lunes, junio 30, 2008

DE LA SABIDURÍA ANTIGUA (Vendidad-Sade, libro sagrado de los persas, tercer fargard 1,20)

Creador de los seres dotados de cuerpo, ¡oh purificador! ¿Cuál es la cosa más agradable en la Tierra?

Ahura Mazda respondió: "El que un hombre santo marche sobre ella, ¡oh santo Zaratustra!

(...)

Creador de los seres dotados de cuerpo, ¡oh purificador! ¿Qué hay, en segundo lugar, de más agradable en la Tierra?

Ahura Mazda respondió: "Es cuando un hombre sabe construirse una morada provista de fuego, provista de ganado, donde hay una mujer, hijos, y un gran rebaño. Y cuando hay en esta casa abundancia de animales, abundancia de honradez, abundancia de forraje, de perros, de mujeres, de jóvenes, de fuego y de todo cuanto hace una vida dichosa"

Creador de los seres dotados de cuerpo, ¡oh purificador! ¿Qué hay, en tercer lugar, de más agradable en la Tierra?

Ahura Mazda respondió: "El sitio donde el cultivo de la tierra produce, ¡oh santo Zaratustra!, granos, forrajes y árboles frutales. Donde el hombre riega la tierra árida o quita el agua a las tierras demasiado húmedas".

Creador de los seres dotados de cuerpo, purificador. ¿Qué hay, en cuarto lugar, de más agradable en la Tierra?

Ahura Mazda respondió: "El sitio donde nace más ganado y más animales de labor".

(Fragmento dedicado al Sacristán, lady Cri Cri y obsecuentes: also spracht Zaratustra)

domingo, junio 29, 2008


LOS PRIMEROS 90 DE NELSON






Nelson Mandela cumple noventa y el resto del mundo festeja. No sé hasta qué punto lo hace Sudáfrica, por aquello de que nemo propheta in patria: nadie puede ser insigne en el barrio que lo vio nacer. Fue la cárcel su vida y su elemento. Los 28 años de celda en Ciudad del Cabo, aguantados a pie firme, fraguaron el cemento de su gloria. No injusta, ya que nuestras simpatías siempre estarán del lado del preso. El problema es cuando las estrellas del rock especializadas en buenos sentimientos a 100 euros la entrada (como ese insufrible Bono) elevan a alguno hasta la santidad cívica. Allí me surge una radical desconfianza, qué quieren que les diga.


Nacido en la tribu xoxa, de familia de jefes, Nelson Rolihlahla Mandela se largó a Johannesburgo muy joven, huyendo de un matrimonio impuesto por el papá. Se enroló en el partido del Congreso Nacional Africano. En 1956 lo metieron preso bajo el cargo de alta traición y al salir de su primera condena, en 1961,se puso a la cabeza de las "formaciones especiales" de su partido. Coordinó ataques contra el ejército y objetivos civiles, organizó cuerpos paramilitares y recogió fondos en el exterior para la lucha armada, guiñándole un ojito a Gadafi y a Fidel. Un terrorista, que le dicen. Categoría veleta si las hay, que hoy te condena y mañana te hace feliz acumulador de capital para los gomías, tal cual ocurre entre nos. Los rubios de la CIA lo entregaron a la policía sudafricana, que lo llevó ante los trbunales. Resultado: perpetua. Fue muy interesante su defensa, donde argumentó que siempre las armas fueron ultima ratio. A partir de allí, el mundo se uniformó en el grito "¡Libertad a Mandela!". En 1985, hábil y corajudamente rechazó la libertad a cambio de la renuncia a la lucha armada. Pero el mundo -los media, la fábrica de consenso- había cambiando mucho, y la receta del apartheid, de la colour bar, barbaridad de raíz puritana, quedaba demodée frente a otras formas de apartamiento y exclusión, más sutiles y llevaderas. Liberado en 1991. Premio Nobel de la Paz en 1993 (premio también veleta si los hay) bendecido por monseñor Desmond Tutu, un prelado que me resulta, no sé por qué, algo incordiante. Caídos los boers, llegó al poder, heroico, carismático, saludado por los bien pensantes. Sostengo que para fracasar, ya que debió haber muerto en su acmé, como Gardel. Socialmente hizo casi nada, el SIDA se expandió (su partido sostenía que no venía del virus del HIV); lo único aceptable fue un cierre sobre el pasado mediante reconocimientos de culpa, que bien habría funcionado aquí, pero -misterios de la progresía- está bien allá, pero resulta impresentable entre nosotros, empeñados en que los tribunales federales juzguen la historia y establezcan su verdad inapelable.


