declarado y un Savonarola tropical. Mientras se dicen tranquilizados porque la economía estará a cargo de Paulo Guedes (aunque el mayor referente en esa materia de Bolsonaro es el actual Secretario de Política Económica. Adolfo Sachsida[1], no registrado entre nosotros), también manifiestan temor por lo que pueda sucederle al Mercosur. Aunque ahora es la oportunidad de revisar esa aparente unión aduanera (aparente porque nunca se creó una tarifa aduanera única frente a los productos de origen exterior al acuerdo) que favoreció hasta el presente al Brasil, con mudanza de las grandes multinacionales a ese país, sin perder el mercado argentino,  y beneficios exclusivos para las terminales automotrices, que supuestamente exportan a Brasil y nos obligan a pagar más caro que en origen autos salidos de matrices viejas. Recobrar el dominio de nuestra política aduanera frente a terceros países externos al Mercosur, redimensionado a zona de libre comercio y, por ejemplo, recuperar nuestras industrias lácteas y de maquinaria agrícola, hoy doblegadas por la orientación mercosuriana, serían de gran efecto positivo. No hay que descuidar que detrás de Bolsonaro se mueven los discípulos de la doctrina de desenvolvimiento geoestratégico surgida en los años 60 del siglo pasado en la Escola Superior de Guerra (llamada “la Sorbonne”), cuyos adalides fueron Golbery Couto e Silva, Humberto Castelo Braco y Ernesto Geisel, entre otros. Desde allí se vio con ojo crítico la posible fusión de Embraer con la Boeing (Embraer es una industria estratégica para la conducción militar brasileña), reserva ratificada por las últimas declaración es de Bolsonaro presidente.  Mientras las fuerzas armadas gozan en Brasil de una alta consideración pública, y un presidente asume con un gran desfile militar, entre nosotros no existe un horizonte geoestratégico y los hombres de armas, prácticamente privados de ellas,  son vistos como pedisequos de la tortura y su oficio está proletarizado. La dirigencia política argentina, que había apostado sus fichas a Lula y al Foro de San Pablo, comenzó con mal pie al no acudir nuestro presidente, sin ningún compromiso a la vista, a la jura de Jair Bolsonaro (mientras que sí lo hizo Evo Morales, velando por el negocio del gas boliviano). Aún está a tiempo de corregir el rumbo, siempre que se dé cuenta a tiempo que un escenario probable es que el gigante despierte, y a que esté preparada apuntan los elementos que se aportan en este blog. En este caso, una entrevista a Olavo de Carvalho, aparecida en el Jornal do Commercio de Recife antes de la elección presidencial. Olavo, radicado en los EE.UU., es profesor de filosofía especializado en el pensamiento de Aristóteles, aunque incursionó también en el de René Guénon. Nuestros analistas más perspicuos lo definen como “astrólogo”. No es Lopecito, por supuesto. Son nuestros analistas los que están al nivel del “Hermano Daniel”...
 

  

ENTREVISTA A OLAVO DE CARVALHO

 


Durante la entrevista, hecha por Skype, Olavo de Carvalho dice que la izquierda erró en no prestarle atención: para él, la izquierda eclipsó la pauta proletaria con deseos subjetivos, y, si antes era la enemiga número uno del capitalismo, hoy anda de la mano con los dueños del poder y del capital (…) Tachado de “gurú” e “ideólogo”, Olavo acata apenas el título de escritor. “¡Yo no participé de ninguna campaña!” (…) A pesar de eso, indicó dos ministros, el de Educación, el colombiano Ricardo Vélez Rodríguez, y el de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo (…)

El señor afirma que todo lo que aparece en la política aparece antes en la cultura, en la literatura, en los círculos intelectuales. Con base en eso y en los últimos cambios, ¿qué cree usted que podemos esperar del futuro político del Brasil?


