domingo, junio 05, 2016

"EMPODERAOS LOS UNOS A LOS OTROS"




El Papa empoderó por fin a los jueces que le reunió el canciller Sánchez Sorondo. Foto final  de grupete, con Lorenzetti a la derecha del santo Padre. Piumato, Vera, Casanello, el mismo Sánchez Sorondo e tutti quanti. El tema  de la reunión era cargar los morrales de estos apóstoles judiciales para la lucha contra la trata y el tráfico de personas, finalidad loable. Ahora, como los setenta y dos de Lucas (10, 1-9) se desparramarán por el mundo llevando una buena nueva judicial, algo mejor provistos que aquellas seis docenas de enviados de entonces. Si hemos de dar crédito a los vaticomentaristas locales, la reunión fue preponderantemente para los argentinos, la foto está para destacarlos y hasta hubo algunas entrevistas a solas  que nuestros cotorreros destacaron, con Lorenzetti y Casanello.  Las palabras del Papa, sus generalidades, fueron interpretadas desde aquí, explícitamente, como un mensaje al gobierno: están presionando a los jueces, se quiere licuar la figura del juez y el juez "es el primer atributo de una sociedad de pueblo", frase algo oscura para cuya mejor comprensión copio el párrafo correspondiente de la alocución que tuvo lugar en la Academia Pontificia:

"Pero  solamente en la figura del juez la justicia se reconoce como el primer atributo de la sociedad. Y esto hay que rescatarlo, porque la tendencia, cada vez mayor, es la de licuar la figura del juez a través de las presiones, etcétera, que mencioné antes. Y sin embargo, es el primer atributo de la sociedad. Sale en la misma tradición bíblica, ¿no es cierto? Moisés necesita instituir setenta  jueces para que lo ayuden, que juzguen los casos, el juez a quien se recurre. Y también en este proceso de licuefacción, lo contundente, lo concreto de la realidad afecta a los pueblos. O sea, los pueblos tienen una entidad que les da consistencia, que los hace crecer, hacer sus propios proyectos, asumir sus fracasos, asumir sus ideales, pero también están sufriendo un proceso de licuefacción, y todo lo que es la consistencia concreta de un pueblo tiende a transformarse en la mera identidad nominal de un ciudadano, y un pueblo no es lo mismo que un grupo de ciudadanos. El juez es el primer atributo de una sociedad de pueblo".

Ahora bien, lo que transforma al juez en los justo personificado, lo "justum animatum" que decía Aristóteles, capaz de adjudicar a ciencia y conciencia lo suyo de cada uno en el caso, no es el poder, no es la "chapa", el imperium o el pistoneo de los poderosos. Lo que le permite estar sentado con decoro en su silla es la autoridad. Auctoritas, que viene de augere, que significa hacer crecer. La autoridad judicial, como saber socialmente reconocido, resulta del ejercicio prudente de la ecuanimidad, que exige independencia. La ecuanimidad se le requiere bajo forma de imparcialidad. Y es notable que se le exija algo negativo: no ser parcial, y no algo positivo: ser directamente ecuánime en el juicio. Hay en el mandato una vieja sabiduría cristalizada: cualquier puede ser parcial -todos lo somos, de algún modo; muy pocos pueden ser imparciales, con un hábito que cuesta adquirir, y poquísimos son los que resultan directa y serenamente ecuánimes.

Hannah Arendt decía que la auctoritas fue un hallazgo romano que quizás se perdió con ellos. Si nos referimos a los jueces argentinos, especialmente los del fuero federal penal de nuestros días,  salvo alguna mosca blanca, concluiremos -concluyo como viejo abogado, por lo menos- la han perdido dejando los jirones por el camino hace tiempo. Entre los jueces de la foto habrá excepciones -me refiero a los compatriotas- pero la mayoría son hijos de las presiones, juguetes del poder, pistoneadores ellos mismos, dependientes de amos y muchas veces corruptos, viviendo en buena parte de lo casos muy por encima de sus recursos. Una Corte, una Casación, Cámaras y jueces  que hicieron mangas y capirotes de las garantías penales básicas, magistrados "sobrecogedores" que han recibido regularmente  sobresueldos en sobres de papel madera, declamadores de "ponderaciones" del caso y fabricantes de principios ad hoc, jurisclastas hinchados de lecturas fútiles, viejos tramoyistas que no tienen a Temis por diosa sino al Viejo Vizcacha por guía y maestro. Y ahí, en primera fila, también Julio Piumato, eterno secretario general de la UEJN, que los aterroriza y presiona con denuncias seriales y a quien recuerdo, en su época cristinista, en el Consejo de la Magistratura, chocando panzas e intercambiando esos besos húmedos tan del gusto de nuestros bosses con Carlos Kunkel, para amañar la ofensiva contra un juez que defendía su autoridad y a quien despreciaban no sólo por su honeste vivere sino también porque era más inteligente y sabio jurídicamente hablando que ellos, y eso es un mérito que en nuestro foro raramente se respeta.  Una vieja jueza federal dijo se emocionó tanto con el discurso del Papa "que casi me pongo a llorar". De este lado del charco se sentía la misma sensación, créame doña.

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