Su segunda mujer, Winnie, la "madre de la nación africana" (¡) era una especie de Hebe Bonafini pero con tendencia a cabra al monte tira. Llevada ante los tribunales por corrupción, secuestro, homicidio, etc., consiguió Nelsoncito salvarla a cambio de divorciarse de esta impresentable Sisebuta que, encima, le robaba cámara. Por sesenta vacas gordas de rescate, pagadas a la familia, se casó entonces con Gracia, treinta años menor, viuda del ex de Mozambique. La "doble nelson", podríamos decir. Su sucesor en el partido es Mbeki, que maneja las cosas más a lo bestia (Mugabe, la bête noire de las almas bellas europeas, fiero dictador de Zimbawe, que ganó con fraude manifiesto las últimas elecciones pero no se quiere ir, es para Mbaki un San Martín de la independencia africana, lo que pone en apuros al viejo Nelson cuando va a Londres a tomar un tecito con la Reina). No oculto mis simpatías en Sudáfrica por los zulúes y el partido Injata. Los zulúes, de origen bantú, son unos formidables guerreros que en 1879 derrotaron a los ingleses, a los red coats, a pura flecha y lanza contra fusiles. Fue la primera vez que un ejército negro africano derrotó a un cuerpo europeo, mano a mano. Tanto les dolió a los ingleses -como Buenos Aires 1806 y 1807- que lo ocultaron prolijamente. Y el inquieto lector verá que se atribuye la primera derrota europea a los italianos en Adua, frente al ras Alulla, en 1896. Pero allí hubo buenos fusiles de ambos lados. La gloria al zulú.


Felices 90, Nelson

martes, junio 24, 2008

OBEDIENCIA (2)


En 1931, Benito Mussolini nombró secretario general del Partido Nacional Fascista a Achille Starace. Este hombre, pluricondecorado en la Primera Guerra Mundial y reconocido gimnasta, no estaba -sin embargo- a la altura de su cometido. Giuseppe Bottai, ministro de Educación, culto y refinado se apersona entonces a Mussolini y le espeta: "Duce, ¿cómo puede nombrar a Starace? ¡Es un cretino!". Mussolini le contestó: "Sí, es un cretino. Pero obedece". Además de mostrar la lógica de onda corta del poderoso, la anécdota revela a los argentinos de hoy algo relacionado con el post anterior: cuando se buscan obedientes, sobran cretinos postulantes.
P.S. : Debo, en justicia, añadir que Achille Starace, mandado a un campo de concentración por los propios fascistas, fue sacado de allí y "juzgado" por los partisanos, que lo arrastraron al Piazzale Loreto, ejecutándolo, después de torturas y sevicias, ante los cadáveres colgados de Benito Mussolini y Claretta Petacci. Murió haciendo el saludo romano, con gran entereza. Si había vivido como un cretino, murió como un hombre.
MEMORIAL POR LA DESOBEDIENCIA


Luis María Bandieri

Está claro que lo que va a debatir nuestro Congreso Nacional en las próximas horas no es un asunto de derechos de exportación. Las resoluciones del Ministerio de Economía de marzo de este año levantaron del subsuelo adonde estaban confinadas cuestiones políticas fundamentales que ya no pueden pasarse por alto.

