PEREGRINO I
Habría que empezar por cómo nos pusimos de acuerdo los tres –Horacio, Hugo y yo- para emprender el Camino. Pero, en verdad, en el principio era ya el Camino. El camino es un lugar –un tópos- y un símbolo tan abarcativo, poliédrico y movilizador, que todo lo que pueda decirse acerca de él tiene el sabor pasado de lo ya visto y oído. Caminos hay por doquier, y algunos famosos: el que lleva a Eleusis desde Atenas, el camino del Inca de Ollantaytambo a Machupicchu y, sin ir más lejos, la ruta que se puebla cada mes de octubre entre San Cayetano y Luján, aquí nomás. Pero hay un camino muy especial de caminar: el que termina en Santiago de Compostela. El camino que nos hace propiamente "peregrinos". Dante Alighieri precisa que la palabra "peregrino" puede entenderse en dos significados: el amplio y el estricto. En sentido amplio, "peregrino", como los romanos ya consideraban, es todo aquél que se encuentra fuera de su tierra: el forastero. En sentido estricto, prosigue el florentino, peregrino es todo aquel que se encamina o regresa de la casa di sa’Iacopo. Porque la sepultura de Santiago –argumenta- está más lejos de su tierra que la de ningún apóstol.
Don Marcelino Menéndez y Pelayo dice : "temeridad sería negar la predicación de Santiago (en España) pero tampoco es muy seguro el afirmarla". Aserto tan rotundamente dubitativo sirve de asilo a cualquier bloguero, sea o no peregrinante. Pero lo que el peregrino sí puede afirmar bajo su palabra es que el camino y su meta, en este caso, llevan y empujan a un lugar que es uno de los sitios, en la extensión del mundo, donde asoma lo cósmico-sagrado. Un sitio sagrado, anotaba van der Leeuw, sigue siendo sacro aunque se lo descuide o aunque desaparezca la tradición donde se asentaba. Por eso el cristianismo levantó sus templos sobre lugares de cultos más remotos. La otra nota compostelana es que se trata de un sitio sepulcral, que enlaza con la idea de "arca", que designa la sepultura celta, y este arca encierra sus correspondientes arcanos, presentados al caminante que quiera y sepa buscarlos. La última etapa que emprendimos en nuestro camino al Obradoiro fue desde Pedrouzo, llamada habitualmente Arca, por esa ruta sepulcral que se muestra admirablemente viva.
Y este Camino a un sepulcro tiene como símbolo para el caminante la vieira. La conchilla está unida a las ideas de vida y fecundidad, sin descuidar el alcance erótico, que la Venus de Botticelli pone de manifiesto.
Provistos de nuestra vieira, cargando la mochila y empuñando el bastón, emprendamos el Camino. Antes que la meta, es la vía que nos conduce lo que ahora cuenta. Andando a pie, el Camino ofrece la ascesis de la fatiga y la bendición del paisaje.
Llegamos con Horacio el 3 de mayo, a las 16.40, desde Madrid, a Pedrafita. Emprendemos una subida por cuatro kilómetros y medio, al costado de la ruta secundaria y siguiendo el cartel. Siempre el primer kilómetro es el más duro.
El paisaje acompaña y anima. Hay nubes, pero el sol pega.
Comenzamos a ver los primeros mojones, ya que es el despunte de Galicia, en la provincia de Lugo. También aparecen estas pilas de piedra laja, la propia de la zona. Dicen que los antiguos peregrinos las iban acarreando, para las obras de la Catedral. Estamos afortunadamente dispensados de portarlas, porque con llevar lo propio ya es buen afán.
Nuestro destino es O Cebreiro donde, sin buscarlo, nos espera el Santo Grial. Pero queda para una futura entrada
No hay comentarios.:
Publicar un comentario