NADIE ES NISMAN
Confieso que me fastidian los que se suben por la ventanilla al carro, ya sea de la fama rampante o de los muertos ilustres, o de las causas tanto buenas como execrables, pero que al fin y al cabo tienen una historia que estos polizones inauguran instantáneamente a su favor, con el cartelito de "todos somos...". Todos somos lo que ahora conviene, lo que twiter repite o la pantalla multiplica, aunque mañana la olvidaremos y todos seremos otra cosa. Todos somos lo que se lleva y se olvida...todos somos un cuenco vacío y a la pesca, presto su contenido efímero a convertirse "en polvo, en humo, en sombra, en nada". No soy Nisman, pues, porque más allá de mi opinión sobre él (de mortuis nihil nisi bonum, al menos en un espacio sereno para el beneficio de luto y llanto) no soy ese mi semejante desgarrado que se pegó un tiro o se lo pegaron, y es desvergüenza vampirizar la sangre de los otros. A él vaya mi pietas y mis dudantes preces.
Estuve hoy en la inmensa marcha que salió del Congreso. Estuve porque he estado siempre que he podido con el pueblo de Buenos Aires en su muda súplica por justicia, por ser respetado en su maiestas que hasta él mismo suele desconocer, en su busca desesperada de héroes que suelen durar lo que ruido en el aire. Estuve porque siempre he estado en esas protestas que aún no hallaron aglutinante y aglutinador. Este pueblo pide que se restablezca la autoridad perdida, no el poder que afanosamente se disputa y que se avizora a fuerza de encuestas sometidas a la rueda de la fortuna. Pide, quizás a tientas, pero en el fino fondo lo siente, por reconocer una conducta y un saber que eleven. Pide por el padre, pide por el maestro, pide por el juez, pide por el jefe, pide por las representaciones clásicas de la autoridad que se han perdido y nadie sabe dónde están. Nadie es la patria, decía Borges en aquella Oda de 1966 que cada vez asume mayor profundidad. Nadie es Nisman. Pero la gente que ví bajo la lluvia marchando custodiaba un resplandor de aquel "límpido fuego misterioso". Quiera el incierto destino que no nos engañemos otra vez.
miércoles, febrero 18, 2015
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