Apenas terminado el post anterior, un amigo me pregunta: ¿quién fue Radowitzky?
Simón Radowitzky, jovencito anarquista de origen judío, nacido en Ucrania, metalúrgico de oficio. Inflamado de pasión ácrata, a los dieciocho años, el 1º de mayo de 1909, arroja una bomba al paso del carruaje que conducía al coronel Ramón Falcón, entonces jefe de la polícia y a su secretario, Alberto Lartigau. Ambos mueren en el atentado. Radowitzky huye e intenta suicidarse al verse rodeado, mientras grita "¡viva la anarquía!", creyendo que sería ejecutado en el acto. Pero no eran las tierras del zar. Detenido y juzgado, se salva de la pena de muerte por ser menor de edad (lo que se acredita dramíticamente durante el juicio, cuando ya el fiscal había pedido la pena capital) y es condenado a reclusión perpetua a cumplir en el penal de Ushuaia (cada aniversario del atentado debía ser recluido en celda solitaria a pan y agua) . Fue indultado por el presidente Hipólito Yrigoyen en abril de 1930, cuando ya estaba a punto de obtener la libertad condicional. Deportado de inmediato, llegó a participar de la guerra civil española.
Quien más valientemente planteó que su pena fuera conmutada o derechamente se lo indultase, en atención al carácter político del delito y los años pasados en reclusión, fue un abogado, periodista combatiente de pluma demoledora, que atravesó un arco desde el anarquismo al nacionalismo, pasando por el socialismo, llamado Ramón Doll. Como nacionalista, fue excluido del panteón de los héroes de la progresía, aunque -como se verá- se jugó por una causa bien difícil y repudiada por la mayoría. En 1928, Doll redacta un alegato en favor de Radowitzky. Ante todo, califica el delito como "crimen repugnante y estúpido". Y añade: "no es un crimen pasional o de un mercenario; es un crimen social, nace o, mejor dicho, aborta como cuerpo amorfo y monstruoso engendrado en esa escisión honda que trasciende a todas las sociedades y que la hiende en la moderna guerra de clases". En tal guerra, el anarquismo ha escogido la vía extraviada, cruel y necia del atentado. Ahora bien: los ejecutores de tales crímenes, ¿pueden tener un juicio mínimamente imparcial, como se asegura que todos deben aguardar? "He aquí pues que los jueces de estos casos judiciales -que se presentan como ineludibles aberraciones de todo fenómeno social pero que aún así anuncian el despertar de las clases explotadas y el futuro vuelco de todo el contenido social en los moldes del nuevo estado y del nuevo derecho- suelen encararlos con doble severidad: primero por ser crímenes y después porque son cometidos por un individuo de la clase adversaria a la que pertenece el juzgador. Es evidente que un juez pertenece siempre a la burguesía y que por lo tanto sus intereses, prejuicios, su comodidad misma lo llevarán a solidarizarse con su clase y no con los de la clase proletaria, de tal modo que a la intolerancia que debe tener para todo crimen dóblase lo que puede tener para el criminal que además es un adversario". "El proletariado -agrega Doll- tiene personería propia en el pleito económico y político: nadie se asusta de la lucha de clases sino tal vez los parásitos que bajo la ruda ley del trabajo se encuentran indefensos y atrofiados. Ya no hay machete ni nadie lo pide contra los socialistas, comunistas y anarquistas, y los estudiantes de Derecho que en 1909 se presentaban babeantes de servilismo a pedir puestos honorarios de pesquis en el Departamento, para incendiar bibliotecas, hoy en plena Facultad han manifestado su repugnancia por la intromosión 'académica' de los militares en las aulas". Agrega que el "crimen de Radowitzky no es ni más ni menos horrendo que los crímenes que a diario se someten en las luchas electorales argentinas". Y, sin embargo, nadie que