jueves, septiembre 29, 2016

ERNST NOLTE




Aunque tarde, no puedo dejar pasar una breve nota sobre la muerte, el 18 de agosto pasado, de Ernst Nolte, referencia obligada para cualquier estudioso de las ideas del siglo pasado.

Nació en 1923 en Witten, en el Ruhr, y no se dedicó en sus inicios a la historia. Fue primero un especialista en filosofía y lenguas clásicas. Estudió en Münster, Berlín y, finalmente, en Friburgo, donde recibió las lecciones de Martin Heidegger y Eugen Fink.  Se doctoró en 1952 con una tesis sobre Marx y el idealismo alemán. Enseñó lenguas clásicas hasta 1964, en que se despertó su interés por la historia contemporánea, traducido en artículos y libros. Dictó historia moderna en la Universidad de Colonia; más tarde pasó a Marburgo y, finalmente a la Freie Universität de Berlín. Su fama de estudioso se extendió y pronunció conferencias y desarrolló cursos  en Yale, Cambridge y Jerusalén.

Entre sus obras se destaca "El Fascismo en su época -Acción Francesa, Fascismo, Nacionalsocialismo", de 1963, traducida a nuestro idioma en 1967, y que despertó enseguida vivísimos debates. Para Nolte, el período 1917-1945 debe entenderse como una "guerra civil europea". Los fascismos, a su juicio, surgidos en la crisis del liberalismo de la primera posguerra y de las respuestas que tal crisis surgieran en el ámbito francés con Maurras y Sorel, más el nacionalismo y la cuestión social, resultan una contestación europea a la Revolución de Octubre. Añadía que de la matriz del exterminio de clase desarrollado por los bolcheviques surgió el modelo para el exterminio de raza propiciado por el nacionalsocialismo. Ello fue objeto de fulminantes réplicas, especialmente en su país y en Francia, siendo Italia -donde Renzo De Felice, con resultados igualmente provocativos, había paralelamente renovado los puntos de vista sobre el Ventennio fascista-  el lugar de una recepción más meditada y sobria. Sus tesis innovadoras resultaban disturbantes para un establishment político cultural para el que resultaba simple atribuir  a la Alemania nacionalsocialista todas las tragedias y desastres del siglo XX, como depositaria de un mal absoluto. Es muy interesante que en Francia, quienes más apoyaron los puntos de vista de Nolte fueran un ex maoísta, Stéphane Courtois, que en 1997 publicó su magnífico "Libro Negro del Comunismo" y François Furet, también venido de la izquierda, famoso por sus trabajos innovadores sobre la Revolución Francesa en su bicentenario. Hoy resulta imposible estudiar los grandes sistemas totalitarios del siglo XX, y la noción misma de totalitarismo y sus ramificaciones actuales, sin entender la interdependencia en las representaciones del mundo y los impulsos pasionales del fascismo y el comunismo, en una relación dialéctica que obliga a percibirlos conjuntamente y comprender éstas "ideologías de exterminio" (la frase es de Nolte) y su escala temporal, que comienza en 1917 en Rusia. Cuando a Nolte le planteaban el nacionalsocialismo como el mal único y absoluto, encontraba allí un razonamiento semejante al que Hitler exponía al achacar a los judíos la imagen satánica. Toda vez que se despoja al enemigo de la imagen del Otro, con el que debe convivir y aun sobrevivir con él; cuando no se siente que se es también responsable del Otro a quien se enfrenta, y se lo deshumaniza convirtiéndolo en una "impersona"  orwelliana, la razón ideológica se convierte en sinrazón totalitaria y motoriza las grandes  persecuciones y carnicerías, en nombre de futuros paraísos donde no habrá conflictos ni enemigos...porque estarán todos bien muertos.

Las posturas de Nolte llevaron, en 1986, a lo que se conoce Historikerstreit, esto es, "guerra de los historiadores". Fue a partir de un artículo suyo en la Frankfurter Allgemeine Zeitung titulado "El pasado que no quiere pasar", originado en una conferencia que fue impedido de pronunciar.
¿No fue el Gulag anterior a Auchswitz? se preguntaba, en la línea de pensamiento arriba expuesta, con un efecto de provocación inmediato. Jürgen Habermas, su más eminente contradictor, lo tildó directamente de "revisionista". Otros lo acusaron de apologeta del genocidio -esto es, de una figura delictiva- y se propuso su destierro de la comunidad científica. Los historiadores de izquierda canónica sentían afectado su planteo de que el fascismo y el nacionalsocialismo resultaban derivados de la burguesía -la tesis de Trotsky- y, por lo tanto, el proletariado quedaba libre de toda culpa y rehacía su virginidad ante la historia. Habermas se condolía de que Nolte señalara que la crítica a la democracia liberal había nacido antes de que el nacionalsocialismo viera la luz, y que tuvo destacados expositores en los partidarios de la "revolución conservadora" alemana. De ambos lados se pretendía  la excepcionalidad nazi -un grupo de criminales toma el Estado por asalto y por objetivo destruir la Humanidad- y su inclusión en el mal absoluto lo que, paradójicamente, volvía a Hitler y al nacionalsocialismo no historiables ni -menos aún- juzgables: ¿qué otro juez que no quien  encarnase el bien absoluto podría llevar el mal absoluto ante sus estrados? La misma Hannah Arendt debió sufrir el repudio, entre otros de Hans Jonas, cuando renunció a una lectura equivocada de Kant y consiguiente expresión del mal absoluto, cuando, observadora del proceso a Eichmann, acuñó la fórmula de la "trivialidad del mal". Y ella misma tampoco lo pasó muy bien cuando comparó a los judíos exterminados en el III Reich con las víctimas del Gulag.  En realidad, como advirtió muy bien Augusto del Noce, convertir a Hitler en el mal absoluto representa el triunfo póstumo y una suerte de inmortalidad inversa para el autor de "Mi Lucha".

Ernst Nolte planteó una historia genética, colocando los acontecimientos en su contexto, enseñanza, por cierto, tan simple de comprender como difícil de realizar.-



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