Continuamos con los artículos rescatados de diecinueve años atrás, cuya lectura invita a repetir aquello de nihil novum sub sole.
BYE BYE, BARING (IV)
Habíamos
dejado a don Félix Castro viajando a Londres, con poder suficiente para cerrar
la operación de crédito, en busca de John Parish Robertson, el introductor ante
la Baring. En la misma fragata inglesa viajaban Carlos de Alvear y Tomás de
Iriarte. Alvear llevaba instrucciones de reunirse con el primer ministro
Canning -una reunión oficiosa antes que oficial, ya que no se había producido
aún el reconocimiento de la independencia, y Canning dudaba si sería buena medida- e interesarlo por el
problema de la Banda Oriental. La provincia se hallaba ocupada por los
portugueses y, una vez que el espinoso asunto del reconocimiento se hallase
resuelto, como parecía iba a estarlo en no demasiado tiempo, la perspectiva de
la guerra se presentaba improbable de
evitar. Más de ochenta días de navegación tuvieron por delante los viajeros
para departir sobre estas cuestiones antes de llegar a Liverpool. Iriarte, en
sus memorias, ha dejado ha dejado de esos coloquios tan sólo huella de su
fastidio ante cierto desdén con que Alvear lo trataba frente a Castro, rico
comerciante y banquero que viajaba con tan importante encomienda.
A
mediados de junio de 1824 don Félix Castro y John Parish Robertson están
ultimando los detalles de la operación con los agentes de Baring Brothers &
Co. El 18 de julio se formaliza notarialmente. En un resumen apretado, la
operación fue como sigue:
Las condiciones del empréstito
*
El empréstito se hizo por un valor nominal de £ 1.000.000 (equivalente a $
5.000.000).
*
Se emitirían 2000 bonds por valor de £ 500 cada uno, suscriptos por la
provincia de Buenos Aires.
*
Se colocarían al público, por medio del agente autorizado, la Baring, al 85%, o
sea que por cada bond de £ 500 se abonarían £ 425.
*
El gobierno bonaerense recibiría el 70%,
£ 700.000 ($ 3.500.000)
*
El interés sería del 6% anual sobre el capital nominal (£ 60.000), pagadero en
dos semestres, venciendo, por lo tanto, el último cupón el 12 de julio de 1860.
Si a esa fecha no quedaban cancelados totalmente bonds y coupons, se realizaría
una nueva emisión por el saldo. El total de intereses era, pues, de £ 1.560.000
($ 7.800.000). Cada cupón semestral de un bono equivalía a£ 15.
*
Se establecía un fondo anual para amortización del capital del 0,5%, o sea de £
5.000 ($ 25.000), la ducentésima parte de la deuda pactada, que debía enviarse
a Londres en dos pagos anuales de £ 2.500, junto con cada remesa semestral de
intereses.
*
El gobierno provincial se hacía responsable con sus bienes, rentas y tierras públicas
por el pago del capital nominal más sus intereses.
La
casa emisora retuvo bonds por el pago adelantado de los intereses de 1825 y
1826, es decir, £ 120.000, y por el fondo anual de amortización del capital en
los mismos períodos, o sea œ 10.000 m s. A ello se agregó el 1% de comisión sobre
el capital efectivo del empréstito ( £ 7.000) y otras £ 3.000 por la proporción correspondiente al
prestatario de los gastos notariales. El saldo, de £ 560.000 ($ 2.800.000) es lo que recibió en definitiva
el gobierno de Buenos Aires por la operación. De acuerdo con lo comprometido,
el producido de la emisión se recibiría en seis remesas. No se había pactado
-ni figuraba en las instrucciones de los negociadores- que los envíos fuesen en
metálico. Además, como recuerda Fitte, los propios adquirentes de los bonos no
los pagaban en oro, sino en libras papel, entonces circulantes en Inglaterra.
Lo cierto es que una pequeña parte se remitió en onzas de oro españolas y
colombianas (sobre las cuales se perdía un 15% por corretaje, seguro y flete) y
el resto en letras giradas contra importadores en Buenos Aires o que el
gobierno libraba contra la Baring, en Londres, a cuenta de los envíos.
Ya
antes de firmarse el instrumento definitivo por los mandatarios Castro y
Robertson, por indicación del segundo, la Baring había comenzado a registrar
las primeras suscripciones, completadas a mediados de abril -cuando todavía
Castro se encontraba navegando hacia Liverpool- habiéndose realizado incluso
inscripciones provisorias luego de cubierto el monto de la emisión, debiéndose
efectuar una reunión con esos inscriptos supernumerarios para prorratear el
excedente, según Fitte. Otras fuentes, en cambio, afirman que el lanzamiento no
tuvo la respuesta esperada, y que muchos bonds quedaron en cartera de la Baring
[1]. Los suscriptores fueron, en su mayoría, vecinos de Bedford Square, en el
Bloomsbury, el barrio londinense donde se halla el Museo Británico.
Una
cuestión de £ 120.000
Habiendo
sido lanzado el empréstito al 85% y vendido al gobierno bonaerense al 70%, ¿cuál
fue el destino de los bonds correspondientes a las £ 150.000 de diferencia?
