domingo, octubre 30, 2011

BACONIANA




No es un apunte sobre sir Francis Bacon, barón de Verulamo, que un día visitaremos también desde este blog.  La breve referencia que sigue es sobre el pintor Francis Bacon, irlandés, nacido en Dublín y muerto en 1982 en Madrid, en el peor de los abandonos. Una exposición de sus "dibujos italianos" se realizó en Buenos Aires a principios de este año. Según  surge  de un libro que le dedica Giorgio Soavi, gran conocedor de la obra baconiana, un día el irlandés estaba conversando con su colega Graham Sutherland, y le acotó algo así: "¿por qué los pintores del Renacimiento italiano son superiores a nosotros?". Y agregó, para sorpresa de su interlocutor: "son superiores en todo, pero, en cuanto composición, nosotros no sólo somos inferiores, sino también ridículos". La sorpresa de Sutherland aumentó con el remate de su amigo: "he pensado mucho sobre eso, Graham, y creo que son superiores porque creían en los ángeles".  La pintura debe ser íntimamente religiosa, aunque el pincel lo maneje un descreído. Si no, cae en el ridículo, Bacon dixit.


Retrato de Bacon por Gray

domingo, octubre 23, 2011

HYPOCRISY



Muamar Gadafi fue un político con una imaginación escénica madurada en el desierto y no en las plazas del otro lado del charco mediterráneo. Por lo tanto, más lujuriante si cabe. Ir de un lado al otro con su jaima, su carpa beduina, y rodearse de una guardia de amazonas oficialmente vírgenes con fusiles bajo el brazo, supera cualquier liturgia de balcón. También quiso ser un líder panafricano, pero la Libia actual -en los relatos remotos, Libia es la ninfa que da el nombre a toda el Äfrica del norte- no daba para eso.  Surgió del anticolonialismo y financió una gran pelìcula -"El León del Desierto"- donde Anthony Queen personificó a Omar Mojtar y OIiver Reed al mariscal Graziani. Al final, junto al cadáver pendiente del jeque Omar, un gran guerrero, aparece un chico con gesto desafiante: el futuro coronel. Pero el anticolonialismo ya hizo su época hace mucho. Ahora el conflicto es por la uniformización del planeta bajo un Nomos global. Y Gadafi, siempre con golpes de teatro, fue girando poco a poco hasta integrarse en lo que veía como inevitable, con el beneplácito y la bendición "occidental". Salió perdonado por el oscuro  episodio de Lockerbie, pero  lo despenaron mal unos irregulares, cuyo GPS probablemente fue orientado por la inteligencia británica o francesa. Un equipo de la CIA mandado por la Casa Blanca, los del SAS británico, enviados por David Cameron y el Commandement des Opératios Spéciales francés, empujado por Sarko, más un comando qatarí que tuvo papel protagónico en la entrada a Trípoli, lo buscaban para rematarlo. Y los mercenarios sudafricanos del libio se habían replegado ya días atrás sobre Argelia, cubriendo a una parte de su familia. Ahora su cadáver, junto al de unos de sus hijos, aguarda su incierto destino de ocultamiento tirado sobre un sucio colchón en la cámara frigorífica de un supermercado. A pesar de todo, el final de estos hombres fuertes, Saddam en Irak, Muamar en Libia, tiene algo de trágico y de clásico. Quizás hubiesen querido, quienes se supone manejan el mundo, llevarlo a juicio ante la Corte Penal Internacional, que está buscando su primer gran condenable para ejemplarizar con la "justicia de los vencedores", ejercida en nombre de la Humanidad y sus contornos. Los líderes de la posdemocracia europea y norteamericana probablemente habrán de llegar al fin de sus días de manera más dulce y menos aparatosa, incluido el Nobel de la Paz metido en  la guerra  intertribal libia. Pero el honor de las armas -por lo menos- le cabe curiosamente por ahora  a los dictadores. El último toque hipócrita es que desde las Naciones Unidas se exija una "investigación" de cómo murió Gadafi. Las mismas fuentes europeas señalan que un avión no tripulado (dron)  le encajó un misil al convoy en que el libio iba dejando Sirte. La Resolución de la ONU del 17 de marzo de este año estableció un bloqueo aéreo -no fly zone- para la protección de la población civil y las zonas pobladas -to ensure the protection of civilians and civilian populated areas. Me cuesta entender que los bombardeos sobre población civil -incluido el misil a Gadafi de los drones de la OTAN- queden incluidos en la Resolución. Manga ancha para los crímenes de los "buenos"...

