martes, julio 01, 2014

POR QUÉ SIEMPRE TERMINAMOS PAGANDO DEUDA CON OTRA DEUDA, O SOBRE LA INEXORABILIDAD DEL "MODUS PONENDO PONENS" VERSIÓN ARGENTINA 




Los lógicos enseñan una forma del silogismo hipotético, llamada "modus ponendo ponens" (al postular,  se postula), donde se propone una premisa mayor, formada por un antecedente y un consecuente, por ejemplo, "si hay un hueco en la defensa, Messi hace un gol"; luego se  afirma la verdad del antecedente, "hay un hueco en la defensa", y se concluye la verdad del consecuente: "Messi hace un gol".  Todo esto está muy bien, pero en el barrio, la expresión "ponendo ponens" se acompaña con la clásica gestualidad de la derecha en puño que golpea rítmicamente la palma abierta de la izquierda: "poniendo pongui". Versión argentina, rioplatense y barrial que se aplica a nuestro tema: es inexorable que debamos pagar deuda con más deuda. Ponendo ponens
 
 
Las palabras obligadas  del día vienen y van exclusivamente desde la filosofía de la pelota a la necesidad de pagar la deuda . Cada uno de estos dos temas absolutos tiene sus sabios, sus predicadores y hasta sus módicos poetas. Ambas clerecías, la de la redonda y la del ponerse, viven y medran con sus caros  temas, bien boyantes y prósperas, según podemos pispiar los forzados espectadores de la caverna virtual mediática, dividida entre expertos en patear y expertos en pagar. Hay unanimidad en las dos corrientes de sermoneadores acerca de que no vale la pena vivir la vida sin alentar a la selección envolviéndose en la bandera y sin alentar el "modus ponendo ponens" respecto de la deuda...también envolviéndose en la bandera. A esta altura, los apóstoles de la religión del esférico y los de la religión  del débito tienen ambos razón y hasta podría encontrarse que coinciden en una suerte de final "punto omega": la deuda hay que pagarla y el único calmante de esta dura verdad es que la redonda ruede y se estrelle suficientes veces en las redes del contrario.

Desde 1824 hasta hoy, y seguramente en las mañanas a venir, seguiremos atados a la deuda, casi la sombra inexorable de nuestro país. Y desde que nestorianos y cristinistas terminaron de bastardear el discurso disidente al respecto, ahora podremos pagar y comprometer el futuro con la proclama laxante y consolatoria de que ese es el modo correcto de izar el pabellón, fijar los cañones, cantar el himno y resistir hasta morir: "todos unidos triunfaremos". Lo más interesante que se ha logrado, y que no surge del atiborramiento de sermones al efecto, es que la deuda ya ha adquirido para nosotros -también en el resto del mundo- una dinámica propia. Al principio, se trataba de justificar el adeudo con razones que vagamente aludían al interés general. Nuestro primer empréstito externo tuvo como pretexto "construir un puerto en Buenos Aires; instalar aguas corrientes y crear pueblos en las fronteras". Cierto, nada de eso se construyó, instaló o creó. Cierto también, que para tan loables y compartibles fines "el Estado de Buenos Aires, con sus bienes, rentas y territorios, quedan prendados al debido y fiel pago de la dicha suma", es decir, aquel mítico millón de libras esterlinas del que recibimos 570.000, ya que, como es bien sabido, colocados los títulos al 70%, la firma emisora, Baring Brothers, retuvo por adelantado el importe de los dos primeros servicios. Cierto, también, que terminamos de pagarlo en 1902 y el abono total ascendió a cinco millones de libras. Pero no quita que para contraerla y pagarla con más deuda, se invocaba el beneficio al conjunto. Era, al menos teóricamente, un medio para obtener fines colectivos. Ahora la deuda se sirve a sí misma, se autojustifica y se yergue como un fin en sí, que devora todos los demás. 

Pongo aquí un gráfico de torta de la deuda mundial:

Figuramos allí englobados en "Otros":


Puede observarse que el mayor deudor mundial es los EE.UU. de Norteamérica.  También cabe señalar
que, no solo en nuestro caso, la
idea es pagar la deuda soberana existente con nueva deuda,  para poder seguir contrayendo deuda. Cada uno de estos pasos exige sumar los intereses generados por la deuda existente, que se capitalizan en la nueva deuda resultante. Teniendo en cuenta esto se concluirá fácilmente que el problema de la deuda soberana a nivel planetario es irresoluble, tal y como se viene planteando en la actualidad.  Y como el juego se distribuye entre deudores, y el acreedor que cobra se endeuda a su vez, ya que las deudas no desaparecen con el pago. Los instrumentos de pago son también deuda. Llegará el día  en que los acreedores busquen a los deudores y se encuentren reflejados en el espejo: serán ellos mismos. Pero no te ilusiones, caro Axel: nada de esto impedirá por ahora y por mucho tiempo el ponendo ponens local, tan metido en nuestra vida como la estaca pampa bien metida en la pampa. Sí, Axel, estoy de acuerdo: la moneda hegemónica en el mundo, el dólar, no puede sostenerse a sí mismo, con ese nivel de endeudamiento y de emisión por la Reserva Federal.  Por cierto, sufrido Amado, si Ciccone Calcográfica, hoy propiedad estatal, produjera mil trescientos millones de dólares para satisfacer a los insaciables vulture funds, objetivamente no resultarían más falsos que los que produce diariamente la Reserva Federal. Pero ponendo ponens, por favor.   Así figura, por más que pese a las almas bellas, en la naturaleza de las cosas financieras. 
 
En 1946 teníamos 1680 millones de dólares en divisas en nuestro haber y una deuda pública de 290  millones de dólares, que fue cancelada casi totalmente con aquella reserva monetaria.  En 1955, a la caída de Perón, la deuda externa era de 757 millones de dólares. Raúl Prebisch, fue llamado por el mismo Perón en agosto de 1955, para asesorarlo en el giro que había impuesto a la política económica desde 1952. En septiembre ya estaba a disposición de las nuevas autoridades para formular su plan de salvación. En 1963 nuestra deuda externa había trepado a 4.000 millones, con el círculo vicioso -"virtuoso" para algunos- de pagar deuda con nueva deuda. Hoy se habla de 200.000 millones, aunque nadie sabe muy bien a cuánto asciende esa fantasmal cifra final  (recordar que las acreencias de los hold outs no se contabilizaban en nuestra deuda soberana). Tengamos en cuenta que en nuestros días de capitalismo financiero rampante, se han roto las barreras del tiempo en medida humana para desenvolver las transacciones del dinero que cría más dinero. Es lo que se llama operativa de alta frecuencia -high frequency trading- que permite, en 350 milisegundos (el tiempo de pestañear) desarrollar 7000 transacciones. Mientras escribo este post, millones de transacciones crían dinero del dinero, volviendo quizás a ex picoteadores en nuevos picoteados.


Hasta  los próximos bonos



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