viernes, febrero 06, 2015


El siguiente artículo fue publicado en "Urgente 24", bajo la firma de Edgardo Mainhard






El espionaje estatal -mal llamado "inteligencia de Estado"- se encuentra en crisis a causa del abuso que realizaron los Kirchner, demanda que resultó en una contraprestación de favores, concediéndoles prebendas y privilegios que desnaturalizó el organigrama. El desajuste es amplio y no debería concentrarse exclusivamente en la figura de Horacio Antonio Stiusso, si es que se pretende modificar algo de todo lo que anda mal en esta cuestión.

 

Resulta difícil abordar la cuestión del espionaje estatal sin recordar que uno de sus personajes más prominentes, Fernando Gonzalo Pocino, ingresó a la ex Secretaría de Inteligencia de Estado como afiliado a la Unión Cívica Radical, militando en la parroquia porteña 20.

 

Si bien el senador nacional Ernesto Sanz, en su rol de presidente del Comité Nacional de la UCR, se manifiesta sorprendido y preocupado por el desmadre del espionaje presidencial, algunos de los periodistas que lo entrevistan debería preguntarle si Pocino sigue siendo afiliado a la UCR y por qué el gobierno de Raúl Alfonsín incorporó a tanto personal, si es que la democracia intentaba modificar el Estado vigente durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

 

Es obvio que para muchos demócratas argentinos, el espionaje estatal doméstico es una opción oportuna cuando lo realizan ellos, y es muy malo cuando lo ejercen sus rivales.

 

Hasta donde se sabe, el espía ahora jubilado Horacio Antonio Stiuso fue la estrella del espionaje en días de los Kirchner.

 

Si bien la consolidación de Stiuso ocurrió cuando Miguel Ángel Toma fue jefe de la ex Secretaría de Inteligencia de Estado, en días de Eduardo Duhalde, fue con los Kirchner cuando desplegó sus aportes más importantes, por lo cual la decisión de Oscar Parrilli, de liberarlo de toda restricción en su declaración próxima en sede judicial, sólo consolida la idea de que hay una negociación avanzada entre quien fue jefe de Operaciones y la Administración Cristina.

 

Probablemente las amenazas de Stiuso han sido escuchadas ("A ella me la cargo. Total ¿cuánto tiempo puedo ir preso? El próximo Presidente me va a soltar, seguro"), dicen que masculló. A su vez Stiuso debe haber tomado conocimiento de la amenaza velada que circuló en forma de correo electrónico afirmando que él sería "el próximo Nisman", en referencia al fallecido fiscal especial Alberto Nisman, inicio de toda la estampida vigente. Las amenazas brutales siempre son útiles en los tiempos de Guerra Fría.

 

Deberá recordarse que la ex Side rompió relaciones con la estadounidense Central Intelligence Agency en 2001, cuando el diario Página/12 publicó la fotografía del jefe de la base argentina de la CIA, Ross Newland, que le había acercado gente amiga suya en la ex Side.  Lleva años el vínculo entre Página/12 y el espionaje de Estado.

 

Nunca el rostro de un espía debería ser público, según le espetó Stiuso a Gustavo Béliz cuando éste exhibió una vieja fotografía del espía por la TV abierta, ante un Mariano Grondona encantado con el impacto de aquella imagen de coraje de quien, acto seguido, fue expulsado de la Administración gubernamental por un Néstor Kirchner que claramente eligió a Stiuso como aliado, y al que llegó a pedirle 2 partes diarios de información, en vez del único parte cotidiano que resultaba la tradición presidencial hasta entonces.

 

Además, él prefería escuchar los audios directamente porque -según se ha publicado en la prensa en general- disfrutaba de corroborar las inflexiones en la voz de los espiados.

 

Y fue Stiuso quien le preguntó a un subordinado, Fernando Gonzalo Pocino, por un contacto en el Ejército, inicio del ascenso del general César Milani, hoy la superestrella del espionaje estatal. Pocino ingresó a la ex Side en ocasión del regreso de la democracia, que creía que debía contar con un buen sistema de espionaje de Estado, afán que no impidió el pésimo manejo de Raúl Alfonsín en la cuestión militar, y que derivó en varios motines que erosionaron su gestión tanto como la inflación desbocada. Conclusión: el espionaje de Estado no es imbatible ni es sustituto de una mala gestión.

