miércoles, febrero 21, 2018

¿QUÉ ES EL CORAJE?: DE SÓCRATES A CLINT EASTWOOD


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Un diálogo platónico, “Laques”,  generalmente atribuido a los escritos de juventud del filósofo, transcurre en un gimnasio donde varios maduros atenienses debaten sobre lo que puede ser más conveniente para la educación de sus hijos. Como vienen de presenciar  un entrenamiento de esgrima, más concretamente platicarán sobre si conviene enseñarles ese arte a los jóvenes. Interviene Sócrates y el diálogo va derivando hacia qué es el valor –la andreías-  y cómo transmitirlo. Convienen en que el coraje es una parte de la virtud, de la areté, pero no logran averiguar qué debe entenderse en definitiva por aquél. El camino está momentáneamente bloqueado, pero acuerdan  en que la transmisión de la virtud, y de la parte que en ella ocupa la valentía, cuya definición queda pendiente, contribuirá a hacer a los jóvenes tan buenos como puedan llegar a serlo.  No sé si Clint Eastwood  ha leído a Platón o si se ha planteado alguna vez aquella misma  cuestión, en diálogo con sus amigos, quizás mediando un bourbon o alguna cerveza.  Pero sí aventuro que toda o casi toda  su peripecia como actor y director de cine ha girado sobre la virtud y, en gran parte, sobre su componente, el coraje.  Desde el joven sin nombre de “Por un puñado de dólares” (la primera de esas de vaqueros que dirigió Sergió Leone y puso música Ennio Morricone) al viejo  Walt  de  “Gran Torino”, todo discurre sobre la virtud y la valentía.  No hay una definición del valor, así como no hay una preceptiva de la virtud. Pero están ahí, mostradas, actuadas y dejando un rastro. En “15:17 Tren a París”, a los 87, Clint ensaya, en esa línea,  casi una antipelícula.  Va a tratar de un episodio conocido: un yihadista  irrumpe en los vagones del tren Thalys Amsterdam-París, armado de una AK-47 y una pistola semiautomática, con suficientes cargadores como para producir una carnicería. Dos pasajeros intentan detenerlo y uno de ellos resulta gravemente herido.  En el tren viajan tres norteamericanos, dos de ellos soldados  con destino en Europa y en licencia y un tercero, estudiante, venido desde los EE.UU.   Logran reducir al sujeto y taponar, con la ayuda de un médico, la arteria del pasajero herido.  Digo antipelícula porque de sus 94 minutos,  sólo  poco más de diez  muestran el ataque y su desenlace; porque Eastwood ha tomado a los tres protagonistas del hecho como actores, representándose a sí mismos; porque se ha servido como extras de pasajeros que que viajaron en  aquel tren fatídico; porque el final,  cuando en el patio del Elíseo son los tres norteamericanos y el médico condecorados por el presidente francés Fraçois Hollande con la Legión de Honor, se reproduce el mismo acto original. Un docudrama  jugado por los propios actores del drama real. Buena parte de la crítica ha dicho que el tren de Eastwood “descarriló”; que el film está hecho a desgano;  que la historia previa de los tres amigos es demasiado larga y anodina; que los diálogos son en gran parte banales, que la actuación de los protagonistas resulta a veces forzada, etc.  “Demasiada munición para tan poca gloria”, resume  un cronista cinematográfico. Puede ser, pero a esta altura no podemos dudar que Eastwood sabe lo que quiere y quiere lo que hace. En el mundo actual, en eso que llamamos “Occidente”, ¿qué es el coraje? ¿quiénes son los que aún pueden jugarse el todo por el todo en pro de los demás?  Suelo escuchar que ha sido un acto de gran valentía de Fulano  o de Zutana, pertenecientes al círculo de los famosos, el haber salido del placard y reconocerse homosexual. Es valiente la actriz que denuncia, décadas después, los manoseos que debió sufrir para continuar en carrera,  de parte de algún gran capitoste de la industria. Y esta misma actriz habría tenido un acto de gran denuedo, tiempo atrás, cuando al recibir un premio,  hizo del atril cátedra moral contra los políticos cuyas ideas no compartía –olvidando la viga que ahora vemos asomando de su otro ojo.  Puede ser que estas conductas manifiesten algún grado de valentía. Pero Clint no marcha con el rebaño  del arte en que descuella. Es un anarca; un "maverick" que sabe del arraigo e intuye el bien común; alguien que desconfía de los oropeles y entorchados simbólicos de la autoridad, de los vanos discursos de los vanos personajones y busca lo auténtico de los actos, la ejemplaridad.  ¿Dónde la encuentra, hoy? En tres muchachos, cuya historia personal nos bosqueja. Dos de ellos blancos, el otro afroamericano, provenientes de la clase obrera, con familias complicadas, monoparentales, de madres luchadoras:  Alek, Spencer y Anthony. Los tres tienen problemas en la inserción escolar. Spencer, y en alguna medida Alek, padecen del trastorno de déficit de atención concentrada; Anthony, por su parte, es inquieto y rebelde. Los tres sellan su amistad en la antesala del director de su escuela –un establecimiento religioso- , esperando la sanción de turno.  Les gustan las armas –especialmente a Spencer, que endosa camisetas camufladas. La raza, ese orientador y regulador indispensable en la democracia étnica norteamericana, no cuenta entre ellos: dos white trash y un negrito se equivalen.  En fin, tres buenos para nada, solitarios fuera de su círculo, jugando paintball con réplicas de armas. A primera vista, embarcados en destino  a barrer con una balacera las aulas de esa escuela a la que concurren de mala gana, por ejemplo. Talvez, para redondear el retrato, votantes de Trump. Aparece, sin embargo, un detalle: no están encerrados en sí mismos.  Sienten, sobre todo Spencer, que está en su sino el hacer algo por los demás: sienten oscuramente que son deudores de su entorno, comenzando por el familiar, y quieren de algún modo cubrir esa deuda. Spencer chico, arrodillado junto a su cama, rezando por la noche la oración "Señor hazme un instrumento de tu paz", (erróneamente atribuida a Francisco de Asís), resume ese empeño.  Spencer intenta ser rescatista de la Fuerza Aérea, para lo que se prepara intensamente. Su problema atencional le juega alguna mala pasada y, finalmente, es desechado por un problema de visión.  Consigue, al fin, alistarse para prestar primeros auxilios, aunque habiendo pasado por problemas en su entrenamiento. Alek se incorpora a la Guardia Nacional y es destacado en  Afganistán. Anthony Sadler, de los tres es el único que llega a cursar una carrera universitaria –obtendrá más tarde un título  en kinesiología.  