Según la documentación examinada por Fitte [2],£ 120.000 fueron puestas al crédito
de los propios intermediarios, Félix Castro y John Parish Robertson, a pedido
de estos; el saldo, de £ 30.000, fue adjudicado a la propia entidad emitente. Lo
cierto es que el gobierno de Las Heras y su ministro Manuel José García estaban
al tanto de que el lanzamiento había sido al 85%; Iriarte, que se encontraba en
Londres al tiempo que Castro, anota en sus memorias que fue al 85%; incluso
Guillermo Parish Robertson, que se encuentra en Buenos Aires, escribe a su
hermano John que, de surgir alguna duda en la Baring acerca de las facultades
en tal sentido de los apoderados, "hay un contrato por separado, por el
cual se vende expresamente el empréstito a nosotros a 70". A fines de
1852, el mayor Ferdinand White, que se encuentra en Buenos Aires como enviado
de la Baring a fin de negociar la recuperación de lo adeudado, escribe en su
diario estas líneas:
"Hay
una cosa que siempre me preocupó, y es que la provincia realizó sólo el 70 por
ciento, cuando el empréstito fue emitido en Londres al 85. Estoy enterado que
los contratistas, los señores Parish Robertson y Félix Castro deben haber hecho
buenas raterías aquí, aunque negocios son negocios, y por lo que yo sé‚
tuvieron la adhesión del gobierno".
Hispanoamericanos en Londres
Lo
cierto es que la historia de los empréstitos hispanoamericanos, los “mercados
emergentes” de la época resulta en todos
los casos bastante parecida a las peripecias del nuestro, y en algunos casos
bastante más escandalosa aún.
Tomemos
el caso chileno, por ejemplo. A fines de 1819, Antonio José de Irisarri,
guatemalteco de origen, recibe amplísimo mandato de O'Higgings para contratar
un empréstito en la plaza londinense. Lo tomó con la casa Hullet Brothers &
Co., más pequeña y rival de la Baring, que aparecerá luego entre nosotros con la River Plate
Mining Company, y cuya vinculación con Bernardino Rivadavia desacreditará a éste frente a Canning. El empréstito
chileno, por un millón de libras, se tomó al 50% (es decir, que por cada libra
se recibían diez chelines), con una comisión del 2% para la Hullet. Pero
durante 1820 Irisarri escribe a su gobierno informándole que no había sido
posible colocar el empréstito, pese a sus condiciones. En Chile la oposición
fue vivísima y O'Higgings transmitió a su agente la orden de cesar todo
trámite, y anular la operación si hubiese sido cerrada. Irisarri, interesado en
su participación, desoyó el mandato y, lanzado otra vez el empréstito, ahora
con el apoyo de una brochure o
folleto bien romanceado (Disraeli, brillante escritor y más tarde primer
ministro, se dedicaba en esa época a redactar ese tipo de literatura fantástica),
logra suscribirse en su totalidad. El
interés era del 7% anual, y Chile no estaba en condiciones de hacerle frente;
por lo tanto, se retuvieron los importes de £ 70.000 anuales por varios períodos.
A principios de 1823 se dispuso el rescate de los bonos depreciados hasta el
50% de su valor nominal. Esta desastrosa operación le costó el gobierno a
O'Higgings. Sólo en 1842, con Bulnes, se logra capitalizar la deuda devengada
desde el empréstito de Irisarri, con bonos al 3%, pagaderos desde 1847.
México,
por su parte, la nación más poblada y rica surgida a la vida independiente
luego de la ruptura del imperio español, negoció su empréstito al 56% de su
valor. Se dijo que su intermediario había cobrado para sí œ 300.000. En cuanto
al Perú, se encontraban en Londres, en los días en que allí coincidieron Castro
e Iriarte, los comisionados de aquella república que acababan de lanzar la
suscripción de un empréstito a través de la Baring: García del Río y
Paroissien. Iriarte comenta en sus memorias que el tren de vida de ambos
enviados era principesco. Dice haber concurrido a un banquete ofrecido por aquéllos
a San Martín -entonces en Londres-, junto con Alvear y Félix Castro, de gran
esplendidez y costo aproximado de cuatro mil pesos fuertes, según la apreciación
del autor. De paso puede apuntarse que la Baring ofreció a San Martín invertir
en el empréstito, lo que no hizo, efectuándolo en cambio en el empréstito
peruano, por veintiún mil pesos fuertes, de lo que tendría ocasión de condolerse en carta a su amigo
O'Higgings [3]
[1] Cortés Conde, Roberto, "Auge y Caída de la Casa Baring", La
Naci¢n, suplemento cultural, 2/IV/95
[2]
Fitte no tuvo acceso, pese a haberlo solicitado, a los archivos londinenses de
la Baring. En cambio, pudo servirse de los papeles de la Baring recogidos en la
colección de los Public Archives of Canada.
[3]
Carta dirigida desde Bruselas, el 20/X/1827. En "San Martín-Su Correspondencia-1823-1850", Museo Histórico
Nacional, 3a. ed., 1911.
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