martes, diciembre 14, 2010



LA BATALLA DE VILLA SOLDATI Y OTRAS GUERRAS PERDIDAS




La batalla de Villa Soldati puede enfocarse desde muchos ángulos. Es un episodio de una guerra social que comenzó con el reintento de la democracia, luego de que se cerró provisoriamente la guerra revolucionaria y su respuesta contrainsurgente, hoy reabierta en los tribunales para colocar en el podio de los triunfadores a los que antaño querían la revolución y ahora la continúan, pero por otros medios: los negocios. Esta guerra social que se ha venido librando en forma tan continua como larvada no tiene entre sus causas a la democracia misma, pero ambas han venido esarrollándose en paralelo, en relación inversamente proporcional: cuanto menos efectiva la promesa de democracia, más intensas manifestaciones de aquella guerra (asientos territoriales del narconegocio, barrabravas en alquiler como soldados de fortuna, corrupción medular en las fuerzas de seguridad "pasadas de bando", etc.). La democracia es una forma de gobierno, la única en oferta, por otra parte, y en sí misma no es una solución sino un problema –que, desde 1983, nosotros no hemos sabido resolver, pero no estamos solos en el mundo en ese tema. Aquí, se la presentó como una fórmula de vida plena, un curalotodo extensible a cualquier cosa y hasta una religión sustituta. Nada en política aguanta tales desmesuradas expectativas, y así venimos de tumbo en tumbo desde 1983, consolándonos porque lo de antes era peor. Estamos mal y vamos mal en esa vía, sobre todo, porque a la democracia se le ha perdido el pueblo y nadie sabe dónde está. Cualquier forma de gobierno exige el pueblo; ninguna, dicho al revés, puede pasarse sin él. Pero, sobre todo la democracia, porque lo lleva en el nombre. Lo cierto es que el pueblo desapareció y no cuenta. En su lugar está "la gente", esto es, una superstición estadística, como adivinó Borges, que se mide en percentiles de intención de voto. Los partidos políticos, en el mejor de los casos, son empresas de maximización del voto, por medio del marketing adecuado, con la finalidad de llegar al gobierno y manejar la caja de los dineros públicos, que es la que financia el juego. Claro, a veces se necesitan movilizaciones masivas y, también, hay que empaquetar material humano a la hora del sufragio. Y aquí, entonces, ocurre el cruce entre democracia y miseria. Porque, en la posmodernidad, tanto en la Argentina como en el resto de Iberoamérica y en buena parte del mundo, existe una deriva constante, predominantemente estructural, no coyuntural, de las formas situacionales de la pobreza y de la indigencia hacia el estado o condición de la miseria, con fines de control social y manipulación política. El modo de gestionar la miseria a que se echa mano para evitar una hecatombe, es la reducción de los miserables a una forma remozada de la esclavitud. Entonces, la democracia que no tiene pueblo y ya no es democracia, sino otra cosa que no quiere decir su nombre, descubre un sustituto del pueblo: el miserable reducido a esclavitud. Desde luego, esto ya lo sabían los griegos que inventaron la palabra: Aristóteles enseña que el amo de esclavos bien enseñados puede dedicarse a la política o la filosofía. Aquí –enorme minucia diferencial- sirve para que un intendente del segundo o tercer cordón pueda asegurarse su reelección, o para que un viejo militante gargarice eslóganes en "6,7,8". Pero la idea es la misma. Los indigentes son una sociedad aparte porque nadie tiene necesidad de ellos. El excluido es un inútil, un supernumerario en términos sociales, cuya existencia resulta desprovista de toda finalidad que no sea la de sobrevivir, reproducirse y permanecer en su condición para ser manipulado convenientemente. El clientelismo manejado desde "la caja", que controlaban hasta ayer oligopólicamente los aparatos políticos partidarios, se dividió luego en los intendentes del conurbano y gobernadores de provincia y ha terminado por revertir a los "líderes" de las "organizaciones sociales", en un proceso progresivo de fragmentación social. Por allí se cuela otro aparato de poder clandestino, que es el del narconegocio, que necesita asiento territorial y mano de obra esclava para la distribución de la "merca" y encuadre de los sicarios. La masa esclava de reserva tiende al crecimiento. Así viene ocurriendo en nuestro país y así sucede en otros países de nuestra ecúmene, como Bolivia, Paraguay y Perú. De este modo se van imponiendo migraciones masivas, facilitadas por agentes que operan de uno y otro lado. Entonces, junto con familias laboriosas y decentes, que todos conocemos, que vienen con el justo propósito de mejorar de fortuna, son apilados y despachados contingentes de esclavos que pasan a reproducir en otro medio su misma desgraciada condición, cambiando sólo la noria a la que está atados y de la que tienen que tirar. Un dato para nada irrelevante es que los tratantes de este tráfico de esclavos posmoderno se vinculan y subordinan a figurones conspicuos de la clase política, devotos ideológicos de la progresía ambiente, cuyo discurso viene mechado de invocaciones a los derechos humanos, a la igualdad y a la inclusión social.

Los episodios de Villa Soldati, otros ya producidos y los que puede –infelizmente-preverse que vendrán, se inscriben en este renuevo posmoderno, bajo discurso progre, de la esclavitud antigua. Una masa esclava, preferentemente constituida por personas de origen boliviano, paraguayo y peruano, resulta "espontáneamente" conducida nadie sabe desde dónde, para ocupar un parque de dominio público que pretenden se les lotee y adjudique. Un parque, entre
paréntesis, con signos de abandono y en el cual, dato que no veo recogido, hay un gran monumento a los caídos en Malvinas, que no puede saberse ya qué destino tendrá. Vecinos afincados en la zona reaccionan y aparecen también, bajo llamado de algún puntero, esos remedos de la antigua mesnada que son los ganapanes de alguna barrabrava, que intentan desalojar a los ocupantes. Sergio Schoklender, que representa a las Madres sector Bonafini, que con dineros públicos tiene por allí un obrador y monoblocks aún no ocupados, reacciona ante la puesta en peligro del negocio como un representante de la ley y el orden, denuncia una maniobra de narconegocio detrás de la ocupación y llama a la policía. Mientras tanto, por el lado de los ocupantes, aparece un vocero, Alejandro Pitu Salvatierra, a quien pudimos ver y oír desde la Rosada; se trata, aparentemente de un puntero que responde a Daniel Filmus, ex ministro de Educación, esto es, personajón de la alta clerecía progre. Hasta aquí, los datos al alcance de cualquiera. No intento ni tengo los elementos para hacer una crónica prolija; simplemente, muestro cómo aquellos datos encajan en la líneas maestras de la neoesclavitud posmoderna que he descripto a grandes rasgos.



Dejando muchos otros asuntos de lado, no puedo dejar de referirme a otro aspecto de la cuestión: la absoluta inefectividad, inutilidad y futileza de la agencia judicial en el caso. Por un lado, jueces del fuero contencioso administrativo tributario de la CABA, de catecismo progre, como Roberto Gallardo y Elena Liberatori, con buena pantalla. Por otro, el ignoto juez en lo criminal ordinario que debe investigar las muertes ocurridas (incluida un probable cuarto homicidio denunciado desde el SAME) y un fiscal del mismo fuero que prefieren, rumbeadores, esperar a ver a quiénes en definitiva –la Federal, ante todo- conviene crucificar en el expediente. Gallardo, en una medida cautelar interpuesta por uno de los intrusos, ordena se detenga la orden de desalojo emanada de otra jueza de su fuero, se establezca un cerco perimetral para proteger a los ocupantes, se los cense, y se convoque a las partes a una conciliación. El argumento, con invocación del derecho fundamental al acceso a la vivienda digna, es que, si el gobierno de la CABA hubiese construido viviendas para los intrusos, no habrían tenido necesidad de ocupar ilegalmente un parque público...Desde luego, si Juan no se hubiese casado, no habría tenido necesidad de estrangular a su esposa; pero esta falacia non causa pro causa no suele sacar a los uxoricidas de la cárcel...salvo que pudiera tocarles el juez Gallardo. La jueza Liberatori es conocida por haber intentado aplicar de modo retroactivo una ley de la CABA que impide designar calles con nombres de quienes "hayan ejercido su función por actos de fuerza contra el orden constitucional y el sistema democrático". Y así, según la jueza, Bartolomé Mitre, que se levantó en armas y depuso al presidente Santiago Derqui, debía ser desnombrado de su calle, y Juan Domingo Perón, que fue vicepresidente de Farrell, debía ceder su lugar a Cangallo. Esta particular jueza del derecho blando, plástico o flexible, ratificó el cerco protector para los ocupantes, cuyo número fue creciendo a medida de que pasaban las horas (hablan de 13.300 al escribirse este artículo, según el censo practicado) constituyó un "comité de crisis" con el CELS de Verbitsky, Adolfo Pérez Esquivel y otras figuras del santoral progre, y se hizo fotografiar recorriendo el predio intrusado, mientras declaraba que se debían "negociar los intereses". Si a alguien le usurpan su departamento, ¿recobrará la paz interior oyendo a un juez que lo exhorta a "negociar los intereses" con el usurpador? Esa noche, el cerco formado por componentes del gripo Albatros de la Prefectura y por efectivos de Gendarmería, fue apedreado por villeros colindantes al Parque que, haciendo causa común con los vecinos de Villa Soldati y Lugano, exigían que se retirasen los intrusos. Luego, desde el gobierno de la CABA, se informó de otra intrusión en la zona de Lugano: el club Albariño, ocupado por otros aspirantes al loteo. (Más tarde, un intento de recuperación por los lugareños fue impedido por la Federal).

Administración de justicia ausente, inútil para intervenir en las situaciones críticas, y cruzada de ideologismo. La mente de estos jueces sólo concibe el derecho a tener derechos, sin tener en cuenta el Derecho. El Derecho, aquel llamado derecho objetivo, del cual la ley era uno de los elementos constitutivos, pero no el único, creaba una certeza que, como decía López de Oñate, constituía su específica eticidad. Porque esa certeza, aquella constancia que hacía a la palabra Derecho fiel a su etimología (lo recto), establecía firmeza en el andamiaje social y permitía la continuidad de la acción. El Derecho ha sido abandonado por obsoleto y se distribuyen, en cambio, por doquier, derechos, derechos subjetivos, "tengo derecho a", como si fuesen armas, para que gane el más apto, y los jueces tiene que arbitrar en esa contienda, lo que claramente los supera y colapsa sus tribunales. Aquel Derecho echado a la papelera de reciclaje era un bien común que nos ha sido arrebatado por la progresía jurídica. A la progresía política se le perdió el pueblo y la progresía jurídica le dio un golpe de furca al Derecho en cualquier callejón. En cambio, tenemos reinstaurada la esclavitud, y debemos asistir a las contiendas entre los tratantes por los territorios donde habrá de desarrollarse su negocio que, casualmente, se financia con dineros públicos, del común, de todos nosotros.



La democracia es el poder del pueblo de participar en el desenvolvimiento de su destino. Un pueblo es una comunidad orgánica de hombres libres puesta en forma por la historia en común dentro de una unidad política. Un pueblo resulta de un consenso prepolítico (el consensus omnium, el consenso de todos, decía el viejo Cicerón) en que coinciden algunas creencias básicas, transmitidas de generación en generación, que sirven de zócalo al edificio jurídico-político. Donde no hay más pueblo y sólo una maraña de átomos sociales, cada uno "haciendo la propia", no hay democracia. Donde buena parte de nuestros compatriotas y de quienes habitan nuestro suelo están reducidos a la esclavitud, no hay Derecho, aunque todos reivindiquen sus derechos y se celebre con música y sermones el Día de tales derechos.



Con motivo de la batalla de Villa Soldati, se han echado a rodar las imputaciones de racismo y xenofobia. La distinción entre nacionales y extranjeros es un principio jurídico básico en cualquier rincón del mundo y está contemplado en nuestra Constitución. Ella le da los mismo derechos civiles que al ciudadano; pero, naturalmente, si nuestro orden jurídico considera delictiva la intrusión, no puede dársele ni al extranjero ni al nacional una especie de derecho no escrito a realizarla cuando le venga en gana, y mejor si en horda. Poner condiciones a la entrada de inmigrantes no es un refocilamiento de xenófobos sino, además de una práctica generalizada en el mundo, una manera de asegurar al propio inmigrante que encontrará un lugar y una tarea para sus aptitudes, y no la réplica a la que te criaste frente a una invasión en masa que no reconoce ley. En todo caso, la capacidad integradora del extranjero en la Argentina tiene una larga historia, que enseña –además- que sólo se integra en el orden. Si la identidad colectiva de los argentinos vacila, si nuestra capacidad e imaginación para generar proyectos comunes no brilla, si descreemos de nuestro porvenir conjunto, y entonces aquella integración no se realiza en la medida deseada, tenemos que interrogarnos a nosotros mismo y hacernos cargo de nuestra declinación. En nosotros está el problema, no en el que llega.



La Argentina viene de perder varias guerras. Perdió la guerra revolucionaria, cuando parte de una generación, que es la mía, se emborrachó con el mito de la Revolución y quiso apresurarla con fusiles y bombas. Perdió la guerra contrarrevolucionaria, porque quienes la comandaron no quisieron legitimarla con la espada de la justicia y negaban hasta que esa guerra estaba teniendo lugar. Perdió, en 1978 y en 1982, la guerra sobre el espacio de su expansión geoestratégica, que apunta hacia el Atlántico Sur y la Antártida. En el camino, perdió al pueblo y al Derecho. Y ahora puede perder la guerra social, la noción del orden político (desnorteada desde hace rato) como bien común y convertirse en un campamento de odios y rencores destructivos, para lo cual sirve de abono anticipado la ruptura a sabiendas de los instrumentos de la concordia política, trabajosamente elaborados, destinados a cerrar el capítulo de aquella guerra civil. Quizás, sin embargo, el cachetazo colectivo a que nos somete la realidad nos lleve a recuperar las nociones perdidas del orden, la certeza del Derecho, la conciencia de ser un pueblo.-

sábado, noviembre 20, 2010



MOLNAR











Por Alain de Benoist me entero que Thomas Molnar murió en Richmond (Virginia) el 20 de julio pasado. Conocí a Molnar en Buenos Aires (en alguna ocasión le oficié de traductor), luego lo traté en Nueva York, donde era profesor de la City University y con Roberto Raffaelli le hicimos un largo reportaje que publicó "La Nueva Provincia". Molnar, húngaro de Budapest, estaba decididamente exiliado en los EE.UU., con todas las notas del destierro. Nunca logró adaptarse al mundo norteamericano y a lo que advertía como su puritanismo de base, que obligaba a su gran política a sobreactuar en hipocresía. Sus publicaciones en los medios conservadores -junto a las de Russell Kirk, por vía de ejemplo- eran seguidas con notable interés. Aquí, en Buenos Aires, tenía también sus lectores fieles y sus artículos eran elogiosamente comentados. A la caída del imperio soviético, volvió a su querida Budapest. Sus libros comenzaron a difundirse in patria, retraducidos a su lengua natal. Partía su vida entre Hungría y Norteamérica, donde finó. Recuerdo las charlas amenas, sus observaciones profundas, su bonhomía. Requiescat, amice.

viernes, noviembre 19, 2010


MAREA DE FERVOR




Una marea de fervor recorre la Argentina: nombrar y renombrar como Néstor Kirchner todas las calles, rincones y copas de leche a la mano. ¡Qué prestigio da morir! ¡Cómo se crece en las encuestas cuando se es finado! Claro que esta fervorosa manía de desnombrar y renombrar nestorianamente crea inconvenientes: por ejemplo, quedaron en Caleta Olivia eliminados los muertos del "Belgrano". Muertos dos veces, podría decirse. Nombrar siempre trae problemas con el gobierno, diputados, ONGs, etc. Hace muchos años, un intendente de un pueblito de San Juan se planteó el problema, cansado de tener que cambiar el nombre de la plaza principal con cada frecuente turno en la gobernación. Decidió, con el voto unánime del Concejo Deliberante, llamarla, de allí en adelante, "Plaza Gobernador Atual". Ah, si todo fuese tan fácil...pero "Muerto Atual" no va. Lo mejor es el sistema que allá por los años 50 del siglo pasado se le ocurrió al nicoleño Manuel Peyrou, gran cuentista hoy olvidado, y gran gorila, como se verá. Propuso que la palabra "calle" fuese reemplazada por la palabra "perón" y la palabra "avenida" por la palabra "perona". Apliquemos esta gorilada a nuestro muerto ilustre y a la no menos ilustre viuda en luna de miel (que, ay, se va acabando). Llamemos de ahora en adelante a las calles "kirchner" y a las avenidas "cristina". "Te espero en la kirchner Perón esquina la cristina Callao". Lástima que Mauri esté -el también- en luna de miel y no lea este blog.
P.S. Una movilización vecinal posterior logró que se devolviera el nombre original al tramo de la costanera en Caleta Olivia que había sido apresuradamente puesto bajo el manto de Néstor. Albricias

viernes, noviembre 12, 2010



LA OTRA LUNA DE MIEL












Cristina demuestra que hay otra luna de miel, la de la viudez, tal vez tanto o más interesante que la primera, ya que se poseen el nombre y los oropeles del finado sin necesidad de tener que soportarlo al flanco. Carpe diem, praeses