Los amigos se relacionan por Skype y Spencer les propone reunirse para recorrer Europa. Aquí el film nos muestra a tres muchachos que vuelcan comentarios triviales sobre los lugares clásicos de Roma, que dicen lo que todo turista mientras viajan en el vaporetto por el Canal Grande, en  Venecia, que descubren en Berlín, durante una visita guiada, que Adolfo Hitler no se suicidó en el búnker ante el avance norteamericano sin ante la proximidad de la tropa soviética y que, finalmente,  se consiguen una curda de aquellas en una disco de Amsterdam. No elaboran epigramas, no hay frases felices, no se cruzan con un amor romántico. Tres californianos elementales gastándose unos dólares en el viejo mundo. Pero Clint nos ha paseado por ese adocenamiento para que  quitemos la cáscara y gustemos mejor la pulpa. Durándoles un poco la resaca, abordan el Thalys, rumbo a Paris.   Promediado el viaje, apareció el  yihadista, Ayub El Jazzami, un marroquí veinteañero, que sale de un baño empuñando  un Kalachnikov y llevando al cinto una Luger. Cargaba munición para 300 disparos. Un pasajero francés trata de detenerlo y es golpeado. Otro,  un británico, logra  que arroje al piso el fusil, pero lo recobra y Ayub lo hiere gravemente en el cuello. Entra en el vagón donde están los tres amigos. Spencer, separado del yihadista por varios metros se arroja sobre él y, providencialmente, el fusil de Ayub, disparado, se encasquilla. Comienza una pelea y Aleck logr arrebatar el fusil, golpeándole al yihadista la cabeza con la culata del AK-47. Finalmente reducido, junto con un médico británico, atienden al herido y Spencer consigue poner en práctica correctamente sus conocimientos de primeros auxilios. El tren se detiene en Arras, el yihadista es detenido y el herido derivado al hospital.  No hay música de suspenso. No hay cortes de escena. No hay dramatización extra ni primeros planos para los “toques” de actor. Todo es simple, con una cámara que va siguiendo el proceso donde menos molesta.

Sócrates habría dicho:

-Ahí está el valor, buen Nicias

-Así me lo parece, oh Sócrates

Y  Clint octogenario lo hizo cine




NB: "Maverick" fue una serie norteamericana de los años 60, protagonizada por James Garner. Bret Maverick era un tahúr que se destacaba en el proceloso póker del Viejo Oeste. La palabra se aplicaba al animal, generalmente un ternero, sin marca y criado guacho. Por extensión, denomina al sujeto que gusta hacer las cosas a su manera, por fuera de la manada, a su aire. Se originó en un tal Sam Maverick, un tejano que dejaba su reses sin marcar, orejanas, allá por mediados del siglo XIX. A raíz de la serie, en el muy especial póker abierto popularizado por la televisión se llama "maverick" a recibir dos carta Q y J, en la primera mano.

sábado, febrero 17, 2018

DETRÁS DE LA FACHADA DEL CONSEJO DE LA MAGISTRATURA




Cabecera de la mesa de plenario del Consejo de la Magistratura, presidida por el doctor  Piedecasas



Alejandro Nieto es un jurista español que se ha caracterizado por mostrar la "verdad efectiva" de la vida jurídica y, en especial, de las peripecias de la agencia judicial en su país. Viene de publicar sus memorias, bajo el título "Testimonio de un Jurista(1930-2017). Entresaco de allí el siguiente párrafo, dedicado al Consejo General del Poder judicial español, que se aplica como un calco a nuestro Consejo de la Magistratura federal, ya que los constituyentes de 1994 tomaron aquella institución peninsular como modelo para "desgraciar" el art. 114 de nuestra constitución:


Los partidos políticos tienen atrapados a los jueces a través del Consejo General del Poder Judicial, que es una de las farsas institucionales más cínicas que conocemos. Porque este organismo, que fue creado para asegurar la intangibilidad de los jueces, se ha convertido en un instrumento de su envilecimiento. Partiendo de un pretendido autogobierno se ha terminado en la manipulación más descarada: aquí no se engaña a nadie, todo se hace a la vista del público. No oculta su sumisión a los partidos políticos como estos no ocultan sus intenciones de dominación. Los nombramientos se hacen para cargos importantes -que es su tarea más delicada- se hacen en una feria al aire libre en cuotas escrupulosamente predeterminadas sin necesidad de esconderse en un callejón. Y luego, a la hora de proceder a la provisión de vacantes, vuelve a abrirse el mercadillo y los feriantes se cambian una presidencia por dos vocalías de Sala, un juzgado de instrucción de la Audiencia Nacional por un par de miembros de Tribunales Superiores y al final todos tan amigos, aunque el regateo haya sido duro y se hayan dejado vacantes durante varios años.” (página 198)
 
 

lunes, febrero 12, 2018


DE SEXU, HODIE DICITUR “GENUS”, LEXICON RECENTIS VERBORUM NOVATORUM

 

Lo que antes se llamaba  “sexo” se  debe denominar ahora “género”.  Incluso cada uno, sobre todo el personal masculino, tan dado  él a las demasías, debe mantener una “perspectiva de género”, que permita superar los estereotipos acumulados por siglos, desde un enfoque de igualdad absoluta entre los/las interactuantes,  bajo una nueva codificación política y social de estricta observancia, cuya transgresión es objeto de sanciones morales, sociales y jurídicas. Es la ideología de género, a partir de las gender theories,  inscripta en la tendencia actual al allanamiento, licuefacción y borrado de límites: límites entre los sexos, límites entre culturas, límites entre el ser humano y el animal no humano, límites entre lo animado y lo  inanimado, límites del envejecimiento y la muerte, etc.