viernes, octubre 14, 2011

"ES QUE NO HAN CAIDO EN QUE SOMOS POCOS PERO BIEN MONTAOS"



Pequeño sainete rioplatense. El  ex presidente Tabaré Vázquez, platicando en un colegio,  dice que por el asunto de Botnia y el corte por años de un paso internacional, además de ordenar el despliegue de un destacamento del ejército para  cuidar la planta amenazada, requirió se le pusiese negro sobre blanco cómo proceder en la hipótesis de un conflicto armado y, con esas vistas, pidió un guiño favorable de los EE,.UU (Bush, por entonces). Oficialismo y oposición, en el Uruguay, pegan un grito y, aquí, se indignan hasta  los que nunca probaron ese sentimiento. Rafael Bielsa, nuestro ex canciller, tacha al ex presidente uruguayo de patán y zopenco.  Pero da la casualidad que Didier Opertti, el canciller de Batlle, lo embauló por entonces a nuestro eximio Rafael Bielsa, presentándole la información sobre la planta a construir en territorio uruguayo, a orillas del río Uruguay,  junto con otros papeles  en un acuerdo bilateral (marzo de 2004). El lince nuestro los firmó y, más tarde, nuestro propio Congreso lo  ratificó, sin que ninguna de las lumbreras patrias cayera en la cuenta de lo que aceptaba. Es cierto, los orientales puentearon la obligación de informar a la CARU (comisión administradora del río), sobre la construcción, conforme el Estatuto de 1975, pero consiguieron arrancarnos el visto bueno por otro lado: informar era lo que debían, no pedir permiso. Esos alcornoques, esos catetos, esos rústicos de campanario y termo en el sobaco. Puede ser que un ex presidente no deba, en principio,  hablar de hipótesis de conflicto que son ya agua pasada: es cierto. Pero un presidente -y me refiero al Eternéstor, que en gloria esté- en medio de un conflicto binacional (¿o debo llamarlo simple misunderstanding?) no puede viajar al municipio que está paralizando nuestra política exterior, ponerse la gorrita, envolverse en la bandera y saltar como la hinchada, diciendo que es una "causa nacional". Y una presidente que asume (me refiero a la  actual) no puede aprovechar su discurso inaugural para enrostrarle a un invitado (Tabaré) que lleva las de perder. Si ellos deberían golpearse el pecho, comenzando por Tabaré, nosotros tenemos que pegarnos con una piedra en el costillar. Y no fingir tanta santa indignación y pacifistas arrebatos…de paso ¿probamos la contaminación?



Nota bene: ¿y si ahora resultase que la renuncia a la política de Tabaré fuera en serio, aunque iba punteando en las encuestas para la reelección? ¡Yoruguas insolentes y desfachatados, pretendiendo dar una lección a los políticos nacionales y populares de esta banda, que se mueren y se matan por la re-re!  No sería hipótesis de conflicto, sería hipótesis de guerra, carajo...



El título recuerda una milonga de Osiris Rodríguez Castillos, claro. La foto recuerda...bueno, ya se sabe

miércoles, octubre 12, 2011

RECADITO AMABLE PARA LOS ICONOCLASTAS DE SUBURBIO





Enrique Heine (1797-1856), el gran escritor alemán, no ocultaba su ateísmo: "el cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones", anotó irónicamente. Sin embargo, su percepción de lo religioso en general y del cristianismo en particular, quizás por su ascendencia judía, siempre fue perspicua. Baudelaire, católico pecador comme il faut, escribió unos años después que si la religión desapareciera del mundo, volvería a encontrársela en el corazón de un ateo -y puede observarse hoy que algunos ateos tienen más percepción de lo religioso que muchos rutinarios creyentes. Heine, volviendo a él, nos dejó una página sobre la cruz que podría ilustrar -si leyeran, muchachos, si leyeran- a nuestros iconoclastas suburbanos:


"El cristianismo, en cierto modo, -y éste es su mayor mérito- calmó la furia belicosa de los germano, sin por ello eliminarla del todo. Y si un día se despedazase la cruz, el talismán que aplaca las pasiones, se desencadenaría de nuevo la violencia salvaje de los antiguos guerreros, la irracional ansia de destruir cantada por los poetas nórdicos. Aquel talismán está hoy en decadencia y llegará el día en que pueda venirse abajo. Entonces surgirán de sus ruinas las antiguas divinidades de piedra y Thor, con su enorme martillo, se erguirá dispuesto a destruir las catedrales góticas".

