En este blog, que he definido como rapsódico, no se tratan todos los asuntos que ocurren, pero se trata de ir definiendo las grandes líneas metapolíticas acerca de lo que pasa. El triunfo de Macri en las elecciones presidenciales, más allá de anécdotas y de circunstancias, significa que nuestra política entra definitivamente en la posmodernidad del siglo XXI, para bien y para mal. Toda política posterior que quiera triunfar deberá sujetarse a sus categorías, o resultar irrelevante. Para ir definiendo temas, aquí va un viejo artículo que se aplica a esta torpe oposición, que el kirchnerato, a través de expositores semianalfabetos propuso, y encontró otros del mismo nivel que en el campo "republicano" lo enfrentaron, que podemos resumir en Grosso chico contra Paka Paka.
LO FACÚNDICO, DE VUELTA
En el principio de los
argentinos, fue el desierto. El desierto que a ratos nos impulsa a construir
algo aere perennius -más permanente
que el bronce-, pero las más de las veces nos abomba -"viene uno como
dormido/cuando vuelve del desierto", decía Martín Fierro. El desierto que
fascinó a nuestros primeros escritores y sirvió de fondo tanto a Sarmiento como
a Hernández. Toda nuestra civilización consiste en levantar construcciones
trémulas, fijar médanos cambiantes, resistirlo. Del fondo de ese desierto
primordial emergen dos maneras, igualmente válidas, de ser argentino. Una que
lo rechaza e intenta sepultarlo definitivamente bajo cuadras y cuadras de
hormigón racional. Otra, que lo acepta y pretende domarlo, amigarlo, abuenarlo.
Esas dos maneras de ser argentino a partir del desierto se suelen llamar, con
los motes del siglo XIX, "unitarios" y "federales".
El pasado 6 de julio tuvimos una
"Marcha Federal". Ella abrió en los medios un abanico de
interpretaciones, casi todas patinando sobre el comentario de lo evidente,
prácticamente ninguna queriendo penetrar en lo profundo. Me parece útil señalar
que esa marcha del 6 representa un desquite de lo "facúndico", expresión acuñada más de medio siglo atrás por
Saúl Taborda (1885-1944), educador cordobés de quien se viene de reeditar una
selección de su principal obra, "Investigaciones
Pedagógicas".
Lo facúndico es una determinada
actitud ante el país y ante la vida que asoma cuando se rasca el barniz
civilizatorio del humus pampeano y
aparece la "piel del dragón",
que decía H.A. Murena. Expresa un sentimiento duplicado, un re-sentimiento,
ante todo de insatisfacción personal, social y económica de un vasto sector
argentino, contenido en los márgenes de los bienes de la vida, y secundaria
aunque no menos intensamente un disconformismo intelectual que se presenta como
divergencia ante lo intelectual
("Menos Harvard y más Justicia Social", se titulaba una solicitada
días atrás), pero que tiene sus pensadores, generalmente epígonos de las concepciones
nacionalistas y forjistas de los años 30 (las cuales a su vez, guardan relación
con el último tramo del pensamiento de Saúl Taborda).
Si tuviésemos que expresar en un
cuadrito las apologías y rechazos de los facúndico y lo ilustrado, resultaría:
FACUNDICO ILUSTRADO
Romanticismo vs.
Ilustración
Vida vs. Razón
Sentimiento vs.
Ideología
Masas vs.
Sistemas
Nación vs.
Constitución
Movimientismo vs.
Partidocracia
Distribución vs.
Inversión
Me permitiré la obvia conclusión
de que, siendo ambas formas válidas de ser argentino, ni lo
"facúndico" ni lo "ilustrado" por sí dan cuenta total de
nuestra realidad. Ninguno de los dos términos puede ser eliminado, aunque
suelen enfrentarse cada tanto violentamente como dos "países" en
pugna, cada uno procurando triunfar definitivamente sobre el otro. Con la misma
obviedad, señalo que lo acertado consistiría en tender un puente entre la
ilustración y lo facúndico, entre la razón y la vida, entre las luces y el
romanticismo, entre el ajuste y la equidad. El fracaso de esta operación de
equilibrio entre las dos fases permanentes de nuestro compuesto nacional, entre
nuestro yin y yang, si se quiere, nos devolvería a la intemperie del desierto,
para la guerra de todos contra todos, otra de nuestras persistentes pesadillas.
No creo que el tendido de ese puente esté a la vista. Una posición, a lo sumo,
puede "disfrazarse" de la otra, pero no aún comprenderla. Todo ello
ahonda nuestra Lebenslüge, nuestra
"mentira vital", acentuada desde 1989 en que triunfara un líder con
el gesto facúndico para gobernar luego con el libreto ilustrado.
Saúl Taborda fue, en el primer cuarto
del siglo, un liberal y un reformista universitario fervoroso, a la par de su
comprovinciano Deodoro Roca. El liberalismo de este cordobés tenía, por
entonces, casi una intransigencia de cruzada. Formado en Alemania, se deslumbra
con Scheler y con el ideal pedagógico de Spranger. Regresa para dar batalla al
positivismo y al espíritu de la ilustración francesa que nos había desviado del
"comunalismo facúndico" de
nuestros orígenes (además de las influencias señaladas se nota en su obra la
influencia de Angel Ganivet y su "Idearium
Español"). Abre una crítica a Sarmiento, contra el cual, dice, "se puede estar en contra...pero no se puede
estar sin él", y contra la pedagogía inaugurada por la ley de
Educación Común de 1884, que atenta contra nuestra "tesitura étnica y eterna" y procura crear un ciudadano
simplemente productivo y dócil al Estado. Esa generación del 80 ase dedicó,
dice, " a la extraña e inmotivada tarea de mutilar nuestra nación para arquitecturar 'desde
arriba', desde el dogma racionalista, una nacionalidad
al servicio de un Estado centralizador dueño de todos los resortes
vitales". Como se ve, el mensaje de Taborda es fundante de los argumentos
de la posición facúndica, aunque muchos de los seguidores de ésta lo
desconozcan. Su obra fundamental, "Investigaciones
Pedagógicas", fue publicada por sus discípulos después de su muerte.
En su batalla contra el positivismo triunfante, Taborda avanza la interesante
idea de que la historia hace sesgos; todos los "proyectos nacionales"
tienen un ascenso y luego una caída, porque la realidad se venga -a través de
Némesis, la diosa del caso- de las transformaciones a que ha sido forzada. En
esos "recodos neméticos", en esas vueltas en que lo que creímos
triunfante muestra su faz negativa, hay que proceder a una nueva empresa y no
empeñarse tercamente en mantener aquello que ya empieza a fracasar.-
Si no entendemos que ambas tradiciones deben subsistir en dialéctica oposición, que rescate las paginas válidas de cada uno, estanos condenados a pasar del Grosso chico a Paka Paka et sic de coeteris.-
En la foto, Saúl Taborda, en el centro, entre Enzo Bordabehere y Enrique Martínez Paz
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