martes, febrero 26, 2008

ARIK SHARON

El 4 de diciembre de 2006 un ataque postró en coma profundo a Ariel Arik Sharon, general de costumbres algo carniceras. Permanece en ese estado, esto es, mantenido en vida artificial hasta hoy, cuando se anuncia que cumple 80 años. Ni Franco, ni Tito, ni ninguno de los líderes políticos mantenidos en vida por un tiempito luego de pasar literalmente al otro barrio, a causa del trastorno dejado por su hueco, pueden igualar esta marca: un año y dos meses y medio de caudillo político vegetal. Nadie levanta la voz contra esta monstruosidad, delito de lesa humanidad si los hay, aunque sea un verdugo el que lo sufre.

Transcribo, a continuación, un comentario aparecido en el diario madrileño ABC en tiempos de su internación


La evacuación de Gaza propició su paseo triunfal por la alfombra roja de la ONU. Pero sus planes para Cisjordania son tan duros como su controvertido pasado
J. CIERCO JERUSALÉN.
«Nos vamos de Gaza (no se fueron del todo, sigue bajo su control el espacio aéreo y marítimo) para quedarnos con Cisjordania». Aquellas palabras al diario Haaretz de Dov Weisglass, particular, intransferible y personal ministro de Exteriores en la sombra de «Arik», unos meses antes de llevarse a cabo la histórica evacuación de los colonos y la salida de los soldados israelíes de aquel territorio ocupado desde 1967, son sacadas a colación por cualquier interlocutor palestino al preguntársele si la desaparición política de Ariel Sharón cerrará de golpe y porrazo en la región la puerta a la esperanza y quién sabe si a la paz. Mucho antes de caer gravemente enfermo, el primer ministro de Israel, otrora «monstruo de tres cabezas perdido en el desierto», se había convertido en el principal bastión a una solución negociada en la región.
De no pisar la sede las Naciones Unidas, paseaba «oscarizado» por su alfombra roja antes de recibir el aplauso sincero de parte de la comunidad internacional, no de la musulmana. Queda dicho lo histórico de la evacuación israelí de la Franja mediterránea de este verano pero también, por boca de Weisglass, y por los hechos consumados, tan tozudos y «malintencionados» ellos, que un futuro bien distinto, y no precisamente pacífico, le aguardaba a Cisjordania.Sin bucear demasiado en su pasado, basta hacerlo en el presente, algunos de esos hechos consumados, de las políticas de «Arik», de la estrategia avanzada para después de las elecciones del 28 de marzo en las que pensaba arrasar, dejan bien a las claras que esa paz que algunos analistas olvidadizos asocian a la oronda figura de Sharón era o sería demasiado particular, personal, sionista. Bastan algunos ejemplos, que no todos.
Desde su llegada al poder en 2001, también después de la evacuación de Gaza, no se ha detenido la anexión de Jerusalén Este y de los asentamientos cercanos al Estado, cuya capital, no reconocida por la comunidad internacional, seguirá siendo «eterna e indivisible» por mucho que la reclamen los palestinos.
El primer ministro hebreo, ya en campaña con su nuevo partido, Kadima, hablaba de realizar una vez más concesiones dolorosas en Cisjordania, habitada por 250.000 colonos judíos (más de 400.000 si se suma el Este de Jerusalén) y poblada de bloques de asentamientos, verdaderas ciudades en territorio ocupado. Así, Sharón apostaba por evacuar en principio las colonias aisladas y de difícil y cara protección militar, manteniendo las otras, la gran mayoría, lo que haría imposible la creación de un Estado palestino viable, contiguo y continuo. A ello habría que sumar el muro ilegal que se construye en parte de territorio ajeno. Todo con el objetivo de crear lo antes posible y de manera unilateral las nuevas fronteras de Israel. Hecho consumado que luego será el principal escollo en una negociación imposible entre las partes.Sin olvidar el control garantizado de Israel de los principales acuíferos de la zona; de los espacios aéreo y marítimo de Gaza; de la intensificación de la colonización, en contra de aquella Hoja de Ruta, parida bajo la anestesia israelí (14 de sus puntos clave fueron rechazados por Tel Aviv) y enterrada con el año que acabamos de comenzar, aunque nunca asomó demasiado la cabeza de la trinchera.
Por no hablar de los refugiados palestinos de regreso utópico; de los presos liberados a cuentagotas mientras otros activistas son encarcelados a puñados; de la conexión desviada entre promesas incumplidas entre Gaza y Cisjordania; de la libertad militar israelí para regresar, por razones de seguridad, al mismo sitio del que marcharon, como lo muestra la creación de una zona de seguridad en el norte de la Franja para tratar de evitar el lanzamiento de cohetes «Qassam».
Sharón, postrado en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Hadassah de Jerusalén, no es el mismo que aquel general de hace décadas, pero sus planes de paz no se parecen tampoco demasiado a lo que estos días se repite, aquí y allá, sin prudencia alguna y con evidente ceguera.

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