 

Miguel Toma restableció los vínculos de la ex Side con la CIA y presentó como el oficial de enlace a Stiuso, quien desde entonces fue el contacto de los estadounidenses.

 

El ascenso de Pocino, en tanto, fue más vinculado a su relación con la familia de Nilda Garré. Y al descubrimiento de Milani, quien, sin embargo, al tomar vuelo propio, lo ha dejado de lado, y hasta prefiere tener como nexo en la actual Secretaría de Inteligencia al casi despedido pero hoy muy activo José Luis Vila, ex director de Análisis en tiempos de Fernando De la Rúa (que le avisen al embajador en el Vaticano, Eduardo Valdez, que tanto contacta a Vila: así le fue a De la Rúa... Además, ¿necesita él de información local para intentar mantener su diálogo con el papa Francisco, a quien llama media Argentina para mantenerlo al tanto de todo?

 

La verdad es que Stiuso lleva 3 años en caída libre. Por un lado, Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher -quienes fueron los jefes de la repartición durante casi todo el período K- aceptaron concederle recursos propios a la Subsecretaría de Inteligencia Interior y la Dirección 8 (Reunión de Información), en manos de Pocino, con lo cual éste ganó autonomía, poniéndose fuera del control de la Dirección de Operaciones, que lideraba Stiuso.

 

Por otra parte, Milani cumplió, dicen, una tarea prometida a la Presidenta de la Nación: encarpetar a todos los gobernadores, porque era el gran temor de la Jefa de Estado. Para ello fue que le otorgaron los recursos abundantes con los cuales reabrir y extender la presencia territorial del Servicio de Inteligencia de Ejército. Siempre según el rumor, al cabo de 1 año, el tiempo prometido, entregó la tarea, y fue el ocaso de Stiuso & Cía.

 

Fueron tiempos muy conflictivos porque éste se resistía a la jubilación anticipada, y el rififarre quedó expuesto en la ejecución de Pedro Viale, amigo de Stiuso y también agente de la ex Side (que para entonces ya se llamaba Secretaría de Inteligencia, un cambio para no cambiar nada que hizo Néstor K).

 

En ese domicilio en La Reja y a esa hora debía estar también Stiuso, pero no llegó. Los encargados de la tarea -que tiene un expediente judicial- fueron del Grupo Halcón, de la Policía Bonaerense, que sólo era desplazado en 2013 por orden o del ministro Ricardo Casal o del gobernador Daniel Scioli, según habría explicado el jefe policial Hugo Matzkin al N°2 de Stiuso, antes de la reunión de éste con Scioli, donde tanto se habló de las fotos de Milani y José Scioli, el hermano del gobernador, se dice.

 

Por eso es que Stiuso apunta a Milani ("César", en el sciolismo), como el promotor de su derrumbe. ¿Qué hace Cristina Fernández de Kirchner, embadurnada en todo ese asunto? Para comenzar, aparentemente, hay otra Presidente detrás de la Presidente. Luego, por más negociaciones que existan, permanecerán los resquemores y la violencia permanece como un recurso accesible. De hecho, todos los personajes han extremado sus medidas de seguridad.

 

La sociedad asiste sorprendida a la difusión de estas intimidades K. El ladriprogresismo ingresa, definitivamente, al capítulo de la decepción popular.

 

Para impedirlo, los Kirchner intentan concentrar todo el 'fuego amigo' sobre su ex amigo Stiuso pero sería un error aceptar esa supuesta concesión porque Stiuso lleva 3 años fuera de combate. Su reemplazo es Milani, el uniformado protegido por Cristina, y en la futura Agencia Federal de Inteligencia permanecerá Pocino, para garantizar que nada cambie. Resulta impostergable, entonces, concretar modificaciones verdaderas. El espionaje estatal huele a podrido. Y así como Stiuso fue hacia la jubilación, Milani y Pocino tambien deben salir de la función pública.

URGENTE 24. 

 

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