DE
SEXU, HODIE DICITUR “GENUS”, LEXICON RECENTIS VERBORUM NOVATORUM
Lo que antes se
llamaba “sexo” se debe denominar ahora “género”. Incluso cada uno, sobre todo el personal
masculino, tan dado él a las demasías, debe
mantener una “perspectiva de género”, que permita superar los estereotipos
acumulados por siglos, desde un enfoque de igualdad absoluta entre los/las
interactuantes, bajo una nueva codificación
política y social de estricta observancia, cuya transgresión es objeto de
sanciones morales, sociales y jurídicas. Es la ideología de género, a partir de
las gender theories, inscripta en la tendencia actual al
allanamiento, licuefacción y borrado de límites: límites entre los sexos,
límites entre culturas, límites entre el ser humano y el animal no humano,
límites entre lo animado y lo inanimado,
límites del envejecimiento y la muerte, etc.
El vocablo gender, utilizado fuera de su acepción
de “género gramatical”, comenzó a
divulgarse en la época victoriana, donde el término sex sonaba a lujuria y explícita referencia al apetito venéreo. En
1955 un sexólogo, John Money, utilizó por primera vez gender en el sentido de cómo un individuo se representa y es
representado como hombre o como mujer. En 1960, los psicoanalistas Robeert Stoller
y Ralph Greenson, lanzaron el concepto de “identidad de género”. La socióloga británica Ann
Oacklay completará el proceso con la afirmación de que masculinidad y
femineidad no tiene una base biológica de la que cada individuo es naturalmente
portador, sino de atributos psicológicos y culturales, fruto de un proceso
social en cuyo curso el sujeto adquiere
las características de lo masculino y de lo femenino. Este giro hacia el
constructivismo social abrió el camino a la politización maximalista del género, bajo la bandera igualitarista, convirtiéndolo
en una ideología combatiente. Nadie pone en duda, desde luego, que a partir del
dato biológico de las identidades
sexuadas y sexuales femenina y masculina, que dan lugar a diferentes
comportamientos, los códigos sociales adscriptos a los roles femenino y
masculino resultan del entorno cultural en que se desenvuelven. Nada novedoso: el ser humano es un animal
cultural; lo innato y lo adquirido conviven en él. Pero no somos varones y
mujeres por un condicionamiento social, ni la “naturaleza” resulta palabra
vacía o construcción cultural ella misma, intercambiable a voluntad por el
simple deseo del sujeto. Durante mucho
tiempo, bajo la palabra “sexo” se englobaban de manera implícita la dimensión
corporal, biológica, y la dimensión cultural, adquirida. No habría
inconveniente en llamar a la segunda “género”. Pero el “género” de la ideología de género es otra cosa: algo
que que se ha vuelto loco por adosarlo a
una idea loca de la igualdad. Igualdad
demente que supone el aplanamiento de toda diversidad, de toda
equivalencia entre semejanzas. Una igualdad vesánica que se confunde con la
“mismidad”, teniendo como condición beligerante
el arrasamiento de todo límite entre culturas, personas y sexos. Un
ejemplo de esta peligrosa chifladura resulta de las diatribas a que fueron
sometidas, en especial Catherine Deneuve
y demás firmantes de un manifiesto de mujeres francesas que intentaba rescatar
el lenguaje de la seducción como forma de relación entre el hombre y la mujer,
un campo donde esta última tiene –me resisto a decir “tenía”- un poder reconocido e ingénito, que resulta un antiguo
refinamiento ceremonial de la cultura sobre la rutina ritual del cortejo,
propia del mundo animal. (Por eso una maravillosa Catherine preside este post y lo cierra Brigitte Bardot, otra opinante).
La ideología de género, en cambio, propicia lo que Pascal Bruckner llama una
“codificación maniática” de la relación entre el hombre y la mujer, con un pathos igualitario desconfiado,
hostil y litigante. El hombre es un violador
potencial: “la erección es un mecanismo machista”. Viejo puritanismo anglosajón agazapado que extiende
su zarpa, y viejísimo catolicismo mediterráneo, o lo que queda de él, que aún
levanta cabeza.
Desde el momento en que lo
sexual es un constructo, o más bien un destructo, se produce un sinfín de
“orientaciones a la carta” en materia de contactos rítmicos de mucosas en
zonas del hipogastrio, conforme el
derecho a ser y hacer cualquier cosa, sobre la base de un deseo, y dejar de
serlo y deshacerlo después por un deseo
contrario, excluidos, claro, eso de la patriarcal seducción del hombre por y
hacia la mujer y, también, el rutinario ejercicio de la heterosexualidad
monótono monogámica. He recogido, pues, para los lectores del blog, un lexicón
de las varias de las posibilidades abiertas de construcción de géneros, además
de la consabida hombre/mujer. Ahí va, y se admiten contribuciones:
·
Intersexual
·
Agender
·
Analgender
·
Andrógino
·
Bigender
·
Cross-dresser (travestismo)
·
Demigender
·
De-mujer-a-hombre
·
De-hombre-a-mujer
·
Drag-King
·
Drag-Queen
·
Genderfluid
·
Genderqueer
·
Neutros ( caso
Norrie-May Welby)
·
Non
binario
·
Pangender (siente pertenecer
simultáneamente a todos los géneros)
·
Tercer sexo (el Tribunal Constitucional
alemán –“el areópago del Karlsruhe”- ha emplazado al Bundestag hasta el
31/12/18 para establecer en los registros de nacimiento un casillero de tercer
sexo)
·
Transexual
·
Dos espíritus ( en pueblos amerindios-
buscar “berdache” en Wikipedia)
En junio de 2016 el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU creó el cargo de Experto Independiente en
Orientación Sexual e Identidad de Género. El nombramiento recayó en el abogado
tailandés Vitit Muntarbhorn. El experto renunció el 31 de octubre de 2017,
por razones familiares. En cuanto sé, el cargo permanece vacante. De todos
modos, cuando estaba en funciones, Vitit
manifestó que existían a ese momento 112
géneros. Dejo al lector la tarea de buscarlos
y enumerarlos. A mí, me supera.-
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