sábado, octubre 30, 2010


JUVENTUD MARAVILLOSA II




Hemos presenciado, durante las exequias de Néstor Kirchner, una olimpíada de la creación de "virtudes retroactivas" sobre la persona del difunto. Nadie hizo tanto por nuestra felicidad, en tan poco tiempo y contra tantos. Por un lado, contribuyó a ello la rudimental "videología" mediática, cuyos relatos sobre los grandes muertos no conocen matices entre la apoteosis y el escarnio, según que a quien haya pasado al otro barrio le encajen o no los baremos de la corrección política, para los que hay que contabilizar siempre en la columna del haber la "transgresión" y la "revolución". Por otro, a este coro se unieron de buena gana y justo sollozo los eventuales herederos de alguna porción del poder nestoriano, muchos de ellos humillados y ofendidos en vida por el mandamás y que añoran volver aunque más no sea colados en el cortejo de la Presidente viuda. Al lado de estas manifestaciones apareció, con partes iguales de belicosidad y congoja, un compacto de los de "menos de treinta", militante y fervoroso, con el estilo de "la Cámpora", grito y saludo, que coloca al santacruceño como la figura mítica de los anhelos de esa generación. Estudiantes de Sociales, lectores de "Página 12", enchufados en las administraciones, quizás algunas de estas caracterizaciones podrían caberles, pero sería error y pijotería reducirlos sólo a eso. Lo cierto es que un sector de la juventud actual ha encontrado un modelo y un guía imaginario en el político finado. ¿Nueva versión de la "juventud maravillosa"? Tienen los de ahora una característica que los separa de aquella versión de los setenta, aunque los una buena parte de la fraseología. Los de ahora son revolucionarios sin adrenalina. Cortar calles, ocupar colegios, escupir a la policía son actividades que rinden en imagen y están, en principio, a cubierto de riesgos. La revolución se hace cortando el tránsito pero conservando el empleo. Son revolucionarios curiosos, para los cuales la metodología airada está legalmente permitida y mediáticamente alentada. Para entender la diferencia: los de antes querían hacer la revolución (aunque terminaron haciendo los negocios); los de ahora no necesitan hacer nada: la revolución la compraron hecha (y los negocios también). Por eso, quizás, estos últimos neoguevaristas resulten potencialmente más peligrosos que sus abuelitos setentistas.


Estos revolucionarios de plantilla venían sufriendo en los últimos tiempos, ya que se había generado una oposición que corría por izquierda al gobierno. Por un lado, había que bancar el veto al adecuamiento de las jubilaciones a la letra constitucional, que no era trago poco amargo. Por otro, los muchachos del PO y similares iban engrosando las filas en colegios, universidades y sindicatos desprendidos de los gremios tradicionales. El feroz y crudo correctivo a este avance del PO y semejantes no vino del gobierno, ni de la "juventud maravillosa" nueva versión, sino de uno de los reductos conservadores de la sociedad, esto es, el sindicalismo. En Barracas, unos camorreros al servicio de la Unión Ferroviaria, matando al joven Ferreyra, reduciendo al coma a una sexagenaria e hiriendo a dos más, enviaron este mensaje: "tomen colegios, destruyan universidades, apaleen a la policía, pero no toquen nuestros intereses, porque si no, balazo".


¿Ese futuro ya lo conozco? ¿Es el estadio repetitivo de la farsa después del original de la tragedia? La historia no se repite, pero existen correspondencias y analogías en su desenvolvimiento. No sabemos hoy hasta dónde llegarán.


viernes, octubre 29, 2010



NECROFILIA





Dos textos sobre necrofilia en los 30/40 del siglo pasado. Uno, de Ramón Doll:


"Seamos justos. La afición al velorio, a llorar a moco tendido por la muerte de hombres que se ignoraron en vida, no es monopolio de las clases populacheras sino de todas. Al argentino de hoy -especialmente al porteño- es fácil provocarle el prurito lacrimatorio; y hasta ama las escenas de circunstancias -abrazo al ataúd, "trémolo" en los saludos de pésame, etc.-. Veinte y tantos años de tango con bandoneón, embadurnado de melaza y azúcar gorda, han contribuido seguramente a degradar el fondo patético de la raza, cuyos resortes emocionales eran y son todavía de superior calidad; pero la falta de grandes ideales nacionales y una vida social que asfixia toda sublimación de los buenos instintos hacen del argentino un hombre sobrecargado de melodía afectiva, sin adecuada orquestación. Por eso tiene el hábito de agigantar los méritos de los finados y se anega en los mortuorios, dando juego a un desahogo sensiblero y geidor, como quien se sangra para aliviar la congestión. No es mala señal, ¡vive Dios!, porque prueba que no nos helaron del todo las entrañas con el cierzo extranjerizante que viene malogrando la floración de la nacionalidad. En éste como en otras actitudes del pueblo argentino, la música es buena pero la letra mala, tal sucede con los payadores de poco léxico y mucha inspiración".



De Leonardo Castellani, con referencia al anterior, el otro:



"Nuestro compañero de tareas, Ramón Doll; ha llamado repetidamente la atención hacia ese fenómeno argentino que él llama “la manía de los velorios”. Nosotros nos habíamos olvidado de cuando murió Yrigoyen, pero ahora hemos tenido ocasión de recordarlo y es realmente sorprendente.El entierro del doctor Alvear (q.e.p.d), ha dado salida a una explosión de afectividad dirigida, que, salvo el respeto al difunto, rayaba en muchos puntos con la payasada. De golpe el pobre difunto se ha convertido en un receptáculo de las más excelsas y raras virtudes (“democráticas”) en la boca incluso de los que ayer nomás no se hartaban de chistes atroces a costa suya. En este coro de superaciones ditirámbicas, nada hubo tan notable como los “solos” de Roosevelt y de Cordell Hull. El Gobierno se conmueve todo y comunica su temblor a al Iglesia; se cierran las clases, incluso universitarias, las niñitas de las escuelas ( y los sacerdotes) son usados como plañideras, llueven coronas de bronce, manifestaciones altisonantes, ditirambos de una falsía grotesca, oraciones fúnebres, honores por decreto, gestos figurónicos, acompañados por movimientos indecisos del pueblo movido de una religiosidad vaga. Pérdida enorme de tiempo. En todo ello, en insistente retañir de una nota falsamente religiosa y la intención aprovechadora en pro de la “democracia”. El sermón de “circunstancias” estuvo a cargo del doctor Miguel Culiaciati (ministro del interior del Presidente Castillo y prototipo del liberal bienpensante). Cuando enterraron a Yrigoyen, al Doctor Alvear le robaron una cartera con 73 pesos, así como una cruz de oro al féretro. Uno de los que ayer se llenó la boca con “las virtudes cívicas y raciales de quien fue uno de los mas grandes estadistas de América”, hizo en aquel entonces un chiste cínico acerca de “cómo los rateros se aprovechan de los cadáveres”. De la parte de esos buitres, que son perfectamente insinceros –como aquel que ayer nomás sobre el cadáver del paracaidista inmolado en la propaganda política ensartaba otro discurso de propaganda política-, la actitud es manifiestamente repugnante y clara. Pero el fenómeno es demasiado complejo para poder explicarse con esta sola causa, sobre todo de parte del pueblo. Merece que lo observemos. Si: un miembro del gobierno, desamparado de opinión visible, adula a los radicales, evidentemente… Si, los politiqueros aprovechan la ocasión de hacerse la publicidad, en una incontinencia hotentote de oratoria necrológica. Si, los tiburones y los zorritos saben que al pueblo hay que distraerlo lo más posible para que no piense en el triste estado del país y sus problemas. Si, la Iglesia Curial, reducida por anemia cerebral después del triunfo del Liberalismo a Gran Ceremoniera de la Democracia, se mueve dócilmente y prodiga bendiciones que no pueden hacer mal a nadie, y hacen el bien de mantener la religiosidad del pueblo, al menos en figura. Pero todo eso es poco para explicar por entero esa especie de masoquismo colectivo, ese desborde de lloroneo y llanto y ese sentimentalismo enfermizo llevado al extremo de hacer posible la ingestión de las mentiras más gruesas envueltas en toneladas de palabrería huera. Fue un espectáculo bastante humillante para nosotros. Es imposible imaginarse una Nación realmente grande entregada a este frenético can-cán fúnebre. Buenos Aires tiene poco que hacer y se ha olvidado de sus grandezas".



Nihil novum...