El vocablo gender, utilizado fuera de su acepción de “género gramatical”,  comenzó a divulgarse en la época victoriana, donde el término sex sonaba a lujuria y explícita referencia al apetito venéreo. En 1955 un sexólogo, John Money, utilizó por primera vez gender en el sentido de cómo un individuo se representa y es representado como hombre o como mujer. En 1960, los psicoanalistas Robeert Stoller y Ralph Greenson, lanzaron el concepto de “identidad  de género”. La socióloga británica Ann Oacklay completará el proceso con la afirmación de que masculinidad y femineidad no tiene una base biológica de la que cada individuo es naturalmente portador, sino de atributos psicológicos y culturales, fruto de un proceso social  en cuyo curso el sujeto adquiere las características de lo masculino y de lo femenino. Este giro hacia el constructivismo social abrió el camino a la politización  maximalista del género,  bajo la bandera igualitarista, convirtiéndolo en una ideología combatiente. Nadie pone en duda, desde luego, que a partir del dato biológico de  las identidades sexuadas y sexuales femenina y masculina, que dan lugar a diferentes comportamientos, los códigos sociales adscriptos a los roles femenino y masculino resultan del entorno cultural en que se desenvuelven.  Nada novedoso: el ser humano es un animal cultural; lo innato y lo adquirido conviven en él. Pero no somos varones y mujeres por un condicionamiento social, ni la “naturaleza” resulta palabra vacía o construcción cultural ella misma, intercambiable a voluntad por el simple deseo del sujeto.  Durante mucho tiempo, bajo la palabra “sexo” se englobaban de manera implícita la dimensión corporal, biológica, y la dimensión cultural, adquirida. No habría inconveniente en llamar a la segunda “género”. Pero el “género” de  la ideología de género es otra cosa: algo que  que se ha vuelto loco por adosarlo a una idea loca de la igualdad. Igualdad  demente que supone el aplanamiento de toda diversidad, de toda equivalencia entre semejanzas. Una igualdad vesánica que se confunde con la “mismidad”, teniendo como condición beligerante  el arrasamiento de todo límite entre culturas, personas y sexos. Un ejemplo de esta peligrosa chifladura resulta de las diatribas a que fueron sometidas, en especial  Catherine Deneuve y demás firmantes de un manifiesto de mujeres francesas que intentaba rescatar el lenguaje de la seducción como forma de relación entre el hombre y la mujer, un campo donde esta última tiene –me resisto a decir “tenía”- un poder  reconocido e ingénito, que resulta un antiguo refinamiento ceremonial de la cultura sobre la rutina ritual del cortejo, propia del mundo animal. (Por eso una maravillosa Catherine preside este post  y lo cierra Brigitte Bardot, otra opinante).  La ideología de género, en cambio,  propicia lo que Pascal Bruckner llama una “codificación maniática” de la relación entre el hombre y la mujer, con un pathos igualitario desconfiado, hostil  y litigante. El hombre es un violador potencial: “la erección es un mecanismo machista”.  Viejo puritanismo anglosajón agazapado que extiende su zarpa, y viejísimo catolicismo mediterráneo, o lo que queda de él, que aún levanta cabeza.

Desde el momento en que lo sexual es un constructo, o más bien un destructo, se produce un sinfín de “orientaciones a la carta” en materia de contactos rítmicos de mucosas en zonas  del hipogastrio, conforme el derecho a ser y hacer cualquier cosa, sobre la base de un deseo, y dejar de serlo y deshacerlo  después por un deseo contrario, excluidos, claro, eso de la patriarcal seducción del hombre por y hacia la mujer  y, también,  el rutinario ejercicio de la heterosexualidad monótono monogámica. He recogido, pues, para los lectores del blog, un lexicón de las varias de las posibilidades abiertas de construcción de géneros, además de la consabida hombre/mujer. Ahí va, y se admiten contribuciones:

·        Intersexual

·        Agender

·        Analgender

·        Andrógino

·        Bigender

·        Cross-dresser (travestismo)

·        Demigender

·        De-mujer-a-hombre

·        De-hombre-a-mujer

·        Drag-King

·        Drag-Queen

·        Genderfluid

·        Genderqueer

·        Neutros  ( caso  Norrie-May Welby)

·        Non binario

·        Pangender (siente pertenecer simultáneamente a todos los géneros)

·        Tercer sexo (el Tribunal Constitucional alemán –“el areópago del Karlsruhe”- ha emplazado al Bundestag hasta el 31/12/18 para establecer en los registros de nacimiento un casillero de tercer sexo)

·        Transexual

·        Dos espíritus ( en pueblos amerindios- buscar “berdache” en Wikipedia)

 

En junio de 2016 el Consejo de Derechos Humanos de la ONU creó el cargo de Experto Independiente en Orientación Sexual e Identidad de Género. El nombramiento recayó en el abogado tailandés Vitit  Muntarbhorn.  El experto renunció el 31 de octubre de 2017, por razones familiares. En cuanto sé, el cargo permanece vacante. De todos modos,  cuando estaba en funciones, Vitit manifestó que existían  a ese momento 112 géneros.  Dejo al lector la tarea de buscarlos y enumerarlos. A mí, me supera.-




 

 LA SOMBRA DE HOFFA

 


Jimmy Hoffa y su hijo James
 
 

