lunes, febrero 12, 2018


 LA SOMBRA DE HOFFA

 


Jimmy Hoffa y su hijo James
 
 

La batalla entre el clan Moyano y el presidente de la Repùblica, cuyas escaramuzas previas estamos presenciando, evoca inmediatamente otra, ocurrida en los EE.UU. durante los años 60 del siglo pasado: la que se desenvolvió entre el líder camionero Jimmy Hoffa y el clan Kennedy. Robert Kennedy, fiscal general durante la presidencia de su hermano, perseguía a Hoffa,  cabecilla de la Teamsters  Union, el poderoso sindicato de los camioneros norteamericanos.  El gremio había conseguido que sus acuerdos con la patronal del transporte tuvieran validez nacional. En plena expansión, Hoffa intentó, por medio de prestanombres, manejar también a los sindicatos del transporte ferroviario y del transporte aéreo. El fiscal suponía que esos desarrollos se debían a una alianza clandestina entre la mafia y Hoffa: la mafia suministraba su brazo armado para doblegar a empresas pequeñas y medianas que no querían ingresar en la órbita de Hoffa, y éste se servía de la capilaridad de sus camiones para el transporte y lavado de dinero de la explotación mafiosa.  Hoffa, por su parte, que inicialmente había apoyado la campaña  de JFK,  denunciaba a los Kennedy como un grupete de niños ricos y bien educados, playboys disfrazados de liberals. “Yendo tras de mí  -proclamaba- quieren perjudicar a todos los trabajadores”.  El camionero, además, presidía la Hermandad Internacional de Camioneros (International Brotherhood of Teamsters). Bob Kennedy no llegó a probar sus cargos, pero Hoffa cayó preso por sobornar a un testigo. Nixon, más tarde, lo indultó bajo el compromiso de abstenerse por diez años de toda actividad sindical. Jimmy salió de la cárcel dispuesto a reconstruir su poder. Un día de julio de 1975, cuando aguardaba para una cita con dos personajes vinculados a la mafia, desapareció. Su cadáver nunca fue hallado y resultó legalmente declarada su muerte en 1982. Las investigaciones llevadas a cabo por el FBI jamás dieron resultado positivo, abriéndose un abanico de conjeturas  que fueron rodeando la persona del camionero de un aura de leyenda. Sylverter Stallone asumió un  personaje con sus rasgos en “FIST”  y, más tarde, en 1992,  Jack Nicholson lo encarnó en una película a él dedicada.

Recuerdo que a fines de los años 90 un colega me refirió una historia profesional. Fue consultado por los integrantes de una firma familiar del interior del país, dedicada al transporte de correspondencia. . Tenían un cliente principal y casi único, que era la empresa de suministro de electricidad, cuyas facturas distribuían. Su personal estaba afiliado al SICHOCA, el sindicato encabezado por Hugo Moyano. Otra firma de correo privado, de alcance nacional, entró a la provincia y logó captarles el cliente con una oferta que no podían igualar. Mal aconsejados, no iniciaron un procedimiento preventivo de crisis frente a los reclamos del personal. La sede social fue tomada y los vehículos desaparecieron. Cuando recuperaron las instalaciones, no había quedado ninguna documentación ni tampoco las computadoras. Como el reclamo gremial en sede administrativa tramitaba en Buenos Aires, los directivos se trasladaron a la capital. Una abogada de la firma concurrió a la primera audiencia y ese mismo día les manifestó a sus clientes que renunciaba a representarlos: se había sentido presioanda en un ascensor por los representantes del gremio. Allí es cuando le encargaron el caso a mi amigo, quien de entrada les manifestó  que había muy baja probabilidad de encontrar un acuerdo. La propuesta que llevó a la nueva audiencia fue que se devolvieran los vehículos apropiados, ponerlos a la venta y con ese importe cubrir las deudas laborales. Esta vez le tocó enfrente un simpático abogado –traje Hugo Boss rigurosamente oscuro, camisa desabrochada que mostraba una cadena de oro, reloj con malla de ídem, ostensiblemente de marca- que lo saludó con cordal: “¡doctorazo!, qué bueno que vino usted, porque no entendemos bien por qué se cortó el diálogo con la señora que vino antes”.   La propuesta fue rechazada de plano y la contraproposición fue a tomar o dejar: transferir la propiedad de la empresita por monedita de quiebra. Otras firmas en la misma situación han admitido este finiquito, le informaron. Consultados los clientes, no aceptaron, como era previsible. “Entonces, se les viene la noche”. Y el colega todo de negro hasta los pies vestido se despidió de mi amigo diciéndole: “ahora disculpe, doc, pero tengo que ir a Ezeiza a  recibir a Jimmy Hoffa”. “¿Cómo?, si Hoffa  desapareció. Ví la película”, fue la respuesta. “No, maestro, Hoffa hijo, también le decimos Jimmy. Es el capo de la mundial de camioneros”. “Entonces, ustedes, ¿más que peronistas son hoffistas?”.  Una amplia sonrisa fue la última cortesía.

Por cierto, James P. Hoffa, abogado, siguió las huellas de su padre. Heredó el sindicato y, no sin ardua pelea, la titularidad de la Internacional de Camioneros. En de septiembre de 2011, causó escándalo por sus declaraciones en una manifestación por el Día del Trabajo (que en los EE.UU se celebra el primer lunes de septiembre) en Detroit, Michigan. Hoffa  el Joven declaró: "Tenemos que estar  atentos a la batalla que enfrentamos: una guerra contra los trabajadores (a war on workers).  Lo ven en todas partes donde está el Tea Party. Y saben que hay una sola manera de vencer y ganar. La única cosa acerca de los trabajadores que  hay que tener en cuenta es que nos gusta una buena pelea. Y saben qué, tienen una guerra, tienen una guerra con nosotros y solo habrá un ganador. Van a ser los trabajadores de Michigan y Estados Unidos: vamos a ganar esa guerra a todo lo largo". Luego pidió a  audiencia  votar en votar por Obama y, en referencia al Tea Party, declaró: "Todos aquí deben votar", dijo Hoffa. "¡echemos a estos hijos de puta y devolvamos Norteamérica a la Norteamérica donde pertenecemos!".  Cuando las críticas apuntaron a que estaba declarando una guerra, contestó: “no la empezamos nosotros. La derecha la comenzó”. En 2016, Donald Trump ganó en Michigan y en todos los estados de los Grandes Lagos, tradicionalmente demócratas. En junio de 2017, Hoffa jr. afirmó: “Trump está haciendo lo que nosotros venimos diciendo desde hace diez años”.

Si las cúpulas sindicales están en buena hora bajo emplazamiento a hacer circular sus dirigencias abulonadas y demostrar a las claras que luchan no por  su lucro sino por el bien común de sus asociados, el mismo apercibimiento cabe a la clase política de geometría variable, a la cumbre empresarial que prefiere a los riesgos los negocios que termina pagando la comunidad, al coro progre que rellena día a día  un morral de agravios inventados  para alimentar futuros excesos, brutales represalias y expansivos privilegios.  También a la casta judicial, especialmente a la de nuestra justicia federal penal, en nuestro curioso foro donde los periodistas juecean y los jueces y fiscales politiquean. Una emulsión escéptica, producto seguramente de la alta edad, me repiquetea que estas guerras y amagos de guerras pueden terminar como aquel malevo que pintó Cervantes, quien “luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.-  

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