intervino en esos crímenes recibió ni la cuarta parte de la pena impuesta a Radowitzky. "Obsérvese -finaliza- la actitud de la burguesía frente a dos crímenes igualmente nauseabundos: un atentado anarquista y un asesinato nocturno. En el caso del asesinato por robo se comenta, se critica quizás apasionadamente pero siempre se termina dejándolo librado a la 'serena majestad de la justicia'; en el atentado anarquista, la burguesía toma parte en su represión, se producen razzias policiales, se agitan las guardias blancas. Y parece que mientras el crimen común obra en la digestión de los satisfechos como amable distracción que la facilita, el atentado anarquista produce asientos, perturba el trabajo gástrico y origina dificultades posteriores. Reconocido que entre uno y otro no hay, no puede haber ninguna diferencia, que los dos son igualmente brutales (que, como decía un diputado en el Congreso Nacional al discutirse la nueva ley de defensa social, uno no debe perturbar más que el otro), el reconocimiento por parte de Presidente de que ello sea realmente así dentro de la masa del pueblo aunque entre los banqueros, los obispos y los generales ocurra algo distinto, permitirá reconsiderar el caso Radowitzky". Y remata: "si el presidente indultara hoy (1928) a Radowitzky no haría más que adelantarse a conceder por gracia lo que en rigor podría obtener Radowitzky por derecho en 1930 solicitando su libertad condicional".
A principios de los 60 conocí a Doll, compañero de luchas de Ernesto Palacio y de los Irazusta, miembro distinguido del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, crítico implacable de la mediocridad intelectual y política. Estaba ya viejo y carcomido por el Alzheimer, y lo encontré en una confitería "La Fe", que estaba, por entonces, en avenida Santa Fe y Junín. Lo cuidaba su hija y, a veces, surgía algún destello de su verba demoledora. Siempre me atrajeron sus trabajos recopilados en libro ("Acerca de una Política Nacional", "Lugones el Apolítico", "Policía Intelectual", "Las Mentiras de Sarmiento") y me tocó prologar uno de los reunidos en el volumen que le dedicó la "Biblioteca Nacionalista". Existe aún una gran masa de material inédito, disperso en diarios y revistas de la época, parte del cual había reunido Jorge Castellani para un segundo volumen de la "Biblioteca", que nunca se publicó. Hay una sabrosa anécdota dolliana que debo a otro gran amigo ausente, Roque Raúl Aragón. Raúl Scalabrini Ortiz venía de publicar en 1933 "El Hombre que Está Solo y Espera". Este gran correntino, Scalabrini, había quedado encandilado por las "luces del centro", por el Buenos Aires bohemio de la época, y creía encontrar en cada varón solitario que mataba el tiempo en un café el elemento germinal del país. Tengo en la biblioteca la primera edición del libro, en cuya tapa dibujó José Sebastián Tallon los rasgos del solitario que espera: son, muy logrados, los del propio Scalabrini. Una noche, en un café, Doll y Scalabrini se cruzan y el primero manifiesta su poca atracción por el libro; Raúl lo desafía a realizar una crítica. Entonces, en "Claridad", publicación socialista, Doll se despacha contra esa búsqueda del "espíritu de la tierra", al que le fija domicilio en la esquina de Corrientes y Esmeralda, propiamente en el sótano del "Royal Keller". Y el implacable gordo decía:
