En un periódico satírico de Madrid aparece en titulares una caricatura de baja calaña que representa a Felipe, heredero del trono, en fornicio vía trasera con su mujer, doña Letizia, y exclamando en el esforzado trance algo así como que, a razón de euros dos mil quinientos por acto coronado de preñez, es lo más parecido a un trabajo que ha realizado en su vida. (Aclaremos que la suma es la ofrecida por el gobierno a todo peninsular que de ahora en adelante procree). Un fiscal general presuroso consigue que un juez tome cartas en el asunto, secuestre la revista y clausure el sitio web. Se arma la discusión acerca de si ello implica un acto de censura, e via dicendo.
Desde este lejano estuario, como republicano de república populista e hiperpresidencial, que hace no aún 200 años que se declaró independiente de los Borbones, declaro a mi turno:
Primo: que la cautelar del magistrado poco efecto habrá tenido para quienes, privados de comprar el pasquín, deseaban echar un vistazo a la caricatura, ya que cualquiera la consigue por Internet y fue repetida y almacenada por medios extranjeros, fuera de la jurisdicción del interdictante. Croce ed delizia de la globalización.
Secundo: comprar la pasquinada costaba 2,50 E. Una vez prohibida, su cotización en ebay llegó a los 2.500 E. Delicias del mercado, esta vez.
Tertio: el patético impulso a la guarangada universal no respeta pelo ni marca. Así como se ha perdido el arte de injuriar, se ha extraviado el arte de satirizar. Reírse de hacer que alguien resbale con una cáscara de banana: culmen del humor tinelliano y presidencial argentino. Tengo en la biblioteca unas caricaturas británicas de principios del XIX, de James Gillray, mucho más intencionadas y atrevidas de la que comento, pero estéticamente irreprochables. Otra pérdida sensible: el minimum minimorum del buen gusto. Que cambia con tiempos y circunstancias , es cierto, pero siempre por arriba de la cloaca.
Quarto: como abogado defensor, aventuraría ante un tribunal que presentar en coito y barrenado a una pareja real o heredera al trono es mostrarlos en un acto propio de sus funciones, máxime tratándose de monarcas constitucionales, cuya función preclara y casi única es procurar herederos de sí mismos. La cuestión sigue siendo el cómo.
Quinto: censura y demás, pura filfa e hipocresía. Límites existen a cualquier tarea, y los determina la tarea misma (en este caso, la sátira, afinada hacia el castigat ridendo mores). Hay un arte del bordeo, de correr las fronteras, de transitar las cornisas. Cagaderas en la tapa del piano y limpiaderas de apuro con la mantilla de la abuela deben recibir un condigno castigo estético. No sé: leer las obras completas de Peces-Barba, los dictámenes de María José Lubertino o repetir de memoria los discursos de Néstor Kirchner, pongo por caso. (se aceptan variantes y propuestas).
Sexto: esta España de Borbón y pandereta/ cerrado y progresía/ devota de Zapatero y compañía/de espíritu burlón y de alma quieta/ha de tener su sátira y su día/su ridículo polvo entre piruetas.
Septimo: los magrebíes y morisma en general hacen repetidamente lo mismo sin necesidad que los estimulen con 2.500 E. Son los que han de cobrar más repetidamente el premio. Inch'Allah.
Octavo: la morería, consistente y consecuente, no soporta que atropellen sus símbolos y veneraciones, so pena de degüello; la judería, consistente y consecuente, tampoco, so pena de fulminación social y profesional. El cristiano, en estos tiempos donde cualquiera que presente una Virgen tiene que rodearla de un preservativo, anda muy confundido sobre el punto. No sabe si quien "preserva" así uno de los símbolos de su fe es un saltimbanqui o alguien que expresa de ese modo provocador una inquietud espiritual. Ciertamente, hasta el juicio estético aconsejado más arriba parece excluido en este caso. Ingmar Bergman podía crear artísticamente perplejidades a un cristiano. El publicitado Alomodóvar, en cambio, me resulta, sobre el punto, algo penoso. Pero, quis, hodie, judicabit? En cambio, amigos, sobre estos Borbones de ultramar ninguna vacilación: muestrénlos como los muestren, recitando discursitos bienpensantes, cortando cintas en inauguraciones de copas de leche, cruzando zalamerías con sudacas palurdos o manteniendo en alta o baja cama contacto rítmico de mucosas por cualquier vía, me resultan siempre pazguatos, sandios y grotescos. Por mí, píntenlos, pintamonas, como les plazca. En todo caso, ofenderán al pobre buen gusto, hoy desaparecido, y no a mí.
Nono: gilipolleces del españolito de hoy. En concurso organizado por Antena 3 para determinar el español más importante de la historia, designaron....a Juan Carlos I, por encima de Cervantes (2), Santa Teresa de Avila (9), el Cid (18), Carlos I y V (28), Ortega y Gasset (33) y don Francisco de Quevedo y Villegas (62). Igual concurso en Francia (France 2), ganador: Charles de Gaulle. En Alemania (DF): Konrad Adenauer. En los EE.UU. (Discovery Channel): Ronald Reagan. En Portugal (RTP): Oliveira Salazar, con escandalete. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios/ cualquiera de las Españas ha de helarte el corazón.
Decimo: en el mismo concurso sobre el español universal, y casi como chiste de gallegos, recibió bastantes votos Cristóbal Colón que, muy probablemente, era genovés.
1 comentario:
La situación en mención de la grotesca sátira a los Príncipes y las apostillas relacionadas que refiere el autor del blog, son representaciones fidedignas de la decadencia de la cultura europea -y específicamente española- que tristemente se exporta con devoción y celeridad a nuestra América Latina, antaño evangelizada y civilizada por cuenta de la Madre Patria.
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