La batalla entre el clan Moyano y el presidente de la Repùblica, cuyas escaramuzas previas estamos presenciando, evoca inmediatamente otra, ocurrida en los EE.UU. durante los años 60 del siglo pasado: la que se desenvolvió entre el líder camionero Jimmy Hoffa y el clan Kennedy. Robert Kennedy, fiscal general durante la presidencia de su hermano, perseguía a Hoffa,  cabecilla de la Teamsters  Union, el poderoso sindicato de los camioneros norteamericanos.  El gremio había conseguido que sus acuerdos con la patronal del transporte tuvieran validez nacional. En plena expansión, Hoffa intentó, por medio de prestanombres, manejar también a los sindicatos del transporte ferroviario y del transporte aéreo. El fiscal suponía que esos desarrollos se debían a una alianza clandestina entre la mafia y Hoffa: la mafia suministraba su brazo armado para doblegar a empresas pequeñas y medianas que no querían ingresar en la órbita de Hoffa, y éste se servía de la capilaridad de sus camiones para el transporte y lavado de dinero de la explotación mafiosa.  Hoffa, por su parte, que inicialmente había apoyado la campaña  de JFK,  denunciaba a los Kennedy como un grupete de niños ricos y bien educados, playboys disfrazados de liberals. “Yendo tras de mí  -proclamaba- quieren perjudicar a todos los trabajadores”.  El camionero, además, presidía la Hermandad Internacional de Camioneros (International Brotherhood of Teamsters). Bob Kennedy no llegó a probar sus cargos, pero Hoffa cayó preso por sobornar a un testigo. Nixon, más tarde, lo indultó bajo el compromiso de abstenerse por diez años de toda actividad sindical. Jimmy salió de la cárcel dispuesto a reconstruir su poder. Un día de julio de 1975, cuando aguardaba para una cita con dos personajes vinculados a la mafia, desapareció. Su cadáver nunca fue hallado y resultó legalmente declarada su muerte en 1982. Las investigaciones llevadas a cabo por el FBI jamás dieron resultado positivo, abriéndose un abanico de conjeturas  que fueron rodeando la persona del camionero de un aura de leyenda. Sylverter Stallone asumió un  personaje con sus rasgos en “FIST”  y, más tarde, en 1992,  Jack Nicholson lo encarnó en una película a él dedicada.

Recuerdo que a fines de los años 90 un colega me refirió una historia profesional. Fue consultado por los integrantes de una firma familiar del interior del país, dedicada al transporte de correspondencia. . Tenían un cliente principal y casi único, que era la empresa de suministro de electricidad, cuyas facturas distribuían. Su personal estaba afiliado al SICHOCA, el sindicato encabezado por Hugo Moyano. Otra firma de correo privado, de alcance nacional, entró a la provincia y logó captarles el cliente con una oferta que no podían igualar. Mal aconsejados, no iniciaron un procedimiento preventivo de crisis frente a los reclamos del personal. La sede social fue tomada y los vehículos desaparecieron. Cuando recuperaron las instalaciones, no había quedado ninguna documentación ni tampoco las computadoras. Como el reclamo gremial en sede administrativa tramitaba en Buenos Aires, los directivos se trasladaron a la capital. Una abogada de la firma concurrió a la primera audiencia y ese mismo día les manifestó a sus clientes que renunciaba a representarlos: se había sentido presioanda en un ascensor por los representantes del gremio. Allí es cuando le encargaron el caso a mi amigo, quien de entrada les manifestó  que había muy baja probabilidad de encontrar un acuerdo. La propuesta que llevó a la nueva audiencia fue que se devolvieran los vehículos apropiados, ponerlos a la venta y con ese importe cubrir las deudas laborales. Esta vez le tocó enfrente un simpático abogado –traje Hugo Boss rigurosamente oscuro, camisa desabrochada que mostraba una cadena de oro, reloj con malla de ídem, ostensiblemente de marca- que lo saludó con cordal: “¡doctorazo!, qué bueno que vino usted, porque no entendemos bien por qué se cortó el diálogo con la señora que vino antes”.   La propuesta fue rechazada de plano y la contraproposición fue a tomar o dejar: transferir la propiedad de la empresita por monedita de quiebra. Otras firmas en la misma situación han admitido este finiquito, le informaron. Consultados los clientes, no aceptaron, como era previsible. “Entonces, se les viene la noche”. Y el colega todo de negro hasta los pies vestido se despidió de mi amigo diciéndole: “ahora disculpe, doc, pero tengo que ir a Ezeiza a  recibir a Jimmy Hoffa”. “¿Cómo?, si Hoffa  desapareció. Ví la película”, fue la respuesta. “No, maestro, Hoffa hijo, también le decimos Jimmy. Es el capo de la mundial de camioneros”. “Entonces, ustedes, ¿más que peronistas son hoffistas?”.  Una amplia sonrisa fue la última cortesía.