La primera cuestión es la articulación territorial del poder. Desde que se configura la república en 1880, ha prevalecido un unitarismo de hecho que convirtió en letra muerta la federación proclamada en el texto de 1853. El país se gobierna desde un centro de poder asentado en lo que fuera el solar del Fuerte de Buenos Aires, sede de la presidencia monocrática. La “unidad de régimen” se logra a palos, como quería allá en su tiempo don Julián Segundo de Agüero. Y el palo es la caja central de los dineros públicos, dínamo de la política del día a día. La repartija de los sobrantes de estos fondos de todos, con un método semejante al de la sortija del viejo calesitero –fácil para los sumisos, diabólica para los indóciles- es el gran arcano en el que se inician nuestros gobernantes para edificar su poder. “Allí sentao en su silla/ ningún güey le sale bravo”, como enseñaba el Viejo Vizcacha, mentor encubierto de nuestros gobernantes. El unitarismo de facto ha sido, también, el condimento obligado de casi todas las corrientes políticas, incluidos el yrigoyenismo y el peronismo, de conducción centralizada. Y ha tenido un reflejo en las provincias, cuyos gobernadores suelen poner en práctica hacia adentro de sus territorios un dominio tan concentrado como el que sufren desde la Rosada. Por eso, una desobediencia civil frente al aumento confiscatorio de un tributo –las retenciones-, dictado por resolución ministerial desde el palacio de hacienda, en la plaza de Mayo, se colocó, al final, en su quicio exacto: un reclamo por el federalismo ignorado y, ante todo, el federalismo fiscal, como se nota en los planteos de los gobernadores de Santa Fe y de Córdoba. Cuestión fundamental pendiente desde largo, pero especialmente desde la reforma constitucional de 1994, en la que debió ser tema central. Ni siquiera, pese al tiempo transcurrido desde la reforma, y de que la cláusula transitoria sexta establecía como plazo el año 1996, se ha dictado la ley convenio de coparticipación. Conviene mucho más a la centralización recaudadora moverse con los ATN (Aportes del Tesoro Nacional) distribuidos a voluntad por el Ministerio del Interior.

La segunda cuestión política basilar puesta a la luz en estos días es la crisis de la forma representativa. Según la convicción generalizada, los representantes del pueblo no representan ni el bien común del cuerpo político ni los intereses de quienes los eligieron en sus respectivos distritos. Integran –salvo excepciones- una clase política autorreferencial que se encastilla en sus privilegios en una suerte de “partido único de los políticos”. Mayorías regimentadas siguen mansamente los mandatos de la monocracia presidencial. Aquel que conozca un poco de nuestra historia constitucional, advierte que los cuerpos legislativos no han desempeñado un gran papel en ella. Pero hay un piso irrenunciable: la función de control del poder legislativo y la facultad indelegable de establecer, reformar o derogar los tributos. Cuando el Poder Ejecutivo manda el proyecto cuya consideración se abre ahora, muestra con meridiana claridad a qué ha quedado reducido el Honorable: oficina de legalización dela firma de un ministro, que fuera luego despedido[1]. Porque, invocando la delegación de facultades legislativas sobre derechos aduaneros establecida en un Código dictado por una Junta de Comandantes en Jefe de las tres armas, que detentaba entonces el poder de hacer las leyes[2], y un posterior decreto del gobierno de Carlos Menem que instituye como delegado legiferante al ministro del ramo, se le solicita “ratificar” –confirmar, convalidar- lo dispuesto en el úcase[3] ministerial.

Lo que debe exigirse de los miembros del Congreso es que recuperen ese piso funcional mínimo de establecer los tributos –no hay imposición sin representación[4]- y de contr0ol y límite a la monocracia presidencial. El otro límite debe resultar de los poderes territoriales en un federalismo efectivo, que ofician de freno horizontal al poder concentrado. Mientras la clase política no consiga salir de la obediencia rebañega a los dictados de quien se apoderó de la “caja”, todas las formas de la desobediencia civil estarán legitimadas.

Sin federalismo real y sin representación concreta, lo que se hundirá en un fracaso colectivo es el proceso democrático inaugurado en 1983. Una democracia sin partidos –pulverizados desde el 2002- y sin otro horizonte que la repartija de las sobras de “caja” resulta una criatura sin pulso. Recordando una cita de nuestra presidente de una frase de Carlos Marx, podríamos decir que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa: la democracia plebiscitaria recobrada en 1973 terminó en tragedia y la recuperada en 1983 amenaza repetir un final, ahora farsesco. Lo que se necesita devolverle a nuestra república representativa federal es el alma. Se requiere un hábeas animum que la levante otra vez. El Congreso tiene la gran oportunidad de darle curso al tratar un proyecto en donde el Ejecutivo lo destrata. Pero, para eso, se requiere por parte de sus integrantes recuperar la libertad íntima y la independencia práctica por medio de un acto de desobediencia histórica al mandato monocrático. Para decirlo con las palabras de Perón en 1946, “rompan los candados, salten las tranqueras”, pero voten en conciencia, no a la voz del amo.


