Conocíamos los experimentos resultantes de transferir material
genético de humanos a animales. Se obtienen transfiriendo el núcleo de una
célula humana a un óvulo de un animal, al que previamente se le ha extraído su
núcleo, es decir, su contenido genético. El embrión híbrido surgido de esta
práctica tendría aproximadamente un 99% de material genético de la persona
humana que ha “donado” la célula y un 1%
del material genético del óvulo, el correspondiente al ADN mitocondrial. A
estos híbridos se los denomina “quimeras”. También se puede producir una
quimera a partir de una célula procedente de un embrión animal que se
transfiere a un embrión humano. En este caso, el embrión quimérico resultante
tiene una mezcla del ADN del animal y del individuo humano. En el artículo que sigue se informa sobre
transferencias nucleares entre embriones humanos, de la cual han resultado
personas, en algún modo “quiméricas”, con un ADN perteneciente a tres
“progenitores”: dos mujeres y un hombre. La autora señala, además, el camino
que conduce de estos experimentos a la clonación humana.
“IL FOGLIO”
1º de marzo de 2013
Hijos en
probeta de tres progenitores
El procedimiento fue presentado
bajo la habitual clave terapéutica, esto es, como una terapia genética
innovadora de las líneas germinales, con la finalidad de prevenir enfermedades
hereditarias: “Medical Frontiers Debating
Mitochondrial Replacement”, es el título que aparece en el sitio de la
HFEA, en el apartado correspondiente a este tema[2].
Que luego puedan nacer niños con el ADN de tres personas diversas, es al fin y
al cabo una consecuencia secundaria a la que se le otorga escaso relieve, al
menos por la parte institucional. La consulta fue clasurada el pasado mes de
diciembre y los resultados están en curso de publicación. De octubre a
diciembre del año pasado, la muy importante revista científica británica
“Nature” publicó dos artículos sobre la cuestión. En el primero, dos
investigadores de Oregon anunciaron haber logrado producir líneas estaminales
embrionarias humanas, fecundando ovocitos genéticamente modificados en
laboratorio: los embriones así obtenidos presentan un ADN totalizado, que
reconduce a tres personas –dos mujeres y un hombre- aunque obtenidos con una técnica
distinta respecto a la aplicada en los EE.UU. diez años atrás. Los
investigadores señalan que más de la mitad de los embriones humanos producidos
presentaron anomalías, en mayor proporción que en los mismos experimentos
realizados anteriormente, por el mismo equipo sobre monos.
Dos meses más tarde, en un
segundo artículo, un equiopo de científicos del New York Steam Cell Foundation
Laboratory del Columbia University Medical Center mostraron una técnica aún más
sofisticada que la precedente, que permite la producción de ovocitos
modificados aparentemente sin anomalías. La noticia fue recogida por los media
más importantes –desde “The Economist”
al “Wall Street Journal”- que repitieron el mantra de los nuevos
descubrimientos para prevenir enfermedades hereditarias, sorteando casi siempre
el aspecto del “particular” patrimonio genético de los así concebidos. El guión
es siempre el mismo: en nombre de hipotéticas terapias para patologías
actualmente incurables, se busca volver aceptable para la opinión pública, y
autorizable del punto de vista jurìdico, cualquier experimentación técnicamente
realizable sobre seres humanos, en el intento de rediseñar sus bases
fundamentales. El objetivo presunto, en
este caso, es impedir la transmisión de algunas enfermedades hereditarias,
originadas en anomalías del ADN mitocondrial; el medio escogido es la
modificación de las líneas germinales humanas y la creación de seres humanos on
un ADN inexistente en la naturaleza, proveniente de tres personas. Pero la
verdadera finalidad es la ensayar la omnipotencia de la tecnociencia, a
cualquier precio.
El
principal autor de la primera investigación publicada en “Nature”, la de mayor
eco, es Shoukhrat Mitalipov, uno de los investigadores que, en la misma
publicación, en noviembre de 2007, explicaba haber logrado producir líneas
celulares estaminales embrionales clonadas de monos con la misma técnica con la
que se había hecho nacer la oveja Dolly. Esta habría sido la demostración de
que tal modalidad de clonación funcionaba en seres vivientes complejos como los
primates y, por lo tanto, en el futuro, en seres humanos. En el texto del
artículo, observando los datos proporcionados, el experimento se revelaba
claramente fallido. Infortunadamente para el autor, por ese tiempo el
científico japonés Shinya Yamanaka publicó su trabajo decisivo sobre IPS –estaminales pluripotentes inducidas- que
clausuraba aquel filón de investigaciones sobre la clonación, que prometía a
sus autores abrirles el camino al Nobel.
Sin
embargo, la manipulación genética de la que estamos hablando, presentada como
prevención de las anomalías del ADN mitocondrial, más allá del problema del ADN
innatural y de la modificación hereditaria de las líneas germinales, intenta
hacer entrar por la ventana lo que había salido por la puerta; esto es, plantea
el problema de la clonación humana, en términos aún más graves que aquellos en
que se colocara en tiempos del nacimiento de la oveja Dolly. Para comprender
mejor, debemos entrar en el mérito de las técnicas utilizadas. Un gameto
femenino, esto es, un ovocito, es una célula que tiene el 99,99% de su
patrimonio genético en el ADN del núcleo, y el 0,1% fuera del núcleo, en los
mitocondrios, que se heredan sólo por línea materna, a través, precisamente, de
los ovocitos, poorque los mitocondrios presentes en el esperma se destruyen
inmediatamente después de la fecundación, y no se transmiten a la descendencia..