YA VIENE EL CORTEJO, YA VIENE EL CORTEJO


Fatiga, agobio, lasitud, fastidio, hartura, hastío, embolamiento, taedium vitae...y taedium mortis. Sensaciones en acumulativo aumento a lo largo del mediático despliegue del funeral de Néstor. Ante la muerte, justamente, los medios no pueden guardar silencio, ni siquiera el del habitual minuto cortado a ojo. Un réquiem incesante salmodiado por noteros y coreado por la barra quilombera que desfila ante el cajón sellado a plomo. De vez en cuando, un solista en el desfile se manda su partecita destinada a los tres minutos de gloria en pantalla. No digo que contraten a un Zefirelli para estas grandes ocasiones, pero el lujo de morir en el caso de cadáveres exquisitos requiere por lo menos un buen director de escena y no la cámara boba que ejercitaron tanto los oficialistas como -¿sorpresa?- los del horrendo monopolio. ¿Será que el plasma logra volver poco seria hasta la muerte de los notables? Barrunto, sin embargo, que Péculo debe tener escenarios mejor preparados. Un fondo musical propicio, digo yo, de bandoneón y cello, por ejemplo, capaces de convertir un velorio en un éxito. Por lo menos, un poco de maña para hacer más creíble el desfile de "virtudes retroactivas" que nos enhebran los comentaristas, y más auténticos los pucheritos hipócritas de los enemigos íntimos que pasan al costado del ataúd para probarse las pilchas políticas del finado.

miércoles, octubre 27, 2010


DE MORTUIS NIHIL NISI BONUM




La muerte no da derechos ni abuena a la gente. Allá vamos todos, la buena y la mala ralea, y aun la que ni fu ni fa. "Y tu punto terminal es el mío: Chacarita", decía sin mayores pretensiones pero con geográfica precisión Héctor Gagliardi. Bueno, Chacarita o Calafate, lo mismo da, ya que la Parca se aclimata bien en todos lados. "La muerte es el genio inspirador, la Musageta de la filosofía", enseñaba el viejo Schopenhauer. (Musageta es el conductor de las Musas, tarea de colectivero reservada al bueno de Apolo en la mitología griega). Muchos han repetido bajo diversos registros la frase de Schopen, y todos esos mensajes pueden resumirse brevemente así: la muerte enseña a vivir. A los que momentáneamente quedamos en este barrio, claro está.


Y de los muertos, sólo recordar lo mejor, que es la frase del título, lema de mínimo decoro a aplicar por un tiempo prudencial (el beneficio de luto y llanto, podríamos apuntar en lenguaje forense) ya que, transcurrido aquél, los muertos y los vivos quedamos bajo las dentelladas de la jauría aullante de los congéneres. En términos locales y circunscriptos, para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, hasta las veinticuatro horas posteriores al discurso presente cadavere, esos que últimamente vienen despachados por don Antonio Cafiero, que los anda sobreviviendo a todos, Dio' lo guarde.


Por lo tanto, de NéstorKirchner, que ya está ido este miércoles del Censo de Bicentenario, donde no llegó a ser computado, no diré nada por ahora. Entiendo que era un cristiano y estará, pues, de acuerdo con sus creencias, a la espera del juicio particular. Miserere.


En cuanto al bien que el Lupin haya hecho o dejado de hacer, creo que le corresponde aquel falso epitafio en la piedra tombal de Richelieu: "yace aquí quien hizo bien y mal; el bien que hizo, lo hizo mal; el mal que hizo, lo hizo bien". Ya se sabe: el que quiera más elogios, pues que se muera.-

lunes, julio 12, 2010


MARADOOO...






"Es el objeto de culto de una religión arcaica, con sus cirios y procesiones y la oscura nostalgia de despojos del enemigo y apetitos caníbales. Maradona, al reunirnos a todos por el hilo invisible de nuestra pasión más inconfesada, la soberbia absoluta, representa en este tiempo de reacomodamientos y entierros de ideologías y fraseologías hasta ahora supuestamente representativas, la bandera, la protección y el punto de referencia de nuestra real identidad (...)"


"En este tiempo de precariedad, derrumbadas otras identificaciones, subsiste la referencia maradónica, fundada en nuestro soberbio temperamento común. Referencia frágil, por cierto; intocable, por lo tanto. Y difícil de llevar, seguramente, para este muchacho a quien todo se le aplaude: lo que hace con la pelota y lo que deshace sin ella".


Luis María Bandieri, "A los Argentinos nos gusta el Diego", en "Desenrollando el Turbante", Bs. As., Corregidor, 1994, p. 155 y sgs.



Nihil novum....

sábado, julio 10, 2010


LA OTRA INDEPENDENCIA, O DE CÓMO EVADIR LA TORTURA DEL DESFILE



Ví por la tele la tortura infligida a nuestro matrimonio presidencial por un mega desfile en San Miguel de Tucumás, el 9 de julio. Cuando parecía que todo iba acabar, aparecía otra agrupación, carroza o murga con alguna particularidad festiva. Podría sospecharse, como en "Aída", de sucesivos trasvestimientos del mismo grupo de actores, que unas veces aparecían como granaderos de a pie, luego se convertían en infernales también pedestres, se mudaban más tarde a Fuerza Bruta o a las empanaderas de Famaillá. Y había que sonreírles a todos y agitar la manito. Atroz y violatorio del bloque de constitucionalidad in toto.



Nuestra independencia, la independencia de "estas crueles provincias" de España y "de toda otra dominación extranjera" ¿se proclamó únicamente el 9 de julio de 1816? ¿Es la única fecha en que podemos celebrarla? Tenemos una data para el autogobierno, -25 de mayo de 1810- y otra para la independencia, que algunos todavía confunden. Pero el asunto es aún más enmarañado: hubo dos declaraciones de independencia. Una en 1815, otra en 1816. La declaración de independencia de 1815 fue formulada en el Congreso de Oriente, ocurrido en el Arroyo de la China, Concepción del Uruguay(también en Paysandú), en junio de 1815, por los representantes de la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba, bajo la inspiración del Protector de los Pueblos Libres, don José Gervasio de Artigas. Esto es, por representantes de estados provinciales pertenecientes a territorios que hoy forman parte de la Argentina, el Uruguay y el Brasil. Artigas había previsto, incluso, que cada pueblo indígena mandase sus representantes, aunque no aparecen en la reuníón, de cuyas sesiones no disponemos de actas. Estos pueblos eran, fundamentalmente, del ámbito guaranítico. En cambio, la declaración de Tucumán fue traducida al quechua y al aymara, porque contó con representantes del área altoperuana. Fueron dos congresos y dos declaraciones: una, inspirada en la forma republicana y el sistema de confederación de ciudades y ayuntamientos que las particularidades culturales y territoriales habían establecido desde dos siglos atrás; otra, que pretendía desde Buenos Aires mantener la unidad e indivisibilidad borbónica, bajo forma monárquica. Recuérdese, para entender lo que viene, que el agregado "y de toda otra dominación extranjera" fue realizado el 19 de julio, a pedido del diputado Medrano, "para sofocar el rumor de que existía la idea de entregar el país a los portugueses"


La Union de los Pueblos Libres, entró en conflicto con el Directorio porteño. Desde Buenos Aires, se procuró un entendimiento con los portugueses. El trato era considerar como no hostil el despliegue lusitano de las tropas de Juan VI en la Banda Oriental; en otras palabras, que desde Río de Janeiro les quitasen ese incordio de Artigas. Y los ejércitos portugueses marcharon hacia allí. El Uruguay fue ocupado por las tropas de la corona portuguesa y se convirtió en la Provincia Cisplatina -sería liberado por los Treinta y Tres Orientales, abriéndose la guerra con el Brasil en 1826. Tal fue el despliegue de la columna sur, fuerte de doce mil hombres, bajo el mando del general Lecor, luego barón de la Laguna. La columna norte de las fuerzas lusitanas se propuso cruzar el río Uruguay, tomar Corrientes, desplazarse al sur, cruzar el Paraná y ocupar Santa Fe. Entre ambas, encerrarían a Artigas. Lecor alcanzó sus objetivos, pero la columna norte tuvo graves problemas para internarse en Corrientes. El brigadier Chagas Santos sufre derrotas, debe replegarse, intentarlo de nuevo, lleva adelante una ocupación sangrienta y saqueadora de la margen derecha del Uruguay - ahí es donde se borra del mapa a Yapeyú, en la misma fecha, aproximadamente, de la batalla de Chacabuco - pero sus fuerzas son enfrentadas por el guaraní Andresito Artigas, esto es, Andresito Guazurari, lugarteniente de Artigas, caudillo de los misioneros, que termina derrotándolas en la batalla de Apóstoles. Guazurari incluso llega a montar un ofensiva, cruza el río pero es derrotado en Sao Borja, capturado y aparentemente llevado prisionero a Porto Alegre, acostado sobre un caballo y retobado en cuero crudo que se va secando al sol. No hay tumba de Guazurari. Y casi nadie sabe del Congreso de Oriente, de la Unión de Pueblos Libres, y de la primera declaración de independencia. Algún día -quizás en su próximo bicentenario- los argentinos memoriosos la celebraremos. Sin Fuerza Bruta, probablemente, y con algún desfile soportable.-


domingo, julio 04, 2010


¿QUÉ HABRíA PASADO DE GANAR LA COPA?