"Para la historia de las religiones y de la filosofía en Alemania"

martes, octubre 11, 2011

A VECES, HASTA LAS FURIAS ACIERTAN



Como el blog es estrictamente cronológico, este comentario antiguo sobre unas vociferaciones de Hebe de Bonafini ante el Palacio de Tribunales ("¡turros!"), que había quedado inadvertidamente en borrador, se reincorpora a la fecha. Sí, poco cambió desde entonces. Como Borges decía, así o más o menos, la pretensión de que todos los días hay noticias  que cambian las cosas es una superstición para vender diarios y obtener audiencia en los noticiarios. Lo que sí permanece es la necesidad de atreverse a defender el maltratado Derecho, contra las Furias, contra los Jueces y contra quien cuadre.

La furiosa Hebe, tortuosa e inmerecidamente acierta en algo en su diatriba: estos coros laudatorios hacia la Corte resultan hipócritas. Como el destino el chambón, según decìa don Arturo Cancela, y se retuerce para morder al que ayer se creía fuera de su alcance, les inflijo algo que se escribió cuando en el Consejo de la Magistratura estaban buscando la yugular de Alfredo Bisordi, allá en tiempos del nestorato:El presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, doctor Ricardo Lorenzetti, suele filosofar a grandes rasgos sobre los temas propios de su gestión. Se ha pronunciado últimamente, por ejemplo, lamentándose de que nuestra administración judicial resulte lenta o de que no atienda debidamente los reclamos sociales. Todo ello es muy loable en líneas generales y válido a título de comentario. Pero, como decía Edmond Burke, el ejemplo es el único argumento efectivo en la vida cívica. Y creo que nuestra actual Corte Suprema de Justicia no resulta ejemplarizadora. Veamos, con un solo caso, por qué. El 10 de abril pasado, el doctor Lorenzetti, según declaraciones recogidas por radio Continental y el diario “La Nación” del día siguiente, afirmó: “si un juez se siente presionado (por el Poder Ejecutivo) debería renunciar”. El pronunciamiento del doctor Lorenzetti no descendió del cielo de las abstracciones ni estaba refiriéndose a un caso hipotético. Lo afirmó cuando un grupo ideológicamente definido, como el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), piloteado por Horacio Verbitsky, estaba pidiendo ante el Consejo de la Magistratura la cabeza del presidente de la Cámara de Casación Penal y de los tres integrantes de la sala IV de dicho tribunal, por presunta lentitud en el tratamiento de las causas a ex represores. Y las palabras del doctor Lorenzetti sucedieron a las diatribas que, contra estos mismos jueces, y también contra fiscales, enderezara el entonces presidente de la República, Néstor Kirchner, primero en Córdoba (“yo empujo, pero se hacen los distraídos”) y luego en el púlpito de la Casa Rosada (donde autoelogió su “desmesura”). Entonces, el lobby de ultraizquierda ataca a unos jueces, el presidente se suma gustoso a la cacería, uno de los perseguidos afirma que el Ejecutivo lo presiona y el titular del más alto Tribunal les aconseja a todos los involucrados que renuncien. Renunciar ¿para qué? ¿Para que ocupen esas vacantes algunos más flexibles a las presiones del Ejecutivo, talvez? Creo que el presidente de la Corte Suprema debió decir, en términos republicanos, que si un juez se veía presionado por el Poder Ejecutivo, tanto él como el cuerpo que preside le garantizarían poder cumplir con su cometido de establecer lo justo del caso, contra esas presiones y a pesar de ellas. Y que, si esa suprema protección se revelaba insuficiente, entonces los que renunciarían en masa, con su presidente al frente, serían los miembros de la Corte. Pero no dijo nada de esto, se contagió, al parecer, del conformismo que suelen transmitir las poltronas y se redujo a un rol de comentarista. Al mismo tiempo, el Índice de Confianza en la Justicia elaborado por el FORES marcaba que el 83% de la población tiene poca o ninguna confianza en la imparcialidad de la administración de justicia. Las palabras de doctor Lorenzetti no sirven, precisamente, para revertir ese más que justificado descrédito público de la agencia judicial, que alcanza a todos los operadores jurídicos. A un destacado constitucionalista peruano, el doctor César García Belaúnde, le oí decir que a los integrantes del Tribunal Constitucional de su país suele aquejarlos el complejo del pesebre. Estos es, se sienten como el Niñito Dios en su cunita, esperando que reyes, pastores y la sociedad toda acudan a ellos en adoración muda y genuflexión cumplida. Y así viven como en un mundo aparte, fuera del ruido y la furia. Me resisto a pensar que el presidente de nuestra Corte Suprema, hombre de cultura jurídica, haya caído en tal complejo. Debe hacer un esfuerzo de introspección, evitar el despilfarro de buenas intenciones y transmitir a los ciudadanos la convicción de que preside un supremo tribunal independiente, salvaguarda de los derechos de todos, y no un furgón de cola del Ejecutivo, decorado con estampitas de la vendada deidad de la Justicia, que un juez poeta llamó “la cieguita de Plaza Lavalle”.