[1] ) Parodiando el “Martín Fierro” podría decirse: “un menistro o qué se yo/que lo llamaban Lousteau
[2] ) Según el “Acta –llamada también Estatuto- de la Revolución Argentina”, 28 de junio de 1966.
[3] ) Decreto del Zar y, por extensión orden despótica o injusta.
[4] ) Principio de legalidad para la imposición tributaria recordado en el fallo “Gallo Llorente” por la jueza federal Liliana Heiland, donde se estableció la inconstitucionalidad del art. 755 del Código Aduanero y del decreto de delegación en el ministerio de Economía, ya recordado.

miércoles, junio 18, 2008

EL MÉTODO DEL DISCURSO (2)

Por Luis María Bandieri

En el “Discurso del Método” (1637) don Renato Descartes procuraba encontrar una certeza de base para conducir bien la razón y recuperar la verdad en las ciencias. Esta certeza la alcanzaba con el método de dudar de todo hasta llegar a la indiscutible evidencia de sí mismo en el acto de pensar: pienso, entonces existo. En el “Método del Discurso” (2008), doña Cristina Fernández de Kirchner procura encontrar una confusión de base para conducir mejor la apariencia y recuperar la popularidad en las ciencias del marketing político. Esta confusión la alcanza con el método de dudar de todos y de todo lo circundante hasta alcanzar la palmaria evidencia de ella misma y su consorte en el acto de escucharse: digo, entonces hago. No sólo en esta búsqueda del método coinciden Renato y Cristina. Los une, de modo simbólico, que Renato haya aceptado al fin de su vida ponerse bajo el amparo de la Reina Cristina. Cristina de Suecia, claro está, la hija de Gustavo Adolfo, llamada la Minerva del Norte por afición a las letras y a las artes, que fue interpretada en el cine –y nuestra Cristina es cinéfila- por Greta Garbo. Allá en la biblioteca real de Estocolmo, la corte en pleno, con la reina a la cabeza, participaba en las charlas del filósofo sobre física y matemáticas, tan exitosas como los recitales de Fito Páez en el Salón Blanco.

En su alocución de hoy, 17 de junio de 2008, por la cadena oficial, la presidente Cristina Fernández de Kirchner ha echado mano otra vez al método del discurso. Voy a dejar de lado varios de los elementos que formaron la trama de su “relato presidencial” para concentrarme en uno tan sólo: que enviará al Congreso un proyecto de ley sobre las medidas que tomó en uso de sus facultades, para darles más democracia y más institucionalidad, para que sean tratadas en ese recinto, sin perjuicio de la vigencia de aquéllas. Así –recitó- se daría más democracia a la democracia.

Tengo a la vista el proyecto de ley originado en el Poder Ejecutivo, firmado por el Jefe de Gabinete y el ministro del ramo, que entró a la Cámara de Diputados el mismo 17 a las 19.55. Resulta una preciosa muestra del método del discurso y de la producción normativa con mera eficacia simbólica.

En la exposición de motivos se lo presenta como un proyecto de ley tendiente a “saldar la discusión política” levantada a partir de las retenciones móviles a las oleaginosas dispuestas por la Res MEP 125/08, con el reajuste de la Res MEP 64/08. Se requiere del Congreso “la ratificación de lo oportunamente dispuesto”. El núcleo del proyecto de ley apunta, en puridad, a regularizar, por medio de la ley a dictarse el destino del Fondo de Redistribución Social, que habrá de operar con el dinero a recaudarse de los derechos a la exportación de la soja y sus derivados que superen el 35%. Este Fondo sustituye al Programa de Redistribución creado el 9 de junio de 2008 (D. 904), según el anuncio del metódico discurso de la presidente ese día.

El art. 1º del proyecto de ley ratifica las resoluciones del Ministerio de Economía dictadas desde el 10 de marzo en adelante. El art. 2º establece que este pedido de ratificación se efectúa sin perjuicio de la vigencia de las medidas dictadas, que lo fueron dentro de las facultades que al Poder Ejecutivo, especialmente, le atribuye el Código Aduanero en su art. 755.

