martes, junio 26, 2012

¿VUELVE LA TRIPLE ALIANZA?



Brasil, la Argentina y el Uruguay arremeten contra el Paraguay. La Argentina descuella  en la acometida, ordenando la vuelta de un embajador que ya se había ido. ¿Por qué la furia curepí? Porque
los paraguayos, por medio del instrumento constitucional del juicio político, depusieron al presidente Lugo. "Un golpe de estado", aseguran. ¿Pero entonces,  cuando en el Brasil se depuso a Collor de Mello por la misma vía, fue también un golpe, una muestra del "neogolpismo" que como un espectro recorre la región, según asienta el profesor Tokatlian? ¿Y el caso de Cubas, en el propio Paraguay? ¿Y Abdalá Bucaram, separado por "incapacidad mental"? ¿Y Carlos Andrés Pérez en Venzuela? ¿No es el juicio político el modo republicano de exigir responsabilidades al gobernante?

En el presidencialismo, cuando el titular del Ejecutivo incurre  en mal gobierno,  se le imputan crímenes comunes o delitos en el ejercicio de su cargo, cuando la presión de la opinión pública se vuelve imperiosa, las vías legítimas para el recambio institucional son la renuncia o la remoción por el juicio político. El golpe es el atajo por nefas, por mano izquierda. Es obvio que todo presidente va a ver en su impeachment una oscura conspiración. Pero creo que pocas veces en la historia de este instituto para la situación excepcional se han manifestado mayorías casi unánimes, como en el caso de Lugo (76 sobre 80 diputados; y 38 sobre 44 senadores). Lugo, obispo de día (hoy suspendido a divinis) y semental distraído por las noches, llegó a la presidencia con una alianza entre unos minúsculos partidos de izquierda (el Frente Guazú o Frente Grande) que fueorn su apoyo inicial y el Partido Liberal Radical Auténtico, que le puso los votos.  Luego -y dejando de lado su vida  privada- el obispo manso y dulzarrón  se mandó por izquierda, en el 2009 realizó un acto político partidario en un cuartel, ordenó sacar la bandera nacional y se puso en su lugar un paño con la efigie del Che Guevara;  maniobró para dificultar la detención de miembros del EPP (Ejército Popular Paraguayo) incursos en secuestros y robos, a pesar de los dos estados de excepción que al efecto le votó el Congreso (se le comprobaron al EPP vínculos con la FARC y el narcotráfico); exhortó a los llamados "carperos" a la ocupación ilegal de tierras de colonos en Camundeyá; y, finalmente, puso las condiciones para que se produjera la matanza de Campos Morombí en Caraguaty (donde vivió Artigas). Allí los "carperos" ocupaban ilegalmente terrenos, había una orden judicial de desalojo, se envió por mandato superior a una comisión policial desarmada para negociar con los ocupantes la retirada pacífica y seis policías, con un comisario a la cabeza fueron prácticamente fusilados, cayendo luego once de los "carperos".

Sin embargo, Cristina Kirchner y Hugo Chávez se convirtieron en constitucionalistas paraguayos, para denegar al Senado de ese país la facultad, que legalmente le corresponde, de fijar los plazos para el juicio político. Estos siempre son angustiosos (que lo digan Moliné O'Connor y Boggiano, depuestos por esa vía). Un remedio excepcional requiere plazos excepcionales: hasta Randazzo puede darse cuenta.

En fin: Brasil no quiere cambios en el frente paraguayo; la presidente argentina ve conspiraciones por todos lados; Mujica, que se parece cada vez más al Viejo Varela de lso cuentos de Wimpi, siente que su viejo corazón todavía le bellaquea a la izquierda y, en cosecuencia, bloqueo de castigo  al pueblo paraguayo. No está el Emperador, no está Mitre, no está Venancio Flores, pero el resultado es igual. Y  el "sacerdote caído", ese personaje fatal de las revoluciones, como decía Spengler, ahora quiere volver en ancas de los que supone serán los vencedores de su pueblo.

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