Del pesebre al Calvario hay poco trecho…

jueves, octubre 06, 2011






LA RELIGIÓN DE LA MANZANA








La muerte de Steve Jobs, fuera de los temas tecnológicos, comerciales o financieros del caso, indica, a mi juicio, la rusticidad de los intentos de eliminar símbolos religiosos de los lugares públicos, en nombre de una supuesta "neutralidad" que debería asegurar la convivencia en las sociedades posmodernas.




Porque tanto la persona de Jobs como la creación de sus productos o la relación con sus usuarios están rodeados de una atmósfera religiosa. Jobs y Apple configuran, para el observador atento, una nueva religión del milenio, con productos mercancías como objetos de culto, que se comercian en catedrales del consumo, que libra contra los grandes competidores - a través de los tiempos IBM, Microsoft, Google- una suerte de guerra de la luz contra las tinieblas y que encuentra en su creador y guía un mesías y un salvador, vinculado con millones de fieles seguidores en el planeta.




Los símbolos sagrados, que pretenden activistas rudimentarios sacar de sus pedestales y hornacinas en los lugares públicos, se reintroducen asociados a las nuevas tecnologías. Los actos más ordinarios de la existencia tienen siempre algo de "religioso", anotaba René Guénon y si hubiese de reescribir "Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada", seguramente habría dedicado un capítulo a esta nueva serie de representaciones -¿paródicas?- venidas del "reino de la cantidad" y destinadas al consumidor, es decir, a una unidad puramente numérica. Del otro lado, los estrategas del marketing no descuidan que el éxito comercial está segurado, precisamente, a aquél que mejor asocie a los nuevos productos con aquellas primigenias simbolizaciones.




Por vía de ejemplo, cuando el lanzamiento del i-Pad, The Economist representó a Jobs como un nuevo Moisés, ofreciendo como tablas de la ley dos ejemplares del producto. En marzo de 2010, Heidi Campbell, de la Texas A&M University, presentó un paper donde señalaba los elementos de una "implicit religion" en los mensajes de Apple y en la historia de su fundador. Un lugar humilde de nacimiento -el garage de la casa de Cupertino-, la elección de sus apóstoles, la guía de una comunidad de fieles bajo una impronta mesiánica, la lucha contra los "príncipes de este mundo" informático, las grandes corporaciones, etc. En la Navidad de 1977, Jobs se presentó a la fiesta de Apple vestido como Jesucristo. El lanzamiento del i-Phone lo señaló como el objeto destinado a cambiar el mundo. Touching is believing, tocar para creer. Y rememorando a Miguel Ángel, el dedo de una mano, desde lo alto, insuflaba vida al producto.




Pero, desde luego, el logo de Apple, la manzana mordida, resulta la figura simbólica más sugerente. De fruto prohibido e instrumento introductor del pecado, se transforma en instrumento del conocimiento, de la creatividad, de la esperanza en el futuro: Jobs reescribe el Génesis.




Algunos han asociado la manzana al apodo de Nueva York, Big Apple, la Gran Manzana. Pero Jobs es un profeta venido de la costa oeste, de la cultura californiana. Apple Records fue el primer sello de los Beatles, y quizás algo resonó de este recuerdo a la hora de elegir el icono. Ron Wayne, el primer creativo de la incipiente empresa, puso a un joven Newton bajo un manzano, con la leyenda a mind forever voyaging trough stranges seas of tought -una mente viajando por siempre a través de los extraños mares del pensamiento. Pero no funcionó en el mercado. En 1977, otro creativo, Rob Janoff, imaginó la manzana mordida -hay quienes atribuyen este último toque al propio Jobs- con el lema byte into an Apple. Byte, invitaba a un juego de palabras con bite, en inglés mordisco. Tomen y muerdan el nuevo e irrenunciable conocimiento, transmitía Steve Jobs.




Dejo al lector, seguramente más inteligente que el redactor de este post, extraer consecuencias o ampliar el abanico de correspondencias ente los tecnológico, lo comercial y lo religioso. Pero, por favor, avísenle a la doctora Lubertino que cuando se quitan símbolos religiosos por la puerta, se introducen por la ventana, quizás en los objetos de que se sirve y a los que, sin saber, idolatra.




La manzana de Apple con el perfil de Steve Jobs en el mordisco