Ezeiza, 4 de julio de 2010




LA FILOSOFÍA DEL MEDIO CAMPO





Aclaro desde ya que en este tema toco de oído. Como casi todos, pero -si quieren- algo peor. De cualquier modo, me fascina el resurgimiento de la "filosofía del medio campo" en nuestros medios erudofuboleros. Por razones de edad, para mí el medio campo es el centrojás. Y el centrojás, el 5, es Pipo Rossi. O el Rata Rattin, en su momento de gloria, Inglaterrra, 1966 y el estrujamiento del banderín del córner como si fuera la mismísima Union Jack -y así lo sentían los hooligans, gritando animals! (Pero no le quiero robar laburo a Sasturain, que es el dueño de la pelota literaria). Centrojás: es decir, un tipo grandote, gritón, con pasta de líder, que pisa la pelota en el centro del campo y se la reparte cuando quiere a delanteros (cinco) fijos en el sector adversario. Reitero mi ignorancia básica (que comparto con tantos opinioneros) pero: ¿alguien juega así hoy en el fulbo posmo? Nones. Pero estamos pidiendo a gritos un nuevo avatar centrojásico, una reencarnación de Obdulio Varela de este lado del Río de la Plata, un mesías del mediocampo. Al Lío Messi le dieron esa oscura y humillada tarea, de algún modo, y se las ponía a Higuaín y a Tévez, para que todo terminara en polvo, en humo, en sombra, en sueño, en nada.

Personalmente, me gusta la salida de juego con el arquero. Sí, ya lo sé, es como en el ajedrez la apertura con P4TD. Pero cuando resulta, es lo máximo. Mi ídolo en esa "filosofía del arco" es Chilavert. Un paraguas, aceptado. Pero que metió en su carrera 62 goles. A este paso, casi más que el Pulga en los mundiales.
Nada diré de Maradona que no haya dicho ya, el siglo pasado, en "Desenrollando el Turbante" (tolle et lege)· La alternancia criolla de la euforia a la depresión es asunto tan viejo y manoseado como revista de peluquería. Pero, justo en la depre es donde el villafioritense exagera y sobreactúa. Ese llanto siempre a flor de pestaña, esos pucheritos, esos abrazos de velorio que suceden a los piquitos de la exaltación. Qué quieren que les diga: la suerte quiso que tratara a Carlos Monzón en el pináculo y en el fondo de la desgracia -en algún post lo contaré- y, en ese último caso, el del Alto Verde no lloraba. No: convertido en un simio desteñido, mantenía sin embargo un fondo enhiesto de bravura que imponía respeto, no lástima.

Contribuyo con estas reflexiones al despiste general que ha producido el Deutschland über alles. Sí, alles kaput. Pero el Diego resiste: dice que va a a consultar a la familia. ¿Y qué le pueden decir las queridas Dalma Nerea, el protegido Kun, Giannina su señora, la esposa de turno y la Claudia, consultora financiera? Quedáte, pa. Yo, que nada tengo que ganar con esto, también le digo: quedate, pero antes lee mi post.

domingo, junio 27, 2010


UNA NOTA AL PIE PARA ALBERTO BUELA







Alberto Buela, experto en armas de construcción masiva, ha lanzado al ciberespacio un misil titulado “Iglesia, una visión profana”. Tuvo la inmensa gentileza de pedirme algo así como un estudio introductorio. Pero el pensamiento de Buela, y su peculiar estilo para expresarlo, no necesitan de interposiciones. Por eso, me voy a permitir sólo una apostilla, una nota al pie del notable aporte de Alberto. Él se llama a sí mismo arkeguéta, uno que esta siempre principiando, porque conoce bien los principios, pero, nos dice también la expresión, uno que es un fundador. Alberto quiere echar los fundamentos de una comprensión del mundo desde la ecúmene iberoamericana, por encima tanto de un pensamiento meramente epigonal o del bodoque ideológico o de las simplificaciones nac&pop. Un camino alto y difícil, que sigue por la huella de una tradición cuya principal figura podría ser Nimio de Anquín.

Esta ecúmene íberoamericana se edifica con la argamasa del catolicismo romano, recibido en versión pretridentina de la hueste que se fue desparramando por nuestro continente. La “invención de América”-para usar la expresión del mexicano Edmundo O’Gorman- es un proceso que nace con las últimas luces del siglo XV y se va fraguando con diversas proporciones de lo indígena, en sus variopintas expresiones, de lo hispánico y europeo, de lo africano, y de lo que llega luego del Mediterráneo oriental y del lejano Este asiático, hasta terminar en un producto original y único. No es una ensaladera multicultural, donde todo se confunde pero nunca se sintetiza, y donde cada grupo, tomando sus deseos por realidades, porque cree en la realidad de sus deseos, los reivindica como derechos absolutos a “su” identidad. No es tampoco un sincretismo de gabinete, donde las particularidades que conformaron aquel producto original y único deban quedar inhumanamente aniquiladas en nombre de un resultado supuestamente puro. Por otra parte, en ese producto original que es Iberoamérica, o América Románica, como otros la llaman, todos los elementos que contribuyeron a su formación resultan también originarios. No hay posibilidad de jactarse de autoctonías más valiosas que otras. (Los mitos de la autoctonía, por otra parte, han sido bien estudiados respecto de los atenienses, por ejemplo, como fundamento de su hegemonía sobre las demás póleis griegas). Incluso, los hallazgos de los restos más antiguos del hombre en América muestran que sus marcadores genéticos no coinciden con los de los pueblos indígenas llamados “originarios”, cuyas semejanzas, en cambio, con lo yakut siberianos son bien conocidas. La originalidad de América, entonces, estaría en el constante carácter alóctono –y no autóctono- de sus poblaciones.

La otra originalidad destacable, sobre la que Buela insiste, es que la diversidad de componentes se transformó en unidad compleja, no uniforme ni monocolor, por acción de aquel catolicismo de impostación medieval que nos vino del otro lado del charco. Podemos usar, respecto de este aglutinador, las imágenes del cemento o, si se quiere, del agente catalítico que aceleró la síntesis de los diversos elementos, permaneciendo él mismo inalterado. Por eso, anota nuestro Alberto, los europeos pueden, en su crisis, remontarse a la paganía, a griegos, latinos, celtas o godos, y encontrar allí mensajes válidos, porque el cristianismo llegó a una Europa que ya estaba histórica y culturalmente conformada. El americano, en cambio, no puede remontarse culturalmente más atrás del catolicismo, en términos de su identidad cultural. Un catolicismo asumido vitalmente, ínsito en la forma mentis iberoamericana, más allá de la práctica e, incluso, de la creencia efectiva. El iberoamericano, sea que crea, que dude o que no crea, vive sobre un subsuelo cultural católico.

Entonces, cuando nuestro Alberto observa que en los grandes centros del llamado Occidente se comienza a describir a la Iglesia Católica como una asociación ilícita que, bajo pretexto de difundir la buena nueva se orienta a promover y practicar la pederastia, teniendo como cabeza a quien preside de blanco el Vaticano, se cabrea con buenas razones, porque, como iberoamericano, esa campaña le está serruchando su piso cultural. Aparece aquí un laico preocupado, que piensa desde nuestra ecúmene, y reacciona no como reflejo clerical –al contrario, Buela observa la tibieza defensiva de los circuitos propiamente clericales en el caso- ni siquiera como rebote de un creyente. Es la respuesta desde el núcleo duro de nuestra peculiaridad iberoamericana, que pretende desenmascarar los intereses que se entrelazan detrás de la campaña difamatoria.

La Iglesia romana se titula universal, católica, pero, en disonancia con el crepúsculo de la modernidad, no es una fuerza globalizadora; antes bien, aparece como un obstáculo, un katéjon, a la uniformización planetaria de la globalización. Ello ocurre incluso más allá y hasta en contra de los discursos de muchos de sus voceros. Estas confusiones se observan, por ejemplo, en lo relativo a la religiosidad substituta, propia del signo globalizante, que es la ideología de los “derechos humanos”. La globalización del derecho es una empresa destructiva del jus de raíz romana, porque todo derecho es tópico, esto es, se modela en un tópos, en un lugar y bajo una modulación determinadas La Humanidad como sujeto de derecho no existe o, mejor, como decía Proudhon, quien la invoca quiere engañar. Los “derechos humanos” sólo pueden proclamarse globalmente a condición de admitir el derecho a descreer de su universalidad. Existen derechos esenciales del hombre[1], asociados a su naturaleza y a la naturaleza de las cosas, pero en todos lados se manifiestan y modulan diversamente. Pero, fuera de estas trampas y equívocos, confusamente adoptados, la Iglesia romana aparece como una rémora obstaculizadora al proceso general de la globalización, de la uniformización monocolor del mundo, cuya intención final es reconducir forzadamente el necesario pluriverso cultural, político y jurídico a un uni-verso, a un solo centro de dirección.