"Chorro grueso de sensiblería, como esos beodos que se abrazan y se llaman "hermanos" al rato de conocerse... chorro grueso de lamentos macarrónicos en notas de bandoneón, cercano al que puede sentir el robusto ciudadano después de una "reunión" en que ha dejado el alquiler de su casa o el pipiolo de 18 años cuando ha perdido Racing... Ya tenemos el substrato afectivo del hombre de Corrientes y Esmeralda: es un pobre mozo sin vida interior alguna, de una vaciedad espiritual casi polar y que de tan vacío se aburre y de tan aburrido, se entristece y de tan triste se va al café. (¡Oh, paño de lagrimas, oh catedral, oh biblioteca y Universidad del hombre!) y allí, en el café, sigue bostezando frente a dos o tres marmotas, tan vacíos... y tristes como él. En los cafés no se aprende nada, ¡desengáñese de una buena vez, Scalabrini!. Esto es una biblia para el zonzaje"
¡Biblia para el zonzaje! Scalabrini (el "Petizo Bernini" de Adanbuenosayres, la novela de Marechal) se sulfuró y retó a duelo al gordo. El encuentro fue en la clásica quinta de Delcasse, la "casa del Angel", donde hoy funciona un shopping, en el barrio de Belgrano (Cuba y Sucre). Doll era alto y pesado; Scalabrini, petizo y ágil; además, gran tirador de sable, arma elegida para el lance. Raúl, al salir para el duelo, prometió a su mujer traerle las orejas del gordo en un frasco; Ramón, fiel a su estilo, nada le dijo a su familia. Doll sólo sabía parar y presentar; se planta pétreo y aguanta a un Raúl que salta y ataca desde todos los ángulos. El lance se prolonga y, finalmente, Doll resulta herido en el antebrazo. El médico certifica que el desafío no puede seguir. Finale: Ramón Doll meando pacíficamente entre los arbustos, con su brazo vendado; más lejos, Scalabrini mandando al aire una puteada fenomenal, porque la presa se le había escapado y mantenía aún las orejas pegadas al cráneo. La historia cuenta que, aunque ese día no hubo reconciliación, al final fueron amigos.
Raro itinerario de divagación bloguística me ha llevado de Williamson a Radowitzky, de Radowitzky a Doll, de Doll al petizo Bernini y, de paso, a la juventud, al nacionalismo, a los héroes intelectuales de ciertos sueños lejanos.
(Simón Radowitzky en un retrato al tiempo de cometer el atentado)
9 comentarios:
Gracias por el enlace. Creo que me pasaré de vez en cuando por aquí.
A la recíproca
Falta aclarar que Simón Radowitzky, mató al coronel Ramón Falcón y a su secretario, Alberto Lartigau por haber sido responsable de la matanza de Plaza Once en la así llamada "Semana Trágica".
En dicho episodio el Coronel Falcón mandó disparar a quemarropa sobre una manifestación de la FORA donde había nombres mujeres y niños desarmados completamente con un número nunca especificado de muertos que pasó el centenar.
Ese crimen horrendo fuer premiado por la Nación Argentina nombrando a la escuela de Policía como Ramóm L Falcón.
Después se preguntan de dónde viene el "gatillo fácil" ?
Simón R. además fue uno de los pocos escapados del penal de Ushuaia.
Perdón por la intromisión pero contar una parte y sólo una parte de una historia puede dar pie a confusiones.
Aclaración a la amable aclaración de Goolian. La Semana Trágica tuvo lugar en 1919, durante la presdiencia de Yrigoyen, diez años después de los sucesos reseñados en el post. El atentado de Radowitzky era una represalia por el brutal ajusticiamiento que los "cosacos" -la policía montada- había efectuado ese mismo año 1909, el 1º de enero, de una manifestación anrco sindicalista en Plaza Lorea, donde había mujeres y niños, como señala la aclaración. Falcón, un oficial destcado, fue un protegido de Julio A. Roca.
Gracias Luis, es verdad !
Eso me pasa por citar de memoria
Tiene Luis toda la razón, mil disculpas, eso me pasa por citar de memoria.
Aunque igual al punto que iba es que Falcón no era precisamente un buen samaritano.
Excelente post. Sólo puedo felicitar la brillantez y honestidad intelectual (bien escaso, si lo hay) con que se exponen los más variados asuntos en este blog. Un placer leerlo.
Devuelvo el elogio, amigo Destouches, ¿alias celiniano o me equivoco?
No se equivoca. Es uno de mis escritores favoritos.
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