Y
SIGO ENTREGANDO SOBRE LA DEUDA…
BYE
BYE BARING (VI)
Dejamos en 1842 al enviado de la Baring,
Francis Falconnet, encontrándose aquí en Buenos Aires con un compatriota, don
Pedro de Angelis (recuérdese que el enviado, aunque súbdito británico, era
napolitano de nacimiento). Falconnet obtuvo, como se verá, un pequeño avance hacia
el restablecimiento del crédito del gobierno de la Confederación y, a la vez,
un buen argumento para tranquilizar en algo a la siempre cargante "Comisión"
londinense de bonoleros. Pero el nombre de Falconnet está unido, en nuestra historia, a otro episodio,
más significativo: a la negociación paralela, emprendida por el gobierno de la
Confederación ante el gabinete inglés, destinada a trocar la renuncia a la
reclamación de derechos o indemnizaciones por la ocupación británica del
archipiélago de Malvinas, a cambio de la cancelación total del saldo del empréstito
de Baring.
A fines de 1838, se habían impartido
instrucciones al ministro argentino acreditado ante la corte británica, don
Manuel Moreno, para que, al momento de reanudar su reclamo por el despojo de
las Malvinas, explorase prudentemente cuál podría ser la respuesta inglesa ante
una proposición semejante a la arriba expuesta, definida en el texto como
"transacción pecuniaria". Ya con Falconnet en el país, el ministro
encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, Felipe Arana, se
dirige al cónsul argentino en Londres, el comerciante inglés George Frederick
Dickson [1], informándole sobre la presencia y actividad del enviado de la
Baring e indicándole que, al mismo tiempo que don Manuel Moreno debía proceder
de acuerdo con sus antiguas instrucciones frente al gobierno de Su Majestad
Británica, el cónsul debía defender dicha postura ante lo que hoy llamaríamos
la "comunidad de negocios", es decir, en especial ante el Committee de acreedores de la fundida
Hispanoamérica, presidido por el barón Alexander Baring.
Mientras tanto, a mister Francis Falconnet,
amurado en Buenos Aires, debía dársele el aviso correspondiente. Le llegó por
medio del ministro de Hacienda, don Manuel Insiarte, quien anoticia al enviado
de la gestión iniciada ante el gabinete inglés -donde lord Aberdeen había
reemplazado a lord Palmerston en el Foreign Office, siendo primer ministro
Robert Peel, con el apoyo de los tories. Se le requería a Falconnet una
respuesta de sus mandantes acerca de la propuesta.
El comisionado la hizo saber a los pocos
días: no tenía viabilidad la propuesta, puesto que el gobierno inglés había
desconocido ya oficialmente la legitimidad del reclamo argentino y, por lo
tanto, de allí ninguna indemnización podía esperarse, de la cual pudiesen
cobrarse los acreedores.
Las contestaciones de Dickson y Moreno
fueron en el mismo sentido. El primero recordaba que tanto Palmerston como
Aberdeen habían negado públicamente títulos argentinos a las islas. Tampoco podía
esperarse -agregaba- una gestión oficial del gobierno británico por una deuda
contraída con una banca particular, habiéndose ya negado en otros pedidos
formulados por otros Estados deudores. Moreno, por su parte, aunque hallaba la
idea justa y razonable, no la veía en absoluto practicable. Primero, porque las
autoridades inglesas se resistían a reconocer soberanía argentina en la zona
disputada, premisa necesaria para que se hiciese lugar a la indemnización.
Segundo, porque en el improbable caso de que accediesen a entrar en tal
negociación, montando la deuda acumulada de capital e intereses por el
empréstito, a esa altura, a un millón novecientas mil libras -según el cálculo
de Moreno- era muy dudoso que la indemnización que ofreciesen los británicos
por las Malvinas se acercase siquiera a esa cifra. Más aún, agregaba, cualquier
erogación por esa causa habría de pasar por la aprobación del Parlamento, tan
difícil de obtener que seguramente impediría el proyecto. Terminaba informando
que ni los representantes de la Comisión de bonoleros, ni del Committee de acreedores, ni de la misma
casa Baring, todos ellos seguramente anoticiados de la gestión por el propio
Falconnet, se habían presentado ante él requiriéndole información alguna.
Con Falconnet, a través del ministro
Insiarte, se llegó al siguiente arreglo: una vez terminado el pago de las
indemnizaciones a los franceses por el conflicto de 1838, lo que tendría lugar
el 1§ de abril de 1844, a partir del 1º de mayo siguiente, el gobierno de
Buenos Aires destinaría mensualmente 5.000 pesos fuertes, es decir, £ 1.000
mensuales, con imputación al pago de los intereses y del principal de la deuda
devengada por el empréstito. Luego de una sesión de la Legislatura que sirvió
para hacer el juicio al partido unitario como gestor del empréstito, se aprobó
el acuerdo. En Octubre de 1844, míster Francis Falconnet se presentó en la "London Tavern" e informó a
los miembros de la Comisión de bonoleros que "el presidente Rosas y el Estado
de Buenos Aires" descontarían la deuda a razón de £ 12.000 anuales, hasta
tanto pudiera conseguirse un arreglo definitivo, y que la casa Baring ya había
recibido cuatro de los pagos mensuales comprometidos. Era mejor que nada, y los
bonholders encargaron a la Baring una
nota de agradecimiento al encargado de las relaciones exteriores de la Confederación.