De allí que el campo de choque con la Iglesia se dé, principalmente, allí donde la globalización plantea la uniformización pansexualista, que representa la muerte del eros, la paideia, la familia y el terruño, cercenados en sus bases antropológicas y biológicas, para las que se propicia una pura y simple mutación. Los matrimonios homógamos y las fecundaciones heterólogas, el útero en los avisos de alquiler, la madre single porque el padre resulta figura anacrónica e inútil, la adopción por parejas homosexuales, con cruces de semen donado y óvulos comprados, y lo erótico reducido a masturbación asistida, son apenas ejemplos de esta revolución globalizadora en marcha implacable. El viejo dicho español afirmaba que no le puede negar un cigarrillo a un pobre y un polvo a una mujer. Reformulado al día de hoy, diríamos que no le puede negar a nadie una donación anónima de esperma, aunque sí un cigarrillo, por eso de la salud. Alguien ha resumido este pansexualismo diciendo que en él todo está permitido, siempre que se haga debidamente protegido de dos enfermedades: del SIDA, para lo que sirve el condón, y del embarazo, para lo que sirven aborteros cada vez más refinados.

El único tabú que resta es la pederastia, y allí estamos todos de acuerdo, en tren de mantener algo. Pero sospecho, tras la lectura del alegato de Buela, que se considera un mal la pederastia porque se supone que es un pecado y un delito propiamente clerical. Si no se considerase así, seguramente que encontraríamos numerosos y poéticos propugnadores de ella, como adorno existencial de la progresía. Pero hoy sirve para descalificar moralmente a la Iglesia, para “ensuciar la sotana blanca”, como dice Buela. Es obvio que ninguna de estas afirmaciones pretende justificar o cubrir a los pederastas existentes en el seno de la Santa Madre, como bien deja en claro Alberto. Pero se trata de advertir claramente cuáles son las intencionalidades de la campaña. No se combate a los pederastas que están en la Iglesia; se combate a la Iglesia, rémora obstaculizadora de la homogeneización global, porque tiene pederastas.

Uno de las devastaciones que esta campaña bien montada está produciendo es la destrucción de la paideia, que la Iglesia había heredado del mundo clásico. La paideia era el modelo educativo griego, que los romanos tradujeron como humanitas. La humanitas romana, al contrario de la “Humanidad” globalizadora, era una fuente creadora de diversidad. Entre las humanitates que se desarrollaron en el mundo, una fue la humanitas iberoamericana, que trajo de la mano a estas tierras aquel catolicismo basal. Uno de sus máximos representantes se llamó Garcilaso de la Vega Inca. Cada humanitas, en el prodigio de su diversidad, iba configurando un paideuma, un contenido esencial de cada ecúmene cultural, que la enseñanza, la paideia, transmitía, a través de una relación especial de autoridad intergeneracional entre enseñante y enseñado. La Iglesia fue la heredera de la paideia y de la humanitas clásica. Hoy aquella relación especial ha entrado en el cono de la sospecha. La enseñanza toma distancia, aleja al maestro del estudiante y pronto la relación cara a cara se sustituirá con la de telecomando y pantalla. La paideia es una antigualla o, quizás, tapadera de perversiones.

No sé si estas notas resumen e interpretan acabadamente la riqueza del planteo bueliano. Abra en confianza la puerta y enriquézcase directamente el lector.


Luis María Bandieri




[1] ) Ya los juristas romanos indicaban que hombre, homo, incluía al hombre y a la mujer, como expresión universalizadora. El varón propiamente dicho se manifestaba con el vocablo vir.

martes, junio 22, 2010


CERONETTIANA





En su introducción a la traducción del texto atribuido al rey Salomón, dice Guido Ceronetti: "la lectura en clave erótica del "Cantar de los Cantares" es la más segura, pero no tiene sentido si el lecho de los quereres no queda iluminado con una pequeña lámpara por la que, a través de esos amores transparentes, alumbre el Escondido".


El absconditus que alumbra y deslumbra.

Y DIOS CREÓ EL EROTISMO





La bipolaridad hombre/mujer, presente en cualquier texto sagrado, es un símbolo luminoso de la divinidad creadora. El paraíso tiene un hombre y una mujer paseándose. Y Dios con ellos. De paso, por eso no es cosa fácil en este mundo, ya expulsos del jardín del Edén, reconstruir la pareja humana.

martes, junio 15, 2010


LA PULPO





Homenaje a la pelota del fulbo que yo conocí, aunque crudo y patadura como fui. Le dediqué un cuento en "El Gol de Dios". Moriré sin pegar con cara externa de pie derecho a la Jabulani (pelota oficial de Sudáfrica 2010.

MACHADIANA




Para ubicarnos un poco en tanto desnorteo, y entre la oferta de caminos que no llevan a ninguna parte, encuentro esta copla, que dedico a nuestra clase polìtica:


"Camino que no es camino

De más está que se emprenda

Porque más nos descarría

Cuanto más lejos nos lleva"


Es de "La Lola se Va a los Puertos", y la escribió uno de sus coautores, Manuel Machado. El otro, claro, fue Antonio. Como contestó malignamente Borges a un periodista español progre que le preguntó su opinión sobre Machado: "Ah, sí, Manuel, gran poeta. ¿Tenía un hermano que también escribía versos, no?"


Camino que no es camino es aquél por donde cotidianamente nos encaminamos.



viernes, junio 11, 2010



MATRIMONIO HOMOSEXUAL: EL ÚLTIMO JUEGO DE LEVIATÁN








Establecer por ley que matrimonio incluye la unión de dos personas del mismo sexo, es una interesante aplicación del viejo principio hobbesiano: auctoritas, non veritas, facit legem. La ley contradice la biología e introduce una mutación antropológica. Pero es ley, dura lex. A continuación, desde Sudáfrica, un comentario sobre el tema, proveniente de un distinguido miembro de Hinchadas Unidas Argentinas:




Lo que está decadente es el matrimonio. Sólo dos "colectivos" se ocupan con preferencia de él: los obispos y los homosexuales. Los demás, muzarela. Pocos entran y el que puede se raja. Considero la propuesta del matrimonio homosexual como una caída de nivel de los uránicos (busque en el mataburros). Más aún: como una gronchada impropia de la estética gay, tan destacada ella. Manucho Mujica Láinez no pensó nunca en casarse con ninguno de sus "sobrinitos" ni Ana de Alvear, su mujer, entrar en himeneo con alguna de las señoritas con las que se abandonaba a sus prácticas sáficas (imagine u otra vez al mataburros). Amplío la prueba histórica: de Platón a Michel Foucault, pasando por Leonardo da Vinci, a ningún homoerótico (observe la fineza) se le ocurrió casarse con manflorón de su mismo sexo. Se casaron con mujeres, cuando se casaron y, si no, solterearon. Un día vino Roberto Piazza y dijo que quería casarse de blanco. El doctor Gil Lavedra se puso a leer la constitución y encontró que lo discriminaban al Robertito. Y los diputados acudieron a su conciencia, que es aquello de que menos disponen. Lilita hizo su número de gataflora y salió el engendro que salió, que pasará también la aduana del Senado. En fin, la decadencia gay resulta ya manifiesta (y el matrimonio será la bíblica maldición que ahora los castigará). Ellos también oirán a su parej@ decirles: "preferís el fútbol antes que a mí; preferís a los amigotes antes que a mí; preferís el diario antes que a mí" y no podrán contestar que sí.


domingo, junio 06, 2010



¿MATARÍAMOS AL MANDARÍN?



Para cuestiones de plata, nada como Balzac. Reproduzco aquí un viejo comentario

El 18 de agosto de 1850 fue registrada oficialmente en la municipalidad de Boulogne-sur-Mer la muerte, ocurrida la tarde del día anterior, de un tal José de San Martín, que fuera brigadier del ejército argentino, capitán general de la república de Chile y generalísimo de las armas peruanas. El mismo día, en París, rue Fortunée, moría un tal Honorato de Balzac, que fuera bachiller en derecho, imprentero, editor, plantador de ananaes, importador de rulemanes para ferrocarriles desde Ucrania, explotador de una mina improbable en Cerdeña, siempre fracasado en estas empresas y, además, escritor magnífico. El militar argentino, de setenta y dos años, murió, según se nos cuenta, diciéndole a su hija que sentía la fatiga de la muerte y llamando a su yerno. El escritor francés, de cincuenta y un años, en su agonía, según la leyenda, pidió por el doctor Bianchon, el único médico que podría salvarlo. El doctor Bianchon, el amigo de Eugenio Rastignac y de Luciano de Rubempré, era el médico de la “Comedia Humana”, un puro producto de la fantasía literaria del propio moribundo. No paran en esta anécdota los aspectos novelescos de la muerte de don Honorato. Su esposa, la condesa ucraniana Eva Hamska -con la que se había casado unos meses antes- mientras el escritor agonizaba en su cuarto, mantenía en otro aposento un romance con un escultor amigo de la familia.