La
primera técnica utilizada para eliminar los mitocondrios portadores de anomalías
genéticas era la transferencia ooplasmatica: después de la manipulación en
laboratorio el ovocito tenía mitocondrios “sanos” junto a aquellos “anómalos”,
con el ADN total proveniente de dos mujeres. Abandonada esta estrategia a
partir de las fallas y del pronunciamiento negativo de la FDA, las técnicas
actualmente posibles son tres, todas ellas basadas en la transferencia nuclear,
en analogìa con la clonación de la que nació Dolly.
La
primera, propuesta en el artículo de “Nature”, consiste otra vez en una
manipulación de los ovocitos, con una variante respecto de la precedente: los
mitocondrios anómalos de una mujer son sustituidos con los sanos de otra mujer. Es una suerte de “donación” heteróloga en la que la “donante” cede sólo
una parte de sus ovocitos a una mujer que los tiene genéticament defectuosos.
El ADN defectuoso queda así eliminado y el sano, de la “donante”, no contribuye
a los rasgos somáticos del niño que eventualmente habrá de nacer. Un
procedimiento que, eventualmente, puede ser utilizado también para
“rejuvenecer” los ovocitos de una mujer biológicamente anciana. Con la
fecundación in vitro del ovocito
modificado, el embrión resultante tendrá también la contribución genética del
varón y, por lo tanto, de tres personas en conjunto, entre las que una “madre
biológica parcial”. Que ha contribuido con una parte de los ovocitos: los
mitocondrios.
El segundo procedimiento posible prevé, en cambio, la sustitución de los mitocondrios enfermos con los sanos por una transferencia nuclear entre zigotos, es decir, embriones en el primer estadio de desarrollo, el monocelular: en sustancia, se manipulan dos embriones para formar un tercero, que puede ser implantado en el útero y dar lugar a un embarazo. En este caso también el nascituro de un embrión así obtenido tendría un patrimonio genético reconducible al menos a tres personas: el ADN nuclear que pertenece a la pareja portadora de las anomalías mitocondriales, que busca tener un hijo sano. Los mitocondrios pertenecen a la mujer que ha puesto a disposición el embrión sano, genèticamente ligado a ella.
En la
Universidad de Newcastle se han
realizado experimentos de este tipo, utilizando embriones provenientes de
fecundaciones extracorpóreas pero no implantados en úteros por sus anomalías. El Nuffield Council – un
importante comité ético inglés – en un informe sobre el tema, da cuenta de
noticias de que en China cinco embriones así modificados fueron implantados en
úteros, produciéndose luego otros tantos abortos, voluntarios en algunos casos y espontáneos en
otros. En teoría, se ha planteado si estas maniobras podrían considerarse una
clonación, y la respuesta ha sido mayoritariamnete negativa, porque no se ha
duplicado ningún individuo ni ningún embrión. Hay quien la considera una
clonación vinculada a la destrucción del embrión clonado.
Distinta
es la tercera posibilidad, planteada hasta ahora sólo en el terreno hipotético.
Sería sustancialmente una clonación múltiple: un embrión con anomalías
mitocondriales sería disgregado en sus células individuales, los blastómeros, de
los que extraen los núcleos, que son trasplantados a los ovocitos de una segunda
mujer, precedentemente enucleados, con mitocondrios sanos. El resultado es una
serie de embriones todos ellos iguales entre sí, en el ADN nuclear, tantos como
hayan sido los ovocitos enucleados. Es una pura y simple clonación
rerpoductiva, donde no se trata de obtener una copia idéntica de un ser
viviente adulto (como en el caso de la oveja Dolly) sino de formar embriones
idénticos entre sí, clonando un embrión inicial.
Aún con una descripción sumaria como la que viene de hacerse, pueden extraerse algunas conclusiones. La primera es que la complejidad adquirida por las nuevas tecnologías exige siempre entrar en el mérito cientìfico de los diversoso experimentos para uan evaluación adecuada. La segunda, es que ya existen en el mundo personas con un patrimonio genético modificado, obtenido en experimentos que requerirían un rechazo absoluto, ante todo de la comunidad científica y médica, por el modo con que han sido conducidos. De esas personas sería importante conocer su estado de salud. Por otra parte, se hace evidente de modo palmario la extrema vulnerabilidad de tantas parejas que acuden a las técnicas de fecundación asistida, y la dificultad, de parte de quienes tiene la competencia y el deber de monitorear lo que con esas técnicas está sucediendo-. La última conclusión es que una vez más se recubre, con la excusa de nuevas terapias, el intento de rediseñar en laboratorio seres humanos, manipulándolos desde los primerísimos instantes de su existencia, casi siempre sin advertir los riesgos y consecuencias de tales manipulaciones. .
Assuntina Morresi[3]
Traducción de Luis María Bandieri
[1] ) El único
país que cuenta con una legislación específica que autoriza la creación de
híbridos entre humano y animal, es la Gran Bretaña (n. del t.)
[3] ) La
autora, que vive en Perugia, es profesora asociada de Físico-Química y miembro
del Comité Nacional italiano de Bioética, así como colaboradora habitual de
diversos periódicos peninsulares.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario