miércoles, noviembre 05, 2014

Brasillach en "Los Siete Colores"

El 4 de noviembre de 2014, en la Asociación de Ex Alumnos del CNBA, con Hugo Esteva presentamos la traducción de "Los Siete Colores", novela de Robert Brasillach.





¿Por qué leer a Brasillach hoy, en 2014? ¿Por qué leer esta novela terminada de escribir hace 75 años?

¿Porque Brasillach fue fascista y a algunos de nosotros nos han puesto, con razón o sin ella, una patente de fachos?  ¿O hay que dejarlo de leer y condenarlo al olvido , con razón o sin ella, porque a uno el fascismo le revuelve y le produce rechazo? ¿Es un autor y es una novela sólo para un gueto ideológico?

¿Hay que leerlo porque lo fusilaron a los treinta y cuatro años por un delito de opinión, por haber quedado del mal lado de la trinchera, ya que nunca medró con el ocupante o con el gobierno de Vichy, ni nadie fue a la cárcel por él? ¿Habrá que leerlo por esa aureola romántica que nimba a las causas perdidas?  Bardèche, el cuñado y grandísimo amigo de Brasillach, escribió un notable trabajo donde reivindica  a los sudistas, en la guerra de Secesión norteamericana, precisamente porque perdieron…

¿Habrá que leerlo por el autor era, pese a su juventud, portador de un bagaje cultural inmenso y vario, voraz lector él mismo, uno de esos portentos en la comprensión literaria y en la finura del conocimiento, como lo fue, a su modo también, mi admirada Simone Weil, que nació el mismo año 1909 y había muerto en Londres un año antes de que fusilaran a Brasillach?  Cuando uno repasa la “Antología de la Poesía Griega”, que va de la Ilíada hasta Proclo, el último poeta y filósofo pagano en el siglo V de nuestra era, traducida y anotada por Brasillach en el último año de su vida, terminada en prisión, el efecto es maravillarse, como cuando uno lee los trabajos de Simone Weil reunidos bajo el título de “La Fuente Griega”. Polyeucte. Mi amigo Néstor Montezanti me asegura que esa antología de Brasillach era leída y admirada por una gran escritora argentina, María Elena Walsh.   De paso, esto del año de nacimiento es un indicio muy inseguro de compartir dones del espíritu. Con todo respeto por el de mortuis nihil nisi bonus –advierto ahora que don Héctor J. Cámpora también nació en 1909. Descanse en paz de los abusos actuales de su nombre.

A mi juicio, hay que leerlo por la mejor razón que se tiene para leer un libro: porque es un gran escritor que nos habla en esta novela del amor, de la amistad, de los grandes atractivos y de los tenaces malentendidos que estas dos forma supremas del afecto encierran.  Que nos habla de cómo sobreviven aún en la prueba de la guerra, en este caso la guerra civil española, el gran banco de pruebas de su generación. Pierre Drieu La Rochelle escribió una gran novela que también la atraviesa, “Gilles” (1939. André Malraux no se quedó atrás con “L’Espoir” (1937). Hemingway contribuyó con “Por quien doblan las Campanas” (1940).

 

Volvamos a la novela: hay una experimentación narrativa bajo siete registros, siete colores: relato vamos a decir convencional, cartas, diario, reflexiones, diálogo teatral, documentos, soliloquio. Sospecho que Cortázar pudo tenerlo en cuenta cuando aún no había concebido la estructura de “Rayuela”.  Agrego que Brasillach fue el primero en echar a rodar en la crítica literaria la expresión “realismo mágico”, que tanta fortuna tendría luego, sobre todo a propósito de Gabriel García Márquez. El fondo es, mayormente,  el viejo París que, al despuntar de los treinta, todavía era una fiesta –como Hemingway llamó al de los años 20, los roaring twenties, y Woody Allen romancea en algunas de sus películas- pero hacia sus finales, casi principiando la resaca. Unos después, sobre todo después del 6 de febrero de 1934, Brasillach iba a ir dejando la vida de los libros para participar en otra.  Pero en él hay un eje diamantino, una permanencia, una coherencia indudable. Escritores que elogiaban a Pétain, descubrirían ahora en De Gaulle las mismas virtudes  (Claudel, por otra parte la separación de los amantes, Catalina y Patricio,  tiene ecos claudelianos). Brasillach se había separado de Je suis Partout, entre otras cosas porque no quería exaltar a la Milicia, originariamente una formación de combate, muchos de cuyos integrantes cumplían ahora funciones policiales. Tampoco quería irse, como Céline (que dejaría un cuadro terrible de esa retirada en “De un Castillo a otro”, el mundo de Sigmaringen en el palacio de los Hohenzollern, Pétain, Laval, el mismo Céline). Sería el único intelectual, del largo listado, que sería ejecutado. Por otra parte, decía Brasillach, si critiqué a los intelectuales de izquierda que se iban en  1939, porque la URSS y Alemania estaban unidas por el pacto Ribbentrop-Molotov y no iban a pelear contra Alemania ¿cómo yo ahora voy a hacer lo mismo?