Balzac había nacido en Tours el 20 de mayo de 1799. En unos días se cumplirá el bicentenario. El padre se apellidaba, en realidad, Balssa. Tiempo antes, alguien de la familia había sido condenado y ejecutado, cubriendo el nombre de oprobio. Papá Balssa, entonces, se cambia en Balzac, con una partícula nobiliaria “de” antepuesta, para mayor honra y pompa de la nueva versión. Según parece, así se habría llamado una amante de Enrique IV. Más tarde, Honorato afirmará fuera de toda duda descender de los Balzac d’Entragues. Durante su niñez, Honorato, desatendido por su madre, fue internado como pupilo en un colegio de disciplina de hierro. Allí sufrió continuos castigos; el más duro consistía en mantenerlo largas horas en un cuartujo oscuro, casi una celda. En aquel encierro, y para escapar al temor del aislamiento, el pequeño Honorato aprendió a construir mundos fantásticos y viajar a ellos a voluntad. A partir de allí, su imaginación extraordinaria y exasperada no habría de abandonarlo jamás. Fue echado del colegio por practicar sobre un crucifijo, junto con un compañero, un ceremonial calificado de sacrílego (justamente él, que declarará más tarde escribir bajo los auspicios de “dos verdades eternas”: la Religión y la Monarquía). De algún modo acaba su liceo, va a estudiar derecho a París, y se emplea en una notaría, de donde extraerá conocimientos de la vida leguleya y las maniobras con hipotecas. En 1819, decide instalarse en una buhardilla para dedicarse a ser escritor. Tardará un decenio, durante el cual produce de todo: novelas, cuentos, ensayos, folletines, artículos periodísticos, generalmente impublicables, hasta alcanzar a los treinta y un años su primer éxito fulminante con “La Piel de Zapa”. Ya es como lo modelará Rodin, en la estatua que se encuentra en el boulevard Raspail: una gran cabeza melenuda, con ojos resplandecientes bajo las cejas espesas, sobre lo que se adivina un cuerpo cuadrado y petizo.

En su obra magnífica e inmensa, que llamó “La Comedia Humana”, aparecen las tres fuerzas que, a juicio del gordo Honorato, gobiernan el mundo y empujan al hombre en sus peripecias cotidianas: el dinero, el sexo y el poder. A él, pese a las ventas multiplicadas de sus obras, solía faltarle el primero, hasta el punto de tener que ocultarse de sus acreedores (agravando el punto, sostenía que, para salir de un problema monetario, era necesario endeudarse aún más, cosa nefasta para los particulares y sólo practicable por los gobiernos, según el FMI). El segundo, el sexo, lo atraía vivamente, aunque limitado por el inmenso trabajo de creación de su mundos ficticios; en este punto, amor y literatura se limitaban mutuamente como en una condena mitológica: si, según su propia confesión, comenzó a escribir para conquistar mujeres, debió postergar o perder muchas oportunidades amatorias por la esclavitud de la noria literaria. El poder, en fin, nunca lo tuvo, pero advirtió sus mecanismo modernos (los mass media, las altas finanzas, la corrupción) y llegó a describir con gran penetración los manejos de los poderosos ocultos (lo que hoy llamamos mafias). Engels se entusiasmó y lo llamó el “primer escritor marxista”. Pero el gordo Honorato no era ni un revolucionario ni menos un progre. Describió una sociedad muy parecida a la nuestra, impulsada por la ambición de la trepada social y la obtención de riqueza a cualquier precio, a través de la especulación bursátil o inmobiliaria, la usura o el casamiento afortunado. Despreciaba ese mundo -de allí su reivindicación solitaria del Trono y el Altar pour épater le bourgeois- pero era escéptico en cuanto a poder trastornarlo de raíz, así como también respecto a que las cosas pudiesen cambiar demasiado si llegaban al poder quienes querían, exaltadamente, voltear a los que lo ejercían. Admiraba las personalidades napoleónicas y estaba, por eso, vacunado contra el jacobinismo. No comulgó en lo absoluto con una deidad de su tiempo: el progreso. El gordo intuyó que detrás de esa palabra prometedora había un equívoco, como lo vemos hoy muy claro, cuando literalmente estamos muriendo de tanto progreso, que deja fuera de sus beneficios a cada vez más personas

Este escritor inmenso suele tener, a lo largo de su obra impresionante, ciertos desfallecimientos: errores, olvidos, párrafos de folletín. Flaubert, con su habitual maldad, escribía a su amiga Luisa Colet: “¡qué hombre habría sido Balzac, de haber sabido escribir! “. A su turno, Baudelaire observaba, sin embargo, que en Balzac hasta las porteras resultan ingeniosas. Y esas perlas han quedado allí, como para que el lector voraz las encuentre y las goce.


Aparece el mandarín

Entrar en las páginas de don Honorato de Balzac puede ser ya un placer para pocos y una tortura para la mayoría. Porque el gordo Balzac, como cualquiera sabe, destacaba en la descripción de tipos y costumbres. Eso mismo que hoy hace la cámara de cine o de tevé, por medio de un lenguaje de planos, acercamientos y detalles que, casi siempre, pasan inadvertidos al ojo desnudo. Por lo tanto, en el mundo del vídeoclip, las descripciones del Gordo pesan, se sienten y resienten a los amantes del mundo sin esfuerzo de la imagen. Cierto, hay todavía gente, como este cronista, que paladean esas parrafadas como alguien puede, y es su derecho, deleitarse con un Big Mac. Después de este comienzo, parecería que el Gordo nada tiene que decirle al mundo de Soros y Bill Gates. Sin embargo, nos lo imaginamos con los ojos ávidos, envuelto en su bata de entrecasa, la cafetera a mano, mirando la televisión (después de haber desenchufado el teléfono y robado la chapa municipal, a fin de evitar que le echen mano sus tradicionales enemigos, los acreedores) y diciéndose: “este futuro yo ya lo escribí”.

Porque, en verdad, él vivió y describió algo parecido: un mundillo global regido casi exclusivamente por la ecuación costo/beneficio, donde se desenvuelve una carrera hacia la riqueza con pocos elegidos y muchísimos tronados. Eran los tiempos, entre dos revoluciones (1830-1848), de Luis Felipe, el Orléans, el “rey burgués”. Tocqueville, algo horrorizado, comparó el gobierno de entonces a una sociedad anónima corruptora que sobornaba a sus electores ofreciéndoles logros materiales. Esos logros, justamente, que Balzac nunca pudo alcanzar, en su carácter de deudor consuetudinario y desprolijo, tapado de pagarés vencidos e impagos -hoy habría reventado todas las tarjetas. El Gordo, entonces, se hizo reaccionario, juró por la Religión y la Monarquía contra el dominio del Burgués enriquecido, puso un busto de Napoleón sobre el escritorio y, no pudiendo triunfar en ese mundillo, se dedicó a contarlo (tan bien, que un alemán de Tréveris morocho y barbudo, que respondía por Carlos Marx, devoró y anotó todas sus novelas). Así nació la serie de “La Comedia Humana”. En ella, por ejemplo, aparecen los muchachos jóvenes, venidos de la provincia, que quieren “llegar”. La vía no era entonces el master en Marketing Estratégico sino, por ejemplo, el braguetazo. Ahí va caminando por las calles de París, con su ropa lustrosa, Eugenio Rastignac, un poco más de veinte años, estudiante de Derecho, rumbo a la pensión de la señora Vauquer, mientras espera el giro de mil quinientos francos (precio de la ruina de su madre y su hermana), que lo sacará del pozo y lo lanzará al gran mundo, al de la revista “Caras”, para que nos entendamos. Al lado de Eugenio, su amigo Bianchon, estudiante de Medicina, que sueña con volver a su pueblo con el título bajo el brazo, como un triunfador de las viejas Pitman. Eugenio le plantea a su amigo qué haría en el caso de que pudiera enriquecerse matando, por medio de su voluntad, sin consecuencias y sin moverse de donde está, a un mandarín en la China. La hipótesis parece que no tuviera sentido: un asesinato a distancia, por un “movimiento de cabeza”, cae fuera de los recursos ordinarios del bicho humano, sea en tiempos de Balzac como ahora. Por otra parte, ya no deben quedar mandarines en China, y habría que colocar en su lugar, para evocar la misma riqueza fabulosa que la imaginación occidental de principios del siglo XIX les prestaba, a un banquero de Hong Kong. Porque la riqueza, súbita y enorme, es la cuestión de Rastignac, la cuestión de Balzac y, para qué negarlo, también la cuestión de todos nosotros. La idea de ganar dinero, mucho dinero, a cualquier precio, “a como dé lugar”, según dicen los mexicanos. Rastignac planteaba a su amigo, pues, que haría si pudiese ganar dinero por medio de un crimen perfecto, impune y casi sin cortejo de remordimientos e inconvenientes por el estilo, sobre un personaje remoto, exótico y, quizás por ello, odioso. ¿El hambre de riqueza es tan irrefrenable que un hombre no vacilaría en matar a un desconocido, sin consecuencias punitorias para él, a cambio de recibir la fortuna soñada? La pregunta que plantea Rastignac no está pasada de moda y -creo- vale también en el mundo de Internet.