 A partir de 1964, la gente de izquierda, liderada por el partido comunista, se dedicó a conquistar todos los canales de cultura –Medios, universidad, instituciones federales y estaduales de cultura—y dominar el debate cultural. Ellos consiguieron eso con un éxito estruendoso. Entre los años 70 y 80, ya dominaban el panorama enteramente y habían conseguido excluir del debate a todas las personas que no le interesaban políticamente (…) Entonces los izquierdistas quedaron solos (…) Todo lo que sucede en la política es ya posible verlo en círculos intelectuales muy discretos, pequeños, y de a poco va creciendo. Por un motivo muy simple, aquello que usted no consigue pensar usted no consigue hacerlo. Todo es pensado antes de ser hecho. Y la función de los intelectuales es pensar la sociedad y poner en circulación sus ideas. Algunas pegan, otras no. Si algunas pegan en el medio intelectual, en la clase hablante, con seguridad, día más día menos va a pegar en la sociedad entera. Y fue eso lo que sucedió. Como ahora la cosa cambió, la hegemonía intelectual fue efectivamente quebrada. Fui yo quien quebró la hegemonía intelectual y cultural, solito, quien quiera que diga “ah, pero yo también”, el resto entró en escena 10 años después y no se enfocaron en la lucha cultural. Se enfocaron apenas en la actualidad superficial, corrupción, mensalão. Yo estaba desde comienzos de los años 90 analizando los debates entre intelectuales. Entonces, cuando se quebró la hegemonía, comenzaron a aparecer otras ideas en circulación (…) 


¿Cuándo la izquierda abandonó esa ocupación de espacios, considerada por usted, exitosa por medio de la literatura, de la intelectualidad? 


Ella abandonó los deberes elementales de la vida intelectual. Yo documenté eso extensamente en el libro O Imbecil Coletivo, de 1996. ¿Y qué es O Imbecil Coletivo? Es una descripción humorística, pero que debía ser hecha de todos modos, de los debates que ocurrían en los medios culturales, sobre todo en los suplementos culturales de los grandes diarios y revistas. Tome eso como muestra del estado de espíritu de la cultura. En O Imbecil Coletivo, como el nombre lo indica, estaban todos imbecilizados, mi Dios del cielo, ya en la década del 80. 


¿Fue en el pasaje de generaciones que se perdió aquélla propuesta? 


Eso, eso, eso. La verdad no hubo transmisión de cultura de generación a generación. Hay una cosa confusa porque vea usted, cuántos medios en los años 60 o más todavía 68, reflejando sobre todo la influencia de la Escuela de Frankfurt, ellos comenzaron a privilegiar –en lugar de la antigua idea de la revolución proletaria de la clase pobre—todo tipo de insatisfacción que existía y que pudiese ser explotada por la propaganda. Eran insatisfacciones que antiguamente, en los años 30, 40 y 50, la intelectualidad marxista despreciaba, consideraba revuelta pequeño burguesa. Era la esposa que estaba revuelta con el marido. Era el sujeto gay que quiere que todo el mundo sea gay. Los abortistas. Todas esas cuestiones subjetivas que no tienen nada que ver con la lucha del proletariado. Gracias a la escuela de Frankfurt ellos abandonaron esa crítica del proletariado y adoptaron ese discurso, solo que ese discurso incentiva a las personas a vivir en busca de satisfacciones subjetivas, y eso las destruye intelectualmente. Yo supongo que usted practique la vida gay, no la lucha política gay. Feministas, del mismo modo. Vea, la mujer feminista está interesada en aquello que llama su “empoderamiento”. O sea, ella quiere subir en la vida. Subir en la vida en primer lugar, vida cultural en segundo lugar. Entonces ellos crearon un montón de parásitos de ellos mismos. Parásitos de la lucha política. Perdieron fuerza, evidentemente. El militante proletario es serio y da la vida por la causa. Cuando el PT comenzó, lo hizo como partido proletario, allá en el ABC. La gente de ahí daba 10, 20, 30 por ciento de su salario miserable al PT. Ellos morirían por la causa. Pero eso, los proletarios. Estudiantes, gente gay, mujer abortista, no. Los proletarios mueren por la causa proletaria, ¿pero usted cree que los gay van a morir por la causa gay? Ahora, la causa gay es un tipo de placer. ¿Cómo un tipo muerto va a continuar disfrutando de algún tipo de placer? Entonces, el deseo de placer se opone a la lucha política. Es una cosa bastante obvia. Los de la Escuela de Frankfurt, Horkheimer y otros, ellos corrompieron la mente de la izquierda al punto que el propio Lenin quedaría escandalizado. Transformaron a la izquierda en una banda de bebés llorones. Todos hijos de papá queriendo el sexo gay, queriendo abortismo, sexo en las escuelas. Eso hace mucho barullo y corrompe a la sociedad. ¿Qué consiguen? ¿Implantar el socialismo? No. Ellos consiguen transformar el capitalismo en un infierno. Ellos viven dentro de ese infierno. ¿Y quién es la principal víctima de todo eso? Ellos mismos. Ellos se corrompen. 




En los años 60, la intelectualidad de las grandes fortunas, gente tipo Zuckerberg, gente del grupo Bilderberg –son 200 grandes grupos—percibieron esa transformación. Percibieron que la izquierda, desde el punto de vista de la lucha anticapitalista, se había hecho inofensiva. La izquierda estaba luchando contra otros objetivos que no eran el capitalismo. Al contrario. Objetivos como abortismo, causa gay, liberación sexual, todos necesitaban del capitalismo. En ningún régimen socialista esas cosas prosperan. ¿Había movimiento gay en Cuba? Nada de nada. Los tipos eran enviados todos al campo de concentración. Entonces, los megacapitalistas percibieron que la izquierda podría ser instrumentalizada. Y de hecho ellos la instrumentalizaron. Por todas partes usted ve un capitalismo cada vez más fuerte, más indestructible, y la izquierda, también cada vez más fuerte. Ella ocupa todos los espacios, pero no hace ningún mal al capitalismo. Ella solo hace mal a los valores culturales antiguos. Familia, religión, todo eso. ¿Cuál es el efecto? Destruyendo todos los valores culturales, solo resta un principio organizador de la sociedad: la economía. Eso ahí es todo el poder de las megafortunas. Ellas deciden todo. Hoy usted hace todo lo que Zuckerberg quiere, lo que George Soros quiere. (…)

Todos los que me entrevistaron son así. Preguntas idiotas basadas en estereotipos fantasmagóricos. Es el “gurú” de Bolsonaro, es el Steve Bannon, es el Maquiavelo, el Rasputín. Cosa absolutamente infantil, pueril. Yo no soy nada de eso. Conversé con Bolsonaro tres veces. Yo actúo exclusivamente a través de mis escritos que ustedes podrían leer, pero no leen y pretenden adivinar las cosas. En mi época usted no mandaba alguien analfabeto en música a entrevistar a un maestro. Usted es la única que leyó algo mío, ¡mi Dios del Cielo! Usted es la vigésima que viene aquí a entrevistarme y es la primera que leyó algo (…) En el imaginario político de nuestros Medios, de nuestros periodistas, que son personas de una incultura monstruosa, existen algunas figuras permanentes, por ejemplo: siempre tiene que haber el intelectual que planea todo por detrás, en estilo Bannon. Es el Maquiavelo, es el frei Betto, y ellos imaginan que yo soy eso y están completamente enloquecidos porque las personas que desempeñan ese papel están en contacto constante con organizaciones políticas y con líderes políticos y están siempre tramando cosas. Son figuras de dentro del juego político y yo no soy eso en hipótesis alguna. Ellos están inventando un personaje solamente para completar el imaginario de ellos. Para que la imagen de mundo que tienen permanezca relativamente coherente. Ellos tienen un enredo montado, una narrativa, y me están usando para completar el papel que falta. Solo que ese de hecho no soy yo. El periodismo brasileño es ridículo, es cosa de chiquilines y ahora ya contaminó al periodismo extranjero. Me están comparando con Steve Bannon, como si yo fuese estratega. Bannon participó de la campaña de Trump todo el tiempo. Yo no participé de campaña alguna y ni sé quiénes eran las personas que estaban en la campaña. El contacto que tuve con Bolsonaro, personalmente, fue tres veces: una vez fue un hangout que yo tuve con él y dos o tres veces que conversé por teléfono; una de ellas cuando estaba en el hospital







[1] ) Adolfo Sachsida, formado en los EE.UU. es mucho más mesurado en las privatizaciones que Guedes, con una clara noción de las industrias estratégicas, en consonancia con el pensamiento militar al respecto. Sobre Petrobras opina que pueden privatizarse algunas infraestructuras técnicas, pero sin abandonar el control estatal del grupo. Tampoco Bolsonaro ha hecho un misterio su preferencia por un Estado fuerte, ni por la defensa de los intereses de las sociedades brasileñas, sobre todo de las tenidas por estratégicas. Tampoco Sachsida se ha mostrado partidario de eliminar totalmente el sistema de subsidios del “Bolso Familia”, sistema clientelar del PT.   

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