Por cierto, James P. Hoffa, abogado, siguió las huellas de su padre. Heredó el sindicato y, no sin ardua pelea, la titularidad de la Internacional de Camioneros. En de septiembre de 2011, causó escándalo por sus declaraciones en una manifestación por el Día del Trabajo (que en los EE.UU se celebra el primer lunes de septiembre) en Detroit, Michigan. Hoffa  el Joven declaró: "Tenemos que estar  atentos a la batalla que enfrentamos: una guerra contra los trabajadores (a war on workers).  Lo ven en todas partes donde está el Tea Party. Y saben que hay una sola manera de vencer y ganar. La única cosa acerca de los trabajadores que  hay que tener en cuenta es que nos gusta una buena pelea. Y saben qué, tienen una guerra, tienen una guerra con nosotros y solo habrá un ganador. Van a ser los trabajadores de Michigan y Estados Unidos: vamos a ganar esa guerra a todo lo largo". Luego pidió a  audiencia  votar en votar por Obama y, en referencia al Tea Party, declaró: "Todos aquí deben votar", dijo Hoffa. "¡echemos a estos hijos de puta y devolvamos Norteamérica a la Norteamérica donde pertenecemos!".  Cuando las críticas apuntaron a que estaba declarando una guerra, contestó: “no la empezamos nosotros. La derecha la comenzó”. En 2016, Donald Trump ganó en Michigan y en todos los estados de los Grandes Lagos, tradicionalmente demócratas. En junio de 2017, Hoffa jr. afirmó: “Trump está haciendo lo que nosotros venimos diciendo desde hace diez años”.

Si las cúpulas sindicales están en buena hora bajo emplazamiento a hacer circular sus dirigencias abulonadas y demostrar a las claras que luchan no por  su lucro sino por el bien común de sus asociados, el mismo apercibimiento cabe a la clase política de geometría variable, a la cumbre empresarial que prefiere a los riesgos los negocios que termina pagando la comunidad, al coro progre que rellena día a día  un morral de agravios inventados  para alimentar futuros excesos, brutales represalias y expansivos privilegios.  También a la casta judicial, especialmente a la de nuestra justicia federal penal, en nuestro curioso foro donde los periodistas juecean y los jueces y fiscales politiquean. Una emulsión escéptica, producto seguramente de la alta edad, me repiquetea que estas guerras y amagos de guerras pueden terminar como aquel malevo que pintó Cervantes, quien “luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.-  

domingo, febrero 04, 2018


 

 

LA TORTA DE BODAS DE LA DISCORDIA

-y SCOTUS llamada a decidir-

“Masterpiece Cakeshop vs. Colorado Civil Rights Commission”

Luis María Bandieri

Cualquier bien, real o simbólico, puede ser objeto de la controversia jurídica, ese terreno arduo donde cada quien dice lo suyo, en procura de adjudicarse lo que entiende ser lo suyo de cada uno.  Vamos a referirnos a la disputa sobre una torta de bodas, o más bien sobre el diseño y realización especial  de ese manjar. Situémonos, ante todo, en Lakewood, Colorado, ciudad de unos 150.000 habitantes cercana a Denver, de la que conforma un suburbio.   Allí, Jack Phillips, hombre de profundas convicciones religiosas y, a la vez, hábil repostero, tiene un acreditado negocio de ese ramo, bajo el nombre de Masterpiece Cakeshop.



El negocio de Jack Phillips

 

Jack  –como anuncia su enseña comercial-   considera los productos de su pastelería cual  obras de arte. Su público, al parecer, confirma esa idea. En julio de 2012, nuestro repostero recibió en su local a una pareja formada por Charlie Craig y David Mullins. Le querían  encargar una de sus especiales tortas de boda. Iban a casarse en Massachussets, porque la legislación de Colorado impedía en ese momento el matrimonio entre personas del mismo sexo. Planificaban regresar a Colorado y celebrar la unión con amigos y parientes, ofreciéndoles una obra maestra del gran pastelero local. (Recuerde el lector que estamos situados antes de que la Corte Suprema estadounidense –SCOTUS-  estableciera, en 2015, en el caso “Obergefell” que es anticonstitucional no extender el derecho fundamental al matrimonio a las personas del mismo sexo, lo que ya había sido incorporado a la legislación de Colorado en 2014). En aquel entonces, Jack Phillips les dijo a los futuros contrayentes que,  por sus convicciones religiosas, no podía diseñar ni amasar una obra de arte destinada al festejo un matrimonio que él consideraba pecaminoso. Si querían, podían ellos, Charlie y David, elegir y llevarse cualquiera de los productos terminados y exhibidos. Pero no encargarle algo que hería sus más profundas convicciones. La pareja se retiró entonces del local.  Al día siguiente, la madre de uno de los futuros contrayentes llamó por teléfono a John y le pidió que dijera por qué se había negado a realizar la torta. El pastelero repitió el argumento  que ya había expuesto y agregó que el matrimonio entre personas del mismo sexo era ilegal en Colorado.

