LA GUERRA DE LOS PUEBLOS BÍBLICOS
Abramos la Biblia en Isaías 44 y siguientes:
44,28. “Yo soy el que dice a Ciro: “tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis deseos, cuado digas de Jerusalén. ‘que sea reconstruida’ y del santuario: “¡echa los cimientos!”
45, 1. ”Así dice Yavé a su Ungido Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir la cintura de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas.
2. Yo marcharé delante de ti y allanaré las pendientes.
3. Quebraré los batientes de bronce y romperé los cerrojos de hierro.
Te daré los tesoros ocultos y las riquezas escondidas, para que sepas que yo soy Yavé, el dios de Israel, que te llama por tu nombre.
(...) 13. Yo le he suscitado para la victoria y he allanado todos sus caminos. Él reconstruirá mi ciudad y enviará a mis deportados sin rescate y sin recompensa, dice Yavé Sebaot.
(...)48,14: Mi amigo (Ciro) cumplirá mi deseo contra Babilonia y la raza de los caldeos.
15. Yo mismo le he hablado, le he llamado, le he hecho que venga y triunfe en sus empresas.
El que habla es un profeta y, además, un gran poeta, como lo demuestran los cantos del Siervo de Yavé que se hallan más adelante. No sabemos su nombre, aunque se lo conoce como el Segundo Isaías o –sirviéndose de un prefijo griego- el Deutero- Isaías[1]. Escribe cuando Babilonia cae en poder de los persas de Ciro el Grande (539 AC). Se trata de afirmar a Yavé como dios absolutamente único y de reivindicar su poderío frente a otros dioses y frente a la historia. El poder de Yavé, aparentemente, había sufrido un eclipse cuando su pueblo elegido, el hebreo, cayó en poder de Nabucodonosor (587 AC) y fue en gran parte conducido al destierro. Ciro, entonces, es el Ungido, el Mesías, mashíaj, en griego y latín castellanizados, el Cristo, que Yavé ha levantado para liberar a su pueblo electo. Leamos 45,1 en la Vulgata: haec dicit Dominus Christo meo Cyro; esto dice el Señor al Mesías Ciro. El emperador persa, es “Cristo” y “Pastor”, según vemos.
Ciro era un creyente practicante de la religión zoroastriana. A su fe añadía un recto sentido del mando y una notable sagacidad. Para los judíos acostumbrados al gobierno babilonio, mucho más áspero, la indulgencia mostrada por Ciro debe haber sido una sorpresa. El emperador libró un edicto que les permitía retornar a Jerusalén y reedificar su templo, a la vez que se les restituían los vasos sagrados de oro arrebatados por el conquistador caldeo. Incluso mandó suministrar animales, vino tinto, aceite y sal para el servicio de Yavé[2]. Ciro no estaba satisfecho con ser un gobernante benévolo. Llevado quizás por sus creencias religiosas, quizás por una sabiduría política muy rara en su época, Ciro se dispuso a corregir los males causados por los babilonios en sus víctimas derrotadas. Serian los judíos en sus escrituras los que habrían de registrar puntualmente esta política famosa.
A Ciro no se le ocurre, como los anteriores conquistadores, y como había propiciado el Proto-Isaías[3], destruir Babilonia y convertirla en un desierto. Por el contrario, protegió los templos y el culto de los vencidos. Muestra su veneración por Marduk, el príncipe del panteón babilonio y proclama lo que ni hebreos, ni asirios ni babilonios conocían hasta entonces: que la victoria militar no significaba que su deidad hubiese triunfado sobre las otras deidades, devorando la divinidad de todas ellas. Ciro, consecuentemente, no funda su dominación en el degüello o la deportación del vencido. Quiere, en cambio, ganar su adhesión respetando su particularidad, demostrándose así como un tipo de soberano que hasta entonces el mundo no había conocido.
