LA SOMBRA DE HOFFA
Jimmy Hoffa y su hijo James
La
batalla entre el clan Moyano y el presidente de la Repùblica, cuyas escaramuzas
previas estamos presenciando, evoca inmediatamente otra, ocurrida en los EE.UU.
durante los años 60 del siglo pasado: la que se desenvolvió entre el líder
camionero Jimmy Hoffa y el clan Kennedy. Robert Kennedy, fiscal general durante
la presidencia de su hermano, perseguía a Hoffa, cabecilla de la Teamsters Union, el poderoso sindicato de los
camioneros norteamericanos. El gremio
había conseguido que sus acuerdos con la patronal del transporte tuvieran
validez nacional. En plena expansión, Hoffa intentó, por medio de
prestanombres, manejar también a los sindicatos del transporte ferroviario y
del transporte aéreo. El fiscal suponía que esos desarrollos se debían a una alianza
clandestina entre la mafia y Hoffa: la mafia suministraba su brazo armado para
doblegar a empresas pequeñas y medianas que no querían ingresar en la órbita de
Hoffa, y éste se servía de la capilaridad de sus camiones para el transporte y lavado
de dinero de la explotación mafiosa.
Hoffa, por su parte, que inicialmente había apoyado la campaña de JFK, denunciaba a los Kennedy como un grupete de
niños ricos y bien educados, playboys disfrazados de liberals. “Yendo tras de mí
-proclamaba- quieren perjudicar a todos los trabajadores”. El camionero, además, presidía la Hermandad
Internacional de Camioneros (International
Brotherhood of Teamsters). Bob Kennedy
no llegó a probar sus cargos, pero Hoffa cayó preso por sobornar a un testigo.
Nixon, más tarde, lo indultó bajo el compromiso de abstenerse por diez años de
toda actividad sindical. Jimmy salió de la cárcel dispuesto a reconstruir su
poder. Un día de julio de 1975, cuando aguardaba para una cita con dos
personajes vinculados a la mafia, desapareció. Su cadáver nunca fue hallado y
resultó legalmente declarada su muerte en 1982. Las investigaciones llevadas a
cabo por el FBI jamás dieron resultado positivo, abriéndose un abanico de
conjeturas que fueron rodeando la
persona del camionero de un aura de leyenda. Sylverter Stallone asumió un personaje con sus rasgos en “FIST” y, más tarde, en 1992, Jack Nicholson lo encarnó en una película a él
dedicada.
Recuerdo
que a fines de los años 90 un colega me refirió una historia profesional. Fue consultado
por los integrantes de una firma familiar del interior del país, dedicada al
transporte de correspondencia. . Tenían un cliente principal y casi único, que era
la empresa de suministro de electricidad, cuyas facturas distribuían. Su
personal estaba afiliado al SICHOCA, el sindicato encabezado por Hugo Moyano. Otra
firma de correo privado, de alcance nacional, entró a la provincia y logó
captarles el cliente con una oferta que no podían igualar. Mal aconsejados, no
iniciaron un procedimiento preventivo de crisis frente a los reclamos del personal.
La sede social fue tomada y los vehículos desaparecieron. Cuando recuperaron
las instalaciones, no había quedado ninguna documentación ni tampoco las computadoras.
Como el reclamo gremial en sede administrativa tramitaba en Buenos Aires, los
directivos se trasladaron a la capital. Una abogada de la firma concurrió a la
primera audiencia y ese mismo día les manifestó a sus clientes que renunciaba a
representarlos: se había sentido presioanda en un ascensor por los representantes
del gremio. Allí es cuando le encargaron el caso a mi amigo, quien de entrada
les manifestó que había muy baja
probabilidad de encontrar un acuerdo. La propuesta que llevó a la nueva audiencia
fue que se devolvieran los vehículos apropiados, ponerlos a la venta y con ese
importe cubrir las deudas laborales. Esta vez le tocó enfrente un simpático
abogado –traje Hugo Boss rigurosamente oscuro, camisa desabrochada que mostraba
una cadena de oro, reloj con malla de ídem, ostensiblemente de marca- que lo
saludó con cordal: “¡doctorazo!, qué bueno que vino usted, porque no entendemos
bien por qué se cortó el diálogo con la señora que vino antes”. La
propuesta fue rechazada de plano y la contraproposición fue a tomar o dejar: transferir
la propiedad de la empresita por monedita de quiebra. Otras firmas en la misma
situación han admitido este finiquito, le informaron. Consultados los clientes,
no aceptaron, como era previsible. “Entonces, se les viene la noche”. Y el colega
todo de negro hasta los pies vestido se despidió de mi amigo diciéndole: “ahora
disculpe, doc, pero tengo que ir a Ezeiza a
recibir a Jimmy Hoffa”. “¿Cómo?, si Hoffa desapareció. Ví la película”, fue la
respuesta. “No, maestro, Hoffa hijo, también le decimos Jimmy. Es el capo de la
mundial de camioneros”. “Entonces, ustedes, ¿más que peronistas son hoffistas?”.
Una amplia sonrisa fue la última
cortesía.
Por
cierto, James P. Hoffa, abogado, siguió las huellas de su padre. Heredó el
sindicato y, no sin ardua pelea, la titularidad de la Internacional de
Camioneros. En de septiembre de 2011, causó escándalo por sus declaraciones en
una manifestación por el Día del Trabajo (que en los EE.UU se celebra el primer
lunes de septiembre) en Detroit, Michigan. Hoffa el Joven declaró:
"Tenemos que estar atentos a la
batalla que enfrentamos: una guerra contra los trabajadores (a war on workers). Lo ven en todas partes donde está el Tea
Party. Y saben que hay una sola manera de vencer y ganar. La única cosa acerca de los trabajadores que hay que tener en cuenta es que nos gusta una
buena pelea. Y saben qué, tienen una guerra, tienen una guerra con nosotros y
solo habrá un ganador. Van a ser los trabajadores de Michigan y Estados Unidos:
vamos a ganar esa guerra a todo lo largo". Luego pidió a audiencia votar en votar por Obama y, en referencia al
Tea Party, declaró: "Todos aquí deben votar", dijo Hoffa. "¡echemos a estos hijos de puta y devolvamos Norteamérica a la
Norteamérica donde pertenecemos!". Cuando
las críticas apuntaron a que estaba declarando una guerra, contestó: “no la
empezamos nosotros. La derecha la comenzó”. En 2016, Donald Trump ganó en
Michigan y en todos los estados de los Grandes Lagos, tradicionalmente
demócratas. En junio de 2017, Hoffa jr. afirmó: “Trump está haciendo lo que
nosotros venimos diciendo desde hace diez años”.
Si
las cúpulas sindicales están en buena hora bajo emplazamiento a hacer circular
sus dirigencias abulonadas y demostrar a las claras que luchan no por su lucro sino por el bien común de sus
asociados, el mismo apercibimiento cabe a la clase política de geometría
variable, a la cumbre empresarial que prefiere a los riesgos los negocios que
termina pagando la comunidad, al coro progre que rellena día a día un morral de agravios inventados para alimentar futuros excesos, brutales
represalias y expansivos privilegios. También
a la casta judicial, especialmente a la de nuestra justicia federal penal, en
nuestro curioso foro donde los periodistas juecean y los jueces y fiscales politiquean.
Una emulsión escéptica, producto seguramente de la alta edad, me repiquetea que
estas guerras y amagos de guerras pueden terminar como aquel malevo que pintó
Cervantes, quien “luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró
al soslayo, fuese y no hubo nada”.-
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