En este blog me he referido
antes a un jurista español, Alejandro Nieto García, catedrático que a los 85
años publicó su "Testimonio de un Jurista (1930-2017)", con
sabrosos párrafos que compartiré con el ocasional lector, por su pertinencia y
clara aplicación a la "verdad efectiva" de nuestra vida
jurídicopolítica.
Vayamos ahora a las memorias de Nieto. Advierte nuestro autor:
“La edad me ha enseñado a percatarme de mi insignificancia
personal, de la vaciedad de los pretendidos grandes descubrimientos, de la
retórica de los gestos heroicos que terminan siendo patéticos, de la falsedad
de las grandes verdades, de la vulnerabilidad de los dogmas tenidos por
intangibles y de la fugacidad de las cosas humanas”. Y ubica su rol en el escenario del derecho
público de su país: “como un outsider, como un enfant terrible haya
sido un signo de mi inmadurez propia o de larvada soberbia. Algo que, por lo
demás nunca me ha preocupado y menos ahora cuando ya tengo el pie en el estribo
para el último viaje, que he de hacer inevitablemente las maletas” .
Recuerda su paso por
la enseñanza universitaria y dice que en ella:“perdí mi fe en la completitud
de las normas y en la perfección tendencial del ordenamiento jurídico. A golpe
de experiencias y de tertulias enriquecedoras me percaté de cual era la
verdadera función del derecho estatal, de la incoherencia interna y relacional
de las leyes, de la falsedad de los conceptos dogmáticos construidos con
pretensiones científicas, y en fin, de la inviabilidad de un sistema estable”.
Su experiencia en la
Complutense de Madrid la resume en este párrafo cervantino: “mausoleo
de todas las vanidades, panteón de todas las celebridades, espejo de todas las
universidades hispánicas, cumbre de la ciencia, cifra del saber, meta de ambiciones,
fábrica de influencias, tesoro de subvenciones, reserva de mezquindades,
sentina donde desaguan las cloacas del universo académico”.
No menor anatema le
cabe al espectáculo de la famosa "Transición" del franquismo a la
democracia: “sueldos espléndidos autoestablecidos, instalaciones y
automóviles fastuosos, aumento de funcionarios clientelares, inversiones
disparatadas y, en suma, desgobierno, caos y corrupción tanto en los
ayuntamientos como en la diputaciones provinciales y comunidades autónomas.
Aeropuertos sin aviones, trenes sin vías y vías sin trenes, centros culturales
y deportivos en cada esquina, congresos inútiles, viajes sin sentido y
subvenciones sin cuenta y sin destino conocido”.
Y una consecuencia
bien conocida entre nosotros, de ciudadano reducido a puer aeternus": “los
ciudadanos en definitiva adoptan actitudes de menores de edad que acuden al
Padre Estado para que les arregle todos sus problemas, incluso aquellos que
sean buscado ellos mismos. Son frívolos e irresponsables y cuando llega un
incidente lloran y exigen sin pensar que ellos son quienes lo han provocado. No
tienen en cuenta los riesgos de la vida moderna, que arrostran impávidos pero
luego reclaman por los daños producidos. Consumen drogas y exigen ser tratados
en un centro público. Practican el botellón y toman estupefacientes en fiestas
multitudinarias y luego pretenden ser indemnizados a costa del dinero público
si sucede un incidente; y con la misma frivolidad adolescente participan en un
encierro popular taurino y se quejan de que un toro les haya lesionado.
Mientras que yo tengo que soportar esas protestas y exigencias y de paso
costearlas como contribuyente.”.
La corrupción está ahí, desde luego: "fenómeno que le ha preocupado siempre, no es tanto el hecho mismo de la corrupción como la indiferencia hacia ella, que es, a la postre, lo que mejor la fomenta” pues “el calamar de la corrupción se ha envuelto en una nube de tinta tan espesa que ya nadie sabe- y los que lo saben se cuidan mucho de decirlo- qué es lo que ha pasado (y sobre todo, por qué), qué está pasando ahora y en qué parará todo esto”.
No puede dejar de lado el mundo de los tribunales. Comprueba
que; “vivimos en una sociedad pleitista dentro de una economía cuyo sector
más importante es el papel, la tinta y sus sucedáneos electrónicos. De las
leyes vive mas gente que del turismo o del automóvil”.
La confianza en la Justicia se derrumba porque “desde el punto de vista legal, la imprevisibilidad de los resultados, el caos normativo y las contradicciones jurisprudenciales siempre dejan abierta la posibilidad de obtener una sentencia favorable aun en los asuntos más descabellados”.
En el Derecho actual conviven “el avión y la
diligencia. Es una vivienda en la que no se tiran los muebles viejos. Un mundo
de anacronismos cotidianos, en el que lo útil y lo inútil se dan la mano y casi
nada funciona racionalmente”.
Redondea: “El Derecho es hoy más incierto que nunca,
las leyes no son fiables y menos aún los jueces, impávidos creadores de una
jurisprudencia contradictoria; mientras que la doctrina ya no tiene energías
para ordenar este caos y ni siquiera ánimos para intentarlo”, lo que desemboca
en “unas leyes deleznables, una jurisprudencia desacreditada y una doctrina
timorata”.
Agrega: “El Derecho cristalizado en una ley formal
se va desfigurando en el curso de su realización por obra de los intermediarios
que lo ejecutan y cumplen. Y por otro lado, el texto de la ley se enturbia
cuando se integra en un ordenamiento jurídico compuesto de elementos
heterogéneos: hacia abajo, los reglamentos, las instrucciones, el complejo
universo del soft law; y hacia arriba, la constitución, el Derecho comunitario
y el globalizado”. Los jueces, señala, “están practicando con absoluta
naturalidad un Derecho sin ley, que últimamente nos ha venido del Derecho
anglosajón (…) las sentencias dictadas no al amparo de una ley sino por la
simple consideración de que la resolución impugnada no es racional, o razonable
o proporcional”. Además: : “hoy los abogados (y jueces) cuentan con un
repertorio en internet, que les proporciona, sin más trabajo que apretar cuatro
teclas, la argumentación precisa y bien fundamentada en que pueden basar sus
escritos forenses cualquiera que sea la posición que pretendan adoptar”. El
fundamento exprés, vía cut
and paste, que "fundamenta" cientos de fojas judiciales.
Mucho podría añadirse, y en buena parte de las entradas
de este blog lo he hecho, acerca de las parecidas calderadas que hierven en
nuestro mundo jurídico, más graves aún que las aquí traídas a consideración en
la letra del catedrático español. Pero bueno es saber que afuera también se
cuecen parecidas habas.
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