El siguiente artículo fue publicado en "Urgente 24", bajo la firma de Edgardo Mainhard
El espionaje estatal -mal llamado
"inteligencia de Estado"- se encuentra en crisis a causa del abuso
que realizaron los Kirchner, demanda que resultó en una contraprestación de
favores, concediéndoles prebendas y privilegios que desnaturalizó el organigrama.
El desajuste es amplio y no debería concentrarse exclusivamente en la figura de
Horacio Antonio Stiusso, si es que se pretende modificar algo de todo lo que
anda mal en esta cuestión.
Resulta difícil abordar la cuestión del espionaje estatal sin
recordar que uno de sus personajes más prominentes, Fernando Gonzalo Pocino,
ingresó a la ex Secretaría de Inteligencia de Estado como afiliado a la Unión
Cívica Radical, militando en la parroquia porteña 20.
Si bien el senador nacional Ernesto Sanz, en su rol de
presidente del Comité Nacional de la UCR, se manifiesta sorprendido y
preocupado por el desmadre del espionaje presidencial, algunos de los
periodistas que lo entrevistan debería preguntarle si Pocino sigue siendo
afiliado a la UCR y por qué el gobierno de Raúl Alfonsín incorporó a tanto
personal, si es que la democracia intentaba modificar el Estado vigente durante
el llamado Proceso de Reorganización Nacional.
Es obvio que para muchos demócratas argentinos, el espionaje
estatal doméstico es una opción oportuna cuando lo realizan ellos, y es muy
malo cuando lo ejercen sus rivales.
Hasta donde se sabe, el espía ahora jubilado Horacio Antonio
Stiuso fue la estrella del espionaje en días de los Kirchner.
Si bien la consolidación de Stiuso ocurrió cuando Miguel Ángel
Toma fue jefe de la ex Secretaría de Inteligencia de Estado, en días de Eduardo
Duhalde, fue con los Kirchner cuando desplegó sus aportes más importantes, por
lo cual la decisión de Oscar Parrilli, de liberarlo de toda restricción en su declaración
próxima en sede judicial, sólo consolida la idea de que hay una negociación
avanzada entre quien fue jefe de Operaciones y la Administración Cristina.
Probablemente las amenazas de Stiuso han sido escuchadas
("A ella me la cargo. Total ¿cuánto tiempo puedo ir preso? El próximo
Presidente me va a soltar, seguro"), dicen que masculló. A su vez Stiuso
debe haber tomado conocimiento de la amenaza velada que circuló en forma de
correo electrónico afirmando que él sería "el próximo Nisman", en
referencia al fallecido fiscal especial Alberto Nisman, inicio de toda la
estampida vigente. Las amenazas brutales siempre son útiles en los tiempos de
Guerra Fría.
Deberá recordarse que la ex Side rompió relaciones con la
estadounidense Central Intelligence Agency en 2001, cuando el diario Página/12
publicó la fotografía del jefe de la base argentina de la CIA, Ross Newland,
que le había acercado gente amiga suya en la ex Side. Lleva años el
vínculo entre Página/12 y el espionaje de Estado.
Nunca el rostro de un espía debería ser público, según le espetó
Stiuso a Gustavo Béliz cuando éste exhibió una vieja fotografía del espía por
la TV abierta, ante un Mariano Grondona encantado con el impacto de aquella
imagen de coraje de quien, acto seguido, fue expulsado de la Administración
gubernamental por un Néstor Kirchner que claramente eligió a Stiuso como
aliado, y al que llegó a pedirle 2 partes diarios de información, en vez del
único parte cotidiano que resultaba la tradición presidencial hasta entonces.
Además, él prefería escuchar los audios directamente porque
-según se ha publicado en la prensa en general- disfrutaba de corroborar las
inflexiones en la voz de los espiados.
Y fue Stiuso quien le preguntó a un subordinado, Fernando
Gonzalo Pocino, por un contacto en el Ejército, inicio del ascenso del general
César Milani, hoy la superestrella del espionaje estatal. Pocino ingresó a la
ex Side en ocasión del regreso de la democracia, que creía que debía contar con
un buen sistema de espionaje de Estado, afán que no impidió el pésimo manejo de
Raúl Alfonsín en la cuestión militar, y que derivó en varios motines que
erosionaron su gestión tanto como la inflación desbocada. Conclusión: el
espionaje de Estado no es imbatible ni es sustituto de una mala gestión.
