A través de un viejo ateniense
dialogante, clara contrafigura del autor, Platón –ya viejo también- introduce en
“Las Leyes” la reflexión sobre el
régimen político de su ciudad. El ateniense parte de la decadencia de la música y el
teatro. Los teatros habían sido tomados por un público voluble y ruidoso, desconocedor
de las leyes del ritmo y de la armonía y cuyo único juicio “estaba en el placer con que se gozaba”,
fuera él mejor o peor. “En lugar de la aristocracia, el mando de los mejores,
se produjo en ese campo una detestable teatrocracia” (701b). Si tan sólo hubiera
sucedido en la música, sigue la reflexión
del veterano ateniense, no habría sido el
hecho tan terrible, pero lo cierto es que se extendió también a la política, a
la vida pública en general. Hasta nuestros días, desde aquel diálogo, la
analogía entre el espectáculo y la política, entre el escenario y el ágora, ha
sido constante y esclarecedora. La
expresión “teatrocracia” la ha retomada un filósofo actual, Byung Chul Han, un
surcoreano radicado en Berlín, autor de obras tan breves como
sustanciosas. Este pensador engloba en
aquel vocablo platónico la subordinación de lo político al espectáculo de
entretenimiento (entre-tener: tener en
suspenso entre dos intervalos, impidiendo toda concentración), de puro esparcimiento
(esparcir: derrame constante de minucias). Reducirse a la anécdota
(¿corresponde a un precandidato presentarse a las fotos vistiendo zoquetes con
chancletas? –comidilla de varios días para todas la formas de prensa y redes
sociales). El público –la “gente”- no sólo
absorbe sino también “participa”, a su modo (Byung dice que el sujeto actual no
actúa: sólo teclea y se hace la ilusión de participar), dentro del ruido
insoportable de las redes sociales. Nuestro autor afirma que el ejercicio
despótico del poder no resulta hoy necesario: el hombre de las redes se explota
a sí mismo mientras cree “realizarse”. Es –dice- su propio Big Brother. Y agrega que a estos males se une el de la “transparencia”:
bajo el shock de presente, la estrategia política, que requiere tiempo y
secreto (los arcana imperii) desaparece,
y los políticos, partiquinos del espectáculo, actores antes que autores, se
convierten en deficientes administradores del desencanto.
De su obra “El Enjambre” extraigo
estos párrafos, donde coincide, en envidiable síntesis, con conceptos similares desarrollados
en otras entradas de este blog (los destacados son del propio Byung):
“En ‘Psicología de las Masas’, Gustave Le Bon
observa que los representantes en el parlamento son peones de la masa de trabajadores.
Esta representación política es fuerte.
Está vinculada inmediatamente a sus referentes. De hecho, defiende los
intereses de la representada masa de trabajadores. Hoy, la relación de representación
está perturbada en todos los ámbitos. El sistema económico-político se ha hecho
autorreferencial. Ya no representa a los ciudadanos o al público. Los
representantes políticos ya no se perciben como peones del “pueblo”, sino como peones del sistema, que se ha hecho autorreferencial. El problema está en el
carácter autorreferencial del sistema. La crisis de la política sólo podría
superarse por el acoplamiento a los referentes reales, a los hombres.
Las masas, que antes podían
organizarse en partidos y asociaciones y que estaban animadas por una
ideología, se descomponen ahora en enjambres de puras unidades, es decir, en
los Hikikomoris[i]
digitales aislados para sí, que no forman ningún público articulado y no
participan en ningún discurso público. Frente al sistema autorreferencial se encuentran
los individuos aislados para sí, que no actúan políticamente. Se descompone el nosotros político que sería capaz de acción
en sentido enfático. ¿Qué política, qué democracia sería pensable hoy ante la
desaparición de lo público, del crecimiento del egoísmo y narcisismo del
hombre? ¿Sería necesaria una smart policy,
una política inteligente que condenara a la superfluidad las elecciones y las
luchas electorales, el parlamento, las ideologías y las reuniones de los
miembros, una democracia digital en la que el botón de me gusta suplantara la boleta electoral? ¿Para qué son necesarios
hoy los partidos, si cada uno es él mismo un partido, si las ideologías, que en
un tiempo constituían un horizonte
político, se descomponen en innumerables opiniones y opciones particulares? ¿A
quién representan los representantes políticos si cada uno ya sólo se representa a sí mismo?”.
Nosotros, mientras tanto, detenidos en el 2015, que nos remite al 2001, que nos remite a 1983, que nos remite a 1976, que nos remite a 1955, que nos remite a 1943, que nos remite a....
[i]
) Personas que viven aisladas, al margen de la sociedad. Por ejemplo, quien se
pasa el día ante las pantallas de los medios audiovisuales, casi sin salir de su
casa
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