¿UN ANTICRISTO CURSI?
Con el premio Nobel, otorgado por el Comité Parlamentario noruego, que hace a Barack Hussein Obama Príncipe de la Paz, algunos -como Juan Manuel de Prada en ABC- han sugerido que cobró cuerpo definitivo aquel Juliano Felsenburg que Robert Hugh Benson, en su novela "Lord of the World", preanunciaba como el Anticristo. Felsenburg, después de todo, también era norteamericano, aunque sólo senador. Al menos el personaje de Benson llegaba a Presidente de Europa y Salvador del Mundo por haber evitado una guerra de los continentes. Barack, en cambio, todavía está en la gatera, bombardeando módicamente medio Paquistán y hundido hasta la verija en suelo afgano, donde mantiene una cárcel -la de Bagram- semejante a la de Guantánamo (sigue abierta) o Abu Ghraib (aún en funciones).
Una cosa que llamó mi atención es que Obama se mostrase sorprendido porque le hubiesen adjudicado el premio. Es obvio que alguien lo propuso, y que el hoy agraciado sabía de esa postulación. Esto de hacerse la corista atónita de que la foto de su desnudo haya aparecido en Playboy no convence. Menos, teniendo en cuenta lo que sigue, tomado de un blog de Javier Custodio Ayala:
Elena Bonner, la viuda de Andréi Sájarov, Premio Nobel de la Paz en 1975, en el artículo «Una “Nobelidad” a la izquierda» (“Нобель без палочки”) (el juego de palabras en ruso con Ноль/Нобель («Nulo»/«Nobel») es gracioso y difícil de traducir: Ноль без палочки: «un cero a la izquierda») del periódico digital Grani.ru (Грани.ру) ha acusado a los responsables de concederle el premio a Obama de transgredir «normas morales, éticas y jurídicas» al fallar el premio. Denuncia que su candidatura tuvo que ser presentada apenas días después de ser investido:
«Sobre el Reglamento para la nominación, dijo: “El Premio de la Paz puede concederse a las personas, así como oficiales y organizaciones públicas. Se aceptan nominaciones para el examen a más tardar el 1 de febrero del Año. Con esta norma, Obama fue nominado, o en los diez días después de ser elegido Presidente de los Estados Unidos, o quizás incluso antes de la entrada en este alto cargo.”» Desde luego que este premio Nobel de la Paz las más de las veces es un timo y una caricia al poderoso de turno en el sentido del pelo. Si Teodoro Rosevelt, el de la big stick policy, la política del gran garrote, pudo obtenerlo, y si Adolfo Hitler estuvo entre los nominados en 1938, poca fe merece. Un poquito más respeto le tengo a nuestro Carlos Saavedra Lamas, que lo sacó en 1936 por su intervención pacificadora en la guerra del Chaco. Y creo que los únicos que recuerdo que lo merecieran realmente fueron Henri Dunant, el suizo que creó la Cruz Roja (el primero en obtenerlo) y la Madre Teresa. Y respecto del resto, incluido el bueno de Henry Kissinger, el difunto Arafat y el insignificante Pérez Esquivel practico el más vigoroso menefreguismo.
Jesús es llamado el Príncipe de la Paz y, correlativamente, se supone que el Felsenburg final también aspirará, simiescamente, a ese título. Hubo otro Príncipe de la Paz, más apto para el chichoneo que para Armagedon, y fue Manuel Godoy, aquel guardia de corps que ejercía en la cama de la reina María Luisa, la esposa de Carlos IV. Lo que ocurre con nuestro novísimo e instantáneo Príncipe de la Paz Obama es que resulta, en todo caso, un Felsenburg deshidratado y un Anticristo cursi. O más bien un Godoy, quizás sin tanto ajetreo
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