sábado, diciembre 19, 2015

A PROPÓSITO DE TODO LO QUE OCURRE

En este blog, que  he definido como rapsódico, no se tratan todos los asuntos que ocurren, pero se trata de ir definiendo las grandes líneas metapolíticas acerca de lo que pasa. El triunfo de Macri en las elecciones presidenciales, más allá de anécdotas y de circunstancias, significa que nuestra política entra definitivamente en la posmodernidad del siglo XXI, para bien y para mal. Toda política posterior que quiera triunfar deberá sujetarse a sus categorías, o resultar irrelevante. Para ir definiendo temas, aquí va un viejo artículo que se aplica a esta torpe oposición, que el kirchnerato, a través de expositores semianalfabetos propuso, y encontró otros del mismo nivel que en el campo "republicano" lo enfrentaron, que podemos resumir en Grosso chico contra Paka Paka.


LO FACÚNDICO, DE VUELTA
 
 
 

 

En el principio de los argentinos, fue el desierto. El desierto que a ratos nos impulsa a construir algo aere perennius -más permanente que el bronce-, pero las más de las veces nos abomba -"viene uno como dormido/cuando vuelve del desierto", decía Martín Fierro. El desierto que fascinó a nuestros primeros escritores y sirvió de fondo tanto a Sarmiento como a Hernández. Toda nuestra civilización consiste en levantar construcciones trémulas, fijar médanos cambiantes, resistirlo. Del fondo de ese desierto primordial emergen dos maneras, igualmente válidas, de ser argentino. Una que lo rechaza e intenta sepultarlo definitivamente bajo cuadras y cuadras de hormigón racional. Otra, que lo acepta y pretende domarlo, amigarlo, abuenarlo. Esas dos maneras de ser argentino a partir del desierto se suelen llamar, con los motes del siglo XIX, "unitarios" y "federales".

 

El pasado 6 de julio tuvimos una "Marcha Federal". Ella abrió en los medios un abanico de interpretaciones, casi todas patinando sobre el comentario de lo evidente, prácticamente ninguna queriendo penetrar en lo profundo. Me parece útil señalar que esa marcha del 6 representa un desquite de lo "facúndico", expresión acuñada más de medio siglo atrás por Saúl Taborda (1885-1944), educador cordobés de quien se viene de reeditar una selección de su principal obra, "Investigaciones Pedagógicas".

 

Lo facúndico es una determinada actitud ante el país y ante la vida que asoma cuando se rasca el barniz civilizatorio del humus pampeano y aparece la "piel del dragón", que decía H.A. Murena. Expresa un sentimiento duplicado, un re-sentimiento, ante todo de insatisfacción personal, social y económica de un vasto sector argentino, contenido en los márgenes de los bienes de la vida, y secundaria aunque no menos intensamente un disconformismo intelectual que se presenta como divergencia ante lo intelectual ("Menos Harvard y más Justicia Social", se titulaba una solicitada días atrás), pero que tiene sus pensadores, generalmente epígonos de las concepciones nacionalistas y forjistas de los años 30 (las cuales a su vez, guardan relación con el último tramo del pensamiento de Saúl Taborda).

 

Si tuviésemos que expresar en un cuadrito las apologías y rechazos de los facúndico y lo ilustrado, resultaría:


 


           FACUNDICO              ILUSTRADO

           Romanticismo    vs.   Ilustración

           Vida            vs.   Razón

           Sentimiento     vs.   Ideología

           Masas           vs.   Sistemas

           Nación          vs.   Constitución

           Movimientismo   vs.   Partidocracia

           Distribución    vs.   Inversión

 

Me permitiré la obvia conclusión de que, siendo ambas formas válidas de ser argentino, ni lo "facúndico" ni lo "ilustrado" por sí dan cuenta total de nuestra realidad. Ninguno de los dos términos puede ser eliminado, aunque suelen enfrentarse cada tanto violentamente como dos "países" en pugna, cada uno procurando triunfar definitivamente sobre el otro. Con la misma obviedad, señalo que lo acertado consistiría en tender un puente entre la ilustración y lo facúndico, entre la razón y la vida, entre las luces y el romanticismo, entre el ajuste y la equidad. El fracaso de esta operación de equilibrio entre las dos fases permanentes de nuestro compuesto nacional, entre nuestro yin y yang, si se quiere, nos devolvería a la intemperie del desierto, para la guerra de todos contra todos, otra de nuestras persistentes pesadillas. No creo que el tendido de ese puente esté a la vista. Una posición, a lo sumo, puede "disfrazarse" de la otra, pero no aún comprenderla. Todo ello ahonda nuestra Lebenslüge, nuestra "mentira vital", acentuada desde 1989 en que triunfara un líder con el gesto facúndico para gobernar luego con el libreto ilustrado.

 

Saúl Taborda fue, en el primer cuarto del siglo, un liberal y un reformista universitario fervoroso, a la par de su comprovinciano Deodoro Roca. El liberalismo de este cordobés tenía, por entonces, casi una intransigencia de cruzada. Formado en Alemania, se deslumbra con Scheler y con el ideal pedagógico de Spranger. Regresa para dar batalla al positivismo y al espíritu de la ilustración francesa que nos había desviado del "comunalismo facúndico" de nuestros orígenes (además de las influencias señaladas se nota en su obra la influencia de Angel Ganivet y su "Idearium Español"). Abre una crítica a Sarmiento, contra el cual, dice, "se puede estar en contra...pero no se puede estar sin él", y contra la pedagogía inaugurada por la ley de Educación Común de 1884, que atenta contra nuestra "tesitura étnica y eterna" y procura crear un ciudadano simplemente productivo y dócil al Estado. Esa generación del 80 ase dedicó, dice, " a la extraña e inmotivada tarea de mutilar nuestra nación para arquitecturar 'desde arriba', desde el dogma racionalista, una nacionalidad al servicio de un Estado centralizador dueño de todos los resortes vitales". Como se ve, el mensaje de Taborda es fundante de los argumentos de la posición facúndica, aunque muchos de los seguidores de ésta lo desconozcan. Su obra fundamental, "Investigaciones Pedagógicas", fue publicada por sus discípulos después de su muerte. En su batalla contra el positivismo triunfante, Taborda avanza la interesante idea de que la historia hace sesgos; todos los "proyectos nacionales" tienen un ascenso y luego una caída, porque la realidad se venga -a través de Némesis, la diosa del caso- de las transformaciones a que ha sido forzada. En esos "recodos neméticos", en esas vueltas en que lo que creímos triunfante muestra su faz negativa, hay que proceder a una nueva empresa y no empeñarse tercamente en mantener aquello que ya empieza a fracasar.-
 
 
Si no entendemos que ambas tradiciones deben subsistir en dialéctica oposición, que rescate las paginas válidas de cada uno, estanos condenados a pasar del Grosso chico a Paka Paka et sic de coeteris.-


En la foto, Saúl Taborda, en el centro, entre Enzo Bordabehere y Enrique Martínez Paz

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