 

 



 

Charlie Craig y David Mulligan

 

 

Craig y Mulligan presentaron una denuncia ante la Comisión de Derechos Civiles de Colorado, por discriminación en razón de orientación sexual, fundados en la Ley Antidiscriminatoria del estado. El órgano administrativo hizo lugar al reclamo. Impugnada esta resolución, se la confirmó, siempre en el ámbito administrativo.  En consecuencia, se condenó al pastelero a no efectuar actos discriminatorios en su gestión comercial, no impedir la elaboración y venta de sus productos a parejas de personas del mismo sexo y a ser monitoreado cuatrimestralmente durante dos años para verificar el cumplimiento de la medida dictada. Impugnada judicialmente por Phillips la resolución administrativa, el tribunal de apelaciones de Colorado la confirmó. Ante ello, el  repostero creyente llegó ante SCOTUS con un writ of certorari, estableciéndose como cuestión a resolver “si al aplicar las medidas establecidas por las autoridades de Colorado obligando a Phillips a crear obras  que contradicen sus sinceras creencias religiosas se está vulnerando la libertad de expresión o el libre desarrollo de la personalidad recogidas en la primera enmienda”.

El 5 de diciembre pasado tuvo lugar la vista oral del caso ante  el alto tribunal  y se está a la espera de la sentencia en el caso

El asunto se plantea, como se ve, entre el derecho del comerciante a no elaborar y vender la torta para celebrar el acontecimiento matrimonial, expuesto –ya que se le exige un acto de creación y “hablar” por su obra- en el ámbito de la libertad de palabra (freedom of speech) amparada por la primera enmienda, por un lado, y por otro, la no discriminación por razón de sexo que alegan  Craig y Mullins.  Por cierto que los abogados del repostero han planteado que la resolución impugnada también afecta la libertad  de su cliente para vivir su identidad religiosa, protegida por la misma enmienda, obligándolo a realizar un acto repugnante a sus creencias. Pero este planteo, que configuraría una objeción de conciencia, podría no tener eco en el alto tribunal.  SCOTUS hace tiempo que mira con reserva los planteos constitucionales que buscan excepciones a las leyes aplicables por vía de las creencias religiosas. En su tiempo, el ministro  Scalia  afirmaba que sería inmanejable tener un "sistema legal en el que cada conciencia sea una ley en sí misma o en la que los jueces consideren la importancia social de todas las leyes contra la centralidad de todas las creencias religiosas".  Por eso la defensa de Phillips buscó otro camino. En la vista, la jueza Kagan planteó qué ocurriría en el supuesto de que otros profesionales (el florista, la diseñadora de las invitaciones, el joyero, el sastre, la maquilladora  o el peluquero) actuasen de la misma forma acogiéndose al mismo argumento. La defensa del repostero objetó que en esos  casos se vende un producto o se ofrece un servicio estandarizado de antemano y no una creación artística ex profeso. No dejaría de plantearse allí, de todos modos, una  dificultad para la regulación comercial, desde ya muy prolija, que ahora sufriría una nueva e impensada vuelta de tuerca, abriendo una cadena interminable de litigios.

El actual procurador general, era Trump, Noel Francisco opinó que, de mantenerse  la sanción aplicada a Jack Phillips,  un  escultor afroamericano especializado en rpoducir  cruces  podría ser obligado a fabricarlas para una convocatoria  del Ku Klux Klan (en las que el rito de llamada es con cruces llameantes).  Al mismo tiempo, los activistas pro choice y LGBT, entre otros, movilizados para una batalla  que consideran peligrosa, advierten que, de triunfar el repostero, se abriría una grieta importante en el muro legal y jurisprudencial que han venido levantando a favor de los derechos civiles de estos grupos, por medio de normas y pronunciamientos antidiscriminatorios que penalizan  conductas real o supuestamente lesivas para aquellos, de parte de quienes no comparten sus posiciones u orientaciones.  El arma de la antidiscriminación parecería, en el caso, que podría  volverse contra sus habituales beneficiarios.

Papel decisivo en la contienda le cabe al juez Anthony Kennedy, el más veterano del tribunal, con treinta años en sus despachos, que –según se anuncia- habrá de jubilarse en julio del presente año.  

 


Justice Anthony Kennedy

".