Es curioso que Rastignac-Balzac atribuya el dilema a Rousseau. Parece que un chansonnier de la época, Luis Protat, fue el autor de la confusión. (Observe el lector que cuando este tipo de cuestiones morales se ponen en canciones populares, es que la cosa está ya muy avanzada). Se ha descubierto que la fuente es el vizconde de Chateaubriand (1768-1848), en el “Genio del Cristianismo”. Y vaya uno a saber cuál fue, a su turno, la fuente del vizconde. Lo cierto es que tanto el vizconde como el Gordo sospechaban que el europeo de su tiempo no vacilaría en matar al mandarín, a cambio de la fortuna. ¿Y el de hoy? ¿El lucro continúa siendo el combustible esencial de nuestar vida? La respuesta la dejo al lector. Y me animo a plantearle una pregunta complementaria: ¿se preocuparía el hombre de hoy -como el buen vizconde, como el insondable Gordo-, estando en juego la riqueza, por el valor de la vida de un hombre cualquiera, chino o lo que fuese?

Más sobre el mandarín

Partí para unas vacaciones ligero de equipaje intelectual. A los pocos días, entre bruma y llovizna, me atacó la crisis de abstinencia. Contra mi costumbre, comencé a comprar el diario.
Por higiene, lo abandoné y decidí volver al vicio impune del libro, aunque respetando mi voto veraniego de no pisar una librería. Así, al pasar por un quiosco de diarios (a cuya lectura había renunciado) descubrí un pilón en oferta a peso por tomo y allí, a la vista, esperándome, un libro de José María Eça de Queiroz. El grueso del tomito lo ocupa un cuento, “El Mandarín”, que el gran portugués escribió en 1879, cuando revistaba como cónsul de su país en Bristol, Inglaterra. Esta historia del mandarín reitera la cuestión que propone Rastignac a un amigo en la novela de Honorato de Balzac titulada Père Goriot, publicada en 1834. Transcribiré la cuestión tal como se la plantea el Diablo en persona al protagonista del cuento del portugués:

“En las profundidades de la China existe un mandarín más rico que todos los reyes de quienes hablan la leyenda o la Historia. Nada conoces de él, ni su nombre, ni su rostro, ni la seda con que se viste. Para que tu heredes sus caudales infinitos, basta que hagas sonar esa campanilla que se halla a tu lado, sobre un libro. El apenas emitirá un suspiro en los confines de Mongolia. Entonces se convertirá en un cadáver y tendrás a tus pies más oro del que puede soñar la ambición de un avaro. Tú, que me lees y eres un mortal, ¿harás sonar la campanilla?”

Eça de Queiroz recoge, pues, un texto de Balzac. Balzac, a su vez, afirma que el dilema moral chinesco lo recoge de Rousseau. Ya conté que la atribución balzaciana a Rousseau es errónea, y proviene de una canción de un parolier famoso en la época, Luis Protat, que le endilgaba al ginebrino el destrato hacia la vida del mandarín. El dilema se encuentra en “El Genio del Cristianismo”, del vizconde Chateaubriand (1768-1848), un poco mayor que el gordo Honorato. Esta obra, piedra basal del romanticismo, y donde el genio de la religión cristiana, dibujado con trazos propios por el buen vizconde, se presenta como lo opuesto a la Ilustración y el enciclopedismo, apareció en 1802, poco tiempo después que Chateaubriand regresara del destierro, al amparo de la reconciliación proclamada por Bonaparte. Para Chateaubriand, el apólogo acerca de dar muerte a un hombre en China y heredar su fortuna en Europa, prueba que la conciencia existe, y que no resulta simplemente del mero temor al castigo. A pesar de las facilidades de matar a distancia a alguien tan exótico y remoto para un europeo de entonces como un chino en China -nos está diciendo el vizconde-, y a pesar de los consoladores millones recibidos, la conciencia remorderá. Y si hay conciencia, concluye con cierto apresuramiento, debemos dar por sentado que el alma es inmortal. Ahora recordemos las fechas. En 1802, Chateaubriand utiliza el apólogo del mandarín para justificar que la conciencia no es silenciable, aunque nuestro acto no traiga aparejado castigo, y sí beneficios. En 1834, Balzac retoma el apólogo, pero ahora aplicándolo a la riqueza, la cuestión de su tiempo: ¿seríamos capaces de matar, sin riesgo, a cambio de la fortuna? Un letrista del momento había puesto el mismo dilema en una canción popular. En 1879, Eça de Queiroz ahonda en la huella balzaciana, porque adquirir la riqueza por cualquier medio seguía siendo el tema de su tiempo. Y aunque también el protagonista de su cuento sufre remordimientos de conciencia, de los cuales pretende escapar por diversísimos medios, y que ensombrecen su dicha de potentado, se muere pensando que si el resto de nosotros hubiese tenido su oportunidad de enriquecerse a costa del último aliento de un chino lejano, no habría quedado mandarín sano en el Celeste Imperio.
Más tarde, Richard Matheson rcoge el tema en un cuento -Button, button- , publicado en Play Boy en 1970, donde se une en el final la historia balzaciana con "La Pata del Mono".
La pregunta del Diablo al personaje del portugués sigue siendo actualísima y merece navegar por Internet. Si oprimiendo un botón, sin temor a responsabilidades o castigos, pudiéramos hacernos con la fortuna del presidente del directorio del más grande banco de Hong Kong, o la de Georges Soros, o la Bill Gates, a cambio de que estos personajes pasaran dulcemente al otro barrio ¿nos privaríamos de ese pequeño apretón? ¿La conciencia, a principios del siglo XXI, seguirá siendo esa señorona insobornable que nos contaba el vizconde de Chateaubriand al despuntar el siglo XVIII? No hay como las lecturas de vacaciones para plantearse las cosas profundas.-





sábado, junio 05, 2010


QUIEBRA FINANCIERA GLOBAL: ¿Quién será el pagador en última instancia?



Volver después de seis meses de hibernación tiene el problema -seamos pedantuelos- de l'embarras du choix: ¿qué elegir entre tanto material a la vista? A puro pálpito, elijo hablar de lo que más cuenta en el "reino de la cantidad", o sea la platita



Un estudio de Grail Research y Lux Research, para la Harvard Business Review, señala que el dinero invertido por los gobiernos de todo el orbe en rescates bancarios, para apalancar el sistema financiero, y en planes de estímulo para obras públicas equivale a 13 billones de dólares (billones norteamericanos, miles de millones), lo que representa casi el 22% del PB mundial y equivale a una deuda per capita de cada habitante del globo de 2.000 dólares. (Para más datos, la cifra iguala el PBI de los EE.UU.)



Tomemos con pinzas estas cifras (estamos curados de espanto con nuestro INDEC) pero, de todos modos, vayan anotando esta suma -que representa el estado provisorio de la deuda financiera global- en el debe de sus cuentas personales, porque alguien va a tener que pagar este plan para la salvación de la burbuja financiera global... y ya se sabe quiénes son los pagadores en última instancia: we, the people.

El actual Nomos de la Tierra, en situación de crujido, se propuso a partir de la Seguinda Guerra Mundial, y con especial inflexión desde los 70 del siglo pasado, cuando se generaliza la ideología de los human rights como baremo
del comportamiento polìtico global, desenvolver una institucionalización democrática desde arriba hacia abajo, desde lo global a lo local.

Reflexionemos un instante en que no nos encontramos inmersos en un mundo con instituciones globales medianamente fiables y compuesto, en alguna parte, por “países serios”, que se preocupan por aislar a unos cuantos failed states (países fallidos), ingobernables en el campo político e inviables en el campo económico y financiero.

Tenemos una suerte de constitución cosmopolítica universal, cuyo pilar es la Declaración Universal de los Derechos Humanos efectuada por la ONU en 1948, más la serie de tratados internacionales, muchos de ellos incorporados con jerarquía constitucional pro el art. 75, inc. 22 de nuestra Constitución, a partir de la reforma de 1994.

Tenemos una globalización judicial Corte Penal Internacional, Tratado de Roma; Corte Internacional de Justicia de La Haya, Corte Europea de Derechos Humanos cuya competencia llega hasta los Urales y tenemos una Corte Interamericana de Derechos Humanos con competencia continental. Tenemos la OMC, el CIADI y muchas más instituciones globales con "derrame" local, que omito. Pero vivimos globalmente en una excepcionalidad permanente y en una guerra civil generalizada, donde rige la enemistad absoluta y se puede destruir al enemigo a como dé lugar, sin importar los daños colaterales. No quiero abundar trayendo a colación el episodio de la llamada "Flota de la LIbertad" en el intento de romper el bloqueo de Gaza.


Es curioso que cierto países sean calificados como failed states, como políticamente ingobernables y económica y financieramente inviables, cuando presenciamos una falencia financiera global y un desgarro profundo de la red institucional planetaria que ha venido tendiéndose desde fines del siglo XX.


No más grondoneo sobre "países serios" y de los otros, lo que no quita que nosotros nos esforcemos en agregar a aquel colapso general nuestro propio extravío. Que ya es decir.-