En otras palabras, para dar más democracia a la democracia , el Poder Ejecutivo requiere del Congreso que ratifique a libro cerrado las resoluciones adoptadas por el Ministerio de Economía y, con ello, las facultades en materia tributaria que ese poder por sí y ante sí se arroga. Es una revalidación a libro cerrado porque no se abre el “gran debate” sobre las retenciones, su naturaleza, si su fijación por resolución ministerial no avasalla facultades y competencias propias del Legislativo, si sus alícuotas no resultan confiscatorias, etc. Se quiere “saldar”, esto es, clausurar un debate, por medio de un aval del Congreso. Muchas veces se ha dicho que, para el Ejecutivo, el Congreso funciona como una dependencia notarial para tomar razón de sus disposiciones. El proyecto lo jibariza más aún, a mera oficina de legalización de la firma del ministro del ramo.

Mientras los jueces, a través de fallos tan sustanciosos como el de la dra. Liliana Heiland en la causa “Gallo Llorente”, van concluyendo que esas resoluciones, así como las normas en que esa delegación de facultades de legislación tributaria, correspondiente en exclusividad al Congreso, pretende fundarse (art. 755 del C>digo Aduanero y D. 2752/91), resultan patentemente inconstitucionales.

El Congreso, en el método del discurso, resulta una “junta del amén” (expresión de Pedro Frías) de las decisiones de un ministro de un Ejecutivo omnímodo. La ley, para el método del discurso, es una maniobra simbólica destinada a disfrazar que la única razón es la voluntad del que manda en algún lado, que hasta puede no ser la Rosada. La democracia, en el método del discurso, es una jaculatoria laica entonada por incondicionales que sirve para indicarnos que lo que al príncipe / princesa place, es lo que debe gustarnos a todos. El método del discurso afirma que, de este modo, logrará hacer que la pobreza sea apenas un recuerdo. Y a este paso todos nosotros también, sin duda.-

martes, junio 10, 2008

EL MÉTODO DEL DISCURSO

En el “Discurso del Método” (1637) don Renato Descartes procuraba encontrar una certeza de base para conducir bien la razón y recuperar la verdad en las ciencias. Esta certeza la alcanza con el método de la duda de todo hasta llegar a a la indiscutible evidencia de sí mismo en el acto de pensar: pienso, entonces existo. En el “Método del Discurso” (2008), doña Cristina Fernández de Kirchner procura encontrar una confusión de base para conducir mejor la apariencia y recuperar la popularidad en las ciencias del marketing político. Esta confusión la alcanza con el método de dudar de todos y de todo lo circundante hasta alcanzar la palmaria evidencia de ella misma y su consorte en el acto de escucharse: digo, entonces hago. No sólo en esta búsqueda del método coinciden Renato y Critina. El primero era licenciado en Derecho por la Universidad de Poitiers y la segunda se recibió de abogada en la Universidad de La Plata, si bien algunos críticos de menor cuantía se empeñan en exigirle atrevidamente que muestre el diploma. Más los une, de modo simbólico, que Renato haya aceptado al fin de sus vida ponerse bajo el amparo de la Reina Cristina. Cristina de Suecia, claro está, la hija de Gustavo Adolfo, llamada la Minerva del Norte por afición a las letras y a las artes, que fue interpretada en el cine –y nuestra Cristina es cinéfila- por Greta Garbo. Allá en la biblioteca real de Estocolmo, la corte en pleno, con la reina a la cabeza, participaba en las charlas del filósofo sobre física y matemáticas, tan exitosas como los recitales de Fito Páez en el Salón Blanco.

José Pablo Feinmann está preparando un opúsculo “Acerca de la Superioridad del Método del Discurso subdesarrollado sobre el Discurso del Método opulento”, en donde sitúa a Descartes en el mismo rango que los pelotudos que escriben blogs. El Método del Discurso, sin lugar a dudas, logrará hacer que la pobreza sea apenas un recuerdo. Y todos nosotros también.-

domingo, junio 08, 2008

POLÍTICA, DEMOCRACIA Y DINERO

Mark Hanna, asesor del presidente norteamericano William Mc Kinley dijo en 1896 que en política dos cosas son importantes: "la primera el dinero; la segunda no me acuerdo". En la campaña presidencial norteamericana se han gastado hasta ahora 950 millones de dólares. Falta poco para romper la barrera de los mil millones. La política del imperio señero en la defensa de la democracia se ha convertido en un reñidero donde, darwinianamente, sólo sobreviven los financieramente más aptos. En nuestro culus mundi, mientras tanto, sobevive políticamente sólo el que posee la "caja" de los dineros públicos. El ciudadano sólo cuenta como un número de CUIT.-

sábado, junio 07, 2008




LOS KULAKÍ DE LA FRONTERA AGROPECUARIA

Luis María Bandieri

El que vive en la impostura”.
Enrique Santos Discépolo, “Cambalache”

Hacia 1927, José Stalin decidió que había llegado el tiempo de que la industria pesada de la URSS tomase un ritmo de crecimiento acelerado. ¿Dónde buscar los fondos? No había que aguzar mucho la vista: en las superganancias de los campesinos. ¿Cómo –se preguntará el lector- es que había campesinos que se apropiaban de la renta de la tierra en pleno comunismo? Los había. Eran el producto de la NEP (Nueva Política Económica) que, obligadamente, había debido aplicar Lenín para evitar la hambruna. La Rusia zarista era una exportadora neta de cereales, con los excedentes que quedaban después de satisfechas las necesidades de su mercado interno. Producida la Revolución de 1917, la guerra civil entre rojos y blancos subsiguiente y las políticas colectivizadoras, produjeron, entre ambas, unos veinte millones de muertos, cifra que ha desaparecido de los recordatorios de las grandes e inútiles matanzas, pero que está ahí, de todos modos. Lenín comprendió que el tinglado revolucionario se derrumbaría a ese paso, y permitió que los campesinos pudieran explotar sus tierras y comercializar libremente sus productos. En poco tiempo, y previa ayuda de otros países europeos, la URSS salió de la hambruna generalizada y se convirtió nuevamente en exportador de cereales. Stalin se encontró, pues, con este regalo: campesinos ricos. De mucho tiempo atrás, el propietario rural era denominado en ruso kulak, que significa “puño” (en plural kulakí), según enseñaba en su tiempo Alberto Falcionelli. “Puño” porque, como decimos por estos lares, le rezaba a la “Virgen del Puño”; en otras palabras, tenía fama de tacaño, agarrado, viejo hucha. Stalin, pues, colectivizó a fondo, para apropiarse de su plusvalía comunísticamente inaceptable. Como los kulakí, campesinos como todo campesino en la tierra, eran, además de cicateros, tercos y mal arreados, y se negaban redondamente a convertirse de propietarios en peones proletarizados de su propio suelo colectivizado, por lo que producían apenas lo necesario para su subsistencia, Stalin –el Tío José- decidió la liquidación de los kulakí como clase, por considerarlos unos holgazanes de la abundancia. Y, digámoslo de una vez, cuando el Tío José se proponía liquidar algo, lo hacía a fondo. Exterminaron, esta vez, diez millones. Puede servir de fuente confiable de este dato don Winston Churchill, que cuenta en sus memorias que esa fue le cifra que le dio el propio Stalin. El hambre se abatió sobre la URSS, la producción cerealera ya no alcanzó a cubrir las necesidades de la población y los ministros del ramo, después de sucesivas “batallas del grano”, terminaron cíclicamente en el gulag, por “razones climáticas”, ya que además de los traidores de siempre a alguien había que echarle la culpa y en la bolada cayó el Clima, ese viejo y voraz capitalista. Más tarde Mao en China, Pol Pot en Laos, el gran Fidel en Cuba, Kim Il Sung en Corea del Norte y otros notorios retroprogres irían a repetir esta receta, con el mismo resultado: hambre, desabastecimiento, racionamiento, persecución. El bicho humano tiene la tendencia a tropezar con la misma piedra y el bicho humano revolucionario tiende a sacar abono para llevársela por delante. Digamos, por fin, en justa memoria del Tío José, que industrializar industrializó sobre la sangre de los kulakí. En su esfuerzo, llegó a casi secar el mar Aral, como puede averiguar el curioso lector entrando en www.portalplanetasedna.com.ar/regimen_stalin.htm.

