"Pero lo más grave no era que esa táctica ambiciosa no diese los esperados frutos políticos: ella contribuyó más que ningún otro aspecto de la gestión gubernativa al fracaso del Plan Austral, de cuya suerte toda la experiencia radical dependía mucho más de lo que el doctor Alfonsín parecía advertir. En efecto, esa táctica impuso una constante hemorragia de fondos federales, primero para ganar el favor de las administraciones provinciales peronistas, de las que dependía el mantenimiento de un clima favorable en el Senado, y luego para disuadirlas de llevar la oposición hasta extremos inmanejables. Aún en el plano estrictamente político, esa táctica, que sometía al gobierno a una extorsión permanente (así, era un secreto a voces que la benévola neutralidad del poderoso clan Saadi debió ser comprada varias veces, y no sólo con un trato generoso para la provincia de Catamarca que era su feudo), se reveló contraproducente.
Mientras el gobierno federal llevaba adelante un esfuerzo heroico -y por varios motivos sorprendentemente exitoso- por reducir la incidencia del déficit fiscal (y, como se verá enseguida, daba con ello fuerza a la protesta sindical) y esperaba de las administraciones radiales que no lo abrumaran con sus exigencias (con lo que las preparaba mal para las pruebas electorales que se avecinaban, con consecuencias particularmente catastróficas en la decisiva provincia de Buenos Aires, cuya conquista por el radicalismo, que constituyó la mayor sorpresa de 1983, había asegurado entonces el triunfo de Alfonsín), los peronistas usaban los frutos del sacrificio ajeno para ampliar enormemente el personal de sus administraciones provinciales".
Tulio Halperin Donghi (1994) sobre el gobierno de Raúl Alfonsín
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