Se cumplió con el compromiso hasta que en
octubre de 1845 las flotas británica y francesa iniciaron el bloqueo del Río de
la Plata. A iniciativa de Rosas, la Legislatura decidió la suspensión de los
pagos mientras durase el conflicto, reafirmando la voluntad de cumplir lo
comprometido cuando fuese posible. En Londres, los bonoleros -con igual
criterio que los comerciantes ingleses residentes en Buenos Aires- repudiaban
el bloqueo, que perjudicaba sus intereses. El barón de Ashburton, Alexander
Baring, presidente del Committee de
acreedores, proclamó que bloquear al único gobierno que reconocía la deuda e
intentaba pagarla autorizaría más bien un casus
belli de la Gran Bretaña contra la Francia de los Orléans [2]. Los pagos se
reanudaron a partir del 1º de enero de 1849, luego del tratado Arana-Southern.
Esa continuación de lo pactado causó gran impresión en Londres y produjo un
agradecimiento caluroso de la casa de Bishopsgate Street. Al caer don Juan
Manuel, informa Fitte, se había acumulado un pequeño capital de £ 14.655, que
se prorrateó entre 1954 bonholders,
tocándole a cada uno 7 libras y diez chelines.
El
guano inservible
Guaneras peruanas en la isla de Chincha
En 1847, Manuel Moreno le escribe a Rosas
informándole sobre una serie de productos
que se estaban ensayando en la Gran Bretaña para abonar los cultivos,
mencionándole entre ellos, especialmente, el guano. La deuda por el empréstito
peruano (a cuyos dos encargados de comprometerla, García del Río y Paroissien
[3], hemos recordado antes banqueteando en Londres, al tiempo de sus gestiones)
estaba siendo cancelada por medio de concesiones hechas a los acreedores de la
explotación de las guaneras situadas en las islas del Pacífico. Rosas lo
instruye para que interese a la Baring en una concesión por quince años para
disponer del guano, el salitre y la pesca de anfibios en la costa patagónica, a
cuenta del pago del empréstito. La zona a conceder serla desde los 43º de
latitud Sur hasta el estrecho de Magallanes. Más tarde, indicó incluir en la propuesta
los yacimientos de carbón de piedra de esos parajes, sobre cuya existencia se
llegó a conocer por informes del almirantazgo británico. Se sabe que es
propuesta llegó a entusiasmar a los miembros de la Comisión de bonoleros,
convertida luego en Committee of the
Buenos Ayres Bonholders, bajo la presidencia de un tal David Robertson. La
Baring no se mostró entusiasta, en cambio, porque tenían dudas sobre si el
gobierno de Buenos Aires podía disponer de la Patagonia, entonces tan sólo
jalonada por las rastrilladas de los indios, y suponía -según declaraba el
mismo Robertson- que buscaba con la propuesta un reconocimiento oficial de los
derechos de Buenos Aires sobre esas tierras. En la "London Tavern",
en cambio, los bonholders pensaban
distinto. En junio de 1852, aprobaron una proposición de que se promoviera la
aplicación de la concesión del guano al pago de la deuda. Pero la Baring estaba
mejor informada. El guano peruano, de cuya renta vivía prácticamente esa
república desde 1840 [4], como el otro abono, el salitre, prosperaban en las
islas del Pacífico por la gran sequedad del clima, que impedía que la lluvia
arrastrase los depósitos al mar. El guano patagónico, sometido a la acción de
las lluvias, se perdía en gran parte, y lo que quedaba era con fuerte
disminución de sus bondades químicas para el enriquecimiento de la tierra.
Varios comerciantes ingleses se habían arruinado en el empeño de explotarlo. No
pudimos, por eso, pagar nuestra deuda con guano. La pagaríamos de la manera
acostumbrada: en moneda contante y sonante.-
[1] Dickson
aparece muy vinculado a personajes conspicuos de nuestra historia, en especial,
aunque no exclusivamente, en lo relacionado con actividades comerciales,
actividad esta última en que se demostró¢ muy emprendedor. Dickson es quien,
como cónsul general de la Confederación Argentina en Londres, escribe a San
Martín en 1845 inquiriéndole su opinión acerca de las probabilidades de éxito
de una invasión y ocupación de Buenos por una fuerza conjunta francoinglesa. La
respuesta de San Martín fue cursada desde Nápoles en diciembre de 1845.
[2] Según
H.S. Ferns, "Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX",
Solar/Hachette, Buenos Aires, 1968, p. 248.
[3] Diego
Paroissien, médico nacido en Londres en 1783, amigo de Miranda, lautarino,
arriba a Buenos Aires en 1811 y ese mismo año la Junta le concede carta de ciudadana.
Presta servicios de su especialidad en la campaña del Alto Per£, destacándose
en el desastre de Huaqui. Cirujano mayor del ejército de los Andes,
luego de Chacabuco y Maipú es graduado como coronel. Pasa al Perú como general
y edecán de San Martín y éste, en su carácter de Protector de aquel país, lo
designa ministro plenipotenciario ante las cortes europeas, junto con García
del Río. Con esa investidura, ambos gestionarán el empréstito a que se hace
referencia en el texto.
[4] El
guano peruano provocar un ataque naval
español a la zona productora, con ocupación de las islas en 1864. Los
salitrales de Atacama (mientras el guano es un abono orgánico resultante del
excremento de las aves, el salitre es abono inorgánico -nitrato de potasio-)
provocarán en 1878 la guerra del Pacífico, cuyas consecuencias aún siente Bolivia,
cerrada en su salida al Pacífico. La urgencia inglesa en abonos para mejorar la
producción cerealera provenía del proyecto de Peel de derogar la corn law, ley de cereales proteccionista
que impedía la importación de trigo a la Gran Bretaña. Derogada finalmente la corn law en 1846, y convertida la
Argentina a partir de los 80 en un fuerte productor cerealero, merced a la
inmigración especializada de origen campesino, se afirmará nuestra complementariedad con la economía
británica (y el reforzamiento de nuestra integración extraoficial en su área imperial), que ahora requerirá también nuestros cereales, ante la
incapacidad de abastecérselos por sí misma.-
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