Morganático: dícese
del matrimonio contraído entre un soberano o príncipe y una mujer de linaje
inferior, o viceversa, en el cual la persona de condición inferior no adquiere
la categoría de soberano o príncipe. Suele llamarse también “matrimonio de la
mano izquierda”
Se
produjo un matrimonio político de apuro y resultó un candidato morganático:
Alberto Fernández. El elegido protesta independencia: “no soy Cámpora”, les
dice a los de la Cámpora y agrega que “Cristina no es Perón”, lo que podría
interpretarse in malam partem, como que
no puede conducir sola, pero también in
bonam partem, esto es, como que goza de buena salud y le aguarda largo
trecho hasta el retiro. Pero, en realidad, Alberto es una versión posmoderna y
electoral del varón domado, aquella extraordinaria profecía que pronunció
Esther Vilar hace casi cincuenta años.
Alberto
Fernández, el morganático Albertone, es un swinger
–dicho sea en el mejor de los sentidos- que ha oscilado, vacilado y
traqueteado desde su militancia como jefe de la juventud del Partido
Nacionalista Constitucional de otro Alberto, Assef en este caso (dato que su CV
en Wikipedia ya no registra), pasando por Menem, Duhalde y Cavallo, hasta
anclar provisoriamente en el grupo Calafate (los
trepadores suelen tener estas iluminaciones de futuro). Desde allí se proyectó hasta la
jefatura de gabinete en el primer reinado de lady Cri Cri, entonces aún
orientada por el Néstor, que comandaba el país desde su reducto en Puerto
Madero. En ese momento utilizó sus artes que hoy llaman de “moderación” para
tratar de disolver el frente ruralista, metiendo púa en la Mesa de Enlace. Pero
no le salió la jugada, sucediéndolo otro artista de la garrocha, Sergio Massa,
que venía de la ANSeS. Uno de los servicios que prestó Albertone a la corte K
fue la de sus vínculos con la prensa, que siempre supo aceitar convenientemente.
Eran los tiempos en que el execrable monopolio Clarín hacía buenas migas con el
Eternéstor. Van der Koy tenía las novedades de la boca del caballo, por así
decirlo, y Morales Solá no le iba en zaga. Ninguno de los dos sufría entonces
de ningún sarpullido republicano. Después, algo oscuro pasó entre Magnetto y el
Eternéstor, y los chantres de la prensa venerable se ensabanaron con las togas
de Catón.
Pero
volvamos al Albertone. Cuando la estrella de Cristina pareció apagarse, desfiló
por los medios mostrándose crítico. Su modo de diferenciarse consistía en
señalar que Néstor fue la razón y Cristina una emoción mal orientada. Los
repúblicos del periodismo tomaron en parte esta idea del Eternéstor estadista,
hasta que emergió el verdadero rostro del nefasto santacruceño.
El
Albertone siempre ha sido un intermediario. Exitoso, por cierto. Abrepuertas en
los tribunales, donde comenzara como pinche en una fiscalía del crimen.
Funcionario en diversos gobiernos –Superintendencia de Seguros, vicepresidencia del
BAPRO- viviendo en toda ocasión del
sueldo del enchufe en el Estado. Será por eso que ahora los analistas se
preguntan cómo reaccionarán “los mercados” ante su morganática postulación. “Los
mercados”, como ya vimos en este blog citando a Guillermo Calvo, que algo sabe
de estas cosas, son unos muchachos esnifados delante de sus pantallas en J.P.
Morgan o similares, o recolectores de dudosos chismes para Bloomberg, que son capaces, de un dedazo, de
cambiar nuestro incierto destino colectivo. Estamos entre las decisiones
digitales de la reina, por un lado, y las de los fumados que quieren hacer
carrera en las finanzas, por otro. Entre ambos extremos del dedo, el moderato cantabile del Albertone. Enfrente,
Mauricio bajo conducción de Marquitos Peña y consejo sabio de Durán Barba. La
Argentina, a veces, parece sufrir un
ansia de disolución, una cupio dissolvi,
aunque a último momento una fuerza interior que no proviene de la dirigencia,
sino de los estratos medios donde se asienta lo local, lo propio, el arraigo,
verdadera sustancia del populus, se
moviliza y aleja el peligro, como ocurrió en 2001/2, aunque haya dirigentes que
dragonean aún hoy de haber sido pilotos de tormenta.
En
fin, la reina decidió matrimoniarse morganáticamente con un varón sin aparato,
sin votos ni territorio. Cristina había sufrido con Cobos –el vicepresidente es
un traidor en potencia- y ahora inventa una vicesoberanía absoluta, designando
el candidato a la presidencia. Me estaba preguntando de dónde podía surgir este
esperpento, cuando una voz me gritó ”¡es
la democracia, estúpido!”. Gracias, no me había dado cuenta.-
3 comentarios:
¿Y si el morganático se la cree? No será el primero, ni el último...
Hay un error. Estuvo al frente de la Superintendencia de Seguros, no del Instituto de Reaseguros. Muy bueno el post
Muchas gracias por la rectificación, ya incorporada al texto
Publicar un comentario