viernes, junio 08, 2018

RESISTENCIA "RADICAL CHIC"



Otra incursión en los hábitos del "radical chic":
 

En la primavera de 1944 en el París ocupado, los intelectuales que después serían lumbreras de la Rive Gauche se entretenían con juergas que duraban toda la noche y a las que daban el nombre de “fiestas”. Además de los imprescindibles, Sartre y Beauvoir, a veces hacían acto de presencia artistas famosos, como Picasso, acompañado de Maar. Beauvoir describió las "fiestas" en La force, como saturnales de un erotismo contenido. Por cierto que ella había sido expulsada recientemente del colegio en el que trabajaba de maestra por “incitación al libertinaje menor”, que en su caso significaba, por seducir a una de sus estudiantes, Nathalie Sorokin, cuya madre se quejó a las autoridades. Pero ya se sabe que hay pedofilias y pedofilias. Pocos meses después Beauvoir comenzó a presentar una serie de programas sobre la historia del music-hall en Radio Vichy. Pero volvamos a las "fiestas". Allí se iba, sobre todo, a beber. A beber hasta emborracharse, que era lo glamuroso. “El alcohol nos hacía perder la contención. Nadie objetaba nada contra la embriaguez y, de hecho, algunos la consideraban una obligación. Leiris, entre otros, se aplicaba con gran celo y unos admirables resultados”. “Poníamos discos –añade Beauvoir-, bebíamos y pronto comenzábamos a ir de aquí para allá por toda la casa, aturdidos”. Como el toque de queda duraba hasta las siete de la mañana, las fiestas se prolongaban hasta esta hora. “Comenzamos a organizarlas sólo para pasarlo bien, no tenían nada que ver con reuniones editoriales ilegales ni con nada semejante”, confesó posteriormente Sartre. La noche del Día D, la del desembarco en Normandía, la fiesta se celebraba en casa de Charles Dullin, director del Théâtre de la Cité. Entre los asistentes se encontraban Sartre y Beauvoir, Camus y María Casares (que animaban las fiestas con sus pasodobles), Michel y Louise Leiris y Raymond Queneau.

 

Fuente: Alan Riding, Y siguió la fiesta.  Riding,  un periodista británico nacido en Brasil que vivió muchos años en México, como corresponsal de Reuters. retirado, se dedicó al ensayo sobre temas históricos y culturales.  

 

martes, junio 05, 2018

LA MUERTE DE UN SUDISTA



No podía dejar este blog  de recordar a Tom Wolfe, que se fue al otro barrio hace muy poco, a los 88 años, y al que hace años dedicamos otra entrada, que puede encontrar el lector en nuestro índice.  Su nombre se asocia al "nuevo periodismo" o a su primera novela, "La Hoguera de las Vanidades", que Brian de Palma llevó al cine. Me gusta recordarlo, sobre todo, porque se burló desafiante del mainstream cultural de su época en los EE.UU. Esto es, se tomó en solfa, arrancándole su máscara hipócrita, a la progresía. "Radical chic", "izquierda caviar", "izquierda exquisita", fueron los sobrenombres perdurables que puso a los left-wing intellectuals de su época. Un intelectual -decía- es alguien que sabe sobre algún asunto, pero que públicamente  habla de otra cosa.  Esa "otra cosa"  es cualquier tópico de la agenda bien pensante: contra las guerras; a favor del aborto free; lagrimeos sobre la pobreza; veneración del guerrillero y de su boina estrellada, etc. "Cuando Noam Chomsky comenzó a denunciar públicamente la guerra de Vietnam ¡zas! se convirtió en un intelectual". Uno de sus blancos preferidos fue Norman Mailer, enfermo hasta la médula de importancia personal.  Se lamentaba de no haber sido "suficientemente mezquino" con Mailer.
Observaba Wolfe con penetración a esos personajes  que nadaban en la impostura y el simulacro, en lo que él llamó la "statúsfera". Un mundo snob, donde los ricos se disfrazaban de homeless del  Bronx, y los diseñadores creaban a partir de allí una moda suntuosamente indigente. Reaccionario, Wolfe se trajeaba con ternos blancos y zapatos al tono, en una postura dandista que no habría disgustado a Barbey d'Aurevilly. Su pieza maestra, en la descripción de inmensa minoría concentrada revolucionariamente en su yo -llamó a los 70 "the Me decade"- resalta su crónica "That Party at Lenny's". Aquella fiesta en lo de Lenny -el eximio director y compositor Leonard Bernstein- transcurrió en el dúplex de trece habitaciones donde moraba el músico, y su pretexto fue recaudar fondos para los Panteras Negras que estaban en la cárcel. Puro "radical chic" los concurrentes: músicos, coreógrafos, actores, escritores. Y Donald Cox, el líder los Panthers, con algunos de sus muchachos. Una sofisticada señora bien comenta con una notita trémula en  la voz: "¡nunca había visto una Pantera! ¡Es la primera vez!". Circulan los canapés de roquefort con nuez, "¡mmmmmmmm!" deslizan los bienudos  y los forajidos.  Entronizado en un sillón preside Bernstein, con su mujer, Felicia, acodada a su lado.  "La fantasía de los revolucionarios que viven al límite, circula como adrenalina por el dúplex de Lenny".

Wolfe también tuvo una mirada ácida hacia el "realismo mágico" latinoamericano.  Acerca de Gabo García Máquez enarbolaba la frase trinchante de nuestro Borges: "a Cien Años de Soledad le sobran cincuenta". Y en un reportaje, hace unos años, definió lo políticamente correcto como "marxismo desinfectado".

Era nieto de un soldado confederado y lo coloco entre los "sudistas" -a los que Maurice Bardèche dedicó un libro muy certero- y su mentalidad, derrotada, pero perdurable, de tradición, apego a la tierra, coraje.  Tan fuerte aún que se obstinan en querer bajar a Robert E. Lee de su monumento ecuestre en Charlottesville.-