Miguel Toma restableció los vínculos de la ex Side con la CIA y
presentó como el oficial de enlace a Stiuso, quien desde entonces fue el
contacto de los estadounidenses.
El ascenso de Pocino, en tanto, fue más vinculado a su relación
con la familia de Nilda Garré. Y al descubrimiento de Milani, quien, sin
embargo, al tomar vuelo propio, lo ha dejado de lado, y hasta prefiere tener
como nexo en la actual Secretaría de Inteligencia al casi despedido pero hoy
muy activo José Luis Vila, ex director de Análisis en tiempos de Fernando De la
Rúa (que le avisen al embajador en el Vaticano, Eduardo Valdez, que tanto
contacta a Vila: así le fue a De la Rúa... Además, ¿necesita él de información
local para intentar mantener su diálogo con el papa Francisco, a quien llama
media Argentina para mantenerlo al tanto de todo?
La verdad es que Stiuso lleva 3 años en caída libre. Por un
lado, Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher -quienes fueron los jefes de la
repartición durante casi todo el período K- aceptaron concederle recursos
propios a la Subsecretaría de Inteligencia Interior y la Dirección 8 (Reunión
de Información), en manos de Pocino, con lo cual éste ganó autonomía,
poniéndose fuera del control de la Dirección de Operaciones, que lideraba
Stiuso.
Por otra parte, Milani cumplió, dicen, una tarea prometida a la
Presidenta de la Nación: encarpetar a todos los gobernadores, porque era el
gran temor de la Jefa de Estado. Para ello fue que le otorgaron los recursos
abundantes con los cuales reabrir y extender la presencia territorial del
Servicio de Inteligencia de Ejército. Siempre según el rumor, al cabo de 1 año,
el tiempo prometido, entregó la tarea, y fue el ocaso de Stiuso & Cía.
Fueron tiempos muy conflictivos porque éste se resistía a la
jubilación anticipada, y el rififarre quedó expuesto en la ejecución de Pedro
Viale, amigo de Stiuso y también agente de la ex Side (que para entonces ya se
llamaba Secretaría de Inteligencia, un cambio para no cambiar nada que hizo
Néstor K).
En ese domicilio en La Reja y a esa hora debía estar también
Stiuso, pero no llegó. Los encargados de la tarea -que tiene un expediente
judicial- fueron del Grupo Halcón, de la Policía Bonaerense, que sólo era
desplazado en 2013 por orden o del ministro Ricardo Casal o del gobernador
Daniel Scioli, según habría explicado el jefe policial Hugo Matzkin al N°2 de
Stiuso, antes de la reunión de éste con Scioli, donde tanto se habló de las
fotos de Milani y José Scioli, el hermano del gobernador, se dice.
Por eso es que Stiuso apunta a Milani ("César", en el
sciolismo), como el promotor de su derrumbe. ¿Qué hace Cristina Fernández de
Kirchner, embadurnada en todo ese asunto? Para comenzar, aparentemente, hay
otra Presidente detrás de la Presidente. Luego, por más negociaciones que
existan, permanecerán los resquemores y la violencia permanece como un recurso
accesible. De hecho, todos los personajes han extremado sus medidas de
seguridad.
La sociedad asiste sorprendida a la difusión de estas
intimidades K. El ladriprogresismo ingresa, definitivamente, al capítulo de la
decepción popular.
Para impedirlo, los Kirchner intentan concentrar todo el 'fuego
amigo' sobre su ex amigo Stiuso pero sería un error aceptar esa supuesta
concesión porque Stiuso lleva 3 años fuera de combate. Su reemplazo es Milani,
el uniformado protegido por Cristina, y en la futura Agencia Federal de
Inteligencia permanecerá Pocino, para garantizar que nada cambie. Resulta
impostergable, entonces, concretar modificaciones verdaderas. El espionaje
estatal huele a podrido. Y así como Stiuso fue hacia la jubilación, Milani y
Pocino tambien deben salir de la función pública.
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