Brasillach se entrega cuando se ha tomado de rehén a su familia: a su madre y a su padrastro, y amenazan hacerlo con Susana, su hermana, casada con Maurice Bardèche. Voy a destacar, de su inmenso trabajo literario en prisión, uno: el “Diálogo Trágico”  “Los Hermanos Enemigos”. Es el diálogo entre los dos hermanos enfrentados en una guerra civil, hermanos de Antígona e hijos de Edipo, Eteocles y Polinices, antes de combatir en la misma puerta de Tebas y matarse mutuamente. Fuera de Sófocles, el público estaba empapado de la tragedia por la “Antígona” de Anouilh. Ambos discuten, uno de la voz de la razón y la continuidad, otro la voz de la pasión y la revuelta. En el fondo está Francia representada en Tebas. Leído 75 años después este diálogo, se advierte  que Francia no podía haber invocado estar entre los ganadores de la guerra con De Gaulle si Pétain no la hubiera conservado durante esa misma guerra. La sangre enfrentada de los hermanos enemigos fecundaba una misma continuidad. Diálogo de gran actualidad que publicaremos.

Llega el juicio. Jacques Isorni, su abogado, hay que colocarlo en la línea de los grandes defensores de defensas técnicas y políticas en Francia (Tixier de Vignancourt, Jacques Vergès, recientemente fallecido), etc.. Es joven y discriminado como un hijo de italianos, no un francés de souche. El fiscal y él viven puerta por medio. Recuerda Isorni al fiscal, durante el proceso, que  fue también fiscal bajo Vichy,  y no es la primera vez que se enfrentan. Isorni destaca más tarde la influencia sobre los jurados, para obtener el veredicto de culpabilidad, de una foto tomada en el frente oriental, donde aparece Jacques Doriot con el uniforme alemán con el distintivo en la manga de la LVF (no había acusación en tal sentido), imagen atribuida al propio Brasillach. En verdad, el único uniforme que vistió fue el de oficial francés en 1939.

Entre sus poemas de prisión, destaco éste, referido a las inscripciones en las paredes de
la celda de los condenados a muerte de la cárcel de Fresnes  
 
 

Los Nombres en los Muros

Otros vinieron por aquí

cuyos nombres en los muros mohosos

ya se deshacen y descascaran.

Ellos sufrieron y tuvieron esperanzas

y a veces la esperanza acertaba

a veces engañaba a esas murallas.

Venidos de aquí, venidos de otros sitios

nuestros corazones no eran iguales,

según nos dijeron. ¿Hay que creerlo?

¡Pero qué importa lo que fuimos!

Nuestros rostros, ahogados de bruma,

se parecen en la noche negra.

Es en vosotros, hermanos ignotos,

en quienes pienso  cuando cae la noche,

¡Oh mis fraternales adversarios!

Ayer está próximo al hoy,

a  nuestro pesar  estamos unidos

por la esperanza y por la miseria.

  

6 de febrero de 1945,  fusilado

Robert Brasillach se sintió siempre medio español. Decía, en unos versos juveniles, haber nacido bajo el sol de los veranos catalanes. Y escribió más tarde que los hombres de su generación habían hallado en España, en uno y otro bando de la guerra civil, el lugar de todas las audacias, de todas las grandezas y de todas las esperanzas. No es extraño, pues, que este libro –que no es para ningún gueto ideológico, repito-  haya aparecido en España y se haya presentado en Barcelona. Tampoco es extraño que se lo haya traducido de este  lado del charco. En una y otra banda sabemos reconocer, y nos reconocemos, para decirlo con la frase de otro español que también fue fusilado muy joven, en la poesía que promete, antes que en la que destruye. A esa incesante poesía que promete está dedicado nuestro trabajo.

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