Si uno intenta sacar una conclusión de todo esto, sólo puede extraer la siguiente: cuando cualquier gobierno, sobre todo si cree que nada puede limitar sus demasías, identifica como enemigos a los hombres de campo –ricos o no- la producción cae sideralmente y lo queda no alcanza para comercializarse y ni siquiera para las necesidades básicas del consumo. Cualquiera que haya sido un pibe en el fermentario comunista de los años 60 lo sabe sin lugar a dudas, esté haciendo negocios donde esté.

A esta altura el lector puede suponer que el articulista intenta denunciar a Néstor, Cristina e tutti quanti como unos tenebrosos retrostalinistas que están complotados para llevarnos a colectivización total mediante el sacrificio de los ruralistas. Me permito dudarlo. Creo que la camarilla gobernante constituye, como habría dicho en su tiempo don Hipólito, sólo una más entre las figuraciones y desfiguraciones de la misma tragicomedia argentina. Un simulacro de revolución, un simulacro de sensibilidad frente al necesitado, un simulacro de conducción. Una realidad más bien patética de círculo cerrado de negocios con amigos, valijas que viajan con los billetitos apilados y tren bala que nos eyecta hacia un futuro que ya conocemos porque es lo mismo que hemos vivido en el prolegómeno de anteriores fracasos colectivos. La guerrilla y el partido militar fueron simulacros sangrientos de revolución y contrarrevolución. La democracia viene siendo un simulacro de gobierno del pueblo, a través de un partido único de los gomías y de una masa mantenida a designio en las cadenas de la miseria y el subsidio. Simulacro de caudillo el caballero, simulacro de presidente la dama. Como los simulacros entre nosotros terminan mal, mi deseo es que nos libremos de su hechizo a tiempo. Aún hay tiempo, aunque poco. Aún se puede gobernar sin castigar y administrar sin robar. Esos hombres de campo tercos, mal arreados y mal hablados, amarretes y devotos de la Virgen del Codo, señalan con un simple gesto la única verdad que resta de nuestra peripecia de simuladores: la tierra y la simiente. La tierra, la justísima tierra que da el fruto del trabajo a partir de la semilla y sobre la cual se asienta la convivencia humana. Un gran poeta olvidado, Enrique Banchs, allá por el Primer Centenario escribió:

El pedestal primero de la vida
libre es la propiedad. La patria es hecha
de propiedades: y jamás la olvida
aquel que en algo siembra o algo techa


Hagamos un silencio sobre nuestras disputas. Oigamos un instante a la tierra que no miente.-

viernes, junio 06, 2008


POR LOS 150 MILLONES

Luis María Bandieri




Ante la conferencia de la FAO, en la primavera romana que se presenta lluviosa, nuestra presidente anunció que el país está en condiciones de producir y volcar al mercado 150 millones de toneladas de productos agrícolas, con alto valor agregado. “Tenemos (para ello) la experiencia desde hace un siglo”, señaló. Vasto programa, el de aumentar en un 50% nuestra producción agropecuaria global, incorporándole transformación. Un proyecto en el que todos, de De Angelis a D’Elía y de Carrió a la tropa de los Fernández., estarían ciertamente concordes. El único problemita al respecto es que la política no resulta un certamen de buenas intenciones sino un laborioso arte de ejecución. Las intenciones son generalmente buenas; las ejecuciones eficaces, normalmente difíciles. Los gobernantes que multiplican sus justificaciones acudiendo a la santidad de sus propósitos suelen ser aquellos que nada o mal ejecutan o, peor, los que de ese modo disimulan la traición a su causa.

Entonces, si se nos anuncia por quien gobierna que pondremos ciento cincuenta millones de agrotoneladas en el mundo, respondemos : ¡sí! Si se añade que estamos preparados para ello por un siglo de experiencia en el campo, aplaudimos con entusiasmo: ¡bravo! Ahora, tenemos que hacerlo.