Kennedy fue nombrado en la época de Reagan, cuando fracasa el intento de designar en SCOTUS a Robert Bork. Originariamente adscrito al sector de los conservatives, su independencia de criterio lo ha llevado a votar en muchas ocasiones con los liberals; por eso, lo apodan el juez swinger.  Así pudo votar contra el Obamacare, pero luego convertirse en la voz cantante en el caso Obergefell, que introdujo la bendición constitucional al matrimonio entre personas del mismo sexo. Afirmó en la vista de causa que la discriminación de la repostería podría ser una "afrenta a la comunidad gay", pero al mismo tiempo acusó al estado de Colorado de no resultar "tolerante ni respetuoso de las creencias religiosas del Sr. Phillips" y manifestar “hostilidad hacia  a la religión”. Kennedy se centró en una declaración única en el voluminoso apéndice del caso, en el que uno de los siete miembros de la Comisión de Derechos Civiles de Colorado había dicho que usar la religión "para justificar la discriminación es una despreciable pieza de retórica". Este doble cuestionamiento  anuncia, para muchos expertos, una solución salomónica en la que se revocaría  la sanción a Phillips, pero en un pronunciamiento  de efecto relativo inter partes, o de ámbito restringido (narrow scope), para limitar las consecuencias sobre la legislación antidiscriminatoria.

Un resultado tal seguramente no dejará conformes a los activistas que se vienen enfrentando desde que el caso saltó a la luz pública. Porque es claro que nos encontramos ante una de esas controversias que se convierten en prefabricadas “tormentas perfectas”.  No es el único, y en la historia de  SCOTUS, como en la d nuestro máximo tribunal también, existen multitud de asuntos en los que unos grupos de presión poderosos (ya sean del LGBT, pro-choice/pro-life, ambientalistas, etc.) acechan a la espera del  asunto que les permita lograr sus objetivos. Hay  que buscar al demandante “ideal”, y en este caso Jack, Charlie y David  han resultado un elenco soñado; en cuanto a la torta de bodas, ese “oscuro objeto del deseo”, se la han ido arrojando los unos a los otros como las tartas de crema del viejo slapstick.



 

A esta altura, algo de sentido común:

¿No podrían, como en los hechos ocurrió, Charlie y David  ido a otra pastelería y comprado otra torta? Al mismo tiempo, “escrachar” como suele hacerse en estos tiempos al  repostero devoto  de Masterpiece Cakeshop en las redes sociales, etc.  Prevaleció la tentación del tribunal y llevarlo a una batalla jurídica.

 

¿Cómo, en su momento, una institución administrativa del estado de Colorado pudo sancionar como discriminatoria la conducta del repostero, cuando la legislación del propio estado consideraba ilegal el matrimonio entre personas del mismo sexo? ¿No se llama eso autocontradicción?

 

Otro comentarista de los muchos que han opinado sobre el caso[1] trae esta provocativa pregunta: ¿estaríamos discutiendo lo mismo  si el caso fuera de “un ciudadano probo y honrado que regenta una pastelería y que, por ser homosexual, únicamente elabora pasteles para enlaces entre personas del mismo sexo. Supongamos que una pareja heterosexual acude a su establecimiento en busca de la ansiada bomba calórica con la que se culminan las viandas del enlace, y que el dueño, amablemente, rehúsa porque no elabora productos para ese tipo de enlaces. ¿Debería ser sancionado el pastelero como autor de una conducta gravemente discriminatoria en ese hipotético caso?”

El sentido común, que algo tiene que ver con el derecho[2], parece indicarnos que nuestra disciplina, si en ella  puede discutirse hasta llegar al más alto nivel de uno de los tribunales más prestigiosos del planeta, insumiendo años de argumentaciones, sobre una torta de bodas, se halla bastante desnorteada y fuera del buen juicio.-




[1] ) Blog “Monsieur de Villefort”-Derecho, Historia, Culrura.
[2] ) Recomiendo “Derecho y Sentido Común –Siete lecciones de derecho natural como límite del derecho positivo”, del gran jurista Álvaro d’Ors. Copio de la solapa: “el autor ha pretendido hacer un libro «sensato», es decir, de sentido común o «buen juicio», que es una manera de sabiduría llana y común; todo lo contrario de la sensacional originalidad que suele estragar al público de nuestros días. Aunque quizás ocurra hoy que lo sensato resulte ser excepcional y nuevo, es lo más conforme al auténtico estilo de un jurista, que, por su profesión, nunca busca destacar por su singularidad, sino por la conveniente edificación crítica del derecho fundado sobre una tradición respetable. Como hay un arte de ser sencillo, hay también un arte de ser sensato, y a esa «sagesse» aspira precisamente el autor”.-