El Déutero-Isaías reconoce, pues, al emperador de los persas como el "Mesías", mashíaj, el “ungido” entronizado por Yavé. El “ungido”, la persona consagrada con aceite para una misión divina, designaba originariamente a los reyes de Israel y los sumos sacerdotes. Coincide en este punto con el término “pastor” que, como vimos, también se asigna a Ciro y que había antes ostentado David, el héroe por antonomasia. Pero “ungido” en hebreo es también el Mesías. El Mesías es un rey que establecerá la justicia, y obtendrá la salvación de Israel: un salvador y un liberador. El Proto-Isaías, que entre otros títulos lo llama “Príncipe de la Paz”, le otorga características sobrehumanas[4]. Yavé ha ungido a Ciro como rey, sacerdote y salvador sobre Israel; esto le confiere al emperador autoridad sobre Israel en todas las materias, tanto políticas como religiosas.
Hoy, por un lado, renace el imperio persa en el Irán chiíta. Por otra parte, en el judaísmo se tiende a ver el establecimiento del Estado de Israel como el inicio de la redención mesiánica. Ahmadinejad habla de borrar al Estado de Israel e Israel habla de borrar el incipiente poderío iraní. No resulta ocioso rastrear algunas de las raíces teopolíticas de este conflicto central de nuestro tiempo.-
[1] ) El libro de Isaías no fue escrito por una sola mano, sino por tres conoce al primer autor como "Proto-Isaías"", al segundo como "Deutero-Isaías" y se llama al tercero "Trito-Isaías".
[2] ) Esdras 6:9 “Lo que sea necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que digan los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno”
[3] ) El Proto-Isaías expresa ferozmente (13 y 14) su presagio de que Babilonia sea completamente destruida: “la convertiré en patrimonio de erizos y tierra pantanosa, la barreré con escoba exterminadora” (14,23). Jeremías (50 y 51) se expresará en términos aún más atroces.
[4] ) 9,5-6; 11, 1-10.
Abramos la Biblia en Isaías 44 y siguientes:
44,28. “Yo soy el que dice a Ciro: “tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis deseos, cuado digas de Jerusalén. ‘que sea reconstruida’ y del santuario: “¡echa los cimientos!”
45, 1. ”Así dice Yavé a su Ungido Ciro, a quien he tomado de la diestra para someter ante él a las naciones y desceñir la cintura de los reyes, para abrir ante él los batientes de modo que no queden cerradas las puertas.
2. Yo marcharé delante de ti y allanaré las pendientes.
3. Quebraré los batientes de bronce y romperé los cerrojos de hierro.
Te daré los tesoros ocultos y las riquezas escondidas, para que sepas que yo soy Yavé, el dios de Israel, que te llama por tu nombre.
(...) 13. Yo le he suscitado para la victoria y he allanado todos sus caminos. Él reconstruirá mi ciudad y enviará a mis deportados sin rescate y sin recompensa, dice Yavé Sebaot.
(...)48,14: Mi amigo (Ciro) cumplirá mi deseo contra Babilonia y la raza de los caldeos.
15. Yo mismo le he hablado, le he llamado, le he hecho que venga y triunfe en sus empresas.
El que habla es un profeta y, además, un gran poeta, como lo demuestran los cantos del Siervo de Yavé que se hallan más adelante. No sabemos su nombre, aunque se lo conoce como el Segundo Isaías o –sirviéndose de un prefijo griego- el Deutero- Isaías[1]. Escribe cuando Babilonia cae en poder de los persas de Ciro el Grande (539 AC). Se trata de afirmar a Yavé como dios absolutamente único y de reivindicar su poderío frente a otros dioses y frente a la historia. El poder de Yavé, aparentemente, había sufrido un eclipse cuando su pueblo elegido, el hebreo, cayó en poder de Nabucodonosor (587 AC) y fue en gran parte conducido al destierro. Ciro, entonces, es el Ungido, el Mesías, mashíaj, en griego y latín castellanizados, el Cristo, que Yavé ha levantado para liberar a su pueblo electo. Leamos 45,1 en la Vulgata: haec dicit Dominus Christo meo Cyro; esto dice el Señor al Mesías Ciro. El emperador persa, es “Cristo” y “Pastor”, según vemos.