Y la presidente vuelve a nuestro otoño, nublado y húmedo, aureolada por la grandeza de su meta. Y entonces se va a La Matanza y le pasan por la cabeza esos incordiantes “piquetes de la abundancia”, formados por aquellos que –como dijo también en Roma- arramblan con “ganancias inusuales”. El caso de los pools de siembra, por ejemplo, que permiten a un don nadie que pone dieciséis mil verdes ganar un 30% en seis meses -¿quién tendrá el teléfono del pool ese? rumiaron muchos nativos, al día siguiente, mientras leían el diario. Y ahí nomás, desde La Matanza, antiguo pago de chacras y hacendados, donde don Juan Manuel supo tener una estancia, la presidente denunció que sólo los que atesoran mucha renta pueden estar noventa días sin trabajar. Y los trató de avaros. Bellamente, apostrofó: “la avaricia es uno de los pecados que Dios más condena, porque dice que es la que congela el corazón de los ricos y no les deja ver el corazón de los pobres”. Completamente de acuerdo. La avaricia rompe el saco. La raíz de todos los males es la avaricia, dice por ahí Pablo apóstol. Y Dante, el terrible florentino, mandó a los avaros al cuarto círculo infernal, donde ni todo el oro bajo la luna es capaz de concederles reposo. Pero, ¿son avariciosos, rapaces, angurrientos, estos tipos al borde la ruta? O, simplemente, unos chacareros culo-en-tierra que no quieren perder a manos del fisco buena parte de lo ganado y desenvuelven una forma de desobediencia civil. Antes obedecieron, aun en las malas; ahora, cuando se da una buena, son capaces de defenderla hasta perdiendo plata. Avaros no; insumisos al abuso del poderoso, parece que sí.

“Nuestra opción siempre serán los pobres”, agregó –contraponiéndose a esos harpagones rurales- nuestra presidente. No voy a andar con pijoterías acerca de si la presidente y su marido son ricos, o qué carteras o qué zapatos o qué joyas luce. Un político, un gobernante, puede hacer de los pobres su clientela, y congelarlos en la pobreza, y en la indignidad de la dádiva, para mantenerlos sujetos y obedientes. Es también una “opción por los pobres”, aunque no la buena. Puede impulsar la prosperidad, para que de algún modo les alcance. Puede –y debe- acudir a la necesidad extrema, al abrazo frío de la miseria, con el medio imperfecto pero obligado de ponerles alguna plata en la mano, cuidando de que no se quede por el camino que va del ministro al puntero. Puede, como nuestra presidente que escucha la palabra de Dios, recordar que siempre habrá pobres entre nosotros, y procurar que no sean siempre los mismos. Puede algunas cosas más, pero lo que no puede, ni debe hacer, es echarles la culpa de que exista pobreza a los que trabajan el campo. Porque eso es lo que dijo en La Matanza Cristina Fernández, errando el vizcachazo.

Volvamos al santo propósito emitido en Roma, que recordábamos al inicio: los ciento cincuenta millones de toneladas. ¿Con quiénes los vamos a alcanzar?.¿Mandaremos a la melga a D’Elía y Pérsico? ¿Habrá una remonta de Fernández reciclados desde los despachos a las faenas rurales? ¿Aparecerá Néstor como Benito Mussolini allá lejos, cosechando en camiseta? La respuesta es obvia: los ciento cincuenta millones de toneladas se alcanzan con los que saben hacerlo. Esto es, con esos que hoy están manifestándose en la banquina. Tienen acumulada la experiencia de un siglo. Y pueden hacer que, celebrando un Bicentenario, no perdamos de vuelta el futuro. Cierto, no son perfectos. Les gusta ganar plata cuando pueden. Resultan medio brutos a ratos. Se van de boca en algún momento. No han leído ni a Hegel ni a Kelsen, y no saben quién es Feinmann. Qué le vamos a hacer, señora Presidente, es lo que hay. Pero si usted quiere cumplir con lo que prometió al mundo en Roma –y es muy buena promesa y un gran programa para todos- hable con ellos, bajándose del caballo. Todos se lo vamos a agradecer y la historia no le será ingrata.-

domingo, junio 01, 2008

MENSAJE A LOS GENDARMES DE LA MEMORIA

Abrir tumbas para venerar a los muertos, no para cavar en ellas trincheras.