domingo, julio 01, 2007



NO QUEDAN SANTOS


Ha venido a la luz, con la desclasificación de archivos norteamericanos, que la CIA intentó asesinar a Fidel Castro. Por cierto, si alguien ha ocupado el poder por casi medio siglo, que se hayan urdido contra él tramas de magnicidio eventual no resulta sorprendente. Lo sorprendente sería, al contrario, que a un ocupante vitalicio del poder nadie haya intentado nunca sacarlo del medio, ya que esta indemnidad indicaría que el poderoso resulta, en realidad, insignificante. No rasgo mis vestiduras, pues, ni derramo indignación contra estos complots en contra del tiranosaurio hoy medio venido a menos, Fidel Castro Ruz. Me interesa señalar, en cambio, algo en lo que nadie parece haber reparado. Esto es, que el instigador del asesinato de Fidel fue Bob Kennedy, antes de que un asesino supuestamente solitario lo mandara al otro barrio en vivo y en directo, allá en Los Angeles en 1968. Con los muchachos Kennedy y su mítico Camelot nos han vendido los yanquis un embeleco que no resiste ni una pasada de uña.


El más serio y coherente, aunque el más objetable de la sagrada familia kennediana, me resulta el patriarca, Joseph, que hacía negocios con los nazis (con quienes estaba en los mejores términos desde su puesto de embajador en Londres), despreciaba a los judíos y da muy bien el perfil de un irlandés simpáticamente mafioso que manda a los nenes a las mejores escuelas mientras arrambla dólares a como dé lugar. En cuanto a John, que les dejó a sus compatriotas el regalito de Vietnam y el fracaso de Bahía Cochinos, además de putañero de ley -calidad que este blogger no discute ni ataca y, en todo caso, puede apenas originar cierta envidieta-, de compartir una amante con un boss de la mafia (de lo que me enteré por una serie de la tele, buena fuente si las hay) y mandarle por izquierda pócimas a la pobre Marylin, no lo encuentro para nada un político fuera de serie. El político de fuste era Nixon, con su jeta de asesino serial y su falta evidente de carisma, que neutralizó a la URSS cortándole la posibilidad de avanzar sobre China y poniéndose a esta última de su lado. John era un inmaduro, pendejón, con mucha cháchara de Alianza para el Progreso, Nueva Frontera, hombre en la Luna y esas cosas, pero que resulta exaltado por lo que habría podido hacer si no lo mataban más que por lo que hizo estando vivo. Lo mejor que le ocurrió en la vida es haber tenido como ladero para organizar el costado festivo a que todo hombre aspira, a un tipo como Frank Sinatra, que ese sí se las sabía todas, abría mágicamente las puertas, vulneraba todo Arco de Triunfo y, en fin, encontró cierto placer maligno en enseñar a compadrear por la calle a estos cachorritos de bacán. Ahora Noam Chomsky, uno de los pilares del templo de la progresía, ha escrito un libro, “Rethinking Camelot”, la contrahistoria kennediana. John y Bob han encontrado en Chomsky su Felipe Pigna -porque en la vida todo llega. Bob el Bueno, por su lado, en 1952 era asesor del senador republicano Joe McCarthy (¿les suena?), justo en los tiempos de la Comisión contra las Actividades Antinorteamericanas que la progresía ha estigmatizado como centro de la "caza de brujas". McCarthy era un amigo de la familia, lo financiaban los Kennedy e intercambiaba con ellos favores políticos, empezando por el de abrirle el camino del Senado a John. McCarthy, un pupilo del patriarca Joe, anduvo noviando con las dos hermanas de John e Bob, primero con Eunice (hoy suegra de Schwarzenegger), después con Pat que casóse luego con Peter Lawford. El 10 de octubre de 1963, Bob autorizó al FBI de Edgar Hoover a interceptar los teléfonos de Martin Luther King y de sus familiares y allegados, por sospecharlo comunista. Desde la Casa Blanca organizó tramas ineptas para matar a Castro. Y los entrenamientos de fuerzas armadas y de seguridad latinoamericanas para formarlas en la contrainsurgencia (palabra surgida entonces), vienen de su inspiración. No va quedando nada de la rosada leyenda política de Camelot, para uso de subdesarrollados.

Blumberg no es ingeniero, ni Telerman ni Scioli pueden llamarse licenciados y se nos cayeron Santos John y Bob Kennedy. La vida es dura, compadre. Pero that's life.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es quizás un poco increíble, pero despreciando su posición ideológica (y, es más, considerándola francamente perjudicial para cualquier población) no puedo dejar de admirar su prosa y la calidad al expresar sus ideas...

Seguiré leyendo el blog, entonces, con un rictus de asqueo mezclado con media sonrisa.