Ciro era un creyente practicante de la religión zoroastriana. A su fe añadía un recto sentido del mando y una notable sagacidad. Para los judíos acostumbrados al gobierno babilonio, mucho más áspero, la indulgencia mostrada por Ciro debe haber sido una sorpresa. El emperador libró un edicto que les permitía retornar a Jerusalén y reedificar su templo, a la vez que se les restituían los vasos sagrados de oro arrebatados por el conquistador caldeo. Incluso mandó suministrar animales, vino tinto, aceite y sal para el servicio de Yavé[2]. Ciro no estaba satisfecho con ser un gobernante benévolo. Llevado quizás por sus creencias religiosas, quizás por una sabiduría política muy rara en su época, Ciro se dispuso a corregir los males causados por los babilonios en sus víctimas derrotadas. Serian los judíos en sus escrituras los que habrían de registrar puntualmente esta política famosa.
A Ciro no se le ocurre, como los anteriores conquistadores, y como había propiciado el Proto-Isaías[3], destruir Babilonia y convertirla en un desierto. Por el contrario, protegió los templos y el culto de los vencidos. Muestra su veneración por Marduk, el príncipe del panteón babilonio y proclama lo que ni hebreos, ni asirios ni babilonios conocían hasta entonces: que la victoria militar no significaba que su deidad hubiese triunfado sobre las otras deidades, devorando la divinidad de todas ellas. Ciro, consecuentemente, no funda su dominación en el degüello o la deportación del vencido. Quiere, en cambio, ganar su adhesión respetando su particularidad, demostrándose así como un tipo de soberano que hasta entonces el mundo no había conocido.
El Déutero-Isaías reconoce, pues, al emperador de los persas como el "Mesías", mashíaj, el “ungido” entronizado por Yavé. El “ungido”, la persona consagrada con aceite para una misión divina, designaba originariamente a los reyes de Israel y los sumos sacerdotes. Coincide en este punto con el término “pastor” que, como vimos, también se asigna a Ciro y que había antes ostentado David, el héroe por antonomasia. Pero “ungido” en hebreo es también el Mesías. El Mesías es un rey que establecerá la justicia, y obtendrá la salvación de Israel: un salvador y un liberador. El Proto-Isaías, que entre otros títulos lo llama “Príncipe de la Paz”, le otorga características sobrehumanas[4]. Yavé ha ungido a Ciro como rey, sacerdote y salvador sobre Israel; esto le confiere al emperador autoridad sobre Israel en todas las materias, tanto políticas como religiosas.
Hoy, por un lado, renace el imperio persa en el Irán chiíta. Por otra parte, en el judaísmo se tiende a ver el establecimiento del Estado de Israel como el inicio de la redención mesiánica. Ahmadinejad habla de borrar al Estado de Israel e Israel habla de borrar el incipiente poderío iraní. No resulta ocioso rastrear algunas de las raíces teopolíticas de este conflicto central de nuestro tiempo.-
[1] ) El libro de Isaías no fue escrito por una sola mano, sino por tres conoce al primer autor como "Proto-Isaías"", al segundo como "Deutero-Isaías" y se llama al tercero "Trito-Isaías".
[2] ) Esdras 6:9 “Lo que sea necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que digan los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno”
[3] ) El Proto-Isaías expresa ferozmente (13 y 14) su presagio de que Babilonia sea completamente destruida: “la convertiré en patrimonio de erizos y tierra pantanosa, la barreré con escoba exterminadora” (14,23). Jeremías (50 y 51) se expresará en términos aún más atroces.
[4] ) 9,5-6; 11, 1-10.
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